Tras el desayuno en el apartamento, salimos hacia la Estación Central para poner rumbo a Gante. Llevamos nuestra Rail Pass debidamente cumplimentada, pero le tuvimos que pedir al recepcionista que nos dijera qué había que poner en cada sitio, porque solo estaba en Neerlandés. Nos montamos en el primer tren que iba a Gante, cometiendo el error de no fijarnos en qué tipo de tren era. Era un regional, que tarda una hora, cuando un ICE tarda apenas media. Además, por exceso de tráfico nos tuvieron 15 minutos parados en Gare du Midi, con lo que tardamos 1h15’ en llegar. Qué desesperación!!!
Por fin llegamos a la estación de Sint Pieters, una estación bastante bonita, y nos encaminamos hacia donde estaba el tranvía 1, que lleva al centro. Segundo error: con las prisas por haber tardado tanto, vimos un autobús antes que el tranvía, y le pregunté a la conductora si llevaba al centro. Me dijo que sí, y nos montamos. Cuando llevábamos 20 minutos dando vueltas por Gante, le pregunto a una viajera si quedaba mucho para el centro, le enseñó mi mapa y me dice que ese autobús no va al centro. ¡¡¿Cómo?!! Que nos bajemos cuanto antes y cojamos otro autobús que nos estamos alejando.
Menudo sofocón me cogí, mi marido intentando ver el lado práctico de las cosas y averiguar como llegar, porque yo estaba cegada por el enfado. Preguntamos a varias personas en una parada de autobús, y una chica que sabía inglés nos indicó como llegar. Y no estaba demasiado lejos, así que se ofreció a acompañarnos parte del camino. Y ahí nos enteramos que el “Centro” es la zona comercial de la ciudad, que no es lo mismo que el “centro histórico”, donde nosotros queríamos ir. Pero digo yo, que la conductora podría haber visto que éramos turista y que casi seguro que queríamos ir a centro histórico…
Llegamos a la Iglesia de Sint Jacobs (o de Santiago), por donde había un mercadillo.
Y de ahí a la Plaza de San Bavón, con el objetivo de pedir un plano bueno en la Oficina de Turismo, que el que nos habían mandado era muy malo. La Oficina de Turismo estaba en el edificio del Belfort, según me había informado yo, pero tras mucho buscarla, encontramos un cartel de que ya no está allí, que ahora está junto al Castillo de los Condes de Flandes. Hay que reconocer que el día en Gante no empezó con buen pie, y debido a ello al principio no pude disfrutar de lo bonita que es esa plaza, con el campanario, el Ayuntamiento, la catedral, la iglesia de San Nicolás por detrás… Menos mal que luego volvimos y pude disfrutarlo mejor. Había en la plaza y alrededores una especia de feria tecnológica para chavales, estaba muy animado.
Intentamos entrar a ver la catedral, que por fuera estaba llena de andamios, pero había un funeral y nos dijeron que volviésemos más tarde. Debía ser el funeral de alguien importante, porque había varias cámaras de TV esperando. Y además del funeral, vimos muchas bodas, parece que era el día de casarse en Gante: en el Ayuntamiento, en la Iglesia de San Miguel, haciéndose fotos en los muelles…
Ya que nuestro plano era muy básico, nos dedicamos a pasear por la ciudad, hasta llegar al Castillo. Primero entramos en la Iglesia de San Nicolás, que es muy bonita, pero había una exposición de diseños de moda de alumnos de algún instituto, supuestamente de atuendos religiosos, pero aquello era de lo más feo que te puedas imaginar. Había que abstraerse para apreciar la iglesia.
Y desde allí al puente de San Miguel, uno de los puntos más bonitos de la ciudad. Por un lado tienes la vista de las torres de Gante, y por otro, se ven los dos muelles, con casas preciosas a ambos lados. Hicimos (y nos hicieron) las fotos de rigor, y antes de bajar a pasear por los muelles fuimos a ver la Iglesia de San Miguel, donde estaba a punto de celebrarse otra boda. Estaban allí todos los invitados esperando.
El paseo por los muelles es una auténtica maravilla, sobre todo desde el lado izquierdo, ya que se ven las casas del lado derecho, que son más bonitas. Por allí salían barquitos para recorrer los canales.
Cruzamos un puente, y llegamos a Groentenmarkt, donde está la Lonja de la Carne, donde estaban celebrando una boda. Allí también nos encontramos a un simpático elefante.
Y por fin llegamos a la plaza de Sint Veerlepleinal, donde están el Castillo de los Condes de Flandes y la Oficina de Turismo, en un edificio con una bonita puerta, que en tiempos fue la lonja del pescado. Allí tenían mapas y folletos en varios idiomas, incluido el español.
Dejamos la visita para más adelante. Se acercaba la hora de comer, y estábamos cerca del Patershol, el barrio medieval de Gante, donde hay varios restaurantes. Antes nos encontramos con el Dulle Griet o Margarita la Loca, un cañón medieval de hierro forjado de más de 12 toneladas que, según cuentan, nunca ha sido disparado.
Muy cerca de allí vimos y olimos unas sopas que tenían muy buena pinta en el Souplounge, una franquicia de éxito allí en Gante (y no sé si en el resto de Bélgica), que habíamos visto recomendada en la guía de la Oficina de Turismo. Estaba a tope de gente, así que muy mal no se debía de comer, y nos apetecía una sopa, la primera de unas cuantas en Flandes. Tienes 4 variedades de sopa para elegir, que te sirven con queso, picatostes y unas bolas de carne (creo que eran de fricadele), dos panecillos con mantequilla y una fruta. Nosotros nos pedimos una sopa de tomate y otra de espinacas, que estaban buenísimas. El tazón normal costaba 4 euros y el grande 5 euros.
Después dimos una vuelta por el Patershol, con sus calles estrechas de casitas bajas, de ladrillo. Sin duda un agradable paseo.
Desde allí fuimos a visitar el castillo. La entrada cuesta 8 euros y la visita merece la pena. Hay un museo de armas antiguas, y un museo de la tortura, con guillotina y otros elementos terribles para hacer pasarlas mal a los prisioneros. Desde arriba hay unas muy buenas vistas de la ciudad.
En la plaza del castillo había unas terracitas que nos invitaban a sentarnos, así que les hicimos caso y nos pedimos una cervecita. Pedimos la Augustijn, cerveza de abadía que se elabora en Gante. Nos gustó mucho.
Volvimos a la zona centro, variando un poco el recorrido, para visitar la catedral de San Bavón. Por fuera no decía mucho con los andamios, pero por dentro era otra cosa. Lástima que no dejaran hacer fotos. La entrada es gratuita, pero hay que pagar si se quiere visitar el retablo de “La adoración del cordero místico”, de Jan Van Eyck. Nosotros no pagamos, que no somos muy entendidos en arte, pero vimos una reproducción del cuadro. Al lado había un señor tocando el arpa, una sorpresa cuando lo vimos, porque no nos imaginábamos que la música que sonaba fuera en directo.
Dimos una vuelta por los alrededores de la catedral, donde está el monumento a los hermanos Van Eyck y el Castillo de Gerardo el Diablo.
De allí volvimos a Groentenmarkt, donde nos tomamos unas patatas fritas y una cerveza. Por cierto, que allí las palomas estaban enormes, y es que no se alimentan con migas de pan sino con patatas fritas. No se cómo podían volar algunas de ellas
Y después pusimos rumbo a la estación para volver a Bruselas. Dada la experiencia de la ida, decidimos ir andando, ya que no parecía estar muy lejos. La sorpresa vino cuando descubrimos que yo me había equivocado al leer el mapa, y donde yo creía que estaba la estación de Sint Pieters, lo que estaba era la Abadía de Sint Pieters. Así que resultó que estaba un poco más lejos de lo que yo pensaba
Cuando llegamos a Bruselas había salido el sol, y aprovechamos para hacer algunas fotos en el camino de regreso al hotel.
Tras comer algo y descansar nos fuimos otra vez al centro de Bruselas, pasando por el Parlamento Belga. Primera parada en la Grand Place, y luego fuimos a ver el niño meón. La verdad es que es un poco birrioso, del tamaño de un nenuco, pero con mucha gente alrededor.
Justo al lado nos tomamos unas cervezas en el Poechenellekelder, una cervecería decorada con marionetas. Nos tomamos una Kwak y una Tripple Karmeliet, que fue una de las que más nos gustó.
A la vuelta nos tomamos nuestro primer gofre, en un puesto junto al Manneken Pis, y seguimos nuestro camino al hotel.