Hemos podido descansar bien en la gran cama del hotel Supai, y empezamos el día temprano (bien, lo que para nosotros es temprano estando de vacaciones es sobre las 8-9 hrs.). Salimos a la carretera y recorremos en ambas direcciones la ruta, ya que nuestro motel está en el centro del camino. Compramos las primeras camisetas de recuerdo en un par de tiendas, ya que como dije hay varios comercios muy bien ambientados y nutridos de multitud de artículos de la ruta (memorabilia, palabro que hasta entonces no había oído ni leído casi en ningún sitio, pero que allí leí continuamente).


De pronto llegan un grupo de moteros que cruzan la carretera para aparcar justo delante de la mayor atracción de Seligman, que es la barbería de Angel Delgadillo. Antes de irnos del pueblo llegaran más motos, y más turistas en general (llegan en autocar hasta los pies del Snow Cab Drive in….). Definitivamente Seligman es uno de los puntos fuertes de la ruta, pese a su reducido tamaño




Seguimos ruta hacia el este, aunque esta vuelve a desaparecer como ocurre en muchas ocasiones, y estamos en la interestatal camino de Williams. Hoy vamos hacia el Gran Cañón, por lo que volveremos a dejar atrás la ruta para visitar esta maravilla de la naturaleza (lo sé, queda cursi decirlo así, pero es complicado definir este lugar sin caer en algún tópico)
Llegamos a Williams, donde la ruta 66 queda comprendida entre dos banderas americanas con un mástil tamaño XXL. Este pueblo también tiene mucho encanto, ya que conserva locales tradicionales y clásicos de la ruta, pero a la vez parece tener una vida cotidiana más allá de esta. En otras poblaciones realmente parece que no hay nada más que los comercios relacionados con la ruta, pero aquí, supongo que gracias a su situación como puerta de entrada al Gran Cañón, el ritmo parece más el de una localidad turística más convencional. No es bueno ni malo, solo una apreciación personal.


Recorremos la calle desde el inicio, y pasamos por algún bar, algún motel, la gasolinera de Pete y finalmente la atracción principal, que es la estación y la locomotora clásica que hacía antiguamente el trayecto hasta los pies del Gran Cañón (la vía sigue en uso y en un par de horas te plantas en la puerta del parque, aunque ya no hace el recorrido la vieja locomotora). En la oficina de turismo compramos los tickets del parque y hacemos acopio de trípticos de otros lugares que tenemos previsto visitar.


Empezamos a ver que el paisaje cambia bastante al dejar atrás Williams. De la tierra rojiza de Arizona, de las planicies con sus mesas, pasamos a ver altos arboles y un entorno mucho más fresco y verde. Estamos atravesando el bosque de Kaibab que nos ofrece muy buenas vistas.

Seguimos ruta hacia el norte hasta llegar a Tusayan, que es el pueblo a los pies de la entrada sur del P.N. Gran Cañon.
Llegamos sobre las 13 hrs. a Tusayan, y vamos a la oficina de información para organizar la entrada al parque y reservar donde dormir. La oferta no es muy grande (de hecho el pueblo es en realidad 200 metros de carretera con hoteles a cada lado) y estamos ante una de las mayores atracciones turísticas del país, así que encontrar algo bueno, bonito y barato quizás no sea sencillo. Nos recomiendan un motel que se adapta a lo que buscamos (una habitación limpia y una cama confortable) y aunque el precio acaba siendo el más elevado que pagamos en todo el viaje por dormir (98$) también es el más económico del lugar, ya que no tiene servicios accesorios como piscina, desayuno, etc… El motel se llama 7 Mile Lodge, y si buscáis un lugar básico pero con todo lo imprescindible, es muy recomendable.
Tusayan está 11 kilometros al sur de la entrada del parque. Decidimos ir con nuestro propio coche, por aquello de no depender de los horarios de los buses. Nos explican en la oficina de turismo que es recomendable no ir con el vehículo particular, ya que hay poco parking en el parque y no se puede circular libremente por dentro, y teniendo las entradas podemos coger el bus gratuito en la misma carretera y entrar. Sin embargo decidimos arriesgarnos y descubrimos que aunque es cierto que los parkings no son muy grandes, no hay problemas para dejar el coche en uno de los aparcamientos más alejados de la entrada.
Una vez dentro del parque, nos dirigimos al centro de visitantes desde donde salen los diferentes autobuses que recorren el parque en 3 rutas diferentes. Estos autobuses son gratuitos, tienen una frecuencia de paso alta (cada 15 minutos aproximadamente) y tienen parada en todos los miradores del parque (que estén abiertos). Ciertamente está muy bien organizado, y reduce los previsibles problemas de tráfico que habría si cada cual fuera con su vehículo, además del impacto ambiental que estos causarían.
Junto con la entrada os darán un plano para que podáis organizar la visita, así que no os agobiéis pensando cómo manejaros ante algo tan inmenso…. Es imposible verlo todo, así que partiendo de esta base y aceptándolo como una verdad absoluta podréis disfrutar de todo lo que sí vais a ver. No os diré nada nuevo si califico el Gran Cañón como impresionante, y aún así no le haré justicia, así que no buscaré más palabras para intentar definirlo con exactitud. Las imágenes también se quedan cortas para captar lo inabarcable de este lugar, así que no tenéis más remedio que venir para entender a lo que me refiero.



Nosotros le dedicamos medio día, unas 6 horas recorriendo los miradores de la parte oeste y central del South Rim (es decir, la parte Sur de la inmensa grieta; también hay posibilidad de ir a la parte Norte y al mirador de la parte Oeste, donde está la pasarela de cristal a la que se suele acceder en una corta excursión desde Las Vegas).




Nos quedamos hasta el atardecer, pero desafortunadamente no fue una tarde ideal para ver las distintas tonalidades que puede coger la piedra con las luces del atardecer. Habían bastantes nubes bajas y bruma, por lo que la luz fue poco cálida para lo que esperábamos los allí presentes (que no éramos pocos).



El parque no cierra nunca, por lo que puedes programar tu visita como quieras siempre que tengas medios para desplazarte, ya que los buses gratuitos dejan de funcionar tras el atardecer. Se pagan 25$ por vehículo para 7 días, lo que resulta casi una broma teniendo en cuenta lo que cobran otros parques.
Elegir un mejor mirador es complicado, ya que no hay ninguno malo. Esta fue la conclusión a la que llegó la guía de la oficina de turismo… y tenía toda la razón. (Inciso; quiero reivindicar el papel que siguen cumpliendo las oficinas de información y turismo en estos tiempos de internet, ya que siempre tienen información actualizada y próxima del lugar)
Volviendo al tema de los miradores, hay unos 15 entre la ruta roja y la ruta naranja. Yo os recomendaría que vierais unos cuantos (lo cual es factible en unas 3-4 horas sin agobiaros) y si pensáis ver el atardecer, elegir alguno que os haya gustado especialmente. Nosotros fuimos a Mather Point, que es sin duda un buen mirador, aunque como comenté no fue una tarde especialmente afortunada. Si tenéis mucho interés en sacar buenas fotos, no lo dejéis para el último momento, ya que no conseguiréis el plano perfecto entre la multitud.
Tras disfrutar del atardecer, cogimos el coche y bajamos a Tusayan hasta nuestro hotelico en un breve recorrido de 15 minutos. Personalmente preferimos pagar un poco menos y estar fuera del parque, ya que tampoco teníamos un interés supremo en ver el amanecer y el atardecer, que es el motivo que suele justificar el extra coste