Salimos por fin de Reykjavík. Después de atravesar la zona suburbial de la ciudad, seguimos la Ring Road hacia el norte hasta llegar al desvío de Þingvellir, tras lo cual entramos en un área menos transitada. De camino, paramos en un lugar donde la carretera asciende hasta una zona rocosa desde donde se puede ver una explanada verde con un montón lagunas que reflejan el azul intenso del cielo, adornado por rocas volcánicas y algunas vacas y ovejas de una granja cercana. Hacemos nuestras primeras fotos muy emocionados, todos menos Ingrid, que nos dice que este tipo de paisaje no le parece espectacular, pues en Finlandia es bastante común. Volvemos a la carretera y, poco después, llegamos al acceso donde está la Fræðslumiðstöð (caseta de información) y un aparcamiento bastante lleno de coches y autocares, ya que al parque solamente se puede acceder a pie.
Entramos en la caseta donde varios murales explican la estructura geológica de la zona, la separación entre la falla eurasiática y la americana, y la importancia histórica del lugar para los islandeses. Una guía nos señala en un folleto las diferentes rutas a elegir y salimos rápido a explorar la zona.

El parque es bastante grande y se podrían invertir algunas horas si se quiere recorrer entero. Pero nosotros decidimos hacer una de las rutas cortas, suficiente para hacernos una idea general en poco más de una hora, y así poder cumplir con el plan previsto para hoy. Nada más salir de la casa de información, nos encontramos con una plataforma de madera que se sitúa justo por encima de la falla americana. Desde ahí, una rampa atraviesa la falla y permite bajar andando hasta la explanada. Seguimos el camino previsto, bordeando la falla hasta llegar a Öxarárfoss, la que sería nuestra primera cascada en Islandia (en ese momento, no imaginaba que podría llegar a ver decenas y decenas). Öxarárfoss está formada en el lugar donde el río Öxará, procedente de la placa americana, se encuentra repentinamente con la falla y vierte sus aguas bruscamente en la zona del rift, desembocando en la Þingvallavatn (laguna de Þingvellir). No es una cascada muy grande pero el estar semiescondida entre rocas basálticas la hace interesante y muy fotografiable. Desde Öxarárfoss, damos media vuelta y volvemos adentrándonos un poco en la explanada. El camino pasa por una zona de marismas, y algunas de las lagunas tienen tal nitidez que podemos ver el fondo rocoso perfectamente. Pasamos por la pequeña iglesia de Þingvellir, y poco después llegamos de nuevo a la pasarela de madera que nos devuelve al aparcamiento.
