Este es el diario de nuestro viaje de verano. Un viaje largamente pensado, mil veces cambiado y puesto en marcha con mucha ilusión. El destino fue Suiza, ¿que por qué Suiza? la verdad, no sé cómo surgió la idea. Era el primer viaje al extranjero que hacíamos con nuestros bichillos (de tres y cuatro años) y buscábamos un sitio en el pudiéramos dejarlos trotar y que nos pudiera gustar y resultar diferente. Por alguna razón (¿el fútbol? ¿los Alpes?) apareció la palabra Suiza y a partir de ahí, buscando y rebuscando, vimos que no estaría mal ¡y cómo! no pudimos "elegir" un destino mejor.
Decidimos hacer el viaje en coche, una monovolumen con experiencia en estos asuntos, que se portó de lujo. Nuestros niños están acostumbrados a viajes largos en carretera y suelen aguantar bien (sin DVD, que conste), así que aparte de algún que otro momento de esos en los que sólo puedes pensar ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡aaaaaahhhhhh!!!!!! inevitable cuando se viaja con niños sea cerca o lejos, la verdad es que se portaron de maravilla.
Salimos a las 5:00 a.m. destino a Gerona, unos 1200 km. desde Sevilla. El primer recuerdo del viaje, de los más bonitos, es el de sentir la emoción de los niños al salir en plena noche, al frescor de la madrugada... la luces de la ciudad alejándose, la oscuridad de la carretera, la huida de lo cotidiano. Creo que no hay nada que supere eso.
Cogimos la mejor ruta: Sevilla-Mérida-Madrid-Barcelona-Gerona.Todo el viaje fue muy fluido, y eso a pesar del día (viernes, 15 de agosto) y de las cuatro vueltas de más que dimos al cruzar Madrid (¿cómo puede estar tan mal indicada?), tremenda diferencia con Barcelona que ni se ve cuando se va camino de Francia.
Teníamos reservado hotel en Gerona, dudamos mucho sobre qué hacer, pero yendo con niños no podíamos arriesgarnos a que llegara la noche y no tuviéramos un sitio en condiciones donde quedarnos. El hotel era el "Costabella", y fue todo un acierto tanto por el precio (unos 100 € los cuatro), como por la situación (apenas hay que alejarse de la autovía), como por el hotel en sí: con unas instalaciones muy buenas, piscina (un buen caramelito para los peques) y un personal muy amable. Llegamos sobre las 20:00, así que un bañito y a dormir.
Al día siquiente volvimos a salir temprano. Todo iba bien, paga que te paga peajes, sube que sube el gasoil, hasta que cogimos la autovía de Lyon: había una caravana tremenda, de coches parados y sin pinta de despejarse. Esto nos hizo cambiar la ruta sobre la marcha y, cogiendo dirección Grenoble, cruzamos Francia por plenos Alpes. Obviamente, nunca sabremos si acertamos con el cambio, pero el paisaje ni que decir tiene que era impresionante y las carreteras, aunque muy cargadas por el turismo de la zona, bastante buenas.
Pasamos la aduana suiza por la tarde. Nadie nos pidió DNI, ni pasaporte, ni nos molestaron para nada. De hecho, tuvimos que pararnos y pedir "la viñeta" (unos 30 €) obligatoria para circular por las autovías suizas.
Entramos en el país por la región de Valais. Fue una entrada espectacular, un enorme valle, como nunca habíamos visto, se extendía a nuestros pies. Curva a curva, desde una altura que preferimos no saber, bajamos y nos adentramos en él, camino de "nuestro pueblo": Erlenbach, una pequeña población cercana a Interlaken (centro neurálgico de la región que pensábamos recorrer: la Bernese Oberland). El paisaje era precioso, aunque algo complicado para llevar tantos kilómetros atrás, así que llegamos más tarde de lo previsto, pero no tuvimos el más mínimo problema.
Teníamos alquilado un apartamento de una habitación a través de Interhome. Nos salía por unos 500 € la semana, quizás algo más caro que el precio ofrecido por otras agencias que se encuentran en la red, pero no queríamos correr riesgos. Acertamos de todas todas. Lo que definían como "un apartamento" era en realidad la planta alta de una preciosa casa de madera situada en la ladera de una montaña, con vistas hacia el pueblo y el bosque, y resultaba de lo más acogedor. Los niños rápidamente la hicieron suya, llenándola de juguetes y cuentos. Una pasada
.Decidimos hacer el viaje en coche, una monovolumen con experiencia en estos asuntos, que se portó de lujo. Nuestros niños están acostumbrados a viajes largos en carretera y suelen aguantar bien (sin DVD, que conste), así que aparte de algún que otro momento de esos en los que sólo puedes pensar ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡aaaaaahhhhhh!!!!!! inevitable cuando se viaja con niños sea cerca o lejos, la verdad es que se portaron de maravilla.
Salimos a las 5:00 a.m. destino a Gerona, unos 1200 km. desde Sevilla. El primer recuerdo del viaje, de los más bonitos, es el de sentir la emoción de los niños al salir en plena noche, al frescor de la madrugada... la luces de la ciudad alejándose, la oscuridad de la carretera, la huida de lo cotidiano. Creo que no hay nada que supere eso.
Cogimos la mejor ruta: Sevilla-Mérida-Madrid-Barcelona-Gerona.Todo el viaje fue muy fluido, y eso a pesar del día (viernes, 15 de agosto) y de las cuatro vueltas de más que dimos al cruzar Madrid (¿cómo puede estar tan mal indicada?), tremenda diferencia con Barcelona que ni se ve cuando se va camino de Francia.
Teníamos reservado hotel en Gerona, dudamos mucho sobre qué hacer, pero yendo con niños no podíamos arriesgarnos a que llegara la noche y no tuviéramos un sitio en condiciones donde quedarnos. El hotel era el "Costabella", y fue todo un acierto tanto por el precio (unos 100 € los cuatro), como por la situación (apenas hay que alejarse de la autovía), como por el hotel en sí: con unas instalaciones muy buenas, piscina (un buen caramelito para los peques) y un personal muy amable. Llegamos sobre las 20:00, así que un bañito y a dormir.
Al día siquiente volvimos a salir temprano. Todo iba bien, paga que te paga peajes, sube que sube el gasoil, hasta que cogimos la autovía de Lyon: había una caravana tremenda, de coches parados y sin pinta de despejarse. Esto nos hizo cambiar la ruta sobre la marcha y, cogiendo dirección Grenoble, cruzamos Francia por plenos Alpes. Obviamente, nunca sabremos si acertamos con el cambio, pero el paisaje ni que decir tiene que era impresionante y las carreteras, aunque muy cargadas por el turismo de la zona, bastante buenas.
Pasamos la aduana suiza por la tarde. Nadie nos pidió DNI, ni pasaporte, ni nos molestaron para nada. De hecho, tuvimos que pararnos y pedir "la viñeta" (unos 30 €) obligatoria para circular por las autovías suizas.
Entramos en el país por la región de Valais. Fue una entrada espectacular, un enorme valle, como nunca habíamos visto, se extendía a nuestros pies. Curva a curva, desde una altura que preferimos no saber, bajamos y nos adentramos en él, camino de "nuestro pueblo": Erlenbach, una pequeña población cercana a Interlaken (centro neurálgico de la región que pensábamos recorrer: la Bernese Oberland). El paisaje era precioso, aunque algo complicado para llevar tantos kilómetros atrás, así que llegamos más tarde de lo previsto, pero no tuvimos el más mínimo problema.
Teníamos alquilado un apartamento de una habitación a través de Interhome. Nos salía por unos 500 € la semana, quizás algo más caro que el precio ofrecido por otras agencias que se encuentran en la red, pero no queríamos correr riesgos. Acertamos de todas todas. Lo que definían como "un apartamento" era en realidad la planta alta de una preciosa casa de madera situada en la ladera de una montaña, con vistas hacia el pueblo y el bosque, y resultaba de lo más acogedor. Los niños rápidamente la hicieron suya, llenándola de juguetes y cuentos. Una pasada