Faltaba ya tan sólo 1 día para regresar a España, así que esta jornada era la última que íbamos a aprovechar en las Repúblicas Bálticas. Continuaríamos nuestro itinerario de regreso hacia Vilnius realizando un par de paradas intermedias. En primer lugar fuimos al Palacio de Rundale, otra joya del barroco y rococó construida en el siglo XVIII, ¿a que no sabéis por quién? Tic tac tic tac tic tac, pues sí por el mismísimo Rastrelli, el que había participado en tantos proyectos en San Petersburgo. Así que realizamos una visita guiada por los salones más importantes del palacio. Para hacer fotos en el interior había que pagar otra pequeña cantidad de dinero, así que en este caso, como ya estaba saturado de tanto palacio barroco pasé olímpicamente, total por tener fotos de un palacio más o uno menos no me iba a morir. En la parte exterior había también unos jardines, pero por el mismo motivo que el de antes, ni siquiera me molesté en entrar. Con los jardines de Pavlovsk, Tsárkoye Seló, Petergof, Cesis y alguno más, había tenido más que suficiente. Así se puede decir que mi paso por el Palacio de Rundale fue sin pena ni gloria. En su lugar preferí quedarme esperando rodeado de avispas junto al autocar. En realidad sólo hice un par de fotos del exterior del palacio.
Paramos a comer en un área de servicio que tenía como un pequeño zoológico donde tenían unos ciervos. Como Rundale estaba ya al sur de Letonia no tardamos demasiado en cruzar la frontera con Lituania. Tardamos cerca de 3 horas en llegar a Trakai, donde íbamos a visitar su castillo. La primera imagen fue espectacular, al ver el recinto fortificado de ladrillo rojo del siglo XIV sobre una isla en medio del lago Gelvé. Por una pasarela de madera cruzamos el lago hasta llegar a la isla. El castillo había sido un punto clave en las guerras de Lituania contra la Orden Teutónica (otra orden militar de alemanes creada en Palestina durante la Tercera Cruzada) durante varias décadas. Realizamos la visita por las diferentes dependencias del castillo, como por el Palacio Ducal, donde había una exposición relacionada con la historia del castillo. El recorrido por el Palacio Ducal lo hicimos a través de un patio interior con galerías de madera, por el que íbamos accediendo a las diferentes habitaciones. Paseamos también por el recinto amurallado. Antes de salir hacia Vilnius dimos también una vuelta por la isla. Había bastante gente paseando en barcas por el lago.
Llegamos a Vilnius al final de la tarde y nos llevaron al mismo hotel en el que habíamos estado alojados el primer día. Como ya nos conocíamos el transporte público no tardamos demasiado en llegar al centro de la ciudad. Dimos un paseo por la Av Gediminas (la calle comercial de Vilnius) y nos fuimos a cenar al mismo restaurante del primer día también. Como habíamos llegado tan tarde no nos daba para más nuestra estancia en Vilnius. Después de cenar una rica sopa de tomate con vodka nos fuimos a buscar el autobús para regresar de nuevo al hotel. Era el momento de hacer la maleta y de tratar de organizar un equipaje que en 18 días de viaje había terminado hecho un guiñapo.
Sobre las 4 de la mañana nos llamaron a la habitación y también nos dieron un desayuno picnic. Era el momento de salir hacia el aeropuerto de Vilnius. Cuando era el momento de realizar el embarque, sobre las 7 de la mañana, el país decidió hacer honor a su nombre (Lituania en el idioma propio se llama Lietuva y significa el “país de la lluvia”) y se lió a llover una barbaridad. Cuando nos bajamos del autobús que nos dejaba a pie del avión ya estaban circulando auténticos ríos, pero es que al llegar la segunda tanda de pasajeros era todavía peor, porque por lo visto había subido tanto el nivel del agua que al moverse el autobús se había metido el agua dentro y se había tenido que subir la gente a los asientos e incluso a las barras. Como prueba nos enseñaron un vídeo que habían grabado y la verdad es que era impresionante lo que llovía. No duró mucho rato, ahora que vaya chaparrón. Bueno, esto fue una anécdota graciosa de un vuelo que por otro lado transcurrió con total normalidad. Al llegar a Praga teníamos que hacer escala durante 3 horas, nos despedimos de los compañeros que tenían vuelo a Barcelona y a la hora pertinente ya regresamos hacia Madrid. Aquí se acababa un viaje de 19 días que me había llevado por las Repúblicas Bálticas – Lituania, Letonia y Estonia, y por una pequeña región de Rusia. Aunque había alguna ciudad que no me había resultado de ningún interés en general había sido un viaje bastante recomendable.
Sobre las 4 de la mañana nos llamaron a la habitación y también nos dieron un desayuno picnic. Era el momento de salir hacia el aeropuerto de Vilnius. Cuando era el momento de realizar el embarque, sobre las 7 de la mañana, el país decidió hacer honor a su nombre (Lituania en el idioma propio se llama Lietuva y significa el “país de la lluvia”) y se lió a llover una barbaridad. Cuando nos bajamos del autobús que nos dejaba a pie del avión ya estaban circulando auténticos ríos, pero es que al llegar la segunda tanda de pasajeros era todavía peor, porque por lo visto había subido tanto el nivel del agua que al moverse el autobús se había metido el agua dentro y se había tenido que subir la gente a los asientos e incluso a las barras. Como prueba nos enseñaron un vídeo que habían grabado y la verdad es que era impresionante lo que llovía. No duró mucho rato, ahora que vaya chaparrón. Bueno, esto fue una anécdota graciosa de un vuelo que por otro lado transcurrió con total normalidad. Al llegar a Praga teníamos que hacer escala durante 3 horas, nos despedimos de los compañeros que tenían vuelo a Barcelona y a la hora pertinente ya regresamos hacia Madrid. Aquí se acababa un viaje de 19 días que me había llevado por las Repúblicas Bálticas – Lituania, Letonia y Estonia, y por una pequeña región de Rusia. Aunque había alguna ciudad que no me había resultado de ningún interés en general había sido un viaje bastante recomendable.