Al día siguiente, con las indicaciones que nos habían dado en la recepción del hotel el día anterior, nos fuimos al mercado que montan frente a la estación de ferries, aunque la verdad es que nos decepcionó un poquito. Quizás pensábamos que sería más grande, con una mayor oferta teniendo en cuenta el peso de la ciudad, pero la verdad es que son pocas paradas de productos frescos (ya sabéis, el tema orgánico está muy en alza en muchas ciudades) y otras pocas de artesanía sin que haya nada muy especial que señalar.


Tras ver este mercado exterior entramos dentro de la estación de ferries, donde hay también bastantes tiendas con oferta de delicatesen, ya sea en forma de queso, aceite o jabón. Son tiendas puestas con mucho gusto, que entran por la vista a la primera. Los precios no son populares precisamente, pero bueno, supongo que se trata un poco de diferenciarse de los mercados de corte más convencional con una oferta más cuidada.
Ya que estábamos en la estación, nos planteamos coger el ferry para ir a Sausalito, pero había zarpado sólo unos minutos antes, así que lo dejamos para el día siguiente. Paseando por allí vimos una de las líneas de tranvía antiguo, por lo que nos dirigimos a una parada para cogerlo. Atravesamos la zona financiera de grandes edificios entre los cuales destaca uno de los que configuran el skyline de la ciudad: el Transamerica Pyramid building.


Finalmente en la calle California cogimos el clásico tranvía de San Francisco de madera, con su sistema manual de aviso y frenada, su campana y su limitado espacio. Decidimos bajarnos en la Grace Cathedral y entrar a visitarla. Son bonitas sus vidrieras y muy curioso el laberinto del suelo sobre el que la gente medita en silencio
La zona de la Catedral es de nuevo una zona elevada (el barrio de Nob Hill) así que no nos quedaba otra que bajar a una zona más accesible.

Nos acabamos desplazando hasta el Japan Center, que como su propio nombre indica es un reducto de restaurantes, tiendas e incluso una pagoda moderna de tipo japonés. Dada nuestra debilidad por lo nipón, y tras llevar más de dos semanas con la dieta tex-mex, entramos a comer en un restaurante 100 % japonés.


Tras la comida, cambiamos de aires y nos dirigimos de nuevo a Alamo Square, donde pudimos ver con más luz las famosas casas que el día anterior no habíamos podido contemplar tan bien.

Desde allí intentamos ascender hasta el mirador de Twin Peaks, pero quedaba demasiado lejos para intentar el ascenso a pie, así que nos dirigimos hacia otro lugar con buenas vistas… aunque quizás no tanto como indica su nombre: “Buenavista Park”. En la parte que linda con la calle Haight la verdad es que la vista es limitada, y únicamente se concentran en el parque los más fumetas del lugar. En la ciudad donde se gestó el verano del amor y arraigaron los hippies a finales de los 60 es normal que haya una cierta tolerancia con las drogas, aunque ciertamente la cantidad de gente “colgada” (especialmente jóvenes) que hay en esta ciudad es alucinante.


Pasamos por el cruce de Haight con Ashbury que le da nombre a la zona, y pudimos ver que todavía quedan algunas tiendas de ropa, tatuajes y otras hierbas de ambientación hippie.
Tras andar un rato por la calle Haight decidimos coger el bus para llegar a la entrada del Golden Gate Park a la altura de la avenida 19 que cruza el parque de norte a sur, pues nuestra intención era recorrer parte del parque y ver algunas de las mejores atracciones, como los lagos, el jardín de té japonés o la Academia de Ciencias. Pudimos ver parte del inmenso parque más o menos de pasada, ya que por ejemplo el jardín japonés estaba cerrado a las 17.00 hrs. y en el Museo de Young había una presentación privada y no se podía entrar, pero si vimos la Academia de Ciencias, unos lagos con sus patos e incluso una estatua de Cervantes. En definitiva, un gran parque con multitud de atracciones para pasar unas cuantas horas alejados del tráfico en un entorno muy verde y agradable. Definitivamente, un lugar que hay que visitar, aunque sea parcialmente, si se llega a la ciudad
Y dado que estábamos a unos metros del Pacífico, qué mejor que acercarnos a verlo. Cogimos un bus en la calle Fulton (que recorre la parte del norte del parque en toda su longitud) y llegamos hasta la playa. Pudimos ver la puesta de sol y comer un poco de arena, ya que en la costa hacía mucho aire y la arena se metía en todas partes.


Desde ese punto pudimos ver las rocas que hay en el mar conocidas como Seal Rocks y a algunos valientes haciendo kite surf en el mar.


De allí cogimos de nuevo el bus hacia el “centro” de la ciudad y finalmente cenamos en un restaurante mexicano cercano al hotel que estaba bastante lleno, pero donde conseguimos hacernos con un hueco. Sin ser nada del otro mundo, cenamos bastante bien de nuevo comida tex-mex. El lugar se llamaba Little Chihuahua thelittlechihuahua.com/