Ya lo sé: hay muchos y muy buenos diarios de viaje dedicados a Nueva York. Antes de salir leí varios, y de ellos extraje información muy útil que me puso las cosas más fáciles en mi aventura neoyorkina. Por eso quiero publicar esta crónica tan particular: para compartir el enorme torrente de sensaciones que experimenté a lo largo de esos vertiginosos siete días; y porque, quizá, algún futuro viajero pueda algún provecho de este marasmo que me dispongo a redactar.

Para empezar, subrayo que este viaje ha sido un poco caótico. Normalmente planeo con bastante detalle mis visitas a otros países; hago un desglose de días y organizo previamente qué lugares quiero visitar, y cuándo. En esta ocasión, sin embargo, he preferido empaparme de una información más general, y dejarme llevar por lo que me apetecía en cada momento. Eso tiene sus ventajas... y sus inconvenientes. Seguro que, con más planificación, habría exprimido mejor el tiempo y habría podido ver más cosas; pero creo que no me equivoqué descubriendo Nueva York a salto de mata. Es una ciudad para dejarse sorprender; hay que patearla a fondo... y en realidad da un poco igual a dónde vayas, porque cada barrio, cada calle, cada parque y cada avenida tiene personalidad propia y merece ser disfrutado. Creo que se empieza a notar que volví absolutamente enamorado de la Gran Manzana. Superó con mucho mis expectativas. Ni los comentarios ni las fotos le hacen justicia.

PREPARATIVOS: Hay muchísima información en el foro acerca de los requisitos necesarios para viajar a EEUU. Básicamente son el pasaporte electrónico y la ESTA (que se rellena por internet y, al menos en mi caso, me vino aprobada de forma inmediata). El asunto de los vuelos y del Hotel... ¡depende tanto de tantas circunstancias! Yo pagué 1300 euros por la semana completa, con vuelo directo desde Málaga y siete noches de alojamiento. Para ser pleno mes de agosto creo que no estuvo mal. Del hotel (altísimamente recomendable) hablaré más adelante.

INFORMACIÓN: Aparte de este foro, hay muchas guías dedicadas a la ciudad de Nueva York. Yo manejé tres o cuatro, pero al final tiré la toalla y sólo hice una lectura bastante superficial. Hay tanto que ver, hay tantísimos detalles más o menos trascendentes a tener en cuenta... que al final se me atragantó el cerebro con esa enorme cantidad de datos. Creo que lo fundamental es hacerse una idea de la estructura de la ciudad; de cómo se distribuyen sus calles y sus barrios; y tener claro qué monumentos y lugares son imprescindibles para nosotros.

Eso sí: os recomiendo ENCARECIDAMENTE que visitéis la página web www.nycgo.com/es. También esta dirección de facebook, www.facebook.com/nycgo.es. Es de la agencia oficial de turismo de la ciudad, y contiene mucha información, fácilmente accesible, sorprendentemente útil y actualizada, de todos los “must” de la Gran Manzana. Una vez en la ciudad, merece la pena pasarse por sus oficinas (están a un paso de Times Square, en el 810 de la Séptima Avenida). Os aseguro que os van a tratar estupendamente (en realidad todo el mundo en NY me pareció superamable); y os van a ofrecer una orientación fantástica para sacar el máximo partido a vuestra visita. Yo tengo que agradecerles gran parte del éxito de mi viaje. No dejéis de hacerlo.
ELEGIR UN HOTEL: Ya lo comenté antes, esta es una tarea complicada, por la ENORME oferta hotelera de la ciudad. Alojarse en NY no es especialmente barato, y menos tal y como anda el cambio euro / dólar.
Después de mucho pensar y consultar, me quedó claro que quería evitar la zona de Times Square y el Theatre District. Muchos amigos me dijeron que resulta bastante estresante alojarse en esa zona... y ahora que he vuelto pienso que llevan mucha razón. Times Square es apasionante; pero incluso a mí, que me siento cómodo en las multitudes, me satura enseguida. Así que me puse a buscar un hotel más hacia el sur, cerca de barrios como el West Village o el Soho (que son muy agradables para pasear por la noche y cenar en una terraza). Finalmente me decanté por el Hilton Garden Inn Tribeca. Y sólo puedo decir MARAVILLAS de él. Situación inmejorable, a un paso del Soho, 15 minutos andando del West Village, 10 minutos andando de Chinatown y Little Italy... Y además tiene cerquísima paradas de metro de las líneas roja y azul, con las que puedes moverte por prácticamente todos los puntos de interés de la ciudad.


Me habían advertido de que las habitaciones en NY son especialmente pequeñas; pero la mía era muy espaciosa, con una cama de matrimonio enrome y comodísima. El personal, encantador (algunos hablan español); la limpieza perfecta; wifi gratuito; y todas esas "amenities" que imagino también hay en otros hoteles neoyorkinos (café y galletas gratis en el hall; cafetera en la habitación, etc.).
En definitiva, no le encuentro ningún pero. Lo recomiendo 100%.
EL CITY-PASS: Simplemente, me parece fundamental. Primero, porque te ahorras una pasta (aunque es cierto que las entradas a algunos museos son “sugeridas”; al final, la mayoría de la gente paga); y segundo, porque en algunos sitios te permite evitar muchísimo tiempo en colas (odio las colas... como todo el mundo, supongo). El Citty Pass cuesta 89$... y hay que pensar que, sólo el paseo en barco alrededor de Manhattan, ya cuesta 30$. Es, sencillamente, un chollazo. Aquí su página web: www.citypass.com/new-york.

MOVERSE EN NY: Todo el mundo lo dice, y es cierto: Nueva York invita a caminar, y quieras o no acabas haciendo muchos kilómetros a lo largo del día. Pero el metro es un instrumento muy necesario, porque las distancias son enormes. Sobre todo si vas a salto de mata y de pronto te apetece ir a la otra punta de la isla para dar un paseo por Central Park. Conviene mucho comprar una Metrocard semanal (29$). Cada single ride vale nada menos que 2.50$, así que la metrocard se amortiza completamente. También vale para los autobuses urbanos (aunque yo no los usé).
Ya me habían advertido de que el sistema de metro en NY es más difícil de manejar que el de otras ciudades del mundo. Es cierto. Hay trenes que son “express”, y no se detienen en todas las paradas; las bocas de metro, en muchas ocasiones, dan acceso únicamente a uno de los sentidos de la línea; y se producen continuos cambios por obras y reformas. Pero todo esto se pilla bastante rápido, sobre todo si nos hacemos con un buen mapa (junto a cada parada aparecen las letras de las líneas que se detienen en ella: presta atención a esto, no sea que cojas un tren express y luego tengas que dar la vuelta). En cuanto al sentido de las líneas, allí todo es dirección “Uptown” o “Downtown”: sólo hay que mirar con cuidado las indicaciones que hay en la entrada de cada boca de metro.

En cuanto a los traslados desde / hacia el aeropuerto JFK, yo me decanté por la opción del metro, y nuevamente acerté. Utilizando el suburbano te evitas el caótico tráfico de la ciudad; sabes cuánto vas a tardar hasta cualquier punto de Manhattan (poco más de una hora) y te ahorras un dinerito bastante apañado. El airtrain que te traslada del aeropuerto a la parada de metro cuesta 5$ (se pagan al salir); y luego ya puedes comprarte la metrocard .Nada que ver con los 60$ que puede costar, perfectamente, un taxi o un shuttle hasta el hotel.
ESPECTÁCULOS: Ir a Nueva York y no asistir, al menos, a un espectáculo... es dejarse la visita a medias. Yo disfruté de dos musicales en Broadway (“Wicked” y “Spiderman”); escuché un concierto gratuito de música clásica en el Lincoln Center; y también allí estuve un rato viendo una de las proyecciones de ópera que el centro ofrece de forma gratuita a lo largo del verano. Hablaré con detalle de esto más adelante... y también de la misa Góspel, que no quiero incluir en el apartado de “espectáculos” pero fue, quizá, lo más impactante de todo el viaje.


COMER, BEBER... Y FUMAR. Es cierto: en NY hay mucha comida basura... o mejor diría fast food: hamburguesas, perritos, pastrami, bocatas de todo tipo, pizzas no aptas para cardiópatas, etc. Todo buenísimo e hipercalórico, claro. Pero si quieres comer un poco más sano, también puedes hacerlo. En las zonas más concurridas es fácil encontrar establecimientos de comida “al peso” (un bufé variadísimo, en el que te sirves lo que quieres y luego pagas según el peso). También hay por la calle (al menos, en verano) muchísimos puestos de zumos, smoothies (jugos de fruta con hielo) y fruta. En cuanto a los precios... Pues es que el euro está en horas bajas, así que tampoco se puede decir que comer sea tirado. Los perritos en la calle valen entre 2 y 3$; un trozo de pizza, en torno a 1,5$. Y la comida al peso... pues ya depende de lo que comas, pero en general por 6 ó 7$ te quedas más que satisfecho.

Mención aparte merecen las bebidas alcohólicas. Yo soy cervecero consumado, y según leí está prohibido beber alcohol en la calle. Bueno, más bien está prohibido mostrar que bebes alcohol en la calle. Son muchos los establecimientos de comida que no venden ningún tipo de alcohol (creo que es por los impuestos). Al final, me acostumbré a comprarme la cerveza en un Delhi y bebérmela en un vaso de café, sentado en un banco o en esas típicas mesitas que el ayuntamiento pone a disposición de los viandantes en muchos lugares públicos de NY.
Una nota para los fumadores: sé que está fatal, pero sí, lo confieso, soy fumador. En NY hay muy poca tolerancia con los consumidores de tabaco: en los parques está teóricamente prohibido fumar (aunque por lo visto la norma que regula este asunto ha sido suspendida, en todos los parques aparecen señales de prohibición). Dentro de los locales está prohibidísimo, por supuesto; y hay que decir que las terrazas de los bares se consideran parte del local. Así que te encuentras con el siguiente dilema: si te sientas en una terraza, puedes beberte una cerveza, pero no fumar; si te sales de la terraza, puedes fumar, pero no beberte la cerveza. ¿Solución? Te sientas justo al borde de la terraza, y si quieres fumar, te colocas más allá del panel que delimita la zona de restauración y vas bebiendo de la cerveza que tienes colocada encima de la mesa. Absurdo... pero muy americano, creo yo.
Por cierto, si fumas tabaco de liar, llévate muchas boquillas desde España, porque allí es imposible encontrarlas.
IMPUESTOS Y PROPINAS: Muchos precios (sobre todo en las tiendas) vienen sin los impuestos incluidos, así que al final la factura sube un poco por este tema. Lo de las propinas es inapelable: los camareros cobran una miseria (o directamente no cobran nada), así que dependen de lo que los clientes quieran dejarles. Lo normal por un buen servicio es dejar el 20% de la factura; o 1$ por cada consumición. Todo lo que baje del 15% es una señal de que has quedado muy insatisfecho con el servicio. Sólo en un restaurante me incluyeron la propina en la cuenta: hay que estar pendiente de esto para no pagar por el servicio dos veces.

IDIOMA: Yo me manejo bastante bien en inglés, así que no tuve problema. Pero para los más tímidos hay que decir que la mayoría de los dependientes y camareros son de origen hispano, y hablan perfectamente español. Si te da corte hablar inglés; o los idiomas no son lo tuyo, pregunta directamente en castellano. Lo más probable es que te contesten en tu mismo idioma.
WIFI: Estos neoyorkinos sí que saben hacerlo: hay Wifi en prácticamente toda la ciudad. Parques, museos, edificios públicos... Y si no pillas señal, te acercas a cualquier Starbucks y listo. Atentos: para que funcionen las aplicaciones del móvil hay que entrar en el navegador y aceptar las condiciones de uso.

SEGURIDAD: Todo Manhattan me ha parecido muy, muy seguro. Ves a gente de todo tipo, raza, aspecto y condición (¡por algo aquello es la capital del mundo!); pero en ningún momento tuve sensación de inseguridad. Repito que los neoyorkinos me parecieron extremadamente educados, amables, atentos... incluso cariñosos. Cogí varias veces el metro de noche (tampoco a altísimas horas); y todo perfectamente tranquilo. Claro que yo no fui a ningún barrio del extrarradio, eso también es verdad...
