termitas y un clan amazónico ✏️ Diarios de Viajes de PeruHoy salimos de nuevo en barca motorizada por el amazonas hasta unos de sus afluyentes y tras una caminata por la rivera visitaremos un poblado indígena de la selva. Por la tarde un poco mas de caminata, hasta un poblado ya mas civilizado...Diario: Iquitos, la Amazonia peruana⭐ Puntos: 4.9 (17 Votos) Etapas: 6 Localización: PeruHoy salimos de nuevo en barca motorizada por el amazonas hasta unos de sus afluyentes y tras una caminata por la rivera visitaremos un poblado indígena de la selva. Por la tarde un poco mas de caminata, hasta un poblado ya mas civilizado. Completito El desayuno abundante en frutas y zumos pero no tanto en bollería, cereales y demás. Aún así adecuado. De nuevo navegando por el amazonas, a toda velocidad y en la primera bancada, para poder disfrutar del avance a pesar del agua que salpicaba sin parar. Arrivamos al rato separados por una gran marisma que atravesamos por otro puente de madera, mas elevado que los cruzados anteriormente. Comenzamos la caminata por un camino semimarcado pero aún así la vegetación lo invade sin escrúpulos. Raíces y todo tipo de arbustos son la alfombra que compartimos con centenares de hormigas solo visibles como pequeños trozos verdes que se mueven, escarabajos, gusanos, ciempiés y telas de araña que solo por las gotas del rocío amazónico llegamos a percibirlas. Lo mismo ocurre en los árboles; imposible apreciar donde esta el tronco, completamente cubierto por lianas, raíces, hojas, plantas, musgos y hongos gigantes. Éstos últimos son tan llamativos que uno de nosotros le pregunta a César qué son realmente porque abundan por toda la zona. - No son hongos son termiteros. Nos invita a acercarnos a uno y podemos ver a los diminutos bichitos, parientes lejanos de las hormigas, circulando con gran trasiego por los agujeros de la extraña plasta negra. No conforme con la explicación César nos invita a imitarlo, poniendo la mano encima de las termitas y acto seguido frotarmos las manos, ovbiando el triste final que tendrán las que hayan subido a ellas… el olor es muy curioso pero no es ese el objetivo: tenemos en nuestras manos un repelente natural contra mosquitos muy utilizado por los nativos. Durante todo el camino vamos viendo plantas y fauna, con explicaciones detalladas de todas ellas, contacto total con la selva. Los ruidos de los pájaros también los conoce y podemos ver algun ave en las ramas. De repente el camino llega a su punto central, marcado por una Ceiba varias veces centenaria, la más longeva y grande del lugar. Según nuestro guía mas de 500 años y no lo dudamos ninguno. Creo que es el árbol mas ancho que he visto nunca. Caminando un rato mas con la banda sonora del lugar y el ritmo marcado por los machetazos de César ya llegamos a una zona despejada donde nos reciben animadamente una gran cantidad de niños casi desnudos. Muchos nos cogen de la mano y nos llevan para las chozas que se ven al fondo. Entramos en una de las chozas del complejo, la mas grande donde nos sentamos en bancos que crean un círculo alrededor de un gran tronco. Estamos en el poblado indígena de la selva y César maestro de ceremonias nos presenta al jefe de la tribu, su mujer y otros miembros de la comunidad importantes, como los patriarcas y al curandero. Los hombres visten con una curiosa falda de paja lisa y las mujeres con otras mas cortas pero de telas. No cubren su pecho, solamente las mas mayores lo llevan tapado con un collar de las mismas ramas que las faldas de los hombres y que, sin llegarles a tapar del todo, disimulan el paso del tiempo. También hay mucha mujer joven, casi todas llevando con ellas un bebé. Comienza la charla donde nos explican su forma de vida. Ellos no hablan español sino un dialecto autóctono del lugar así que las dudas se las planteamos a César y muchas veces da la impresión de que nos reinterpreta la respuesta, con cierta psicología que nos predisponga a colaborar económicamente con ellos. Los niños mas pequeños mientras nos piden dinero, no me acaba de convencer la situación. Mientras nosotros estamos allí, en la plazuela de fuera los chicos jóvenes están montando puestecitos de souvenirs con todo tipo de objetos hechos a mano (imagino) como collares, máscaras y dibujos tallados incluso faldas como las que visten. Desconecto de la charla y me giro completamente para observarlos a ellos y su entorno, para ver realmente como viven “sin intermediarios”. Sin ropa, sin zapatos y entre barro van colocando cada objeto en su lugar como si fuera su trabajo, un ritual diario. Mientras en la charla nos enseñan a usar la cerbatana, muy similar a la que podremos comprar luego o las semillas que usan para hacer los collares que están situados al lado de dicho instrumento. No me van estos shows definitivamente y no soy el único, pues ya llevamos rato intercambiando miradas de indiferencia con nuestras compañeras catalanas de grupo, que también han optado por evadirse de la charla y sacar la cámara. Después nos enseñan la danza típica del lugar, que carece de complejidad totalmente. De hecho es dar vueltas a la columna central cogidos de la cintura como si fuese eso una cumbia selvática. Es el momento perfecto para escapar de allí, aunque solo sea para ver la artesanía o curiosear los alrededores para ver algo de su auténtica forma de vida. Poco queda ya por hacer, salvo las compras o alguna foto posando junto a los miembros del grupo a cambio de una pequeña propina. Los objetos son bonitos, y compro un par de colgantes para mi familia. Nos despiden toda la tribu al completo, a su modo y en su idioma, antes de desaparecer por donde habíamos llegado. La experiencia me deja sentimientos contrapuestos como tuve el año pasado en riviera maya donde hicimos una excursión similar. No sabes muy bien donde esta lo verdadero, donde acaba y empieza el circo, el decorado y la actuación para el turismo. El lugar es real, la gente es real pero su forma de vida ya no es como era y en parte por nuestra culpa. No desandamos todo el camino, tenemos las lanchas esperándonos a modo de taxi en un claro del río que antes ni habíamos visto. Comemos todos juntos comentando la experiencia y después tenemos un rato para una pequeña siesta o relajarnos por los alrededores o en las hamacas. Nosotros elegimos esta última opción, donde irremediablemente acabamos haciendo la primera, dormir una ligera siesta… Índice del Diario: Iquitos, la Amazonia peruana
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