El día siguiente lo dedicamos a visitar la ciudad, a ver si nos reconciliábamos un poco con ella… Atenas, al contrario de lo que quizás mucha gente pueda pensar, no es una ciudad de aspecto antiguo. Es una ciudad moderna, caótica y sucia en la que se encuentran, salteadas y esparcidas, ruinas que datan del siglo XIV a.C., como pequeñas islas en medio de un mar de altos edificios y calles abarrotadas de coches. Tras nuestra experiencia del día anterior, decidimos movernos a partir de ese momento en bus o taxi. También usamos el metro, pero no para salir o volver del hotel.
El autobús nos dejó en la plaza Sintagma, centro de la vida económica y social de la capital. Para ser la plaza más importante de la ciudad, no es muy impresionante. Frente a ella se encuentra el Palacio del Parlamento, construido en estilo neoclásico entre los años 1836-1842. Justo delante del palacio, se encuentra el monumento al Soldado Desconocido. Tuvimos la suerte de ver el cambio de guardia, que se hace los domingos en torno a las 11. Fue interesante.
Callejeando hacia el barrio de Plaka, llegamos a la plaza Monastiraki, en el antiguo barrio turco. He de decir que esta zona de la ciudad, y el barrio de Plaka fue lo que más me gustó de la ciudad. Es como un pequeño mundo aparte de la caótica Atenas. Una zona muy bonita y más tranquila. Estuvimos paseando por el barrio Monastiraki, lleno de tiendas de artesanía, antigüedades y souvenirs.
Movernos por el barrio de Plaka, adyacente al de Monastiraki, también fue un placer. El aspecto antiguo y el hecho de que la mayoría sea peatonal te transporta a otra época. Se encuentra a los pies de la Acrópolis, y es la antesala perfecta para la visita a la cuna de la civilización griega.
Puedes salirte de las calles más masificadas de turistas para perderte paseando por sus callejuelas, subiendo y bajando escaleras, y descubriendo casitas escondidas y sorpresas tras cada esquina.
Siguiendo las rústicas indicaciones, comenzamos a subir una ladera hacia la Acrópolis, desde la cual teníamos una perspectiva de toda la ciudad.
Finalmente, y de casualidad, encontramos una entrada a la Acrópolis. Creo que ese no es el modo habitual de llegar, ni esa era la entrada por la que normalmente entran los turistas, porque estaba bastante perdida, no había nadie, y luego comprobamos que había muchísima gente en la visita. Siento no poder decir exactamente cómo llegamos, porque fue de pura casualidad.
Consejo a los que sois estudiantes (o al menos tenéis el carnet universitario aún vigente), llevaos el carnet!!!!!! Nosotros nos lo llevamos (lo teníamos en la cartera, no fue a propósito) y NO PAGAMOS NINGUNA ENTRADA EN TODA GRECIA (excepto en Meteora, porque la gestión la hacen los monjes). En la entrada preguntamos, a ver si colaba, si había descuento por ser estudiantes, aunque les dijimos que éramos estudiantes de España. Y cual no fue nuestra sorpresa cuando nos dijeron que podíamos pasar gratis!!! En un principio pensamos que era sólo en la Acrópolis, pero como os digo, nos sirvió para todas las visitas que hicimos salvo los monasterios de Meteora. Es un buen ahorro!
Vista del templo de Teséion-Hefesteion desde la subida a la Acrópolis
La Acrópolis se encuentra en una cima a 156 metros sobre el nivel del mar y a 92 metros desde la ciudad, y ocupa 3 ha. Las construcciones más antiguas son del siglo XIV a.C. Se usó como refugio de la población hasta el año 700 a.C., cuando se convirtió en un lugar sagrado y de culto a las divinidades, especialmente a Atenea, protectora de la ciudad.
Accediendo a través de los Propíleos por unas escaleras, y dejando el templo de Atenea Niké a la derecha, por fin se visualiza el Partenón, la obra cumbre del arte griego. Cuando hicimos la visita estaba lleno de andamios, lo que quizás lo deslucía un poco. Sin embargo, es bastante espectacular, sobre todo imaginando cómo sería en su época dorada. De todas formas, he de decir que no fue lo que más me gustó de la Acrópolis. Es impresionante, de eso no hay duda, pero hay veces que te llegan más ciertos sitios o edificios más sencillos que otros que se supone que son la obra maestra.
Sí me gustó mucho el Erecteion, un santuario dedicado al culto de héroes y dioses, de estilo jónico. En el pórtico sur se encuentran las Cariátides del Erecteion (las “korai”), figuras femeninas sagradas a modo de columna. A pesar de ser copias de las originales, que se encuentran en el Museo de la Acrópolis para su conservación, son espectaculares.
Continuando con la visita nos encontramos con el teatro de Dioniso, con las gradas claramente reformadas.
Concluida nuestra visita a la Acrópolis, caminamos un rato por un agradable paseo a los pies de la ladera y bajo el sol abrasador buscando algún sitio para comer algo.
Vista de la Acrópolis
Un apartado aparte merecería la comida griega. Es simplemente espectacular. Comida mediterránea con ingredientes mediterráneos y todo absolutamente exquisito. Desde los desayunos, con su famoso yogur griego, que nada tiene que ver con los yogures griegos que tomamos aquí, hasta sus ensaladas o su musaka! La verdad es que comer en Grecia es un placer.
Su famosa cerveza Mythos (muy rica!)
Lo que no hay por donde coger es el café :S
Tras una rica comida, visitamos el Ágora. Gracias a nuestro carnet de estudiante, también nos salió gratis la entrada. El Ágora era la antigua plaza pública de Atenas. Es un espacio bastante grande con multitud de restos de edificios y excavaciones. Una visita también recomendable. Aquí podemos visitar el templo mejor conservado de la civilización griega, el Teséion-Hefesteion.
Terminamos el día por la zona, hasta que anocheció. Nos fuimos al hotel (en taxi, claro) para coger fuerzas para el día siguiente.