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ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS

ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS ✏️ Diarios de Viajes de Sudáfrica Sudáfrica

Como cada día, nos levantamos temprano, a las seis y media. A las siete y cuarto estábamos desayunando. Y a las ocho y cuarto estábamos en recepción haciendo el check out. Nos cobraron R100 diarios por utilizar el parking. Y un extra de R50 por...
Espitoni Autor:   Fecha creación:   Puntos: 5 (1 Votos)

Diario: 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA

Puntos: 5 (23 Votos)  Etapas: 8  Localización:Sudáfrica Sudáfrica

Como cada día, nos levantamos temprano, a las seis y media. A las siete y cuarto estábamos desayunando. Y a las ocho y cuarto estábamos en recepción haciendo el check out. Nos cobraron R100 diarios por utilizar el parking. Y un extra de R50 por haber perdido la llave de la habitación. No sabemos como, pero había desaparecido misteriosamente.
En la calle estaba lloviendo. Pero no tardó mucho en parar. Todavía no habíamos salido de Cape Town cuando la lluvia se detenía. El cielo seguía totalmente cubierto, pero al menos no llovía. Esa fue la tónica del día, un cielo gris con lluvias intermitentes.
Ese día teníamos que dormir en Hermanus. Pero decidimos no ir directamente. La zona de Constantia nos había gustado bastante, por lo que decidimos conocer la otra zona de viñedos. Salimos en dirección Stellenbosch. Primero por la autovía. Tráfico fluido a pesar del mal tiempo. Los últimos dieciséis kilómetros, tras salir de la autovía, ya muestran la belleza de esta zona. Con viñedos y bodegas por doquier. Es muy agradable circular por esta zona. Lo hicimos lentamente, ya que el paisaje lo merecía. La presencia de viñedos es mucho mayor que en la zona de Constantia. Aquí lo dominan todo. Se elevan por las suaves laderas, llenando el paisaje de hojas de parra.
Al llegar a Stellenbosch, hicimos nuestra primera parada. Aparcamos en la calle principal, en zona azul. Se nos acercó un sujeto y nos dijo que teníamos que comprar un ticket para aparcar. R5 por media hora. No me quedó claro, si él se ocupaba de sacar el ticket, o si es que se le pagaba directamente a él. La cuestión es que el dimos los R5 y nos fuimos a dar una vuelta.

ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (1)

Recorrimos Dorp Street. Es una encantadora calle arbolada, con casas estilo Duch a ambos lados. Por fortuna en esos momentos no llovía. Subimos, y bajamos por la calle, tranquilamente, sin prisas. Algunas fachadas resultan tremendamente llamativas. Y es que el pueblo ha conservado su esencia. Además es un sitio muy tranquilo. Se nota que el turismo ha llegado a la comarca. Pero no masivamente. Por eso se respira un ambiente diferente. La distancia a Cape Town es de unos 70 kilómetros. Pero parece otro mundo. No tienen nada que ver.
El paseo resultó muy agradable. Nos quedamos encantados con el pueblo. Se merece algo más de tiempo de lo que le dedicamos, pero que se le va hacer.
Antes de salir del pueblo, pasamos junto a la Iglesia. Sólo la vimos por fuera. Más que la iglesia nos llamó la atención su ubicación, en las afueras del pueblo, rodeada de un amplio jardín.

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Nuestro siguiente destino era Franschhoek. La carretera que une ambas poblaciones es preciosa, sobre todo en su primera parte. Atraviesa un valle cubierto de viñedos, con las montañas a ambos lados. La segunda parte no resulta tan agradable, ya que los viñedos aparecen más espaciados, para volver a hacerse dueños del paisaje en las proximidades de Franschhoek. Se trata de un recorrido que sin tener una belleza fuera de lo excepcional, resulta muy entretenido.
Nada más aparcar ya se aprecia que Franschhoek no es tan bonito como Stellenbosch, pero aun así tiene su encanto. Aquí el aparcamiento era gratuito. O el cobrador estaba en su hora de descanso y no nos vio. La verdad es que no lo sé. Lo único que tengo claro es que no pagamos. Nos paseamos por Huguenot Rd. Se trata de una calle con casas a ambos lados que pretenden tener un estilo Dutch. Pero son mucho más modernas, y de ahí su falta de encanto. De todas formas el paseo no está mal, pero si no se hace tampoco pasa nada. La calle está llena de tiendas y de restaurantes. Al final de la calle está el Huguenot Monument. No nos pareció demasiado interesante por lo que no paramos.

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En un principio no teníamos intención de visitar esta zona. Estaba en la recámara. La incluimos sobre la marcha, al salir para Hermanus. El mal tiempo y el miedo al mareo nos hicieron desechar la excursión del gran tiburón. Para llenar ese hueco decidimos dar una vuelta por la zona de los viñedos. Y a la vista del agradable paisaje que recorrimos y de los acontecimientos del día siguiente, creo que fue todo un acierto. A mi personalmente me resultó más interesante que Cape Town.
De lo que prescindimos fue de algo típico, de las catas. Ya la habíamos hecho en Constantia y tras el lamentable estado en que acabé no me pareció oportuno repetir la experiencia. La verdad es que exagero un poco. Pero para un lego en esta materia con una cata es más que suficiente. Eso sí, si no la habéis hecho todavía, aprovechar y disfrutar de una cata en cualquiera de las bodegas de la zona. A mí lo de la cata me pareció muy divertido. O quizás no lo fue tanto, y el vino tuvo algo que ver.
Si hubiéramos dispuesto de más tiempo, hubiéramos visitado alguna población más. Pero nos convenía salir hacía Hermanus, para llegar a una hora decente. Sobre todo con el tiempo que hacía. La carretera hacia Gordons Bay es preciosa. Nada más salir de Franschhoek empieza a ascender ofreciendo unas vistas espectaculares sobre el valle y los viñedos. Un poco antes de llegar a la cima, nos detuvimos en el arcén, en una zona despejada. Desde ese punto la perspectiva era fantástica. Con todo el valle cubierto de viñedos, alejándose hacia nuestra derecha. Si señor, bonito lugar. La bajada también ofrece buenas vistas de la otra parte de la montaña. La carretera se va abriendo pasó a través del valle que forman las montañas,. Una vez abajo, rodeado de montañas, te sientes pequeño. A continuación se recorre una zona con tres o cuatro lagos. Uno de los lagos lo cruzamos por un puente enorme. Durante un rato discutimos si eran lagos o ríos. Al final no nos quedó claro. Yo sigo creyendo que son lagos, y como el que escribe soy yo, pongo que son lagos. Sean lo que sean es una zona preciosa. Lastima que no luciese el sol. El cuadro hubiera sido perfecto. Disfrutamos mucho durante este paseo. Por ponerle un pero, no había sitios para poder parar y observar el paisaje.

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Casi al final se encuentra el Sir Lowry Pass. Por desgracia se encontraba en obras y no pudimos parar en el mirador. Con el jaleo que había montado en ese punto sólo hubiera faltado que nos hubiéramos parado para ver las vistas. Nos despeñan con coche y todo. Fue una lástima, porque las vistas desde la carretera eran preciosas. Y con el jaleo de las obras apenas pudimos ver nada.
Decidimos no parar en Gordons Bay. Por nada en concreto simplemente no nos apeteció. Seguimos avanzando hacia Hermanus por la R44. Inicialmente la carretera corre paralela al mar, a muy poca distancia del agua. Tener el agua tan cerca siempre resulta interesante. La carretera cuenta con muchísimos miradores para observar ballenas. No creo que entre mirador y mirador haya más de 500 metros. Vimos algunos coches parados con gente mirando hacia el mar. No se si buscaban ballenas o simplemente disfrutaban del lugar. Nosotros no vimos ninguna. Tampoco nos paramos. Pero digo yo que un bicho de ese tonelaje se debería ver con cierta facilidad si se acerca a la costa. Muy cerca no debían estar. Con ballenas o sin ballenas el recorrido es muy agradable, y con la tontería de las ballenas se nos pasó volando. Un consejo para todos los que vayáis a Hermanus, si disponéis de un poco de tiempo, saliros de la carretera principal e ir bordeando la costa. La carretera es muy bonita y os resultará más gratificante que ir por la general.

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Unos 10 kilómetros antes de llegar a Bettys Bay, la carretera se desvía hacia el interior. A partir de este punto pierde espectacularidad. Además empezó a llover con fuerza. Las nubes bajaron al nivel del suelo y una densa niebla lo cubrió todo. Sólo veíamos unos cuantos metros a nuestro alrededor. Así que a partir de aquí ya no puedo opinar sobre la carretera.
Se nos había echado encima la hora de comer. Al llegar a Bettys Bay paramos para buscar un sitio donde comer. Había un restaurante junto a la carretera. Estaba cerrado. Nos metimos en el pueblo, pero todo eran calles sin asfaltar y no veimos ningún restaurante ni nada parecido. Y con la que estaba cayendo no se veía a nadie por la calle. Parecía un pueblo fantasma. Menudo desastre. ¿Y si nos acercamos a la colonia de pingüinos?. Bueno, seguro que allí habrá algún sitio para comer. Y de paso los vemos. Tararí que te vi. Fuimos incapaces de encontrar la colonia. Esperábamos encontrar algún letrero que indicase el camino. Algo que dijese pingüinos, o un dibujo de un pingüino, o yo que sé, algo que nos permitiese imaginar que aquel el camino. Pero no vimos nada. Tampoco sabíamos como se llamaba ese sitio, y esa fue nuestra perdición. Vimos un letrero con el nombre pero como no sabíamos como se llamaba, nos lo saltamos. El fallo fue nuestro, pero tampoco es que ellos se hayan esforzado mucho. Creo que a más de uno le habrá pasado lo mismo que a nosotros. Y con la que estaba cayendo, y la poca visibilidad que teníamos, casi me parece normal que nos lo pasáramos por alto.
No es que perdiésemos demasiado tiempo en Bettys Bay. Pero cuando uno habla de comer y no encuentra ningún lugar abierto, parece que el hambre se crece. Empezó a atacar con fuerza. Me entró un hambre tremenda. Así de repente. Estoy convencido, es algo psicológico.
Seguimos hasta Kleinmont. Nos metimos en el pueblo y bajamos hasta la orilla del mar. Al menos se veía algo de vida. Había una tienda, un bar, un restaurante cerrado, y una oficina de turismo. Y en patio interior junto a la oficina de turismo encontramos nuestra salvación. Un restaurante abierto, el Potrees Garden Restaurant. Comimos unos calamares, un plato de pescado y dos aguas. Nos cobraron R162. El lugar era muy coqueto, con mantelería y flores en las mesas. Y la comida muy buena. No eran unas raciones para reventar, pero si correctas para quedarse a gusto. Y sobre todo muy buenas.
A la salida llovía con menos fuerza y al poco rato dejó de llover. El sol amagó con salir, pero se quedó en eso, enseguida se volvió a cubrir, pero al menos no volvió a llover en todo el camino hasta Hemanus.
Una vez que llegamos a Hermanus, lo primero era buscar el hotel. No aparecía por ningún lado. Dimos varias vueltas sin éxito. La cosa empezaba a ser preocupante. Tras mirar y remirar más de mil veces la dirección que llevábamos anotada, nos fijamos en un detalle insignificante. El hotel no estaba en Hermanus, estaba en Sandbaai, que está a unos 5 kilómetros. Más que un pueblo parecía una zona residencial. Muy tranquila. Y allí estaba nuestro hotel. En realidad no era un hotel, era un B&B, el el Amakhosi Guesthouse. La habitación es preciosa, enorme, igual que el baño, y con wifi gratis, algo que escasea por este país. El precio fue de R600 con desayuno incluido. Un alojamiento de lujo a un precio asequible. Desde la terraza, a lo lejos, se ve el mar. Aunque demasiado lejos para poder ver ballenas. Ya nos advirtieron de eso al hacer la reserva.
Los dueños nos ofrecieron la excursión en barco para ir a ver las ballenas. Era para el día siguiente, y el precio R600 por persona. Nos decidimos rápido, y se la compramos. Total a nosotros que más nos daba. Y si así se sacan una comisión, pues mejor para ellos. Les preguntamos, si era posible ver ballenas desde la costa. Y respondieron con evasivas, “bueno si, pero es difícil; a lo mejor si probáis en el puerto viejo, pero es complicado”. No sabían como decirnos que no. Debíamos parecer muy ilusionados y les debía saber mal romper nuestra ilusión. Pero estaba claro que nos estaban diciendo que no. Lo que no sé si verlas desde la costa resulta siempre complicado, o si se debía únicamente a que ya estábamos en noviembre, y la temporada estaba ya demasiado avanzada.
A pesar de las dudas de nuestros anfitriones, nos acercamos al puerto viejo. Quién sabe, igual tenemos suerte y vemos alguna. ¡¡¡Inocentes!!!

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Dejamos el coche en un parking junto al puerto viejo. Se nos acercó un aparcacoches e iniciamos una conversación sin sentido sobre si teníamos que pagar o no. La conclusión a la que llegamos es que hasta las cuatro era gratis, pero que a partir de esa hora había que pagar. Y que se pagaba al retirar el coche. La cuestión es que nos dejó marchar sin pagar. A la vuelta ya veremos. Volvía a llover. Nos acercamos al mirador del puerto viejo. Había gente con prismáticos y cámaras con objetivos larguísimos. Las ballenas brillaban con su ausencia. El día era gris y en ese momento se acompañaba de lluvia, por lo que la visibilidad no era muy buena.
Lluvia, viento y un frío del carajo. Y las ballenas ni se veían ni parecían que fueran a aparecer. Ninguno de los presentes parecía haber visto ninguna. Para pasarlo mal siempre estamos a tiempo, mejor nos metemos en lugar calentito. Nos metimos en una cafetería y pedimos dos trozos de tarta de chocolate, un agua y un cortado. Nos cobraron R79. Por cierto, los trozos de tarta eran enormes y estaban buenísimos.
Cuando dejó de llover volvimos a salir. Más exactamente cogí a mi mujer por la oreja y la saqué a rastras. Llover no llovía, pero frío seguía haciendo con ganas. Yo todavía conservaba un hilo de esperanza. Quien sabe, y si al final vemos una. Y mi pobre mujer que ya está acostumbrada a mis quimeras me siguió resignada. Volvimos de nuevo al mirador. Había más gente. Como los caracoles habían salido tras la lluvia. Pero las ballenas seguían desaparecidas. Y nadie miraba un punto concreto como si las hubiese visto. No había ballenas a la vista.

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Hacía demasiado frío para quedarnos allí plantados. Y era demasiado pronto para volver al hotel. Le propuse a mi mujer caminar un rato por el Cliff Paith. Un bonito paseo junto al mar, que une el puerto viejo con el nuevo. No tiene pérdida, está perfectamente indicado. Y resulta muy sencillo, no tiene ninguna dificultad. Llegamos hasta el final, junto al puerto nuevo, pero no vimos ninguna ballena. Tampoco las buscamos demasiado. A esas alturas ya estaba convencido de que no íbamos a ver ninguna desde tierra. Por no ver, no vimos ni gente. Nos cruzamos con muy poca gente. Cada vez estoy más convencido de que noviembre no es un buen mes para ver ballenas. Al menos desde tierra. Lo que no se puede negar es que el paseo es muy agradable. A pocos metros de la orilla, con vistas espectaculares de la costa en algunos tramos. Y rodeados de flores de lilas y naranjas casi todo el camino. Nos gustó tanto el paseo, que la ballenas pasaron a un segundo plano. Esta claro que el sentido de visitar Hermanus es ver ballenas. si no estuvieran las ballenas no valdría la pena ir hasta este lugar. Pero una vez allí hay que aprovechar todo lo que ofrece. Y el Cliff Paith es una de las cosas que no hay que dejar de hacer. Es un paseo muy agradable que hay que hacer aunque no se vea ninguna ballena, ya que las vistas de la costa son preciosas. Al final una tarde que parecía pérdida, resultó de lo más interesante.
Volvimos por el mismo camino, y llegamos de nuevo al mirador del puerto viejo. Y seguíamos sin ver ninguna ballena. En el mirador quedaba menos gente. No me extraña, aguantar aquel frió para no ver nada es cosa de tontos. Ya faltaba poco para anochecer. Era hora de retirarse. En el parking había cambiado el aparcacoches. El nuevo se acercó y cuando le preguntamos cuanto había que pagar nos dijo que aparcar era gratis, que sólo pedían la voluntad. Un tipo honrado. Por eso le dimos R10.

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Volviendo al hotel, paramos en una gasolinera. Llenamos el depósito por R363, a R11’91 el litro. Justo al lado había un Spar. Las tartas de la tarde todavía no habían bajado. No teníamos nada de hambre. Así que entramos en el supermercado, compramos un poco de fruta. Y un poco de chocolate, por supuesto. Nos gastamos R106 y nos ahorramos una cena. Ese día el cielo estaba tan cubierto, que no había noticias del sol. Nos quedamos sin puesta de sol.
Al día siguiente nos despertamos muy pronto, a las seis y media. Un poco por la costumbre, pero sobre todo porque tocaba ir a ver las ballenas. Un vistazo por la ventana me hizo empezar el día con alegría. Soplaba un poco de viento, pero lucía un sol precioso.
A las ocho en punto bajábamos a desayunar. La propietaria del establecimiento nos esperaba con malas noticias. El barco había suspendido la salida por el mal tiempo. No estaba previsto que saliera en todo el día. Nos consolamos con el mejor desayuno que tomamos en todo el viaje. Yogur, ensalada de frutas, pan, magdalenas, mermelada, queso y algo de fiambre. Además la propietaria nos preparó unos huevos fritos, bacon y una salchicha. Todo excelente.
Fue un desayuno triste. Nos quedábamos sin ver ballenas. Un golpe bastante duro. Pero a cabezón no me gana nadie. No podía darme por vencido tan fácilmente. Cuando acabamos de desayunar le dije a mi mujer que quizás en el puerto hubiera alguna compañía que se decidiera a salir. Me contestó que ella pasaba. Que con mal tiempo no quería arriesgarse a salir y coger un mareo de campeonato. Se quedó en el hotel y yo salí disparado hacia el puerto nuevo. No esperaba tener suerte, pero no quería irme sin intentarlo.
En la entrada del puerto un hombre se acercó al coche y me confirmó que las excursiones se habían suspendido por el mal tiempo. Ni por esas me dí por vencido. Yo para adentro. Frente al parking vi la oficina de la compañía que nos había ofrecido la propietaria del B&B. Me acerqué a preguntar. Me dijeron lo mismo, que había olas muy altas y que en esas condiciones no se podía salir. También me confirmaron que se habían cancelado todas las salidas de ese día. Lo sabía, y aun así me quede hecho polvo. ¡Vaya desilusión!. Nunca antes había visto ballenas y me hacía mucha ilusión poder verlas por fin. Estaba claro que tendría que esperar a otra ocasión. Me llegué hasta el extremo del muelle. Tenía que comprobar que aquello era verdad y que no era una confabulación judeomasónica en contra de mi persona. Era verdad, se veían unas olas enormes, de varios metros. Y eso que estábamos detrás del espigón. Fuera las olas debían ser de órdago Por lo visto no soy tan importante en Sudáfrica como para que se monté una conspiración en torno mía impidiéndome ver las ballenas.
Ya no podía hacer nada más. Me di por vencido. Subí al coche dispuesto a volver al hotel. Y al salir del parking me encuentro de frente con una caseta abierta con un montón de gente a su alrededor. Ahí pasa algo. Es que no se me escapa una. Volví a aparcar y me acerque a meter las narices. Se notaba que los que estaban en la puerta eran turistas como yo. Buena señal. Conseguí entrar y preguntar. Y se hizo la luz. Estos si que salían. El precio era el mismo que nos habían dicho en el hotel, R600. Antes de pagar me quise asegurar de que aquello merecía la pena. ¿Seguro qué veremos ballenas?. Dos segundos de duda y a continuación un si rotundo. Las veremos. ¿Y las olas?. En el exterior hay olas de cinco metros. Pero se puede salir. Lo hemos comprobado. No hizo falta más para convencerme. Pagué, y salí a esperar en el exterior junto a la caseta.
Nos juntamos 26 personas. Mejor dicho 26 locos. Nos dieron un chaleco salvavidas, y una breve explicación sobre las ballenas y lo que íbamos a hacer. Como de costumbre no me enteré de nada. Nos montaron en un catamarán no muy grande. De esos que hay en todas las zonas turísticas de costa para llevar a los guiris a dar una vuelta. Igualito. Nos acomodaron a todos en la parte de abajo. No estaba llena pero casi. En la terraza superior cabrían unas 20 personas más. El catamarán estaba totalmente descubierto, nada de cabinas interiores o protegidas. Que va, a la intemperie. A las nueve el catamarán empezaba a moverse y salíamos del puerto.
Muy inteligente yo, me subí de los primeros al barco y me senté en una silla lateral, lo más cerca posible de la borda. Así veré mejor las ballenas pensé. En cuanto el barco salió del puerto y empezamos a subir y bajar olas, me di cuenta de mi error. El agua salpicaba continuamente por encima de la borda. Y me caía toda a mí. Ente el chaleco y un chubasquero que llevaba, me protegí el cuerpo. Pero los pantalones acabaron bastante mojados. Me consolé pensando que eso era un mal menor si lo comparábamos con la recompensa que me esperaba, las ballenas.
Lo de la mala mar no iba de coña. Al salir del puerto las olas eran enormes, más altas que el barco. No sé si medían cinco metros, pero si no llegaban les faltaba poco. En mi vida había visto algo así. Navegábamos paralelos a la costa, de manera que las olas nos entraban de costado. De repente estábamos en la cresta de una ola, viendo toda la costa, y al cabo de unos segundos estábamos en el fondo, entre dos olas más altas que el barco, que parecían que nos iban a engullir. El barco subía y bajaba continuamente. A cada balanceo del barco el agua me salpicaba. Lo que al principio resultaba molesto, se acabó convirtiendo en una bendición. La sensación de frió que me producía el agua me ayudaba a no marearme.
Aunque vivo en una isla, los barcos y yo no somos muy amigos. Montarme en un barco equivale por lo general a mareo. Y ahora os preguntaréis como sabiendo que soy de mareo fácil, me había embarcado en una bañera con olas de cinco metros. Podría decir que me obligaron, pero a estas alturas del relato ya no colaría. Tras darle muchas vueltas he llegado a la conclusión, de que hay dos motivos fundamentales. El primero ya lo he anunciado antes, las ganas que tenía de ver ballenas por primera vez en mi vida. Era una de las cosas que más ilusión me hacia del viaje,. El segundo motivo es que soy un inconsciente. Soy de los que primero habla y luego piensa lo que tiene que decir.
Aunque no os lo creáis, en esta ocasión no me estaba mareando. El barco avanzaba, pasaban los minutos y yo seguía de una pieza. No me lo creía ni yo mismo. Me pasé todo el trayecto sentado, con la mirada fija en el infinito y la espalda tiesa como un palo. Una posición incómoda pero efectiva. En ningún momento intenté localizar las ballenas. Si algo tenía claro es que si alguien podía localizarlas ese no era yo.
Tras unos 40 minutos navegando, detuvieron el barco. Habíamos pasado de largo Hermanus. Casi habíamos atravesado la bahía. No me extraña que no pudiésemos verlas desde el pueblo el día anterior. Una persona de la tripulación nos avisó de que habíamos encontrado las ballenas. Todos nos abalanzamos hacia la parte delantera del barco. Y allí estaban las ballenas, a unos 100 metros de nosotros. El barco se había parado, pero no detuvieron el motor que seguía al ralentí. El barco seguía dando bandazos al vaivén de las olas. Resultaba complicado mantenerse de pie. Incluso agarrado a la barandilla. Pude ver el lomo de dos ballenas un par de veces. Al intentar hacerles una foto casi me como la barandilla. Era imposible soltarse. Y sin soltarse era imposible hacer fotos. Sólo conseguí instantáneas de las olas y de la costa.
Ponerme de pié fue mi perdición. Empecé a sentirme mal. Sentí náuseas y la cabeza empezó a darme vueltas. Mareo al canto. Mucho había tardado. Vi una escalera de plástico en un lateral del barco. El último escalón estaba al nivel de la borda. Me senté allí, en un vano intento por recuperarme. Mientras había permanecido sentado no me había mareado. Tal vez si me volvía a sentar,……. Cuando el barco subía a lo alto de una ola, miraba de soslayo hacia donde estaban las ballenas. Así conseguí verlas varias veces más. Unos cuantos lomos, una cabeza y hasta una cola. Pero no podía fijar la mirada, si lo hacía me subía el mareo de inmediato. Además en cuanto bajábamos de la ola, las ballenas quedaban ocultas.
Poco a poco me fui sintiendo mejor. No es que se me pasara el mareo, pero al menos no me sentía como un trapo sucio. Me confié, volví a mirar hacia donde estaban las ballenas. De repente me atacó una necesidad imperiosa de vomitar. No lo pude reprimir. Solté todo el desayuno. Me olvidé de las ballenas. Lo único que quería era que aquello se acabará. Volver a tierra. Nunca antes me había sentido tan mareado. Fue horrible. Todos hemos oído eso de mal de muchos consuelo de tontos. Pero ver que no era el único indispuesto me sirvió de ayuda. No me bajo el mareo, pero al menos no me sentí el único tonto del barco.
Antes de irnos vi los lomos de las ballenas, creo que unas tres veces más. Y por fin se pusieron en marcha. Ocupé la misma silla que a la ida. Pero en esta ocasión no tuve tanta suerte. El movimiento del barco agravó todavía más el mareo. Cerré los ojos, recosté la cabeza hacia atrás, e intenté pensar en algo agradable. Así conseguí mitigar las náuseas. Incluso en algunos momentos conseguí quedarme adormilado. Resultaba un alivio. Gracias a eso el trayecto de vuelta se hizo más llevadero. Al entrar en el puerto, me sentí a salvo. Abrí los ojos. Y de nuevo, sin tiempo a reaccionar, otra arcada. Otra vez doblado sobre la borda dando de comer a los pececitos. Lo único positivo era que faltaba tan poco para atracar que la pesadilla duró poco. En cuanto tocamos tierra me lance al exterior como un poseso. Necesita sentirme en tierra firme.
Dichosas ballenas. Las vi, pero no me compensó. El precio es algo caro, pero aún así, lo hubiera dado por bien empleado si la cosa hubiera salido bien. Pero pagar ese precio y acabar con un mareo espantoso y no disfrutar de los animales, es una soberana tontería. Cuando pienso en esta etapa del viaje lo único que me viene a la cabeza es el mareo que pille. Hermanus, caca. De las ballenas ni me acuerdo. Lo tengo claro, si repitiera el viaje esta parte me la saltaría. Y que conste que soy consciente que la culpa no es de Hermanus, ni del barco que nos llevo a ver los bichos, ni de las ballenas. La culpa es solo mía. Me advirtieron de que hacía mal tiempo, de que había olas de cinco metros y aun así insistí en montarme en el barco. Sabía que me iba a marear, y que lo iba a pasar mal. ¡Me lo merezco por cabezón!
Por todo esto mi experiencia no es significativa. La gente que no tenga problemas de mareos con los barcos, que no lo dude, y que se acerque a Hermanus. Seguro que veréis ballenas. Siempre y cuando vayáis en temporada, que creo que es de junio a diciembre. El resto, los que al leer mi aventura os hayáis visto reflejados, tomaros las cosas con calma. Y si os dicen que hay mala mar, no os lo toméis a broma. Subiros al barco sólo si el mar está en calma. Eso, o ración doble de biodraminas. Yo por desgracia no tenía
Volví al hotel como pude. Esos cinco kilómetros al volante fueron una tortura. El mareo no se me pasaba. No me servía de alivio ni el llevar las dos ventanillas bajadas. Acabé como los perros, sacando la cabeza por la ventanilla. Para haberme matado. Además la carretera estaba en obras, lo que me obligó a circular a empujones, frenando, acelerando, frenando, acelerando. Si es que a perro flaco todo son pulgas.
Todavía quedaba lo peor. Si, mucho peor que el mareo. Mi mujer. Lo que se rió de mí cuando se lo conté. La de coñas que tuve y que todavía tengo que soportar de vez en cuando. Al fin y al cabo, el mareo se cura con el tiempo, pero la humillación pública es para siempre.
Cuando conseguí recuperarme, recogimos nuestras cosas y a seguir haciendo camino. La idea original cuando preparábamos el viaje, era acercarnos hasta Gaansbaai e ir a ver los tiburones blancos. La idea ya había quedado descartada desde el día anterior. Menos mal. Lo último que necesitaba era volver a montarme en otro barquito. Éste fue precisamente el principal motivo por el que finalmente descartamos la excursión del gran tiburón blanco. Habíamos leído que la mayoría de la gente que la hacía acababa mareada. Eso aplicado a nosotros, significaba mareo seguro. Y de los gordos. Mejor no tentar a la suerte. Mejor saltarnos esa excursión. Además a mi mujer eso de meterse en una jaula con el agua helada y rodeada de tiburones no le hacía mucha gracia. A mí creo que sí que me hubiera gustado. Pero lo de pasar varias horas mareado me tiró para atrás.
Así que cambio de planes y directos a Cape L’Agulhas. Sobre el mapa todo parece cercano. Pero luego resulta que son 172 kilómetros. Al principio la carretera discurre paralela a la costa. Había salido el sol y yo volvía a ser persona. No se sí eso influyó, pero aquellos primeros kilómetros me parecieron maravillosos. Tanto que una vez pasado Hermanus nos detuvimos en un mirador. Las vistas sobre la bahía eran muy bonitas. Ahora, de ballenas, nada de nada.

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La carretera no tardó en desviarse, y se fue alejando de la costa. A partir de ese momento, pierde todo su interés. Se recorre un paisaje abierto, muy desangelado. Y sin el más mínimo atractivo. Pasamos por un par de pueblos. Todos parecidos. Pero que queréis que os diga, carecen de gracia. El único con cierto encanto es Pienar, con casas pintorescas de diferentes colores. No paramos en ninguno. Teníamos un largo camino por delante, y no era cuestión de ir perdiendo el tiempo.
De una tirada nos plantamos en Struinsbaai. Cuando llegamos ya era mediodía. En teoría es el último pueblo antes de Cape L’Agulhas, por lo que decidimos parar a comer. Por la tarde descubrimos que estábamos equivocados. Hay otro pueblo un poco más adelante antes de llegar al cabo. Se llama precisamente L’Agulhas. Aunque eso tampoco es muy importante. La cuestión es que nos paramos en Struinsbaai. En la entrada del pueblo vimos lo que parecía ser un restaurante junto a la playa. Parecía un bonito lugar para comer. Y lo hubiera sido, de haber estado abierto. Tenía un buen motivo par estar cerrado. La pared que daba a la playa se había venido abajo. Allí no pudimos comer, pero al menos nos permitió dar un corto paseo por una playa increíble. Kilómetros de arena blanca, hasta más de allá de donde alcanzaba la vista. De una anchura más que considerable. Un agua azul turquesa que brillaba bajo el sol. Y muy limpia, tanto el agua como la arena. No se veía ni un papel, ni una colilla. Lástima que la violencia con la que las olas rompían en la orilla no invitabase al baño. Nos limitamos a mojarnos los pies.

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Volvimos a montar en el coche y dimos una vuelta por el pueblo. No es un pueblo bonito, pero si que resulta agradable. Todo son viviendas unifamiliares con jardín, separadas las unas de otras. Además las casas no tienen vallas, el jardín llega hasta la calle sin ningún tipo de separación. Para que os hagáis una idea, como las de las películas americanas. Ni que decir tiene que aquí no se ven alambradas de espino ni vallas electrificadas. Que diferente resultan las zonas rurales de las grandes capitales como J’burg o Cape Town.
Paramos en el primer restaurante que vimos abierto, el Bella Luna. Pedimos una pizza, un plato de rebozados (gambas, mejillones, calamares y surimi), un agua y un sprite. El precio, R134. Barato y bastante bueno.
Cape L’Agulhas está a muy pocos kilómetros del Struinsbaai. Dejamos el coche en la zona de aparcamiento. Justo al lado hay una caseta, que hace las veces de tienda, recepción, y todo lo que haga falta. No entramos. Lo único que podía pasar es que nos dijeran que teníamos que pagar.

ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (11)

Primero nos dirigimos al faro. Bastante común. El típico faro rojo y blanco. Pero en este caso a muy pocos metros sobre el nivel del mar. Por eso no resulta un lugar espectacular. No hay acantilados, ni vistas de ningún tipo. Además la playa es de rocas. La parte inferior del faro estaba en obras. Pero dejaban subir a la torre, previo pago de R20 por persona. Enseñamos la Wild Card. Pero como nos dijeron que no, pasamos de subir. No creo que las vistas sean gran cosa, ni que se vea mucho más de lo que se ve desde abajo. Y eso es todo. No había nada más. Ah si, se me olvidaba, están construyendo una pasarela de madera que va desde el faro hasta el punto considerado como el más meridional del continente africano. Hasta que este terminada, hay que ir por un camino de tierra que rodea el faro. Está indicado no hay pérdida. Pero por si hay alguno muy torpe, os puedo decir que está a mano derecha así como se sale del aparcamiento. Se puede ir andando, pero son ganas de perder el tiempo. No hay nada que ver. Por eso mejor ir en coche. Esta a un tiro de piedra. Pero que queréis que os diga, teniendo un coche a nuestra disposición.

ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (12)

La punta, pues ni es punta ni na. Es una playa de piedras y rocas. No se aprecia ningún saliente, ni un pequeño cabo, ni nada parecido. Si no fuera por el letrero que señala el punto en el que se juntan los dos océanos sería imposible saber exactamente donde está. Ah, y tampoco se ve una línea en el agua que separe los dos océanos. Están juntitos como si fueran uno solo. Sé que decir esto pude parecer ridículo. Pero a mí me preguntaron si se notaba la separación entre los dos mares. Me quede perplejo ante la pregunta. Estaría bien que hubiese una zanja en medio, pero no, no había nada,
La gracia de ese sitio se reduce a hacerse una foto junto al mojón que señala el punto de unión de los dos océanos. En el mojón hay dibujada una línea, con el océano Atlántico a un lado, y el Pacífico al otro. Inevitable hacerse una foto con un pie a cada lado de la línea, como si se pisaran los dos océanos. Nosotros que somos muy clásicos, cumplimos con el ritual. Hasta nos hicimos una juntos. Que no se diga que no damos la talla como guiris modélicos.

ZONA DE LOS VIÑEDOS Y HERMANUS - 15 DIAS DE NOVIEMBRE DE 2012 POR SUDAFRICA (13)

No había mucha gente. Tampoco es que haya mucho que ver. Y la verdad es que está bastante lejos de todo. Si no fuera por lo que significa ese lugar, no merecería la pena llegar hasta allí. Incluso así, sólo recomiendo acercarse a él, si se tiene que hacer en coche el recorrido desde Hermanus o desde Cape Town hasta la Garden Route. En cualquier otro caso, mejor olvidarse de él.
Desde ese punto hasta Wilderness, donde dormíamos esa noche, nos quedaban 333 kilómetros. Tardamos más de 4 horas en recorrerlos. Tan sólo paramos en dos ocasiones. Lo justo para estirar las piernas y cambiar de conductor. Este tramo se nos hizo muy pesado. Resulta anodino y carece de todo interés. Es una carretera con enormes rectas, y sin apenas tráfico. El paisaje es totalmente llano, con enormes extensiones de cultivo. Me recordó mucho al interior de la Península. A medida que nos acercábamos a Mossel Bay aparecieron algunos árboles. Pero el paisaje continuó siendo monótono. Sin ninguna duda, la zona menos interesante por la que pasamos en todo el viaje.
Paramos en Mossel Bay. Es una ciudad bastante grande, pero sin nada que justifique su visita. Según la guía hay varios muesos, pero cuando llegamos ya era tarde y estaban cerrados. Nos acercamos hasta la zona de The Point. Una costa rocosa con mucho oleaje. Dimos una vuelta por el paseo que hay junto a la orilla y volvimos al coche para finalizar la etapa. Lo de parar en Mossel Bay fue simplemente para aprovechar os últimos instantes de luz del día. Seguimos bordeando la bahía. Vimos un par de playas de arena, pero nada que ver con la maravilla que habíamos visto por la mañana en Struinsbaai. Ese día ya no teníamos tiempo de hacer nada más, así que nos paramos allí porque vino así. Fue Mossel Bay como pudo haber sido cualquier otro sitio. En serio, es un sitio sin el más mínimo interés. En la Garden Route hay demasiadas cosas interesantes como para perder el tiempo en un ciudad como ésta.

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Un último esfuerzo y llegamos a Wilderness. Teníamos reservada una cabaña en el interior del parque nacional. Cuando llegamos ya era de noche. El campamento está a unos 3 kilómetros una vez pasado el pueblo de Wilderness. Hay que coger un desvío a mano izquierda que está perfectamente señalizado. En la puerta de acceso al campamento hay un guardia que controla quien entra y quien sale. Como a esas horas la recepción ya estaba cerrada, el guardia de la entrada nos hizo el check in y nos dio las llaves de la cabaña. Lo malo de este campamento es que no tiene restaurante. Por no tener no tiene ni una simple tienda. Y como nos dio vergüenza volver a salir del campamento, ya que cada vez que entras y sales te tienen que abrir la verja de la entrada; y allí no podíamos comprar nada, acabamos cenando un poco de fruta y unas galletas que llevábamos en el coche. Y a dormir temprano que al día siguiente nos esperaban un par de caminatas.



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Total comentarios: 21  Visualizar todos los comentarios
Globaltrote  globaltrote  17/09/2015 09:08   📚 Diarios de globaltrote
Gracias por recoger tanta información en tu diario.
Me ha servido de gran ayuda para planificar mi viaje por la zona.

Saludos.
Abdelkrim  Abdelkrim  12/10/2015 20:23   📚 Diarios de Abdelkrim
Comentario sobre la etapa: KRUGER - ANIMALES
Ese gran lagarto que viste era un varano; existen variedades de ellos en muchas regiones tropicales y son unos bichos muy interesantes, el famoso dragón de Komodo es el más grande de toda la familia.
Felicidades por el reportaje, tus fotos son magníficas.
Amazona79  Amazona79  29/01/2019 19:41
Que bueno tu diario! Lo que me he reído! Gracias! Tomo nota!
Anades  Anades  20/10/2019 09:19
Comentario sobre la etapa: GARDEN ROUTE
Me ha encantado tu diario. Muchas gracias por compartir tu experiencia de una manera tan divertida. Estoy preparando mi próximo viaje, en enero, a Sudáfrica y me está siendo de gran ayuda.
Lo dicho, muchas gracias.
Lanchone  lanchone  05/01/2020 16:51
Comentario sobre la etapa: JOHANNESBURG Y PRETORIA
Me veo totalmente identificado con tu diario. Hay que ser objetivo y sincero para decir que algo que has visto es feo y que no vale la pena el esfuerzo; cuesta reconocer que te has equivocado.

Saludos
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shark2213
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23-05-2015
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Fecha: Mie Abr 24, 2024 08:01 pm    Título: Re: Viajar a Sudáfrica

Un par de apuntes. Llegando a las 11 a cape town, no es posible hacer el jardín botánico y las zonas de viñedos. No hay tiempo material. Después del largo viaje, poco más que visitar el waterfront y ya a esas horas. Además que anochece muyyyu pronto y cape town ( al igual que en toda Sudáfrica ) se convierte en la película de La Purga.
Por otro lado, en Santa Lucía no vas a ver cocodrilos. Solo hipopótamos.
Un saludo.
indamatossi.marta
Indamatossi.marta
Dr. Livingstone
Dr. Livingstone
05-06-2014
Mensajes: 5036

Fecha: Mie Abr 24, 2024 08:01 pm    Título: Re: Viajar a Sudáfrica

"Bats" Escribió:
Macontreras66 no conozco ninguna empresa pero si te puedo decir que el año pasado hicimos Sudáfrica y Swazilandia por libre y es muy pero que muy fácil y evidentemente mucho más económico.
Nada que ver con Kenia o Tanzania.
Yo de ti me lo plantearía.

Totalmente de acuerdo con esta opinión.
Messnerise
Messnerise
Experto
Experto
07-09-2017
Mensajes: 114

Fecha: Mie Abr 24, 2024 08:33 pm    Título: Re: Viajar a Sudáfrica

Hice rutas por Sudáfrica y Botswana con Nomad Tours África ( venden lo mismo que African Overland Tours) son las típicas rutas en camión, opción camping.
santi1966
Santi1966
Indiana Jones
Indiana Jones
16-11-2007
Mensajes: 1265

Fecha: Jue Abr 25, 2024 09:24 am    Título: Re: Viajar a Sudáfrica

A nivel de infraestructuras en tema de carreteras, bed and breakfast, etc..., hay momentos en los que piensas que estas por Alemania, Holanda... Carreteras en perfectísimas condiciones, cuidadas. Es muy habitual alquilar coche de alquiler, y montar el viaje a tu bola... Teniendo en cuenta únicamente las horas de luz, y evitar en la medida de lo posible circular de noche (hay muchísima fauna, y por otro lado muchos coches sin luces... No es por otra cosa). Nosotros nos cruzamos Sudáfrica en la primera ocasión por una ruta poco habitual, en vez de por la costa, fuimos de Kruger a Ciudad...  Leer más ...
lanchone
Lanchone
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Indiana Jones
18-08-2015
Mensajes: 1534

Fecha: Jue Abr 25, 2024 03:09 pm    Título: Re: Viajar a Sudáfrica

@Santi1966, puedes comentar tu ruta por el interior a la que haces referencia?.

Yo viajaré en octubre, mismo recorrido que tú, desde Kruguer hasta Ciudad del Cabo, y me gustaría visitar alguna zona por el interior.

Gracias
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