En Manhattan todo el mundo viaja en metro, autobús o taxi. El coche privado apenas existe, porque aparcar es prácticamente imposible, los aparcamientos públicos son carísimos y los garajes de hoteles y edificios de apartamentos también son prohibitivos.
Sin embargo, nada impide entrar en la isla con coche, no hay prohibiciones ni restricciones de ningún tipo; lo único disuasorio es que, además de que no hay apenas sitio para aparcar, hay guardas por todos los lados y las multas, de las que no se escapa ningún infractor, son altas y hay que pagarlas religiosamente.
En taxis
Hay miles, son amarillos y se cogen en la calle. Una luz verde en el techo indica que está libre. Si hay un cartel iluminado en el que pone ``Off Duty´´ es que está fuera de servicio.
Pueden viajar cuatro personas, la subida de bandera es de 2,50 $ y va subiendo el taxímetro de 40 en 44 centavos cada quinta parte de una milla. No son excesivamente caros.
La propina es del 15€, casi obligatoria, aunque se puede redondear y dar un poco menos -no es tan estricta como en los restaurantes- y hay un suplemento de 1 $ entre las 20h y las 6.30h de la mañana.
Si se va fuera de la isla, los peajes de los túneles y puentes corren por cuenta del viajero, aunque esta práctica casi ha desaparecido (algunos taxistas todavía pretenden cobrarla).
En autobús
Cuesta 2,25 $ y es necesario llevar monedas porque no aceptan billetes y no devuelven el cambio. Se puede pagar también con un tocken (una ficha de metal que cuesta lo mismo) o con una tarjeta que sirve para varios viajes. Ambas se compran en las estaciones de metro.
No hay apenas descuentos. La única ventaja es que, si se compra una tarjeta de diez viajes, dan uno gratis.
También se puede pedir un ``transfer´´, que tiene una duración de dos horas y permite tomar otro autobús para completar el itinerario, pero no es válido para la vuelta.
Los autobuses recorren todo Manhattan, de norte a sur y de este a oeste. Generalmente bajan por una calle o una avenida y vuelven por la otra. Los hay express, que suelen hacer menos paradas y que cruzan Manhattan para ir a los barrios de fuera de la isla.
En el Visitor Center proporcionan mapas gratuitos sobre la red de autobuses.
En metro
En Estados Unidos se llama Subway. Es extendísimo y está abierto las 24 horas. Es viejo y ruidoso, pero muy eficaz y no es aconsejable utilizarlo por la noche, después de las 22h.
Durante el día, no hay problema: utilizan el metro todos los días tres millones y medio de personas.
Tanto las líneas como los trenes se identifican con números o letras. Solo hay que prestar atención para tomar la dirección exacta y evitar los trenes ``express´´, que no paran en todas las estaciones.
El precio es el mismo que el del autobús, 2,25 $, pero aquí no hay problemas de cambio porque todas las estaciones cuentan con taquillas.
Asimismo, tampoco hay limitación de trayecto. Por 2 $ se puede recorrer todo Nueva York.
Si se compra una tarjeta de diez viajes (las mismas que las del autobús) también regalan un viaje gratis, y ése es todo el descuento que se puede conseguir.
En 2004 finalizaron las obras de las líneas B y D, las cuales mejoran la comunicación entre Brooklyn y Manhattan.
En ferrocarril
La principal compañía de trenes en Estados Unidos es Amtrak, que funciona en todo el país y ofrece descuentos en determinados billetes. Los estudiantes y la tercera edad pagan un 15 por ciento menos. Los niños menores de 15 años acompañados, el 50 por ciento, y los de menos de 2, gratis.
Hay una línea rápida, que se llama Metroliner con un buen servicio de trenes que van a Washington en tres horas y media y a Boston en cuatro horas y media.
Penn Station, en la calle 33 con la Octava Avenida, es la principal estación y a la que llegan todos los trenes de larga distancia. Tiene conexión con el metro y es un importante nudo de comunicaciones.
La otra estación, mucho más atractiva y a la que es imprescindible ir a comer o, simplemente a mirar, es la Grand Central Station, en la calle 42 esquina con Park Avenue. De aquí parten todos los días 550 trenes , casi todos de cercanías.
Sin embargo, nada impide entrar en la isla con coche, no hay prohibiciones ni restricciones de ningún tipo; lo único disuasorio es que, además de que no hay apenas sitio para aparcar, hay guardas por todos los lados y las multas, de las que no se escapa ningún infractor, son altas y hay que pagarlas religiosamente.
En taxis
Hay miles, son amarillos y se cogen en la calle. Una luz verde en el techo indica que está libre. Si hay un cartel iluminado en el que pone ``Off Duty´´ es que está fuera de servicio.
Pueden viajar cuatro personas, la subida de bandera es de 2,50 $ y va subiendo el taxímetro de 40 en 44 centavos cada quinta parte de una milla. No son excesivamente caros.
La propina es del 15€, casi obligatoria, aunque se puede redondear y dar un poco menos -no es tan estricta como en los restaurantes- y hay un suplemento de 1 $ entre las 20h y las 6.30h de la mañana.
Si se va fuera de la isla, los peajes de los túneles y puentes corren por cuenta del viajero, aunque esta práctica casi ha desaparecido (algunos taxistas todavía pretenden cobrarla).
En autobús
Cuesta 2,25 $ y es necesario llevar monedas porque no aceptan billetes y no devuelven el cambio. Se puede pagar también con un tocken (una ficha de metal que cuesta lo mismo) o con una tarjeta que sirve para varios viajes. Ambas se compran en las estaciones de metro.
No hay apenas descuentos. La única ventaja es que, si se compra una tarjeta de diez viajes, dan uno gratis.
También se puede pedir un ``transfer´´, que tiene una duración de dos horas y permite tomar otro autobús para completar el itinerario, pero no es válido para la vuelta.
Los autobuses recorren todo Manhattan, de norte a sur y de este a oeste. Generalmente bajan por una calle o una avenida y vuelven por la otra. Los hay express, que suelen hacer menos paradas y que cruzan Manhattan para ir a los barrios de fuera de la isla.
En el Visitor Center proporcionan mapas gratuitos sobre la red de autobuses.
En metro
En Estados Unidos se llama Subway. Es extendísimo y está abierto las 24 horas. Es viejo y ruidoso, pero muy eficaz y no es aconsejable utilizarlo por la noche, después de las 22h.
Durante el día, no hay problema: utilizan el metro todos los días tres millones y medio de personas.
Tanto las líneas como los trenes se identifican con números o letras. Solo hay que prestar atención para tomar la dirección exacta y evitar los trenes ``express´´, que no paran en todas las estaciones.
El precio es el mismo que el del autobús, 2,25 $, pero aquí no hay problemas de cambio porque todas las estaciones cuentan con taquillas.
Asimismo, tampoco hay limitación de trayecto. Por 2 $ se puede recorrer todo Nueva York.
Si se compra una tarjeta de diez viajes (las mismas que las del autobús) también regalan un viaje gratis, y ése es todo el descuento que se puede conseguir.
En 2004 finalizaron las obras de las líneas B y D, las cuales mejoran la comunicación entre Brooklyn y Manhattan.
En ferrocarril
La principal compañía de trenes en Estados Unidos es Amtrak, que funciona en todo el país y ofrece descuentos en determinados billetes. Los estudiantes y la tercera edad pagan un 15 por ciento menos. Los niños menores de 15 años acompañados, el 50 por ciento, y los de menos de 2, gratis.
Hay una línea rápida, que se llama Metroliner con un buen servicio de trenes que van a Washington en tres horas y media y a Boston en cuatro horas y media.
Penn Station, en la calle 33 con la Octava Avenida, es la principal estación y a la que llegan todos los trenes de larga distancia. Tiene conexión con el metro y es un importante nudo de comunicaciones.
La otra estación, mucho más atractiva y a la que es imprescindible ir a comer o, simplemente a mirar, es la Grand Central Station, en la calle 42 esquina con Park Avenue. De aquí parten todos los días 550 trenes , casi todos de cercanías.