Hoy tengo que realizar unos trámites en la Oficina de Turismo, que está cerca de Times Square. Pero como me despierto muy temprano, aprovecho para acercarme a Central Park; tomarme mi consabido “egg on a roll”; y descubrir el apacible ambiente que se respira en el parque por la mañana. Nunca te cansas de visitar este lugar, magnífico en todos los sentidos. Y eso que mí los parques, en general, me llaman poco la atención.
Tras coger mi City Pass en la Oficina de Turismo (repito, amabilísimos y serviciales hasta decir basta); aprovecho para hacer uso del primer ticket, subiendo al “Top of the Rock”, el observatorio del Rockefeller Center. Está nublado y el cielo amenaza lluvia, pero aun así las vistas son absolutamente espectaculares. Muchos dicen que este observatorio es mejor que el del Empire State. Hombre, yo no sé decir cuál es mejor.... Pero sí recomiendo ir a uno de día, y al otro por la tarde/noche. La perspectiva de la ciudad a distintas horas cambia por completo.
Tras realizar tropecientas fotos desde el “Top of the Rock” y descubrir las maravillas arquitectónicas modernistas del resto del complejo Rockefeller, comienza a llover intensamente. Así que aprovecho para hacer la visita guiada al “Radio City Music Hall”, el teatro con más solera de la ciudad. A ver: quien ha visto el Palau de la Musica de Barcelona no va a sorprenderse en este teatro; pero la visita es muy agradable, el guía habla un inglés tan perfecto que te enteras de todo... y... ¡es que estás aquí, en el mítico Radio City, Dios!!!! Te hablan mucho de las “rocketes”, las bailarinas que realizan cada año su tradicional show navideño: cuentan su historia y su importancia (esto a mí no me llama mucho la atención, pero para ellos son un símbolo). En el escenario está montada la escenografía de “Zarcana”, del Circo del Sol. Por desgracia no coincido con ningún ensayo. Todo no puede ser tan perfecto...
Tras la comida y una breve siesta en el hotel, dirijo mis pasos a otro de los símbolos de la ciudad, el famosérrimo Flatiron Building. Aparte de contemplar ese edificio mil y una veces retratado en el cine y la televisión, es bonito pasearse por las calles de alrededor, o tomarse un refrigerio en los veladores públicos que hay distribuidos por la zona. De ahí, paseo hasta Union Square, con su famoso mercadillo, que a esa hora de la tarde ya está siendo desmontado. Y después... ¡otra visita imprescindible!
Está en nuestro imaginario colectivo, es uno de los edificios más famosos del mundo; y aún conserva una elegancia que sus vecinos modernos no han conseguido alcanzar. El Empire State es un mito; y subir a su observatorio, una necesidad. Conviene hacerlo a la caída de la tarde, para observar el cambio de luz y obtener buenas fotos. Por supuesto, esta visita también está incluida en el City-Pass.
Tengo mucha suerte, porque no hay apenas cola y la entrada es muy rápida. Eso sí: casi me da un patatús contemplando el laberinto de cordones que tienen preparado para las colas en los días de más afluencia. Debe de ser tremendo (aunque creo que, con el City-Pass, algo de cola te ahorras).
El Empire State tiene dos observatorios abiertos al público: uno en el piso 86 (el que visita todo el mundo, y al que tienes acceso con el CityPass); y otro en el 102. Para subir a este último hay que pagar una entrada especial de 15$ extra. Yo personalmente no creo que merezca la pena, pero ahí cada uno ya tendrá que decidir si el cuerpo le pide más vértigo.
A pesar de que, como digo, no hay mucha afluencia de público, el observatorio del piso 86 está literalmente atestado de gente: debo tener paciencia para colocarme en primera fila y hacer buenas fotos. Aun así, las vistas de la ciudad por la tarde y (sobre todo) por la noche son impagables. Quemo la batería de mi cámara con tanta panorámica, pero el resultado, ahora que lo he visto con tranquilidad, es espectacular.
Llega la hora de la cena, y acudo nuevamente a la muy recomendada zona del Soho, que además queda cerquita de mi Hotel. Quizá tengo mala suerte, o no sé dar con los sitios adecuados, pero el Soho me parece un barrio bastante aburrido (al menos por la noche; de día ya es otra cosa, como comprobaré más adelante). Así que echo un vistazo a varios edificios singulares (es un barrio famoso por su arquitectura en hierro); y me marcho a buscar una terraza para la cena en los barrios de Noho y Nolita. Estos sí que me gustan por su ambientillo nocturno: todo muy cool, y muy agradable. Caen un par de cervezas, cómo no; y ya con ese soporcillo agradable que te deja el zumo de cebada, andando para el hotel, y a la cama.