Nos despedimos del propietario del apartamento. Y a eso de las nueve menos cuarto nos ponemos en camino.
Este día la ruta varió con respecto a lo proyectado inicialmente, que era no salir de Croacia. Al principio la idea era recorrer la costa de Dalmacia central, haciendo una parada en la Playa de Brela, catalogada como una de las más bonitas de Croacia (Esta vez había testigos blogueros), pasar por la zona de Makarska, la "Costa del Sol" croata, comer mejillones y ostras en Mali Ston y hacer noche en Orebic, para dar el salto a la isla de Korčula. Pero unos amigos, que habían estado en Croacia el año pasado, nos animaron a desviarnos a Mostar y nos convencieron. Así que decidimos ir de Split a Mostar y pasar la noche allí. La mayoría de los que pasan por Mostar están el tiempo justo de la visita y nosotros pensamos que entonces la tarde más solitaria podía ser agradable. Como era el primer día del mes de agosto, pensé que seguir la Jadranska Magistrala hasta Ploče y entrar por Metković, que era el paso fronterizo recomendado por los blogueros,podía llevarnos excesivo tiempo. Así que tomamos la autopista hasta su final Vrgorac (39 kunas de peaje) y pasar la frontera en este punto. Desde aquí a Mostar está aproximadamente a una hora. El primer punto del plan salió perfectamente, pero el segundo no fue acertado. Y la misma idea la tuvieron otros. Y lo peor eran autobuses turísticos. Así que al llegar a la aduana se paró la circulación y aquello no se movía. Algunos coches delante de nosotros se dieron media vuelta y se marcharon. Eso nos escamó un tanto pues no sabíamos que rumbo cogían, así que a esperar. Escuchando música croata en la radio y con las ventanas bajadas pues hacía mucho calor. Cuando, después de una hora pasamos nos lo explicamos: el paso es sólo la carretera de doble sentido y por tanto no había sitio para apartar a los autobuses para la revisión de la documentación. Tanto rato esperando y nosotros tardamos unos minutos. Cuando llegamos nosotros los guardias croatas vieron nuestros pasaportes y nos pidieron la documentación del coche. Lo vieron sin problemas. Y seguimos los diez metros hasta la zona bosnia: aquí cuando vieron los pasaportes españoles ni los abrieron y nos dijeron que siguiéramos. Estábamos en Bosnia-Herzegovina. Paramos en una gasolinera a hacer las necesidades y seguimos hasta Mostar. El cambio fue radical pues la carretera no está en el mismo estado de Croacia y el paisaje bastante seco. Parecido a Castilla en verano , aunque más ondulado. A las doce y media llegabamos a Mostar. Se nota en la gente y los edificios que hay más necesidad. La guerra fue dura para todos pero Mostar la sufrió al máximo.
Nos dirigimos a la casa. No era un apartamento sino lo que llaman Pansion Anja.
Llegamos al patio de la casa donde dejamos el coche. Nos recibieron padre e hijo, saludándome por mi apellido. En inglés, es el hijo es que nos habla. Nos comentaron que hasta las tres no estaba la habitación, pues la entrada es efectivamente a esa hora. No nos importó pues nos iríamos a comer y ya volveríamos.
La zona está a la ribera del río Neretva y el barrio, como toda la zona es humilde. Se ve a los chiquillos jugando por la calle como en mi infancia. Pero enseguida llama la atención una cosa: hay mezquitas por todos lados. Cuando pasas por ellas en las puertas hay carteles con fotos que creemos son difuntos de la "parroquia" (¿Cómo se llamará el equivalente musulmán?). Estamos muy cerca de la Ciudad Antigua (Stari Grad) y del famoso puente que da nombre a la ciudad el llamado Stari Most (Puente antiguo). Cuando al doblar una esquina vemos el puente y una bajada hacia el río. De repente oimos empezamos a oir a un almuecín que a través de la megafonía llama a la oración. Con este fondo y viendo los minarates de las mezquitas de la Ciudad Vieja somos transportados ¿Estamos en Europa? A la vez nos tenemos que reir pues con dichos cánticos un perro, a nuestro lado, empieza a aullar acompañando ¡Se ve que está acostumbrado!
Dicen que el agua del río Neretva es quizás el agua de río más fría del mundo. Mostar está en un valle entre montañas y hace que el calor sea tremendo. Y si parece que exagero sólo hay que mirar la foto: ¿Agua fría de qué...?
Así que vemos un restaurante con una chica vestida a la usanza turca invitando a entrar. La terraza es preciosa con una fuente corriendo, pero está llena. Así que entramos. Hay aire acondicionado y está decorado con motivos turcos. ¡Es precioso! El camarero nos atendió con gran amabilidad. Pedimos dos platos típicos, que son bandejas con varios tipos de carne, y queriamos también verdura al horno, pero el camarero nos advirtió que ya las bandejas son grandes y traían verdura, por tanto iba a ser mucho. ¡Era cierto...! Entre las carnes iba incluido el típico "ćevapčići" (se lee chevachichi). ¡Que a pesar de su nombre, está muy rico! Las cervezas hechas en la cervecera de Sarajevo tienen un envase muy original.
A diferencia que en Croacia aquí admiten en todos lados los euros y así pagamos por nuestra comida la "enorme" cantidad de 28 euros. ¡Huelga decir que queda recomendado!
Se llama Restaurante Sadrvan-Mostar
Recién comidos y en plena canícula los pusimos al hacer recorrido hasta el Puente, cruzarlo y llegar a la Mezquita Koski Mehmed-Pasha, que vemos en la foto en la mitad izquierda de la foto, junto al río.
Es imposible airlarse, pese a su estupenda reconstrucción, de que estamos pisando suelo que hace solo veinte años fue tierra quemada. Allí lo tienen muy claro:
Y el símbolo de lo absurdo de muchas guerras es la destrucción por el ejercito croata del Puente de Mostar, del siglo dieciseis, Patrimonio de la Humanidad (eso permitió su rápida reconstrucción), junto al la zona que la rodea . La finalidad de derribarlo aún no se conoce pues no tenía ningún interés estratégico.
Hoy reconstruido, el provisonal estaba hecho por las tropas españolas de la ONU que estuvieron protegiendo la zona. Hay un gran respeto por España allí. Por ello existe una Plaza de España en Mostar.
Pero dejemos el asunto y por fortuna hoy podemos disfrutar de nuevo este conjunto urbano único.
Llegamos a la Mezquita sudando pero pudimos beber agua fresca en la fuente de las abluciones.
Recuperados de la sed ibamos tan sobrados que no aprovechamos la oferta que había de alfombras. Y no corrientes precisamente.
Ya estaba bien de tomar el sol y nos fuimos a la Pansion. Cuando llegamos estaba un segundo hijo que igualmente nos recibió amablemente y que nos ayudó a subir el equipaje por los dos tramos de escalera que teníamos que hacer. La habitación era amplia aunque sencilla y el pero que tenía era que el baño, sin ser compartido había, que salir de la habitación para ir. El precio fue de 65 €, con desayuno incluido.
Descansamos un rato y a la puesta de sol regresamos.
Como habíamos comido temprano decidimos cenar algo ligero entrando en otro restaurante cuya terraza habíamos visto desde abajo del río. Ambiente estupendo. Encima el camarero hablándonos español. Es el restaurante Hindin Hun-Mostar. Allí pasamos una velada estupenda ya con fresquito y solo costó 18 €. Nos dijimos aunque solo sea a comer merece la pena Mostar.
Tras ver el puente iluminado, regresamos a la Pansion.