Increíble: he tardado varios días en notar el jet lag, pero esta noche me ha venido de golpe. Duermo sólo dos horas y media, así que sospecho que va a ser un día duro. Menos mal que, con tanta maravilla, el agotamiento se hace más llevadero. O eso es lo que creo yo.
Mi primer objetivo de la mañana es el MOMA, pero como salgo a la calle muy temprano, aprovecho para ver Times Square a primera hora (incluso con las tiendas cerradas ya hay una muchedumbre en la zona) y darme un garbeo por la 5ª Avenida, con sus grandiosos edificios, sus escaparates y el inevitable “Tiffany”. Qué enorme es todo, qué tremendo y qué espectacular. Estos americanos tienen sentido del espectáculo hasta para diseñar una ciudad. En eso son los número uno, no cabe duda.
El MOMA es un museo que tampoco me despierta demasiado interés, al menos a priori. No soy muy aficionado al arte contemporáneo, pero como todo el mundo dice que hay que verlo.... Pues allá que me presento. Y confieso que es el museo que más me ha gustado de todos los que he visto en Nueva York. Hay un poco de todo, y no es tan saturante como el Metropolitan, ni tan limitado como el Guggenheim. La parte de diseño de accesorios y mobiliario, muy interesante; también las salas dedicadas a la fotografía. Y luego, pues lo más típico y conocido: Matisse, Dalí, Picasso, Van Gogh, Warhol... Y claro, esas mamarrachadas ultramodernas que dan un poco de risa. Disfruto muchísimo de la visita; por supuesto que la recomiendo... y también está incluida en el CityPass. Que lo sepas.
En mi línea friky-musical, hoy tengo una nueva cita con Broadway: esta vez voy a la sesión matinal de “Spiderman, Turn off the Dark”. Lo elegí sobre todo porque es un musical diferente, más en plan rock, con música de U2. También porque después de tan malas críticas quería ver con mis propios ojos por qué este espectáculo ha despertado tantísima polémica. Bueno, y hay otras razones que son largas de explicar, y no es este el mejor sitio para hacerlo.
¿Mi opinión? A ver, es claramente distinto a los shows clásicos de Broadway... ¡pero me encanta! Y eso que, con la mala noche que he pasado, no puedo disfrutarlo en toda su magnitud. La escenografía es alucinante, ahí hay mucho dinerito echado. Las voces, increíbles; y la música tiene momentos sublimes, que van de lo romántico a lo cañero. Para este musical sí que se pueden conseguir buenos descuentos en las taquillas de TKTS. Yo estoy en patio de butacas, pero creo que las mejores localidades son las de la zona que llaman “Flying Circle”, las primeras filas del primer piso. Desde ahí los vuelos de Spiderman y la batalla aérea final deben apreciarse mucho mejor. Eso sí: recomiendo vivamente evitar la sesión matinal. Más que nada porque suele llenarse de público infantil y (lo siento), los niños durante un espectáculo tan largo pueden resultar bastante molestos.
Salgo de Spiderman como en una nube: entre el impacto del espectáculo y la falta de sueño apenas me tengo en pie. Pero decido aguantar el tirón para llegar a la noche totalmente derrotado y descansar bien de una vez. Así que, tras tomar un refrigerio, me dirijo andando hacia el Prier 83 (en la orilla oeste, al final de la calle 42) para utilizar otro de los tickets del CityPass: el que te da derecho a realizar un crucero alrededor de Manhattan con la empresa www.circleline42.com.
Tras leer varios consejos de los foreros, tenía previamente decidido coger el barco de las 19:00, que permite ver el skyline al atardecer (a la ida) y por la noche (a la vuelta). Llego al muelle a las 18:00 y ya hay gente apostada en la cola. Yo prefiero esperar tomando un refresco, y cuando se acerca la hora... ¡pa dentro! En barco es amplio y tiene buena visibilidad desde cualquier parte... pero claro, la cubierta superior de popa, al estar descubierta, resulta ideal en los días despejados. Por desgracia esa zona es la primera que se ocupa, así que me conformo con una silla en el piso inferior. Da un poco igual: el crucero es absolutamente alucinante.
Para que os hagáis una idea: dura unas dos horas y pico; da toda la vuelta por el extremo sur de Manhattan; se acerca a la Estatua de la Libertad; pasa por debajo del Puente de Brooklyn y llega a la altura de los edificios de la ONU, para luego dar la vuelta y volver al punto de origen. ¿Qué puedo decir? Es una de las experiencias inolvidables del viaje. Hago más de cien fotos, sin exagerar; y ahora no sé cuál elegir, y cuál descartar, porque son todas preciosas. Los que sepan inglés pueden seguir las explicaciones que te van dando a través de la megafonía. Una maravilla.
Cuando termino el crucero son ya casi las diez de la noche; y no sé cómo, pero mi cuerpo le ha dado la vuelta al contador del cansancio y no tengo ganas de irme al hotel. Así que me planto en Hells Kitchen, animadísimo barrio lleno de restaurantes y bares, para tomarme mi inevitable cervecita y picotear un poco. Hay una luna llena espectacular, alzándose sobre los rascacielos iluminados de Times Square. Esta imagen ya no se borrará nunca de mis retinas. Suena cursi, pero es así. Literalmente.