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CAPE TOWN

CAPE TOWN ✏️ Diarios de Viajes de Sudáfrica Sudáfrica

Tras cinco días inolvidables en el Kruger, salíamos del parque a eso de las cuatro de la tarde. Nuestro siguiente destino era Cape Town. Ir en coche desde el Kruger hasta Cape Town es una autentica salvajada. Y nosotros que somos gente muy...
Espitoni Autor:   Fecha creación:   Puntos: 5 (1 Votos)

Diario: 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA

Puntos: 5 (23 Votos)  Etapas: 8  Localización:Sudáfrica Sudáfrica

Tras cinco días inolvidables en el Kruger, salíamos del parque a eso de las cuatro de la tarde. Nuestro siguiente destino era Cape Town. Ir en coche desde el Kruger hasta Cape Town es una autentica salvajada. Y nosotros que somos gente muy civilizada, lo descartamos automáticamente. Otra opción es volar de Nelspruit a Cape Town, pero no hay vuelos directos, siempre habrá que hacer escala en J’burg. Y además el precio resulta prohibitivo. Eso reduce las opciones a una. Coche hasta J’burg y de ahí avión hasta Cape Town.
El trayecto de vuelta a J’burg se nos hizo muy pesado. Llevábamos cinco días levantándonos muy pronto, y empezábamos a pagarlo. Sobre todo los últimos 150 kilómetros. Mi mujer ya no podía más y se quedó dormida. ¡Qué envidia! A mi se me cerraban los ojos. El último tramo se me hizo muy duro. Estaba tan cansado que me costaba mantener la ojos abiertos. Notaba como se me cerraban. Miraba a un lado y veía a mi mujer dormida. Miraba al otro lado y no veía nada, sólo oscuridad. Miraba enfrente y veía las luces de los coches que venían hacía nosotros. ¡Qué mal lo pasé!
Una curiosidad, el primer día cuando hicimos el trayecto contrario, sólo tuvimos que pagar en dos peajes, ya que al dormir en Graskop salimos de la autovía antes de llegar a la altura del Kruger. Pero en esta ocasión, como salimos del parque por Malelane Gate, nos incorporamos a la autovía a la altura de Nelspruit. Hicimos más kilómetros por autovía y eso se tradujo en un peaje más. El primero no recuerdo como se llamaba. Lo que si recuerdo es el precio, R49. Los otros dos peajes fueron en los mismos lugares que a la ida, en Machado, R64; y en Middelburg, R43.
Una vez en J’burg paramos a poner gasolina. R535. El precio del litro era de R11’87, un poco más barato que en el Kruger. Y se podía pagar con tarjeta. Lo de que las gasolineras no aceptan tarjetas ha pasado a la historia. Ahora en todas aceptan tarjetas. Tienen unos datáfonos portátiles, que te acercan hasta el coche cuando dices que quieres pagar con tarjeta.
A las 21:00 llegábamos al hotel. Ya era de noche y no se veía a nadie por la calle. Parecía una zona tranquila, con viviendas unifamiliares más protegidas que el Pentágono. Vallas altísimas. Alambradas de espinos, que en algunas casas incluso estaban electrificadas. Menuda psicosis.
Las puertas del hotel estaban cerradas. Y por fuera parecía una vivienda más. Tocamos el timbre y antes de abrirnos se asomaron para comprobar que éramos gente de bien. Supongo que si te ven armado y con un pasamontañas no te abren. Así que ya sabéis si reserváis un hotel en J’burg poneros vuestras mejores galas, al menos el primer día, no sea que os vean con mala pinta y os dejen en la calle.
En el hotel nos dieron un upgrade, y nos alojaron en una habitación enorme. El baño, era tan grande que casi te perdías dentro. Y eso por sólo 50 euros. Cuando reservamos el hotel, en las fotos parecía que estaba bastante bien. In situ estaba mucho mejor. Lo reservamos porque estaba muy cerca del aeropuerto y a un precio asequible. Fue todo un acierto.
La única pega era que no tenía restaurante. Se había hecho tarde, eran más de las diez. Con la fama de peligrosa que tiene esa ciudad, y tan solitaria como parecía esa zona, como para arriesgarse a salir. Por si nos quedaba alguna duda, estaba lloviendo con fuerza. La decisión la tomamos rápidamente. Esa noche no saldríamos del hotel. Y tampoco cenaríamos. Comimos cuatro galletas que nos quedaban, y nos quedamos un rato en las zonas comunes conectados al wifi. Llevábamos cinco días sin dar señales de vida, y ya teníamos un poco de morriña. No tardamos mucho en irnos a dormir.
Mientras conducía de camino a J’burg me moría de sueño. No podía con mi alma. Fue llegar al hotel, entrar en la habitación y despejarme. Cansado, seguía cansado, pero el sueño había desaparecido. No podía ni cerrar los ojos. Se me abrían solos, como si tuvieran muelles. ¡Qué rabia!.
Por la mañana nos levantamos a las cinco y media, y a las seis menos cinco salíamos con las maletas de la habitación. Pero en el hotel no había nadie. Ni en la recepción ni en el restaurante. Y ahora qué. Y encima la puerta de la calle estaba cerrada con llave. Aquello empezaba a parecerse a una película de miedo. Solo nos faltaba encontrar un muerto dentro de un armario. Por si acaso no abrí ninguno. No por el muerto, sino por lo que viene después. En todas las películas, es descubrir el muerto, y automáticamente aparecer un asesino con un cuchillo de dos palmos y cara de loco. Siempre he pensado que si en todas las películas y series es igual, debe ser por algo. Si sólo pasara en alguna película aislada, lo achacaría a la imaginación de los guionistas. Pero ocurriendo en todas, debe ser porque un poso de verdad hay en eso. Pero vamos, con mirar dentro del armario todo arreglado. Si no se mira, no hay muerto, y si no hay muerto no hay asesino.
La cosa empezaba a ser preocupante. No podíamos llegar al coche. Y en media hora teníamos que salir hacia el aeropuerto. Dimos una vuelta buscando a alguien, pero no había nadie. Por no aparecer, no aparecieron ni el muerto, ni el asesino. Cuando ya empezábamos a pensar que se habían olvidado de nosotros, apareció la cocinera. Nos dijo que nos sentáramos, que enseguida nos sacaba algo. En ese momento también vimos pasar a la recepcionista. Menudo alivio. Tendríamos que desayunar deprisa y corriendo, pero al menos podríamos salir a la hora prevista.
En realidad el desayuno se sirve a partir de las seis y media. Pero como teníamos que irnos a esa hora, nos dejaron entrar al comedor antes. Todo un detallazo por parte del hotel. Nos sacaron fiambres, frutas, tostadas, mermeladas y zumos. Más que suficiente. Picamos algo rápido, y a las seis y media salimos en dirección al aeropuerto. A esas horas no había tráfico y en 15 minutos recorrimos los 9 kilómetros que nos separaban del aeropuerto.
El trayecto por Sandstron, confirmó la sensación que habíamos tenido por la noche. La obsesión por la seguridad es exagerada. Lo de levantar unos muros de más de dos metros y medio, lo puedo aceptar. Pero lo de poner alambradas de espino, cámaras de vigilancia por todas partes, y sobre todo lo de las vallas electrificadas, me parece excesivo. Espero que sean unos exagerados con estos temas, porque si realmente todo eso es necesario, ¡que miedo!. No querría vivir en un sitio ni por todo el oro del mundo.
Devolvimos el coche sin problemas. Ni lo miraron. Pardillo de mí, me fié y no pedí ningún justificante. Una vez de vuelta a casa, me han cargado unos 5 euros por no se que historias de la gasolina. El depósito estaba lleno, segurísimo. Son unos listillos esos de Tempest. Pero por 5 euros tampoco me voy a poner a discutir. Ya está bien así.
El vuelo a Cape Town lo había cogido con Kulula. Salió puntual, a las 08:10 y llegó a la hora prevista, a las 10:20. Volamos con un avión normal. Nada de avionetas ni turbohélices ni trastos antediluvianos. Un vuelo cómodo y tranquilo.
De nuevo habíamos reservado el coche a través de Aroundaboutcars. Pero está vez volvimos a nuestras tradiciones. El coche más barato, que siempre es el más pequeño. De nuevo nos remitieron a Tempest. En el aeropuerto de Cape Town, las oficinas de los renta a cars están fuera del terminal, junto al aparcamiento. Basta con seguir los letreros y se llega sin dificultad. Recogimos el coche sin problemas y a buscar el hotel.
La dirección del hotel no aparecía como tal en el GPS. Le indicamos nuestro destino por aproximación. Y llegamos al centro de Cape Town. El hotel no debería estar muy lejos. Dimos una vuelta pero no vimos nada. Mal empezamos. Nos paramos a preguntar. Pero nada más bajar del coche, vi el letrero. Estábamos delante y no nos habíamos dado ni cuenta.
El hotel era The Cape Diamond Hotel. Habíamos encontrado una oferta muy buena y por eso lo reservamos. El precio fue de 100 euros por 3 noches con desayuno incluido. Un hotel de 4 estrellas a 33 euros la noche. Mucho no podíamos perder.
En cuanto a la habitación, era algo pequeña. Un poco de mantenimiento no le hubiera venido mal. Además no tenía aire acondicionado ni nevera, y el armario era ridículo. El baño no tenía ventilación y la maquinaria del ascensor se oía continuamente. Y no tenían wifi gratuito. Preguntamos el precio, y no iba por tiempo, sino por megas; R500 megas por R150. Lo mejor del hotel junto con el precio, la ubicación. Muy céntrica y cerca de todos los lugares de interés. Salvo que encontrase una oferta similar no volvería a alojarme en este hotel.

CAPE TOWN - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (1)

Decidimos empezar a lo grande, por la Table Mountain. La principal atracción de Cape Town, elegida como una de las nuevas siete maravillas del mundo. Por cierto, olvidaros de ir andando. Está bastante lejos del centro.
Encontramos bastante tráfico en la subida. Los coches aparcados llegaban a media subida. No sé quien había aparcado tan abajo, pero se pego un buen tute para llegar desde el coche hasta el telésférico. Nosotros tuvimos una suerte tremenda. Justo cuando llegamos arriba, a unos 300 metros del telesférico, un coche se fue. Era el primero de la cola. Aparcamos allí mismo.
Las entradas se adquieren en la base del telesférico. Había bastante gente en la cola. Pero avanzaba rápido y no tardó en llegar nuestro turno. El precio de la entrada es de R205 por persona. Con la Wild Card se obtiene un descuento del 20%, por lo que sólo pagamos R164. Para ser más preciso, ese es el pecio por usar el telesférico. También se puede subir andando, y en ese caso no hay que pagar nada. O al menos eso creo. Pero para subir hasta allá arriba andando hay que ser un campeón. Creo que deben hacer falta unas cuantas horas. Y sobre todo unas buenas piernas. Salvo que dispongáis de bastantes días para estar en Cape Town, no creo que sea una buena idea subir a pie. La subida os hará perder mucho tiempo. Y eso es algo de lo que siempre andamos escasos los viajeros.

CAPE TOWN - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (2)

Con las entradas se sube al primer piso por unas escaleras. Una nueva cola, esta vez para acceder al telesférico. Y otra vez a esperar. Esta cola también avanzaba a buen ritmo.
El telesférico cuenta con dos cabinas. Una sube y la otra baja, cruzándose a media subida. En cuanto se abren las puertas de la cabina, la gente se abalanza dentro intentando coger un buen sitio para disfrutar de las vistas. Hay dos aperturas en al zona acristalada. Como os podéis imaginar, la gente casi se pega por pillar sitio junto a la apertura. Y total para nada. En cuanto empieza a subir. La cabina empieza a girar, mientras que la cristalera exterior queda fija. De esta manera todo el mundo pasa frente a las aperturas y disfruta de las vistas, tanto de la montaña por un lado como de la ciudad por el otro. Un gran invento éste de las cabinas giratorias. Deja contento a todo el mundo.
La subida son solo unos minutos. Y la cabina no se balancea nada. Es muy estable. Hasta mi mujer que no es muy aficionada a estos trastos, reconoció que no le dio nada de vértigo. Una de las pocas veces que ha disfrutado de una subida de este tipo.

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La Table Mountain no es más que una gran explanada de roca, cubierta de matorral medio seco. Estéticamente no es gran cosa. Personalmente a mí me pareció hasta fea. Curiosa, sí, pero fea. La gracia está en ir rodeando el borde de la montaña y disfrutar de las vistas. De la ciudad y del Cabo de Buena Esperanza. Se supone que hay tres recorridos de diferente longitud y que están señalizados. En realidad la señalización brilla por su ausencia. Vimos alguna señal que otra aislada. Pero nada que se pudiera seguir. Por eso al final todo el mundo va por donde la da la gana. Nosotros hicimos algo parecido a lo que debería ser el recorrido intermedio. Tardamos poco más de una hora. Fuimos paseando muy poco a poco, parándonos en todos los miradores, haciendo miles de fotos. Los que han prestado atención se habrán dado cuenta de la contradicción. Primero digo que es fea, y luego que hice miles de fotos. Si hubierais acabado de leer antes de quejaros, lo habríais entendido. Pero ya que estamos aquí os lo aclararé. Lo que es feo es la meseta. En cambio las vistas si que son espectaculares. Así que las fotos que sacábamos eran de las vistas, no de la meseta. ¿Aclarado?.

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Hicimos el recorrido en el sentido contrario a las agujas del reloj. Primero disfrutamos de unas bonitas vistas sobre la Península del Cabo. Atravesamos la planicie, la meseta o lo que sea aquello, y recorrimos la otra vertiente disfrutando de unas fantásticas vistas sobre Cape Town y Robben Island.
El día estaba totalmente despejado por lo que la visibilidad era muy buena. Tan sólo un poco de calima distorsionaba la línea del horizonte. Eso nos permitió disfrutar plenamente de las vistas. Merecen mucho la pena, tanto por un lado como por el otro. Es innegable que las vistas desde allí arriba son fantásticas. Pero de ahí a considerarla una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, hay precisamente eso, un mudo. He visto cosas que se merecen mucho más ese galardón. Sin ir más lejos, el parque Kruger. No se como se eligen esas maravillas, pero creo que tendrían que revisar el sistema. Y que conste que el lugar está muy bien. Es de lo mejorcito de Cape Town, pero tampoco hay que darle más bombo del que merece.
Lo que no se puede negar es que el sitio resulta curioso. Me sorprendió mucho que la cima de una montaña fuese tan plana. Mejor dicho que la cima de una montaña fuese una planicie tan grande. No parece que sesté a más de 1.700 metros de altitud.

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Para bajar hay que volver al telesférico. En este caso el proceso resulta más rápido. Lo que no cambia es la cabina. Giratoria, como a la subida.
Una vez abajo decidimos ir a comer al Waterfront. Intentamos seguir los letreros indicadores, pero nos liamos. y acabamos en medio de una carretera. Una vuelta de unos pocos kilómetros y de nuevo a la carga. No negaré que somos torpes. Vale, muy torpes. Cuando no usamos el GPS nos perdemos antes de llegar a la primera esquina. Pero soy tan torpe como persistente. O como me diría mi madre, más cabezón que una mula. Así que volví a la carga. La segunda vez si llegamos a nuestro destino. Nos metimos en el primer parking que vimos. El precio era de R10 hasta 4 horas. Baratísimo.
Comimos en la Pizzería Marco Polo. Pedimos 2 espaguetis seafood y un agua de litro. Nos cobraron R263. Un poco caro. En proporción, fue la comida más cara de todo el viaje. Por lo menos estaba buena y las raciones eran muy abundantes.
Ya que estábamos allí nos pareció una buena idea quedarnos a pasear por la zona. Pero la cosa no salió demasiado bien. Mi mujer es la aficionada a estos sitios. Pero ese día no estaba inspirada. Pasamos por delante de multitud de tiendas de todo tipo. De ropa, de zapatos, de complementos, y de cualquier cosa que se os pueda ocurrir. No entramos en casi ninguna, y cuando lo hicimos no encontró nada que le gustase. Ya os digo un absoluto fracaso.

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A mí personalmente no me gustó nada ese sitio. No es más que un gran centro comercial. Con muchísimas tiendas y restaurantes. Todo lleno de gente, casi todo turistas. Pero no es más que eso, un centro comercial como cualquier otro. Como los que hay en cualquier gran ciudad. Son sitios totalmente impersonales. Y todos son iguales. Si cierras los ojos y te despiertas allí, no sabrás si estas en Cape Town, en Madrid o en Pernambuco. Por mucho que diga la gente, para mi es un lugar que no merece la pena en absoluto. Si un caso para ir a comer. Ahora es cuando todo el mundo se me tira encima y me dicen que estoy loco. Que como es posible que no me gustase el Waterfront. Obviaré los improperios por considerarlos de mal gusto. Pues así es, no me gustó nada. Como no me gusta ningún centro comercial. Ni ir de compras, ni nada que se le parezca. Que queréis que le haga, soy así de raro. Si eres hombre entenderás lo que digo. Tranquilo, no hace falta que lo reconozcas ante tu pareja. Si eres mujer, quizás deberías hablar con tu marido / novio. Él te podrá dar más detalles de lo que hablo……… Si reúne el valor suficiente para ello.
Lo recorrimos a conciencia. Entramos en el Victoria & Albert, lleno de tiendas de todo tipo. En una nave más pequeña donde en lugar de tiendas tenían tenderetes dedicados a la venta de productos artesanales. Y en una tercera nave, más pequeña y un poco cutrilla. Paseamos por los exteriores, junto a las terrazas de los restaurantes, por la orilla del muelle. Pero no le vi la gracia por ningún lado.

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Las dos únicas cosas que me llamaron la atención fueron, una estatua hecha con cajas vacías de coca cola, dedicada a los medallistas sudafricanos de las últimas olimpiadas; y lo aficionados que son en ese país al rugby. Esa tarde jugaban un partido las selecciones sudafricana y escocesa. Habían montado una pantalla gigante para ver el partido y estaba lleno de gente mirándolo. Y en las tiendas los dependientes estaban más atentos al partido que de los clientes.
En la zona del Waterfront se supone que hay wifi gratis. Uno de los pocos sitios donde lo vimos. Pero no hubo manera de coger la señal. Está claro que elegimos un mal día para visitar el Waterfront.
La visita del Waterfront había sido una auténtica pérdida de tiempo. Al menos para mí. Por mucho que lo intento no le acaba de ver la gracia a eso de ir de comprar. Pero aún quedaban unas horas de luz. Tenía que exprimirlas sino quería irme a dormir con la sensación de haber tirado el día. Metí a mi mujer en el coche casi a empujones, y nos dirigimos hacia el barrio de Bo-Kaab. El GPS nos condujo a los alrededores de Long Street. Dimos unas vueltas por las calles aledañas buscando las famosas casitas de colores. Pero no aparecían por ningún lado. Lo único que veíamos eran calles corrientes de una ciudad corriente. Aquello no tenía nada de especial. Vaya chasco.
Aún así aparqué el coche decidido a dar un paseo. Pero en ese momento tuve una iluminación. Saqué la guía y releí el tema de Bo-Kaap. Hablaba de Church St y de Whale St. Pero esas calles son muy largas. Habíamos pasado por ellas pero cerca de Long St., cuando tendríamos que haberlas recorrido entre Rose St y Chappini St. Cambio de dirección en el GPS, y esta vez sí. Nos las topamos de frente.

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Aparcamos el coche y salimos a dar una vuelta para ver las casitas de colores. Son casitas adosadas, como las de un pueblo, de una sola altura, pero con la peculiaridad de tener las fachadas pintadas de colores muy vivos. Y no es que haya una casa o dos pintadas. Están todas pintadas. Y no de cualquier manera. Están perfectamente pintadas. Como si las hubieran pintado el pasado fin de semana. Da la sensación de que hay un pique entre los vecinos para ver quien la tiene mejor pintada y de un color más chillón.
De todas formas esa zona no es muy grande. Sólo son unas pocas calles. Así que el paseo no se prolongó mucho. Fuimos caminando por todas las calles en las que vimos fachadas multicolores. Resultó un paseo muy agradable y entretenido. Me sorprendió no ver ningún otro turista. Tan sólo vimos a algunos residentes. ¿Qué como supimos que eran residentes? Porque tenían más pinta de magrebíes que de turistas europeos. Y nada de gente de color. De vuelta al coche, decidimos dar una vuelta en nuestro vehículo. Pasamos casi por las mismas calles, pero también subimos por otra calle con una rampa muy pronunciada en la que también había varias casas de colores. Nunca hubiéramos subido por allí andando. Solo de pensarlo ya me salen agujetas. Pero en coche no da tanta pereza.
Me gustó mucho este barrio. Es diferente. Y el paseo resulta muy agradable. No da nada de mal rollo. Todo lo contrario. Nosotros nos sentimos muy cómodos. Y sobre todo, rompe con la estética de ciudad europea de Cape Town.

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Y es que cuando paseas por Cape Town tienes la sensación de estar en cualquier ciudad europea. Si pasáis por alto la gran cantidad de gente de color que hay en sus calles, no notaréis ninguna diferencia con la ciudad en la que vivís. Seguro que ahora salta uno con lo de que, “yo vivó en un pueblo de 500 personas y no se parece en nada a Cape Town”. Vale de acuerdo, tienes razón, no se parece en nada tu pueblo. Pero un poquito de imaginación por favor. Compáralo con alguna ciudad que haya cerca de tu pueblo. Por qué alguna habrá ¿no?.
La visita había sido más corta de lo previsto. Todavía nos quedaba un rato de luz. Nos daba tiempo a una visita rápida a algún lugar. Lo primero que se me ocurrió fue el Sea Point. No está muy lejos del centro por lo que llegamos rápidamente. Es una playa pequeña, no muy limpia. La playa es de arena pero hay bastantes rocas en la orilla. Pero hubo una cosa peor todavía, uel fuerte olor a pescado que desprendía. Resultaba muy desagradable. Delante de la playa hay zonas de parking. No resultó difícil encontrar donde dejar el coche. Salimos y dimos un corto paseo. Había mucha gente. Corriendo, paseando, sentados en la arena. Se nota que es un lugar muy popular. Pero aquel olor no había quien lo aguantase, por lo que volvimos rápidamente al coche y nos fuimos aguantando la respiración. No entiendo como toda aquella gente podía resistir tanto tiempo en esa playa. Debían tener el sentido del olfato atrofiado.
Pusimos dirección a Signal Hill. De camino pasamos junto a Camps Bay. Hay varios ensanchamientos junto a la carretera en los que es posible detenerse. Elegimos uno cualquiera. No estaba previsto, pero creímos que sería una buena idea parar y sacar unas fotos de los 12 Apóstoles. A esas horas el sol les daba de lleno por lo que brillaban Tenían un aspecto precioso. No pude evitar contar los picos. Y de una manera un poco forzada conseguí que me salieran doce. Tenía nueve más o menos claros. Los otros tres no tanto. “Deben ser éste, éste y aquel. No. Éste no. Debe ser aquel otro”. Independientemente de que sean once, doce o trece, el lugar es muy bonito. Aunque sólo desde la carretera, merece la pena acercarse para ver los picos de los 12 Apóstoles. Seguro que conseguiréis una buena foto.

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Continuamos nuestro camino hacia Signal Hill. Nada más iniciar la subida notamos que el tráfico era muy intenso. Y a medida que avanzábamos, la cosa iba a peor. Al tráfico se añadían los coches aparcados en la cuneta. Eso en el mejor de los casos; porque la mayoría tenían medio coche en la calzada. Los últimos 700 metros fueron una auténtica locura. Un carril estaba ocupado por coches aparcados. Y en el otro se mezclaban coches que subían, otros que intentaban bajar y la gente caminando por en medio. Y por si fuera eso fuera poco apareció una guía turística intentando regular el tráfico. Intentaba conseguir un hueco para que bajaran dos autocares que estaban parados en la cima. Una escena surrealista, digna del mejor Almodóvar. Coches atascados que no iban ni para adelante ni para atrás. La guía turística a punto de tener un ataque de histeria, intentando que se apartasen para dejar pasar a los autocares. Gente andando intentando pasar entre el poco espacio que dejaban los coches. Vaya cacao que se montó.
No me lo pensé mucho. En cuanto vi un hueco aparqué. No sabía cuanto nos faltaba para llegar a la cima. Pero daba igual, en coche iba a resultar imposible llegar. Por fortuna estábamos solo a 500 metros. Los recorrimos caminando entre los coches. Y al llegar arriba lo entendimos. Todo el mundo sube a esa colina para ver la puesta de sol. Sube mucha más gente de la que puede soportar esa carretera, de ahí el atasco. Además era sábado, lo que supongo que también influyó en la afluencia de gente. A esas horas se juntaban los que subían a hacer botellón por la noche y los que bajaban después de ver la puesta de sol.

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Cuando llegamos a la cima todavía había luz, pero el sol ya se ha puesto. Tampoco nos importó demasiado. La idea de ir hasta allí era para ver las vistas, no para ver la puesta de sol. De hecho, si llegamos a saber que subía tanta gente a verla, y el lío que se montaba, no hubiéramos subido.
Las vistas desde allí arriba son muy bonitas. A un lado sobre la bahía, con el estadio de fútbol a nuestros pies y Robben Island un poco más allá. Y al otro lado, Cape Town con la Table Mountain detrás. El lugar es precioso, y las vistas inmejorables. No me extraña que la gente acuda en masa para ver la puesta de sol desde ese lugar. Por lo menos pudimos ver como anochecía. Fue un momento mágico ver como los últimos rayos de luz se escondían tras el horizonte. Cuando la oscuridad ya se había apoderado del lugar, cruzamos al otro lado de la colina, y nos quedamos pasmados. Allí estaba la silueta de la Table Mountain y a sus pies un manto de luces que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Nos quedamos un buen rato disfrutando de aquella maravilla. Es sencillamente espectacular. Subimos porque nos sobraba un poco de tiempo. Y al final resultó una de nuestras mejores experiencias en Cape Town. Mi recomendación es que os reservéis un hueco para subir a Signal Hill una tarde, y disfrutéis de una fantástica puesta de sol, y de una de las mejores panorámicas que se pueden tener de Cape Town.

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Es increíble la cantidad de gente que se junta en ese lugar. Suben con mesas y sillas plegables, y se sientan para disfrutar del atardecer con una copa de vino y un piscolabis. Y lo hacen a lo grande. Nada de vasos de plástico. Se toman el vino en copas de cristal. Y hasta los hay que no se conforman con patatilla y olivas. Algunos llevan hasta canapés. Todo un lujo.
Cuando se calmó el jaleo y se despejó la carretera, volvimos al coche. Ya era de noche. Seguía habiendo mucha gente, pero el plan había cambiado. Ya no eran maduritos disfrutando de la puesta de sol, sino jovencitos haciendo botellón. Pero aun así el ambiente no resultaba desagradable. Todo resultaba muy civilizado. Incluso había dos coches en los que vendían café y refrescos. No me fijé si tenían algo de mayor graduación.

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Volvimos al hotel, y aparcamos el coche en el parking del hotel. En realidad se trataba de un parking privado que está justo enfrente del hotel. Allí tienen varias plazas reservadas para ellos, y son las que después asignan a los clientes que lo solicitan. Pagando evidentemente. Ese día habíamos comido tarde y después habíamos guarreado un poco. La verdad es que no teníamos hambre. Por eso pasamos de ir a cenar y nos fuimos a dormir prontito.
Hay que tener en cuenta que el Kruger y Cape Town se encuentran en la misma franja horaria. Sin embargo en Cape Town anochecía a las siete y media, una hora más tarde que en el Kruger.
Nuestro segundo día en Cape Town lo dedicamos a visitar la Península del Cabo. Pero eso será objeto de otro capítulo. Así que damos un pequeño salto en el tiempo para llegar a nuestro tercer día en la ciudad.
El día amaneció soleado; muy caluroso. Y así se mantuvo durante todo el día. Nos despertamos a las seis y media, pero hicimos un poco el remolón en la cama, y no bajamos a desayunar hasta una hora más tarde. Tenían bacon sudafricano, beans, huevos revueltos, salchichas, mermeladas, yogures a granel, ensalada de frutas y unas magdalenas de chocolate. No había mucha variedad, pero lo que había estaba bueno. Los desayunos estaban mejor que el hotel.
A la ocho y media salíamos del hotel. Decidimos empezar el día visitando las principales atracciones del centro. No merecía la pena coger el coche. Entre el denso tráfico y las dificultades para aparcar, el coche resulta más un problema que una ayuda para moverse por el centro.
Nuestro primer objetivo del día era el Castle of Good Hope, más conocido por nosotros como Castillo de Buena Esperanza. De camino al castillo pasamos por delante del Ayuntamiento. Muy pomposo y recargado; con tintes de edificio decimonónico. Parece estar fuera de lugar.

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Justo enfrente está la Grand Parade. Una enorme plaza vacía, rodeada de algunos rascacielos. Un lugar desangelado y sin el más mínimo encanto. Las plazas y los espacios abiertos no son lo mejor de esta ciudad.
El castillo se encuentra al lado de la Grand Parade. Faltaban diez minutos para las nueve cuando entramos en el castillo. El precio de la entrada es de R28 por persona. También compramos un mapa del castillo por R5 que estaba en castellano.

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El castillo es una mole en forma de estrella rodeada por un foso. El interior se encuentra dividido en dos por un grueso muro. Lo dividían por cuestiones defensivas. Entramos en el primer patio. Empezamos visitando el museo militar que se encuentra a mano izquierda tal y como se accede al patio. Se trata de varias salas distribuidas en dos plantas, con explicaciones de las guerras entre los primeros colonos y los shoxa, así como de las guerras anglo – boers. Hay reproducciones de uniformes de la época, y de un guerrero shoxa. También hay maquetas de las diferentes etapas por las que pasó el castillo, así como armas originales. No está nada mal para ser un museo. Por lo general paso deprisa y sin fijarme mucho en lo que hay expuesto. Pero éste me llamó la atención. Hasta me entretuve intentando leer varios paneles explicativos. Entendí poca cosa porque estaban en inglés. Pero lo importante es que lo intenté.

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De nuevo al patio y a continuar con la visita. Tocaba entrar en la casa del segundo oficial. Se visitan varias habitaciones en el que se puede ver mobiliario de época. La cama resulta chocante. Y al lado se encuentra la casa del Gobernador. La entrada a la misma se realiza a través de un pórtico blanco que contrasta con el color amarillo del resto del edificio. Al igual que la anterior consiste en varias habitaciones que reproducen lo que debía ser una vivienda alto standing de la época. El estilo y el mobiliario son similares en ambas viviendas.
En esa zona del castillo ya no había nada más que visitar. Pasamos al otro patio. Lo más destacado de esa zona es la Fuente del Delfín. Es un pequeño patio con una fuente en su parte central. Como no podía ser de otra manera con ese nombre, en la fuente hay una estatua de un delfín. El color del patio es amarillo, como el resto del castillo. Pero a pesar de eso, desentona con el resto del edificio. Es un rincón más propio de un palacio renacentista que de un fuerte o de un castillo.

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En ese mismo patio se pueden visitar las celdas de tortura. No son más que dos habitaciones vacías. No hay nada dentro. Por no haber no hay ni ventanas ni ninguna apertura por donde pueda entrar la luz.
Creo que en esa zona se puede visitar alguna cosa más, pero nos la saltamos. A las diez realizaban la ceremonia de la entrega de llaves. A que os suena. Creo que en todos los países que he visitado tienen una ceremonia similar. Más o menos trabajada, mejor o peor lograda, pero todas se parecen. En este caso consiste en un grupo de cuatro soldados y un oficial con uniformes de época, que hacen el paripé por el patio. Después el oficial se acerca a la casa del Gobernador, recoge las llaves, abre la puerta principal, y deja a dos soldados de guardia, mientras los otros se van desfilando. Lo importante es que al abrir la puerta a las diez en punto, tocan la campana.
Pero lo mejor estaba por venir. Cuando parecía que todo había acabado, apareció otro soldado con traje de campaña. Ese traje verde que se ponen los cazadores. En las manos traía un cañón en miniatura. Lo cargó, prendió la mecha, y lanzó un zambombazo de órdago. Para lo pequeño que era el cañón, hizo muchísimo ruido. Y si un cañón tan pequeño hace tanto ruido, no quiero ni pensar el que debe hacer un cañón tamaño normal.

CAPE TOWN - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (18)

Creo que también se puede subir a las murallas, pero lo dejamos para otra ocasión. No nos pareció que desde arriba se disfrutarán de unas vistas interesantes.
El sitio no está mal, pero tampoco es para volverse loco. Es una visita de relleno, de esas de, ya que he venido voy a verlo. Pero nadie volará desde España hasta Sudáfrica con la principal motivación de visitar el Castle of Good Hope.
Fuimos caminando hasta el District Six Museum. El precio de la entrada es de R3 por persona. El museo es una gran habitación con paneles explicativos en las paredes, mapas en los que la gente apunta los nombres de los que vivieron en esa zona, fotos y objetos que se encontraron entre los escombros, y más recuerdos de lo que fue la conversión del barrio District Six en zona blanca. Lo más llamativo son las placas con los nombres de las calles. Son las originales. Así como el plano del distrito dibujado en el suelo. En la planta superior hay más paneles explicativos, y más objetos que recuerdan lo que fue la vida en ese barrio. En esa planta me llamó mucho la atención la reproducción de una peluquería. Además es el mejor lugar para ver el plano del District Six pintado en el suelo.

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Todo está en inglés, por lo que cuesta entender algunas cosas. Pero entendimos lo suficiente para hacernos una idea de lo que ocurrió en ese lugar. Y sobre todo nos removió la conciencia. Sobre todo la de mi mujer, que hasta ese momento no había mostrado mucho interés por lo que había significado el Apartheid. Tras esa visita empezó a leer sobre el tema y a interesarse por esa aberración que por fortuna ya ha desaparecido. A mí me ayudó a entender un poco mejor lo que paso en aquellos años, pero no me llegó a emocionar. Supongo que es el problema del idioma. Así que al final una de cal y otra de arena.
El museo no es muy grande, por lo que no tardamos en estar de nuevo en la calle. De camino a los Company Gardes, pasamos por delante de la St Georges Catedral. La llaman catedral, pero muy grande no es. Es un edificio de piedra marrón, diferente a todas las iglesias que habíamos visto hasta ese momento. Lo que ya es decir, porque Cape Town está llena de iglesias. Todas con un aspecto demasiado moderno. En cambio la catedral tiene un aspecto más clásico, más tradicional.
Enfrente está el edificio del Parlamento. Con la fachada de color granate y columnas de color blanco. Es un mamotreto con un estilo clasicista muy soso. Y que lo hayan pintado de ese color granate tan chillón no le ayuda demasiado. Tal vez quedaría mejor si fuera de un color más discreto.

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Los jardines están rodeados por una verja. Entramos por la puerta que hay junto a la St George Catedral. Los jardines no son muy grandes. Solo son unas pocas manzanas, por lo que no resulta muy cansado recorrerlos. Cuentan con una abundante vegetación, muy bien cuidada. Paseamos por debajo de los numerosos árboles que hay en el jardín, disfrutando de la sombra que proyectaban sobre el paseo. Con el calor que hacía, se agradecía el frescor del lugar. Además hay palomas, patos y ardillas, que se acercan a todo el que se para. Están tan acostumbradas a que les den comida que no tienen miedo de las personas.
Al final del jardín hay una zona llena con rosales. En aquellas fechas se encontraban en flor. Muy bonito. Son lo más destacable del jardín junto con un árbol enorme que hay frente a la entrada.

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Los jardines no son nada del otro mundo. Seguro que habéis visto jardines mucho más bonitos. Pero no están mal para darse una vuelta y tomarse un respiro. Lo calificaría como un paseo agradable.
Dimos una vuelta por Addeley St, Long St, y las calles de los alrededores. Este paseo no hizo más que reforzar la impresión que ya teníamos de la ciudad. Podría ser cualquier ciudad. Moderna, sin homogeneidad. Carece del encanto de las ciudades centroeuropeas, de los monumentos de Roma, ni resulta tan cosmopolita como Londres. Es una ciudad más, sin demasiada gracia.
La parte que me pareció más interesante fue George Mall. Una calle peatonal, llena de tenderetes ambulantes. Resulta un poco más coqueta; pero por los tenderetes más que por la calle. Pero no os emocionéis, tampoco es para tirar cohetes.
No tardamos mucho en llegar a Green Market Square. El mercadillo callejero llena toda la plaza. Había leído muchas críticas positivas de ese mercadillo. Cuando lo vi me quedé choffffff. No es muy grande. Y sólo vi souvenirs y baratijas. Me recordó tremendamente a los mercadillos para turistas que se hacen por muchas zonas de España. Es más, casi me atrevería a decir que venden lo mismo. Cruzamos la plaza casi sin detenernos, y salimos en dirección al Waterfront..

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Nos saltamos la visita al Gold of Africa Museum. Teníamos algo de prisa por llegar al Waterfront ya que queríamos ir a Robben Island esa misma tarde. Pero aprovechando que la puerta estaba abierta, nos asomamos a la Evangelical Lutheran Church. Por fuera resulta muy sobria, sin ningún atractivo. En cambio por dentro es mucho más bonita. En lugar de altar tiene un púlpito para dar los sermones desde una posición elevada. También nos sorprendieron los bancos y los estrados que hay en las paredes. Una iglesia diferente, y por eso con cierto atractivo. Una sorpresa inesperada.
El último tramo hasta llegar al Waterfont se nos hizo un poco pesado. Demasiado calor para pasear, y una zona nada agraciada.
Una vez en el Waterfront nos dirigimos directamente a la Tower Clock. Un torre roja horrorosa. Muy llamativa, pero horrible. Aunque bien pensado, resulta perfecta para un centro comercial. Los tickets para visitar Robben Island se venden justo al lado. Nos pusimos en la cola y a esperar turno. Delante de nosotros dos chicas pidieron tickets para el día siguiente a las 9 y les contestaron que ya está lleno. El corazón me dio vuelco. Si ya no había entradas para el día siguiente a las 9 tampoco quedarían para ese mismo día. Eso nos rompía todos los planes. Pero por intentarlo no perdíamos nada. Preguntamos sin tenían tickets para ese mismo día. Esperábamos una respuesta negativa. Pero para nuestra sorpresa nos contestaron que les quedan para las 15:00. Perfecto. No me podía creer la suerte que habíamos tenido. El precio de las entradas es de R230 por persona.

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Contando que hay que estar en la puerta de embarque media hora antes de la salida, teníamos algo más de una hora para comer. Fuimos a comer al V&A. pero no vimos nada que nos hiciese tilín. Volvimos al Albert Memorial, y casi como último recurso nos metimos en el restaurante Paninaro. Comimos dos pizzas, una ensalada verde y dos aguas. Todo por R205. Las pizzas estaban muy buenísimas. Elegimos ese sitio al azar y resultó todo un acierto. Mientras comíamos, un grupo de música étnica s puso a cantar en la calle junto al restaurante. La distancia y el ruido de la calle no nos permitieron oírlos todo lo bien que nos hubiera gustado. Pero aún así nos amenizaron la comida. La verdad es que no lo hacían nada mal. Cantaban y bailaban siguiendo unas sencillas coreografías muy adecuadas al estilo de música que realizaban. Y todos iban vestidos con el mismo traje. Se notaba que había mucho trabajo detrás de esa actuación. No llevábamos mucho rato sentados cuando un miembro del grupo cogió una gorra y un CD y se paseó por el restaurante intentando vender el CD, o por lo menos recoger una propina. Le dimos R5. Cada vez que alguien se paraba a mirarlos, automáticamente uno salía del grupo y le intentaba colocar el CD. Creo que llegaron a vender dos.
Todavía no habíamos terminado de comer, cuando cedieron su lugar a otro grupo. Eran más mayores. No cantaban. Tocaban versiones de canciones conocidas. Y tampoco lo hacían nada mal. Solo nos dio tiempo a escuchar tres o cuatro canciones. Se acercaba la hora de volver al embarcadero para salir rumbo a Robben Island. Y todavía teníamos que cambiar dinero. Lo hicimos en una oficina de cambio (Western Union) que había junto al restaurante. Por 400 USD nos dieron R3.376. El cambio era de R8’63 por cada dólar, y la comisión del 2% (R69), sin mínimos. Traducido a euros, el cambio fue de R11’25 por cada euro. Fue el lugar donde conseguimos mejor cambio y una comisión más baja. La sensación que nos quedó fue la de que mejor cambiar en las grandes ciudades que en las zonas más apartadas. Y en las grandes ciudades acudir a las zonas turísticas, donde la competencia entre los bancos y las oficinas de cambio es mayor, y por eso ofrecen mejores tipos para captar más clientes. Y si podéis elegir, optar por las oficinas de cambio en detrimento de los bancos. Al menos es fue nuestra experiencia personal. Obtuvimos más dinero en la oficina de cambio que en las dos ocasiones que cambiamos en un banco.
A las dos y media estábamos en las puertas del embarcadero. Ya había una cola enorme. Y la que se montó detrás de nosotros. Lo peor era que no había sitio para sentarse. Nos tuvimos que tragar de pie la media hora de cola. Por mucho que os digan, no es necesario llegar con media hora de antelación a la puerta de embarque. Basta llegar cinco minutos antes.
A las tres en punto abrieron las puertas y empezamos a embarcar. La operación fue rápida y los pocos minutos estábamos navegando rumbo a Robben Island. Tardamos como media hora en llegar a la isla. En el interior del barco hay butacas para ir sentados durante todo el recorrido, viendo un video sobre la isla. Pero lo mejor está en el exterior. Desde la parte trasera del barco, las vistas de la Table Mountain con Cape Town a sus pies son excepcionales. Aunque sólo sea por disfrutar de esas vistas, merece la pena hacer esta excursión. Por desgracia, de pie en el exterior, el barco se mueve lo suficiente como para que resulte toda una aventura intentar sacar unas cuantas fotos.

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En cambio las vistas de la propia isla no resultan tan interesantes. Más bien resulta bastante descafeinada. Y el puerto es más feo todavía.
Una vez en la isla nos repartimos en 4 autocares. No había ningún orden, ni grupos preestablecidos. Simplemente nos montamos en el que nos pareció mejor. Dentro del autobús, una guía va explicando durante el recorrido lo que se va viendo, así como aspectos de la vida en la cárcel, lo que ha significado ese lugar, y un poco de historia. Como todo en este país, el idioma único es el inglés. Empezamos con mucho interés, pero ni por esas. Entendimos cuatro cosas, pero nos perdimos más de la mitad. Lo poco que entendíamos no compensaba el esfuerzo que teníamos que realizar. Así que poco a poco fuimos desconectando. Yo acabé que ni sabía si la guía estaba hablando o si estaba callada.
El recorrido en autobús dura unos 45 minutos. Pasamos junto a un pequeño cementerio de la época en que la isla era una leprosería. También junto a la casa del Gobernador, la antigua escuela (ahora abandonada), una batería de costa, y alguna otra cosa más que no entendimos que era. El punto culminante del recorrido es la cantera en la que trabajaban los presos. Un lugar que daba escalofríos. También realizamos una parada junto a una cafetería desde la que se veía la Table Mountaín al fondo. Las vistas desde el barco son mucho mejores que las que se tienen desde ese punto. Para terminar el recorrido, el autobús recorre la única carretera que atraviesa la isla por en medio dividiéndola en dos. Mientras la guía explicaba no sé que historias de la vegetación típica de la isla, nos encontramos con una avestruz. Todo un hallazgo.

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Me sorprendió mucho este recorrido en autobús. Me había formado la imagen de una isla prisión. De una isla más pequeña cuya única función era la de servir de cárcel. Pero resulta que no es así. La isla esta habitada. Y hasta me pareció entender que también lo estaba cuando la prisión estaba en funcionamiento.
La visita motorizada finaliza junto a la prisión de alta seguridad, y a partir de ahí continua a pie. Junto a la prisión nos esperaban cuatro nuevos guías, diferentes a los que nos habían acompañado en los autobuses. Cada uno coge un grupo, y se reparten por el interior de la prisión. Todos los guías eran de color. (vaya novedad). Y todos son antiguos presos políticos que estuvieron recluidos en esa misma prisión. En concreto el que nos tocó a nosotros estuvo en la cárcel los últimos cinco años y medio de funcionamiento.

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Empezó el recorrido con una pequeña explicación en el exterior. Rápidamente pasamos al interior de la prisión, y nos sentamos en bancos en una celda común. El guía siguió con sus explicaciones. Y siguió, y siguió. No entendíamos ni una palabra. Se suponía que hablaba inglés. Pero vete tu a saber. Me consolé cuando descubrí que no éramos los únicos que no se enteraban de nada. Había más gente con cara de aburrimiento y con una expresión que parecía decir, que este tío acabe de una vez. Pero no acababa nunca. Se me hizo eterno. Y cuando por fin parecía que terminaba, a la gente no se les ocurrió nada mejor que empezar a hacerle preguntas. Aquí fue cuando me di cuenta de que hablaba en inglés. No por nada que dijese el guía, sino porque la gente le preguntaba en ese idioma. Y a esos si que los entendía.
A continuación nos hizo pasar a un patio donde por lo visto los presos trabajaban y cuidaban algunas plantas. Y como no se había quedado a gusto en la celda común, nos soltó otra perorata. A esas alturas ya ni lo escuchábamos. ¡Pa qué! Nos entretuvimos mirando lo que había por el patio. Pero eraºº tan pequeño a los pocos minutos ya no sabíamos como matar el tiempo. Y el guía seguía con su historia.

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Para el final dejan el plato fuerte. La visita de las celdas individuales. Y en especial de la celda en la que estuvo recluido Nelson Mandela. Únicamente había una manta, una silla y un orinal. Las restantes cedas estaban vacías. Todas son pequeñísimas. Casi no cabía una persona tumbada. Los últimos años metieron camas en las celdas. No se como lo hicieron, porque no creo que quepan. Pero inicialmente no había ni camas. Dormían en el suelo, sobre una manta. Aquello debió ser tremendo. Y os puedo garantizar que es impactante. Es imposible pasar por ese lugar y no sentir un escalofrío.
Pasamos por un nuevo patio y junto a otros pabellones y se acabó. Nos enviaron andando al puerto y a toda prisa hacia Cape Town. En esta ocasión preferimos volver cómodamente sentados viendo el video sobre la prisión. En el interior apenas se nota el movimiento del barco, y aún así casi me mareo. Muy marinero no soy, pero me niego a aceptarlo.
Lo realmente interesante es la visita a la prisión. El problema es que es bastante pequeña y más que lo que se ve, lo importante es lo que cuentan los guías. Y en eso radica el problema. No todo el mundo sabe inglés. Y si encima el guía habla con un acento cerradísimo que no hay quien lo entienda, pues te pierdes el 90% de la visita. Es una lástima, pero es lo que hay. Tal vez deberían dar algún tipo de folleto o de audioguía para la gente que no domina el inglés. Eso permitiría que todo el mundo pudiera disfrutar plenamente de la visita.

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El lugar tiene mucho significado, y es importante que se mantenga como está. Para ello lo mejor es que las visitas sean guiadas. Pero una ayudita para los que nos sabemos inglés no estaría de más.
Que quede claro que no me arrepiento de haber ido. Pero la visita no fue tan sentida como me esperaba. No me llegó a tocar la fibra tanto como esperaba. Solo hubo dos momentos especiales, la parada ante la cantera y la vista a las celdas individuales. El resto me dejó algo frió. La culpa no fue del lugar, sino mía. Mis penosos conocimientos de inglés son el verdadero culpable.
En resumen, se trata de una visita indispensable. De las que no hay que perderse por nada del mundo. Pero para disfrutarla plenamente, es importante tener un alto nivel de inglés. En caso contrario, os quedaréis a medias. Pro aún así no dejéis de ir. Seguro que removerá algo en vuestro interior.
Como aún era de día, decidimos volver caminado al hotel. Pasamos por Thibault Square, St George’s Mall y Long St. No faltaba mucho para que empezase a anochecer. Y se notaba. Las calles se habían vaciado, y la gente había desaparecido casi por completo. Aquello empezaba a parecer un pueblo fantasma. Resulta sorprendente el cambio que experimenta la ciudad. Las calles rezuman vida durante el día. En cambio cuando empieza a anochecer la vida desaparece de las calles. No queda nadie.
Vimos un ciber en la misma calle del hotel. El precio era de R5 la hora. Por ese precio decidimos coger dos ordenadores. Así no tendríamos que pelearnos. El de mi mujer, funcionó, lento pero seguro. El mío trabajó durante quince minutos. Después se cayó. A partir de ese momento me pasé el tiempo entrando y saliendo del navegador. Apagando y encendiendo el ordenador. Activando la conexión. Hasta que en los cinco últimos minutos el encargado se dignó cederme el ordenador que estaba usando él. Ese aparato volaba. Que hijo de …… nos había colocado dos cacharros prehistóricos, mientras él volaba por la red. Pero bueno, por R5 la hora tampoco perdimos mucho. Sólo un poco de tiempo. Y la verdad es que a esas horas tampoco teníamos nada más que hacer.
Bajamos a cenar al restaurante del hotel. Pedimos una ensalada griega, un sándwich de queso y tomate, un agua y un sprite. Nos cobraron R105. Ni fu ni fa. Pero con lo que habíamos pedido tampoco podíamos esperar más.



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comment_icon  Últimos comentarios al diario: 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA
Total comentarios: 21  Visualizar todos los comentarios
Globaltrote  globaltrote  17/09/2015 09:08   📚 Diarios de globaltrote
Gracias por recoger tanta información en tu diario.
Me ha servido de gran ayuda para planificar mi viaje por la zona.

Saludos.
Abdelkrim  Abdelkrim  12/10/2015 20:23   📚 Diarios de Abdelkrim
Comentario sobre la etapa: KRUGER - ANIMALES
Ese gran lagarto que viste era un varano; existen variedades de ellos en muchas regiones tropicales y son unos bichos muy interesantes, el famoso dragón de Komodo es el más grande de toda la familia.
Felicidades por el reportaje, tus fotos son magníficas.
Amazona79  Amazona79  29/01/2019 19:41
Que bueno tu diario! Lo que me he reído! Gracias! Tomo nota!
Anades  Anades  20/10/2019 09:19
Comentario sobre la etapa: GARDEN ROUTE
Me ha encantado tu diario. Muchas gracias por compartir tu experiencia de una manera tan divertida. Estoy preparando mi próximo viaje, en enero, a Sudáfrica y me está siendo de gran ayuda.
Lo dicho, muchas gracias.
Lanchone  lanchone  05/01/2020 16:51
Comentario sobre la etapa: JOHANNESBURG Y PRETORIA
Me veo totalmente identificado con tu diario. Hay que ser objetivo y sincero para decir que algo que has visto es feo y que no vale la pena el esfuerzo; cuesta reconocer que te has equivocado.

Saludos
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Ciudad-Localidad Tema: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc
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leitx
Leitx
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04-08-2011
Mensajes: 260

Fecha: Lun Mar 06, 2023 10:08 am    Título: Re: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc

¡Hola!
Es difícil contestar a la pregunta de cuántos días son suficientes para visitar Cape Town, porque depende, sobre todo de cómo os guste ver/visitar los sitios, el ritmo de viaje y demás.
En mi humilde opinión con 3 días es suficiente, para ver los puntos más interesantes y emblemáticos, pero igual otra persona te podría dar una opinión diferente.
En cuanto a lo de viajar al océano Índico, ¿a qué te refieres?

Saludos
flotas
Flotas
Indiana Jones
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15-09-2010
Mensajes: 4217

Fecha: Lun Mar 06, 2023 06:26 pm    Título: Re: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc

"Ingrid07" Escribió:
Hola, alcanzan 5 dias para recorrer Cape Town y viajar hacia el Oceano Indico y volver? queremos aprovechar esos dias, para luego seguir a Namibia. Muchas gracias!

Si por Océano Índico te refieres a Agulhas, sí da tiempo.
martuxi78
Martuxi78
Indiana Jones
Indiana Jones
05-02-2010
Mensajes: 1349

Fecha: Lun Mar 06, 2023 11:17 pm    Título: Re: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc

Te da tiempo.
2 días para Cape Town
1 día para la península del Cabo
Otro dia puedes ir a Agujas (he visto que desde Cape Town son casi 3 horas y si vas en época de ballenas pasar por Hermanus). Y al siguiente día volver a Cape Town y seguir con la ruta hacia Namibia...
Ingrid07
Ingrid07
Travel Addict
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27-03-2015
Mensajes: 39

Fecha: Mie Mar 08, 2023 03:38 pm    Título: Re: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc

Hola, muchas gracias por la informacion. Pensaba incluir Pt. Elisabeth.
Saludos!
Ingrid07
Ingrid07
Travel Addict
Travel Addict
27-03-2015
Mensajes: 39

Fecha: Mie Mar 08, 2023 03:40 pm    Título: Re: Ciudad del Cabo (Cape Town): cómo llegar, que ver, etc

Muchas gracias por todas las sugerencias!
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