Era la hora de dejar Rusia para regresar de nuevo a Estonia, pero antes teníamos que hacer todavía un par de visitas. La primera de ellas no se haría esperar demasiado, pues estaba cerca de San Petersburgo. Se trataba del Palacio de Petergof. Fue mandado construir por Pedro el Grande después de su victoria contra los suecos. Quería demostrar la grandeza del imperio ruso y tener un palacio al nivel de su categoría (Tenía muy buen concepto de sí mismo, jajaja). Como había visitado Versalles sus exigencias no eran pocas. Este palacio sería remodelado años después por la zarina Isabel (donde intervendría Rastrelli) y por Catalina la Grande. Hicimos la visita guiada por el interior del palacio, ataviados como no con nuestras fundas en los zapatos para sacar brillo al suelo. Pasamos por las estancias oficiales y la escalera principal, pero en este caso no hice fotos porque estaba ya un poco saturado de tanto palacio como había visitado en días pasados.
A continuación, y ya por libre, pasamos a visitar los exteriores del palacio, donde se combinaban jardines de estilo francés con otros al más puro estilo inglés. Y era aquí, en los exteriores, donde desde mi punto de vista residía la grandeza y espectacularidad de todo el palacio. Partiendo de la fachada principal un canal, rodeado de fuentes y jardincillos, bajaba hasta el Mar Báltico. Este canal era utilizado ni más ni menos para acceder al palacio desde el golfo de Finlandia. Y para dotar de mayor esplendor al conjunto, la Gran Cascada, compuesta por un conjunto de 37 estatuas de bronce roado, 64 fuentes y 142 juegos de agua. Vimos también otras fuentes como las de Adán y Eva, escenificando el Paraíso en el Palacio de Petergof.
A continuación, y ya por libre, pasamos a visitar los exteriores del palacio, donde se combinaban jardines de estilo francés con otros al más puro estilo inglés. Y era aquí, en los exteriores, donde desde mi punto de vista residía la grandeza y espectacularidad de todo el palacio. Partiendo de la fachada principal un canal, rodeado de fuentes y jardincillos, bajaba hasta el Mar Báltico. Este canal era utilizado ni más ni menos para acceder al palacio desde el golfo de Finlandia. Y para dotar de mayor esplendor al conjunto, la Gran Cascada, compuesta por un conjunto de 37 estatuas de bronce roado, 64 fuentes y 142 juegos de agua. Vimos también otras fuentes como las de Adán y Eva, escenificando el Paraíso en el Palacio de Petergof.
Hubo una buena parte de los jardines que no nos dió tiempo a ver, exactamente la situada detrás del palacio, donde sé por la guía que había pequeños estanques ornamentales y jardincillos con setos y flores. Nos fuimos a comer a un restaurante fuera del recinto de palacio (deberíamos haber hecho picnic para aprovechar mejor). Lo encontramos de casualidad pero comimos excelentemente. Todavía recuerdo el magret de pato, jeje.
Tras el almuerzo nos reunimos todo el grupo para continuar el viaje bordeando la costa báltica hasta llegar al pueblo de Ivangorod, situado junto a la margen derecha del río Narva. Esta sería la última población que veríamos de Rusia, ya que en la mitad aproximadamente del río comenzaba el territorio estonio. Íbamos a visitar la Fortaleza de Ivangorod. Esta fortaleza fue construida en el siglo XV durante el reinado de Iván III de Moscú. Durante los siglos posteriores cambiaría varias veces de territorio y de soberanía, aunque mayormente bajo el dominio de Suecia. Con la creación de la república de Estonia pasó a formar parte de este país, pero tras la invasión soviética quedó ligada a Rusia. La fortaleza era totalmente cuadrangular, con un conjunto de torreones cilíndricos y cúbicos en el perímetro de la muralla, que se conservaba bastante bien. Además estaba dividida en varias partes por una pared central. Tuvimos la suerte de que la muralla estaba suficientemente bien habilitada como para pasear por varios de sus sectores, incluidos los torreones. En el interior de la fortaleza estaban las iglesias de St. Nicholas y The Virgin's Dormition. Salvando estas iglesias el interior estaba en estado ruinoso, totalmente asilvestrado e invadido por la vegetación. Desde la muralla se podía contemplar también el río Narva y el puesto de control que había situado en el puente que lo cruzaba, y por el que pasaríamos un rato después. Nos sorprendió que había varias tiendas de campaña circulares, de estas que se ven en las típicas películas con escenas de guerras que se desarrollan en la Edad Media, y junto a ellas había un grupo de personas también disfrazadas al estilo de la época medieval, que se estaban preparando un festín en la hoguera. Por lo que contaron parece que eran algo así como un grupo de teatro y que iban a participar en algún tipo de escenificación medieval. Tiramos varias fotos de la fortaleza, pero la visión completa del recinto la tendríamos al día siguiente desde la ciudad de Narva, ya en Estonia. He puesto la foto en esta etapa para que no se confunda.
Tras el almuerzo nos reunimos todo el grupo para continuar el viaje bordeando la costa báltica hasta llegar al pueblo de Ivangorod, situado junto a la margen derecha del río Narva. Esta sería la última población que veríamos de Rusia, ya que en la mitad aproximadamente del río comenzaba el territorio estonio. Íbamos a visitar la Fortaleza de Ivangorod. Esta fortaleza fue construida en el siglo XV durante el reinado de Iván III de Moscú. Durante los siglos posteriores cambiaría varias veces de territorio y de soberanía, aunque mayormente bajo el dominio de Suecia. Con la creación de la república de Estonia pasó a formar parte de este país, pero tras la invasión soviética quedó ligada a Rusia. La fortaleza era totalmente cuadrangular, con un conjunto de torreones cilíndricos y cúbicos en el perímetro de la muralla, que se conservaba bastante bien. Además estaba dividida en varias partes por una pared central. Tuvimos la suerte de que la muralla estaba suficientemente bien habilitada como para pasear por varios de sus sectores, incluidos los torreones. En el interior de la fortaleza estaban las iglesias de St. Nicholas y The Virgin's Dormition. Salvando estas iglesias el interior estaba en estado ruinoso, totalmente asilvestrado e invadido por la vegetación. Desde la muralla se podía contemplar también el río Narva y el puesto de control que había situado en el puente que lo cruzaba, y por el que pasaríamos un rato después. Nos sorprendió que había varias tiendas de campaña circulares, de estas que se ven en las típicas películas con escenas de guerras que se desarrollan en la Edad Media, y junto a ellas había un grupo de personas también disfrazadas al estilo de la época medieval, que se estaban preparando un festín en la hoguera. Por lo que contaron parece que eran algo así como un grupo de teatro y que iban a participar en algún tipo de escenificación medieval. Tiramos varias fotos de la fortaleza, pero la visión completa del recinto la tendríamos al día siguiente desde la ciudad de Narva, ya en Estonia. He puesto la foto en esta etapa para que no se confunda.
Historia de Ivangorod
Vista la fortaleza, era hora de cruzar la frontera. Aunque con menos controles que cuando entramos a Rusia, estuvimos más de 2 horas esperando hasta que conseguimos pasar. Sí, se lo tomaban también con mucha calma, pero bueno, en ese viaje había descubierto lo de los sudokus y unos cuantos estábamos totalmente enganchados, así que no se hizo larga la espera. Por ese día ya no íbamos a visitar ningún lugar más, por lo que nos iríamos directamente a nuestro alojamiento, un pequeño hotel rural situado junto a un lago a 12 km de Narva. El nombre del hotel era LAAGNA. Estaba bastante bien, con piscina, sauna, masaje, jacuzzi con vistas al exterior. Las habitaciones no demasiado grandes pero acogedoras. Antes de cenar fuimos a dar un paseo por uno de los senderos más cercanos. ¡Qué tranquilidad!. No había casi nadie. Después de cenar, como no había gran cosa más por hacer nos fuimos a dormir.