Finalizada nuestra aventura por la Argólida, cogimos de nuevo el coche rumbo a Meteora. Queríamos visitar Delfos, pero teníamos demasiado camino por delante para hacer en una sola jornada, así que lo dejamos para otra ocasión.
El camino se nos hizo muy pesado y largo, y fue uno de los días que más calor hizo. Teníamos el aire acondicionado a tope, a pesar de que nos chupaba a toda velocidad el tanque de gasolina. Intentamos ponerlo más suave, o ponerlo a ratos, pero el calor era insoportable.
Deshicimos el camino hecho hacia Atenas, para tomar la autopista A1 hacia Lárissa, y de ahí, adentrarnos en la Grecia continental hacia Kalambáka, donde se encontraba nuestro hotel, a los pies de los monasterios. Tras subir y bajar montañas, llegamos al último tramo del trayecto, una llanura muy extensa en cuyo final se intuían las formaciones rocosas de granito.
Y llegamos a Meteora. Es simplemente increíble. Rocas gigantescas en cuyas cimas se encuentran monasterios desde el siglo XIV. El nombre de Meteora significa “en el aire”, y así es como parecen estar los edificios: suspendidos en el aire.
Antiguamente se accedía a ellos mediante escaleras de cuerda, o montacargas de polea (cestitas que subían a los monjes), aunque actualmente estas poleas se usan sólo para llevar provisiones.
Sin embargo, a uno de los monasterios, se podía acceder por medio de una especie de teleférico muy pequeño, con una cabina para una o dos personas, que imagino que transportaría cosas y no personas. No sé si alguien en su sano juicio se subiría en algo así!
Se pueden ver los cables por donde va el montacargas que conecta con el monasterio
Entre los siglos XV y XVI llegaron a haber 24 monasterios, de los cuales se conservan activos 6 de ellos. Otros se pueden ver en ruinas. Los que se pueden visitar son el Mégalo Meteoro (o Gran Meteoro), Varlaám, Agios Nikolaos, Roussanou, Agia Triada y Agios Stefanos. Todos abiertos desde las 9 hasta las 4-5 o 6, según el monasterio. Además, se lo tienen bien montado, porque cierran un día a la semana, y parece que ese día lo tienen más o menos bien repartido. El Agios Stefanos cierra el lunes, el Mégalo Meteoro el martes, el Roussanou el miércoles, el Varlaam y el Agia Triada el jueves, y el Agios Nikolaos el viernes. Los fines de semana están todos abiertos. Todo esto en verano, no sé si en invierno cambian horarios!
Los más espectaculares son el monasterio de Varlaám y el Mégalo Meteoro. Nosotros visitamos estos dos y el Ágios Stéfanos. Éste es el acceso a uno de ellos:
A las chicas nos dan una especie de pareo para cubrir las piernas (da igual que lleves pantalón largo).
Algunos de los monasterios que visitamos por dentro:
Y éstas, las vistas de Meteora. Espectaculares.
Pasamos dos noches en Kalambaka. La del día que llegamos, que no pudimos aprovechar casi nada porque los monasterios estaban cerrados, y la del día siguiente. A efectos prácticos tuvimos un día para visitar la zona, sin contar la primera tarde, que la usamos para pasear por el pueblo (tranquilo, aunque no tiene nada de especial). Creo que con un día completo es suficiente, a no ser que queráis verlos todos. Nosotros vimos 3, y recorrimos la zona tranquilamente en un día. Quizás alguien piense que está demasiado lejos de otros sitios interesantes de Grecia, pero merece la pena las horas de carretera. No había visto otro sitio parecido. La visita es totalmente recomendable.
La ruta de vuelta se nos hizo muuucho más pesada. Se notaba que volvíamos a casa. Volvimos por el mismo camino hacia Atenas, donde pasaríamos la última noche. En el camino, hicimos una para en las Termópilas, con altas expectativas, aunque no habíamos leído nada de cómo era. Fue un error no haber sabido lo que nos íbamos a encontrar, porque fue bastante decepcionante. Se llega fácilmente si se sigue la indicación que señala el monumento a Leónidas. Y se llega a eso: a un monumento.
Nunca supimos (porque no encontramos ninguna indicación) cuál fue el famoso desfiladero donde tuvo lugar la batalla entre griegos y persas, con los famosos 300 espartanos.
Finalmente llegamos a Atenas. Esta vez teníamos reservado un hotel diferente, el Amalia, al lado de la plaza Sintagma, y con vistas al Palacio del Parlamento. Nada que ver con el anterior. Estuvimos muy cómodos. Dimos un último paseo por Atenas, y nos fuimos a la cama, que al día siguiente volvíamos a casa.