Esta vez, nada ha transcurrido de manera usual. Para empezar, hasta el mismo inicio de este diario tuvo lugar a bordo del vuelo que nos trasladaba a Berlín que, al parecer, el destino se había encargado de poner en mi camino. Nada era igual que otras veces porque ni siquiera fui yo quien eligió, ni lo había planeado a fondo y, sin embargo, no daba crédito a cómo iba saliendo todo.
En principio, no tenía previsto hacer ningún viaje en estas fechas porque jamás había salido fuera en Semana Santa; soy bastante amante de las cofradías y suelo quedarme para la que es, sin duda, una de las fiestas grandes de mi ciudad. No obstante, por circunstancias personales, desde hace ya seis años mi relación con dicho período festivo cambió por completo y ya nada es lo mismo, mis preferencias y mi manera de vivir ese tiempo son otras, de ahí que no me negara cuando mi hijo me propuso que nos fuéramos de viaje.
En un primer momento, pensé dejarlo para la semana de feria y me puse a organizarlo todo para Bérgamo y otras ciudades del norte de Italia y, cuando ya estaba todo casi hecho, lancé la idea al grupo de amigos por si se animaban pues, para mi, y tras la última experiencia en la que nos embarcamos exclusivamente las tres florecillas, me es más grato viajar, además de con mis hijos, con alguien más, si bien me había prometido tras la última escapada a Portugal no volver a organizar nada, de momento. Bueno, pues al final, ni feria ni Italia ni grupo; sería Semana Santa, Alemania y una única amiga la que nos acompañara. Sólo una amiga porque el resto tenían ya diversos planes o ninguno pero lo dejaban para otra ocasión más propicia, Alemania porque era un país al que no habíamos viajado aún y nos apetecía, y en Semana Santa porque eran unas fechas a las que llegamos por consenso en casa, sin que se hubiese montado ningún follón y a las que mi hija había accedido gustosa, con la única condición de estar de vuelta el jueves para poder salir de madrugada. Yo no podía, por tanto, negarme a conceder segundas oportunidades, incluso a mi misma.
Tenía poco tiempo y no disponía del margen habitual para los preparativos, por lo inesperado, buscaba información para ir cuadrando vuelos, hoteles, horarios…para la zona que más me llamaba la atención: Munich, Colonia y Baviera, pero no encontraba nada para esas fechas en plan circuito (que no me apetecía mucho por otra parte) pues la posibilidad de alquilar coche estaba descartada de antemano. Sería Berlín, una ciudad que, al igual que me ocurriera con Londres, no estaba nunca incluida en mi listado de preferencias, pero la había sugerido mi hijo con mucho convencimiento y, además, era las que tenía mejores opciones de vuelos.
El primer plan era salir el viernes por la tarde hacia Barcelona, hacer noche allí en un hotel cercano al aeropuerto y volar el sábado temprano dado que, desde Sevilla, no hay vuelo directo. Fui combinando posibilidades, como hago siempre, para llevárselas a mi ya amigo Sergio y que me las desmonte, ofreciéndome algo mejor. Sergio trabaja en una agencia de viajes y éste es el octavo que hago con ellos. Cuesta trabajo creerlo pero me consigue siempre mejores condiciones que las que encuentro en la web y, hasta ahora, nunca me ha defraudado, muy al contrario. Efectivamente, me ofreció un precio magnífico saliendo el viernes día 15 de abril pero por la mañana, sin necesidad de pernoctar en un hotel de Barcelona (que, además, me salía bastante más caro que una noche en el hotel elegido en pleno centro de Berlín), aunque era desde Palma de Mallorca y con algo menos de una hora para el trasbordo, circunstancia que no me apasionaba porque no estaba yo para correr mucho si el vuelo se retrasaba, pero tenía la ventaja de no estar tirados mucho tiempo en el aeropuerto, así que me arriesgué. La vuelta sería el jueves próximo por la mañana, por lo que tendríamos por delante 5 días completos para conocer la ciudad.
El hotel elegido fue el Park-Inn Berlín Alexanderplatz, un hotel moderno de cuatro estrellas, en pleno centro, que había sido recomendado por algunos viajeros. El precio de los vuelos y el hotel, en régimen de alojamiento y desayuno para las 6 noches, no llegaba a 800 euros por persona, que a mi me pareció bastante bien, teniendo en cuenta lo que había encontrado en Internet y que, cuando fui a cerrar ya el viaje, el vuelo de vuelta se había encarecido notablemente.
La premura de tiempo hizo que yo no me percatara de un detalle cuando eché un vistazo al hotel y es la escasa intimidad en la zona del baño. Esta circunstancia me la hizo ver mi hijo cinco días antes de la salida y cuando ya estaba todo más que confirmado (y pagado). Efectivamente, al entrar en la página del hotel observamos que es muy moderno, tan moderno que el baño está incorporado en una especie de cubículo o cabina central con cristales en el centro o en un lateral de la habitación pero desde cualquier zona se puede ver. A mi esto no me gusta especialmente, aunque tampoco es un problema si comparto habitación con mi hijo, pero a él si le importaba y mi hija compartiría la habitación con mi amiga, por lo que, a priori, le importaría a las dos. De nuevo, Sergio se portó genial y me encontró rápidamente un nuevo hotel, de cuatro estrellas superior, el Leonardo Royal, algo más retirado pero perfectamente comunicado; la pinta era magnífica, así como la puntuación y los comentarios en las páginas más habituales y, además, era un poco más barato por lo que nos devolvió más de 50 euros.
Yo, en realidad, no tenía mucho cuerpo de viaje, quizás porque, en el fondo, me resistía. Aunque había recopilado los diarios de emi-emi, silvi y chamiceru y los variados mensajes del hilo de Berlín, me costó bastante hacerme una idea de la ciudad, de la situación espacial de los monumentos y los distintos barrios y eso hizo que terminara de confeccionar un esbozo aproximado el mismo miércoles por la tarde. Para colmo, cuando fui corriendo a un centro comercial, porque era el único sitio en el que podría comprar rápidamente diversas cosas que me hacían falta, tan dispares como algo de comida para la cena, papel y sobres, unos candados, unos calcetines y la guía de Berlín, no disponían de la que suelo comprar, así que me conformé con una versión reducida con los Top 10 de la ciudad, algo es algo, aunque para mi tiene poca información, ¿qué hago?, ya no me da tiempo de más, pues venga, lo que pueda recopilar del foro, organizo por zonas, planteo un plan alternativo y…¡me voy mañana!.
Los días previos a la salida han sido un poco raros, intensos, termino la maleta a eso de las 2 de la mañana, llevo poco equipaje pues algo estoy aprendiendo y es a quedarme con lo esencial, me acuesto una hora más tarde pero apenas duermo porque he llevado un día bastante agitado, casi no puedo conciliar el sueño y me parece estar danzando mientras Leonard Cohen aparece de manera machacona en mi mente; aunque no voy a Viena, es un vals: este vals, este vals, este vals, este vals… pronto se haría de día y saldríamos para el aeropuerto.
En principio, no tenía previsto hacer ningún viaje en estas fechas porque jamás había salido fuera en Semana Santa; soy bastante amante de las cofradías y suelo quedarme para la que es, sin duda, una de las fiestas grandes de mi ciudad. No obstante, por circunstancias personales, desde hace ya seis años mi relación con dicho período festivo cambió por completo y ya nada es lo mismo, mis preferencias y mi manera de vivir ese tiempo son otras, de ahí que no me negara cuando mi hijo me propuso que nos fuéramos de viaje.
En un primer momento, pensé dejarlo para la semana de feria y me puse a organizarlo todo para Bérgamo y otras ciudades del norte de Italia y, cuando ya estaba todo casi hecho, lancé la idea al grupo de amigos por si se animaban pues, para mi, y tras la última experiencia en la que nos embarcamos exclusivamente las tres florecillas, me es más grato viajar, además de con mis hijos, con alguien más, si bien me había prometido tras la última escapada a Portugal no volver a organizar nada, de momento. Bueno, pues al final, ni feria ni Italia ni grupo; sería Semana Santa, Alemania y una única amiga la que nos acompañara. Sólo una amiga porque el resto tenían ya diversos planes o ninguno pero lo dejaban para otra ocasión más propicia, Alemania porque era un país al que no habíamos viajado aún y nos apetecía, y en Semana Santa porque eran unas fechas a las que llegamos por consenso en casa, sin que se hubiese montado ningún follón y a las que mi hija había accedido gustosa, con la única condición de estar de vuelta el jueves para poder salir de madrugada. Yo no podía, por tanto, negarme a conceder segundas oportunidades, incluso a mi misma.
Tenía poco tiempo y no disponía del margen habitual para los preparativos, por lo inesperado, buscaba información para ir cuadrando vuelos, hoteles, horarios…para la zona que más me llamaba la atención: Munich, Colonia y Baviera, pero no encontraba nada para esas fechas en plan circuito (que no me apetecía mucho por otra parte) pues la posibilidad de alquilar coche estaba descartada de antemano. Sería Berlín, una ciudad que, al igual que me ocurriera con Londres, no estaba nunca incluida en mi listado de preferencias, pero la había sugerido mi hijo con mucho convencimiento y, además, era las que tenía mejores opciones de vuelos.
El primer plan era salir el viernes por la tarde hacia Barcelona, hacer noche allí en un hotel cercano al aeropuerto y volar el sábado temprano dado que, desde Sevilla, no hay vuelo directo. Fui combinando posibilidades, como hago siempre, para llevárselas a mi ya amigo Sergio y que me las desmonte, ofreciéndome algo mejor. Sergio trabaja en una agencia de viajes y éste es el octavo que hago con ellos. Cuesta trabajo creerlo pero me consigue siempre mejores condiciones que las que encuentro en la web y, hasta ahora, nunca me ha defraudado, muy al contrario. Efectivamente, me ofreció un precio magnífico saliendo el viernes día 15 de abril pero por la mañana, sin necesidad de pernoctar en un hotel de Barcelona (que, además, me salía bastante más caro que una noche en el hotel elegido en pleno centro de Berlín), aunque era desde Palma de Mallorca y con algo menos de una hora para el trasbordo, circunstancia que no me apasionaba porque no estaba yo para correr mucho si el vuelo se retrasaba, pero tenía la ventaja de no estar tirados mucho tiempo en el aeropuerto, así que me arriesgué. La vuelta sería el jueves próximo por la mañana, por lo que tendríamos por delante 5 días completos para conocer la ciudad.
El hotel elegido fue el Park-Inn Berlín Alexanderplatz, un hotel moderno de cuatro estrellas, en pleno centro, que había sido recomendado por algunos viajeros. El precio de los vuelos y el hotel, en régimen de alojamiento y desayuno para las 6 noches, no llegaba a 800 euros por persona, que a mi me pareció bastante bien, teniendo en cuenta lo que había encontrado en Internet y que, cuando fui a cerrar ya el viaje, el vuelo de vuelta se había encarecido notablemente.
La premura de tiempo hizo que yo no me percatara de un detalle cuando eché un vistazo al hotel y es la escasa intimidad en la zona del baño. Esta circunstancia me la hizo ver mi hijo cinco días antes de la salida y cuando ya estaba todo más que confirmado (y pagado). Efectivamente, al entrar en la página del hotel observamos que es muy moderno, tan moderno que el baño está incorporado en una especie de cubículo o cabina central con cristales en el centro o en un lateral de la habitación pero desde cualquier zona se puede ver. A mi esto no me gusta especialmente, aunque tampoco es un problema si comparto habitación con mi hijo, pero a él si le importaba y mi hija compartiría la habitación con mi amiga, por lo que, a priori, le importaría a las dos. De nuevo, Sergio se portó genial y me encontró rápidamente un nuevo hotel, de cuatro estrellas superior, el Leonardo Royal, algo más retirado pero perfectamente comunicado; la pinta era magnífica, así como la puntuación y los comentarios en las páginas más habituales y, además, era un poco más barato por lo que nos devolvió más de 50 euros.
Yo, en realidad, no tenía mucho cuerpo de viaje, quizás porque, en el fondo, me resistía. Aunque había recopilado los diarios de emi-emi, silvi y chamiceru y los variados mensajes del hilo de Berlín, me costó bastante hacerme una idea de la ciudad, de la situación espacial de los monumentos y los distintos barrios y eso hizo que terminara de confeccionar un esbozo aproximado el mismo miércoles por la tarde. Para colmo, cuando fui corriendo a un centro comercial, porque era el único sitio en el que podría comprar rápidamente diversas cosas que me hacían falta, tan dispares como algo de comida para la cena, papel y sobres, unos candados, unos calcetines y la guía de Berlín, no disponían de la que suelo comprar, así que me conformé con una versión reducida con los Top 10 de la ciudad, algo es algo, aunque para mi tiene poca información, ¿qué hago?, ya no me da tiempo de más, pues venga, lo que pueda recopilar del foro, organizo por zonas, planteo un plan alternativo y…¡me voy mañana!.
Los días previos a la salida han sido un poco raros, intensos, termino la maleta a eso de las 2 de la mañana, llevo poco equipaje pues algo estoy aprendiendo y es a quedarme con lo esencial, me acuesto una hora más tarde pero apenas duermo porque he llevado un día bastante agitado, casi no puedo conciliar el sueño y me parece estar danzando mientras Leonard Cohen aparece de manera machacona en mi mente; aunque no voy a Viena, es un vals: este vals, este vals, este vals, este vals… pronto se haría de día y saldríamos para el aeropuerto.