De las muchas rutas senderistas que existen en la Rioja, nos decantamos por la Ruta del Cañón del Río Leza.
Parte de la localidad de Soto en Cameros, un pueblo pequeño a 30 kilómetros de Logroño, muy bonito, en la sierra. Dos kilómetros antes de llegar al pueblo, conviene pararse en el “Mirador del Cañón del Leza”, que ofrece unas vistas estupendas sobre las formaciones del relieve que ha causado la erosión del agua del Río Leza a los largo de los siglos.
La ruta circular tiene una longitud de 9,5 km y sale de la parte alta de Soto en Cameros, junto a la ermita. La primera parte es bastante fácil, pues apenas tiene pendiente.
Además, hay dos yacimientos de icnitas (huellas de dinosaurios): uno a los 20 minutos de comenzar, más pequeño, posiblemente de dinosaurios bípedos, y otro una media hora más tarde, con más huellas y más grandes, posiblemente cuadrúpedos.
Desde este segundo yacimiento las vistas del cañón son alucinantes:
Siguiendo la ruta te encuentras con un desvío para ver la “Sima del Chorrón”. Nosotros somos muy curiosos y allá que nos fuimos, pero por si a alguno se le ocurre, no lo recomiendo. El tramo hasta la sima es muy difícil, hay que bajar mucho, sin un camino definido, y la sima no deja de ser un gran pozo. Muy profundo, eso sí, que tirábamos una piedra y ni la oíamos caer. Y luego todo lo que bajamos había que subirlo por el mismo sitio… El desvío nos llevó una hora.
Volvimos a la ruta principal y seguimos el camino. A partir de aquí, el sendero ya no está tan cuidado y hay que ir apartando vegetación. Se ve que lo han arreglado últimamente hasta los yacimientos de ignitas, pero no más adelante. Poco a poco vamos dejando atrás el cañón y cambiamos de ladera de la sierra. La vegetación todo este camino es muy variada: robles, enebros, arces,… También vimos buitres leonados sobrevolando la zona, y otros animales más “comunes” como vacas y caballos.
La segunda mitad de la ruta es más difícil, pues tiene una ascensión de unos 200 metros en 2 kilómetros, y luego hay que bajar todo el desnivel acumulado en poco menos de 3 kilómetros, por lo que el descenso es un poco duro.
En definitiva, una ruta recomendable, no demasiado dura, si no haces el descenso a la sima. Las señales, en general, están bastante claras, aunque en algunos puntos tuvimos que explorar para ver por donde era. En total tardamos 5 horas y media, aunque en los folletos pone que se hace en 4, supongo que no tienen en cuenta el desvío.
Cansados, volvimos a Logroño para descansar un poco, que por la tarde teníamos intención de ver la ciudad. Pudimos entrar en la Catedral de Santa María la Redonda, la fachada es muy bonita, y el interior también, aunque no me gustó que la tenían totalmente a oscuras, y había que echar dinero para que se iluminaran las distintas partes: 1 euro para el retablo, otro euro para la sillería del coro, otro para un cuadro de Miguel Ángel…
La Iglesia de San Bartolomé es pequeña, pero tiene una fachada gótica espectacular, y por detrás una torre de estilo mudéjar, que a mi me parece que no pega mucho, pero bueno, ahí está.
Las iglesias de Santa María de Palacio y la de Santiago las vimos por fuera, y por dentro de refilón, ya que estaban en misa.
Continuamos hasta la sede del Parlamento de La Rioja, donde dimos por finalizado el paseo y nos sentamos en una terraza que hay justo enfrente a tomar algo y descansar.
Y luego a la calle Laurel, a por los pinchos correspondientes. Por fin pude probar el “Champi”, del Soriano, ¡qué cantidad de champiñones sirven allí! He de reconocer que el ansia me pudo, y tiré un champiñón, que estaba muy caliente y me quemaba, y al final me lo eché por encima, vertiendo la salsa por todos lados . Lo que quedaba estaba muy bueno, y me dije que no me iba de Logroño hasta que me comiera el champi correctamente, así que pedí otro. Este ya se me dio mejor, pero todavía no le tenía cogido el truco, menos mal que tenía otro día para practicar
Seguimos en el Agus, que nos había gustado. Y volvimos a probar suerte con los rotos, pero en la taberna de la calle San Agustín. Esta vez nos lo sirvieron como Dios manda, y sí que estaban buenos, sí! Pedimos uno de bacalao y otro de morcilla, no sé decir cuál me gustó más. Ya estábamos casi llenos, pero… ¿y si pedimos un último champi para practicar? Ya casi le tenía cogido el truco!