Tras el desayuno nos fuimos en autocar a visitar algunos puntos de interés turístico del sudeste del país, así como la región donde habita la etnia Seto. En primer lugar nos encaminamos al municipio de Haanja para subir al pico más alto de Estonia, el Suur Munamägi, en autocar claro está. Decir que Estonia es un país muy llano, por lo que desde la cima de este pico situada a la friolera de 318 m de altitud deberíamos apreciar una panorámica muy amplia. Sin embargo, quiso la fortuna que el día comenzara llovizneando y con niebla, por lo que cuando estábamos en la cima no se apreciaba ningún paisaje. Estaba totalmente cubierto. Por lo tanto ni nos molestamos en subir a la torre de observación de 29 m que había en el lugar y desde donde la vista nos hubiera alcanzado hasta a 50 km a la redonda. Con sol hubiéramos podido disfrutar de un paisaje ondulado salpicado de bosques, praderas y pequeños lagos. No obstante me quedó claro que con mejor tiempo debía tratarse de una excelente zona para practicar todo tipo de deporte en la naturaleza.
Montaña más alta de Estonia
Fotos de Internet de la torre de observación y del paisaje:
suurmunamagi.ee/gallery/?lang=en
Tras esta visita digamos que un tanto infructuosa nos adentraríamos en la región de Setomaa, parando en primer lugar en las cuevas de Piusa, que supuestamente albergaban la colonia más grande de murciélagos de Europa del Este. Las cuevas de Piusa están formadas por una serie de galerías subterráneas con columnas de arenisca, donde se descubrieron en 1950 murciélagos hibernando. A partir de 1958, cuando se protegieron estos animalitos en Estonia, se comenzaron a hacer recuentos, comprobando que el número de murciélagos hibernando iba en aumento. Por el año 2000 por ejemplo se llegaron a registrar más de 3000 murciélagos. Debido a las condiciones en las que estaba el lugar por las lluvias había algunos lugares que no eran accesibles, así que sólo pudimos pasear por zonas muy específicas. No obstante pudimos observar lo siguiente.
Fotos extraidas de Internet (En aquel momento no hice fotos):
www.google.es/ ...p;biw=1536
Después de ver las cuevas fuimos directamente a visitar un pueblo de la etnia Seto. Esta etnia es un grupo orihundo del sudeste de Estonia y del noroeste de Rusia que habla un idioma llamado Seto de la misma familia a la que pertenece el finés. Se cree que este idioma tiene gran parecido con el estonio que se hablaba durante el medievo. Actualmente se trata de mantener el idioma a través de festivales y celebraciones. Respecto a la religión, los setos que habitaban Estonia fueron obligados a la conversión al catolicismo durante el siglo 13, mientras que los que vivían en Rusia continuaron con sus creencias paganas. Posteriormente, en el siglo XV los setos de Estonia fueron convertidos al cristianismo ortodoxo, si bien continuaron manteniendo sus creencias, supersticiones y rituales que transmitían entre generaciones. En estos días el número de setos es aproximadamente de 10000.
Estuvimos viendo las casas típicas del pueblo y entramos además a una que funcionaba como museo, donde se mostraban maquetas del pueblo, utensilios relacionados con las actividades de la vida cotidiana, trajes típicos e información diversa de celebraciones y costumbres de la etnia. También había una pequeña sección de souvenirs donde adquirí un CD de música folklórico-instrumental. Una visita recomendable para lo que pudo ser la vida de esta etnia en otra época pasada.
Estuvimos viendo las casas típicas del pueblo y entramos además a una que funcionaba como museo, donde se mostraban maquetas del pueblo, utensilios relacionados con las actividades de la vida cotidiana, trajes típicos e información diversa de celebraciones y costumbres de la etnia. También había una pequeña sección de souvenirs donde adquirí un CD de música folklórico-instrumental. Una visita recomendable para lo que pudo ser la vida de esta etnia en otra época pasada.
Hecha esta visita nuestro guía nos comentó que había en otro pueblo una celebración Seto, y que podríamos ir allí a ver los eventos y también comer allí. Por supuesto que nos pareció una idea fantástica y allá que decidimos ir. Claro, sobre el papel muy buena idea, pero en la práctica parece ser que nuestro guía no tenía mucho conocimiento de hacia dónde nos teníamos que marchar, puesto que pasamos un par de veces con el autocar por el mismo lugar, recorrimos también unos cuantos caminos locales, sin ver ni un sólo pueblo, hasta que comenzamos a sospechar que el hombre estaba ligeramente perdido. Por suerte sólo nos llevó un par de horas de encontrar el pueblo (más bien aldea), a eso de las 2. Como no podía ser menos tampoco había ningún evento en ese momento ni más tarde. Ciertamente había una reunión de Setos en la zona, pero más que festival era una celebración de andar por casa, como un grupo de paisanos que no se ve hace tiempo y que se encuentran de vez en cuando para contarse cómo les va la vida y aderezarlo ya de paso con unas viandas y un poco de música con acordeón. Así que allí estábamos nosotros, un autocar de 25 personas esperando ver algún tipo de festival en medio de una celebración casera. O a lo mejor sí que era un festival típico de los suyos. Por lo menos el paisaje era agradable y no pusieron ningún problema cuando alguno de mis compañeros se acercó al caldero de sopa para probar su ración. También había en la cercanía una torre de vigilancia de la época soviética a la que aprovechamos para subir, pues era un excelente mirador.
Después del éxito tan rotundo de la celebración festivalera teníamos que buscar un lugar en medio de la despoblada región de Setomaa para comer, y si tardamos un par de horas en encontrar el lugar del sarao, tardamos otro tanto en encontrar un supermercado que estuviera abierto en un pequeño pueblo que parecía deshabitado. El guía tuvo suerte, porque un rato más y lo fulminamos con la mirada o directamente lo lapidamos, ejem.. Al final y gracias al supermercado conseguimos almorzar o más bien merendar a las 5 de la tarde. Ya empezábamos a vislumbrar las dotes organizativas de nuestro guía.
Llenado el estómago y calmado el cabreo nos volvimos a la ciudad de Voru, donde un pequeño grupo nos quedamos para conocer las maravillas turísticas que nos pudiera ofrecer la localidad, marchándose el resto al hotel. Desde el momento en el que pisamos la calle contemplamos lo que nos iba a deparar esa ciudad. Descubrimos una ciudad totalmente gris, sin ningún tipo de encanto ni de estética, con edificios totalmente funcionales, con un aspecto bastante descuidado y sin ningún tipo de ambiente. Puedo asegurar que en la hora que aproximadamente que estuvimos en la ciudad quizás vimos un máximo de 10 personas. No está mal para ser sobre las 6 ó 7 de la tarde. Por citar un par de casos: un señor pescando junto a su botella de vodka y una señora mayor ya de cierta edad sentada en un banco y en un mas que evidente estado de embriaguez. Parecía cierto por tanto la costumbre de estos países de tomar grandes dosis de vodka o de alcohol en su defecto. De todo lo que vimos lo único con cierto encanto fue el lago Tamula, junto al que se encuentra Voru. Supusimos que quizás Voru sería un tipo de ciudad dormitorio. Pese a que supuestamente la ciudad tenía un par de iglesias de interés, por lo que nos informaron en la oficina de turismo, decidimos en ese instante regresar a pie hasta el hotel. Bien, a pesar de ser por carretera, al menos transcurría durante un buen tramo por un bosque, por lo que lo hacía más agradable. 4 ó 5 km después ya estábamos en el hotel. Allí tuvimos el placer de entablar conversación con un chico joven, un poco macarrilla él, que se dedicaba a la importación de coches de lujo de Alemania, así que nos quedó claro que se trataba de un nuevo millonario, entre otras cosas porque no lo disimuló. Después de esa charla tan estimulante me fui a recorrer alguno de los senderos habilitados en la zona a través de un bosque bastante espeso, pero entre que no estaba muy bien señalizado, ya estaba oscureciendo, y la más que evidente presencia de mosquitos, decidí desistir y volverme al hotel para cenar. Era noche de hacer maletas, porque al día siguiente dejaríamos por unos días Estonia para adentrarnos mientras tanto por tierras rusas.
Llenado el estómago y calmado el cabreo nos volvimos a la ciudad de Voru, donde un pequeño grupo nos quedamos para conocer las maravillas turísticas que nos pudiera ofrecer la localidad, marchándose el resto al hotel. Desde el momento en el que pisamos la calle contemplamos lo que nos iba a deparar esa ciudad. Descubrimos una ciudad totalmente gris, sin ningún tipo de encanto ni de estética, con edificios totalmente funcionales, con un aspecto bastante descuidado y sin ningún tipo de ambiente. Puedo asegurar que en la hora que aproximadamente que estuvimos en la ciudad quizás vimos un máximo de 10 personas. No está mal para ser sobre las 6 ó 7 de la tarde. Por citar un par de casos: un señor pescando junto a su botella de vodka y una señora mayor ya de cierta edad sentada en un banco y en un mas que evidente estado de embriaguez. Parecía cierto por tanto la costumbre de estos países de tomar grandes dosis de vodka o de alcohol en su defecto. De todo lo que vimos lo único con cierto encanto fue el lago Tamula, junto al que se encuentra Voru. Supusimos que quizás Voru sería un tipo de ciudad dormitorio. Pese a que supuestamente la ciudad tenía un par de iglesias de interés, por lo que nos informaron en la oficina de turismo, decidimos en ese instante regresar a pie hasta el hotel. Bien, a pesar de ser por carretera, al menos transcurría durante un buen tramo por un bosque, por lo que lo hacía más agradable. 4 ó 5 km después ya estábamos en el hotel. Allí tuvimos el placer de entablar conversación con un chico joven, un poco macarrilla él, que se dedicaba a la importación de coches de lujo de Alemania, así que nos quedó claro que se trataba de un nuevo millonario, entre otras cosas porque no lo disimuló. Después de esa charla tan estimulante me fui a recorrer alguno de los senderos habilitados en la zona a través de un bosque bastante espeso, pero entre que no estaba muy bien señalizado, ya estaba oscureciendo, y la más que evidente presencia de mosquitos, decidí desistir y volverme al hotel para cenar. Era noche de hacer maletas, porque al día siguiente dejaríamos por unos días Estonia para adentrarnos mientras tanto por tierras rusas.