El día 14 por la mañana abandonamos la ciudad de Tallin rumbo a Haapsalu. Teníamos 100 km por delante hasta llegar a esta ciudad situada en la costa oeste de Estonia, junto al mar. Haapsalu era famosa por sus aguas y fangos con propiedades curativas, por lo que era la típica ciudad balneario.
Nuestro programa de visitas en la ciudad comenzó por algo inusual como la instalación de una antigua base y aeródromo de la armada soviética, o la sombra de lo que fue. Un hangar, una pista de aterrizaje y algunos restos desperdigados por todo el recinto era lo único que se podía ver. Seguidamente nos fuimos a la antigua estación de ferrocarril. El hecho de que en el siglo XIX esta ciudad comenzara a hacerse famosa por sus tratamientos terapeúticos fue decisivo para que a principios del siglo XX se extendiera la línea del tren procedente de San Petersburgo hasta esta ciudad. Normalmente en el imperio ruso diseñaban todas las estaciones siguiendo el mismo esquema, pero para este caso se encargó un proyecto original. Al fin y al cabo toda la nobleza de rancio abolengo y la familia real rusa visitarían Haapsalu de vez en cuando. Me gustó la edificación de madera con sus colores beige y rojizo. Nos estuvimos paseando porel edificio principal, el de llegada de pasajeros, y también por el andén porticado. También vimos alguna locomotora de mediados del siglo XX. Ya sólo faltaba el señor vestido de uniforme con su silbato y gritando eso de “¡Señores al tren!”, jejeje. Había otro edificio, el Pabellón Real, que albergaba un museo relacionado con la historia del ferrocarril en Estonia, pero ese no lo vimos. Como curiosidad en la actualidad el tren no llega ya hasta Haapsalu.
Nuestro programa de visitas en la ciudad comenzó por algo inusual como la instalación de una antigua base y aeródromo de la armada soviética, o la sombra de lo que fue. Un hangar, una pista de aterrizaje y algunos restos desperdigados por todo el recinto era lo único que se podía ver. Seguidamente nos fuimos a la antigua estación de ferrocarril. El hecho de que en el siglo XIX esta ciudad comenzara a hacerse famosa por sus tratamientos terapeúticos fue decisivo para que a principios del siglo XX se extendiera la línea del tren procedente de San Petersburgo hasta esta ciudad. Normalmente en el imperio ruso diseñaban todas las estaciones siguiendo el mismo esquema, pero para este caso se encargó un proyecto original. Al fin y al cabo toda la nobleza de rancio abolengo y la familia real rusa visitarían Haapsalu de vez en cuando. Me gustó la edificación de madera con sus colores beige y rojizo. Nos estuvimos paseando porel edificio principal, el de llegada de pasajeros, y también por el andén porticado. También vimos alguna locomotora de mediados del siglo XX. Ya sólo faltaba el señor vestido de uniforme con su silbato y gritando eso de “¡Señores al tren!”, jejeje. Había otro edificio, el Pabellón Real, que albergaba un museo relacionado con la historia del ferrocarril en Estonia, pero ese no lo vimos. Como curiosidad en la actualidad el tren no llega ya hasta Haapsalu.




De la estación nos fuimos hasta el Castillo Episcopal de Haapsalu. Esta fortaleza construida en el siglo XIII como sede de la diócesis creada por el arzobispo de Riga en la comarca, no sólo tuvo funciones religiosas sino también defensivas. Se construyó también la Catedral de San Nicolás, de estilo transitorio entre el románico y el gótico. Es la iglesia de una nave más grande de los países bálticos. Nos contaron la leyenda de la catedral.
Dicen que en las noches de luna llena de los meses de Agosto se aparece una prostituta, la Dama Blanca, en los muros de una capilla bautismal que se construyó en la iglesia. Dicen que se enamoró de un monje y que entró en el castillo a pesar de la prohibición de que entraran mujeres. Como castigo la pobre fue empalada en la capilla.
Qué pena, a día 14 ya estábamos entrando en fase de cuarto menguante y tampoco íbamos a estar de noche, así que nos quedaríamos con la intriga.
Este recinto que llegó a tener una muralla circular exterior y hasta 7 torreones, fue parcialmente destruida y desmantelada durante varias guerras (contra Livonia, Suecia,...). Así, lo único que vimos que se mantenía era parte de la muralla, un torreón y la iglesia. Por unas escaleras de caracol imposibles, muy estrechas y empinadas, subimos hasta lo alto del torreón y allí pudimos tirar unas cuantas fotos a la excelente panorámica de la ciudad: se veía el litoral costero, con unos entrantes de tierra en el mar, como si fueran pequeños islotes. En el interior de la fortaleza también había montado un escenario. Aprovechan la acústica del lugar para celebrar conciertos. También nos resultó curioso un enorme tablero de ajedrez en el suelo, casi a escala natural.
Dicen que en las noches de luna llena de los meses de Agosto se aparece una prostituta, la Dama Blanca, en los muros de una capilla bautismal que se construyó en la iglesia. Dicen que se enamoró de un monje y que entró en el castillo a pesar de la prohibición de que entraran mujeres. Como castigo la pobre fue empalada en la capilla.
Qué pena, a día 14 ya estábamos entrando en fase de cuarto menguante y tampoco íbamos a estar de noche, así que nos quedaríamos con la intriga.
Este recinto que llegó a tener una muralla circular exterior y hasta 7 torreones, fue parcialmente destruida y desmantelada durante varias guerras (contra Livonia, Suecia,...). Así, lo único que vimos que se mantenía era parte de la muralla, un torreón y la iglesia. Por unas escaleras de caracol imposibles, muy estrechas y empinadas, subimos hasta lo alto del torreón y allí pudimos tirar unas cuantas fotos a la excelente panorámica de la ciudad: se veía el litoral costero, con unos entrantes de tierra en el mar, como si fueran pequeños islotes. En el interior de la fortaleza también había montado un escenario. Aprovechan la acústica del lugar para celebrar conciertos. También nos resultó curioso un enorme tablero de ajedrez en el suelo, casi a escala natural.




Antes de comer dimos un paseo por el paseo marítimo de Haapsalu, hasta llegar a un edificio emblemático: el Kuursal. El Kuursal era algo así como un salón de reuniones, donde la gente que pasaba en Haapsalu las vacaciones del verano iba para entretenerse. Había actuaciones en directo con orquestas que actuaban varias veces al día y músicos que venían de Tallin. Cuando entramos al edificio la decoración que tenía le daba un cierto aire de decadencia. Los colores verdosos, el parqué, el piano de cola, el pequeño escenario. Era como estar en una sala de fiestas de un balneario del siglo XIX con la alta sociedad. Y fue aquí donde comimos, ya que teníamos concertado el almuerzo. Mejor sitio imposible. En ese salón y junto al mar.





Después del almuerzo subimos con el autocar al ferry que nos llevaría a la isla de Muhu, situada frente a la costa de Haapsalu, a pocos minutos de trayecto. Como hago en todos los barcos me fui a la cubierta a ver cómo salíamos de Haapsalu y el paisaje durante el recorrido. No había demasiada panorámica porque estaba muy nublado y amenazaba lluvia. Cuando llegamos a la isla de Muhu nos desplazamos en autocar hasta la vecina isla de Saaremaa parando por el camino para ver la Iglesia de St Catherine (en la isla de Muhu). Esta iglesia está considerada como uno de los edificios más bonitos del arte gótico primitivo de Estonia. Saremaa se mantiene prácticamente inalterable por su situación y aislamiento, y desde luego que no me quedó duda alguna. En primer lugar estuvimos en los Cráteres de meteorito Kaali. Un meteorito caído unos 700 años A.C formó un cráter de unos 100 m de diámetro. Allí vimos que un lago ocupaba el fondo del cráter. Las leyendas dicen que ese lago no tiene fondo. Estando allí se lió a llover la de Dios, lo que no había caído en las 2 semanas de viaje que llevaba, así que salimos a toda prisa y corriendo y ni fotos ni nada. Continuando nuestro camino por la isla paramos en el campo de molinos de viento de Angla, el único que se conserva en Saaremaa y que antaño era una imagen típica de la isla. Había en total 5 molinos, de los que 4 eran típicos de Saaremaa, hechos en madera, y el otro era al estilo de los holandeses, de 8 lados, tal y como se puede ver en la foto, salvo que en este caso también estaba hecho de madera y no de piedra. Allí nos encontramos con un grupo de españoles que estaban haciendo un viaje organizado por la Comunidad de Madrid por las Repúblicas Bálticas, y que habían tenido un pequeño incidente al golpear su autocar a un coche que venía en sentido contrario. También fue mala suerte porque el tráfico en la isla más que escaso era nulo, así que allí estuvimos charlando con ellos de lo que estábamos viendo en el viaje hasta que los conductores resolvieron todo el papeleo.




Llegamos ya tarde a la capital de Saaremaa, el pueblo de Kuressaare. Nuestro hotel, de nombre STAADIONI, estaba situado en un área recreativa dentro de una zona de bosque, muy cerca del castillo episcopal. Salimos de paseo hacia el centro del pueblo, parando unos minutos para ver el castillo desde fuera, puesto que quedaba de camino.




Como ya iba siendo hora de cenar nos pusimos a la búsqueda de un bar y encontramos uno chulísimo ubicado en un molino de viento de tipo holandés del año 1899, que estuvo en funcionamiento hasta principios de los 40. Luego de estar un período como almacén se volvió a rehabilitar como restaurante. Subimos a lo más alto del molino para cenar junto a los resortes del aparato y desde luego que mereció la pena estar allí. No recuerdo que cené pero sí que fue comida típica, muy abundante y barata. El nombre del bar es TRAHTER VESKI.
Trahter Veski

De aquí ya regresamos al hotel y cada mochuelo a su olivo. A pesar de que el hotel estaba muy bien, fue sin duda alguna el lugar donde lo pasé peor, aunque ya habíamos dormido varias noches en zona rural. Debió de ser que la ventana había quedado abierta, pero en cuanto me acosté un ejército de aviones cazabombarderos vino a incordiarme. Que apagaba la luz ya me estaban rondando, me levantaba y a buscar cualquier indicio de mosquitos, los aplastaba, me acostaba y vuelta a empezar. Así estuve hasta las 5 de la mañana, que ya por fin me pude acostar. Menos mal que ese día iba a ser muy tranquilo.