La zona comprendida entre Geysir, Gulfoss y el parque de Pingvellir es conocida como el círculo de oro de Islandia. Su cercanía a la capital hace que reciba la mayor afluencia turística del país y no es para menos. Después de ver las cataratas de Godafoss, Dettifoss, Svartifoss y Skogafoss me parecía imposible que ninguna otra pudiera tener mayor interés. Error. Los dos saltos de Gulfoss, la catarata dorada, te dejan sin aliento. No es que sea la mejor, es que son todas tan distintas entre sí y tan espectaculares que es imposible descartar o elegir una en concreto.
A pocos minutos (en coche) se encuentra el famoso Geysir que da nombre al fenómeno geotérmico de los geiseres. En la actualidad ya no se puede ver su chorro de 80 metros de altura, excepto si hay un terremoto lo suficientemente fuerte, porque los turistas de los años 20 eran igual de idiotas que los de ahora y se dedicaron a tirarle piedras y otros objetos para provocar el salto del agua. Si ahora Islandia es casi prohibitivo, entonces que no habría ni medios para llegar no me cabe en la cabeza que alguien se dejará el dineral en llegar hasta allí para luego tirarle piedras al geiser.
Yendo hacia Reykjavic se encuentra el Parque Nacional de Pingvellir donde en el año 930 se fundó el parlamento nacional islandés (Alpingi). Por supuesto tiene también su importancia geológica ya que aquí está la enorme falla que cada año se separa y hace que Islandia sea 1 milímetro más grande.
Un viaje completo por Islandia no puede dejar de lado una de sus principales atracciones: el spa geotérmico de la Blue Lagoon. Un relajante baño al aire libre, una mascarilla natural e incluso una cerveza o un granizado en sus aguas a 37 grados preparan a cualquiera para una noche de frío y peleas varias en el aeropuerto de Keflavik.
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