Antes de emprender este circuito de cuatro días, ya habíamos pasado un día completo en La Habana, pero prefiero alterar un poco el orden del viaje para que quede todo más claro. El día anterior, después de una mañana con un sol de justicia y un calor sofocante, a última hora de la tarde cayó un tormentón de cuidado en La Habana. Nos dijeron que no era normal ese tipo de lluvia en enero, que suele ser más continua y sosegada, pero el caso es que no paró de llover a chorros en toda la noche y bajó mucho la temperatura. Por la mañana, hubo que sacar chubasqueros y ponerse jersey de manga larga porque hacía frío, un frío relativo, claro, no eran los cero grados que dejamos en Madrid al salir.
Tardaron en venir a recogernos porque las lluvias del día anterior habían causado estragos en el tráfico y estaba cerrado el Malecón. Me atendieron perfectamente cuando llamé por teléfono para interesarme. Cuando pasamos por allí, pudimos comprobar la fuerza con que, otra vez, golpeaban las olas. El cielo estaba negro, pero no llovía. Teníamos por delante 276 Km, distancia que hay entre La Habana y Santa Clara, a medio camino íbamos a parar en Guamá (península de Zapata, en la provincia de Matanzas). Hasta allí llegamos circulando un par de horas por la autopista hasta Jaguey Grande, trayecto durante el que el tiempo viró desde el cielo cubierto a un sol espléndido y vuelta al cielo cubierto amenazando lluvia en Guamá. Por la autopista circulamos deprisa, noté menos tráfico y, sobre todo, mucha menos gente, carros y animales en las proximidades de la vía que cuando fuimos a Viñales. El paisaje verde, con tierras de cultivo, salpicado de palmeras y con vacas y caballos pastando. En Jaguey Grande, donde vimos muchos naranjos y limoneros, dejamos la autopista y pasamos junto a la Central Australia, una antigua refinería que fue cuartel general de Fidel Castro durante el conflicto con los Estados Unidos en la Bahía de Cochinos. Ni que decir tiene que aquí, como en toda Cuba, se pueden contemplar multitud de carteles propagandísticos del régimen (y que conste que no voy a entrar en absoluto en cuestiones políticas, simplemente en lo que fui viendo por allí).
Tardaron en venir a recogernos porque las lluvias del día anterior habían causado estragos en el tráfico y estaba cerrado el Malecón. Me atendieron perfectamente cuando llamé por teléfono para interesarme. Cuando pasamos por allí, pudimos comprobar la fuerza con que, otra vez, golpeaban las olas. El cielo estaba negro, pero no llovía. Teníamos por delante 276 Km, distancia que hay entre La Habana y Santa Clara, a medio camino íbamos a parar en Guamá (península de Zapata, en la provincia de Matanzas). Hasta allí llegamos circulando un par de horas por la autopista hasta Jaguey Grande, trayecto durante el que el tiempo viró desde el cielo cubierto a un sol espléndido y vuelta al cielo cubierto amenazando lluvia en Guamá. Por la autopista circulamos deprisa, noté menos tráfico y, sobre todo, mucha menos gente, carros y animales en las proximidades de la vía que cuando fuimos a Viñales. El paisaje verde, con tierras de cultivo, salpicado de palmeras y con vacas y caballos pastando. En Jaguey Grande, donde vimos muchos naranjos y limoneros, dejamos la autopista y pasamos junto a la Central Australia, una antigua refinería que fue cuartel general de Fidel Castro durante el conflicto con los Estados Unidos en la Bahía de Cochinos. Ni que decir tiene que aquí, como en toda Cuba, se pueden contemplar multitud de carteles propagandísticos del régimen (y que conste que no voy a entrar en absoluto en cuestiones políticas, simplemente en lo que fui viendo por allí).
Cuando llegamos a Boca de Guamá, el cielo estaba cubierto pero no llovía.
En medio de una exuberante vegetación, se puede visitar el criadero de cocodrilos, fundado en 1961 para proteger a estos animales, algunas de cuyas especies están en vías de extinción. Se pueden ver a los cocodrilos en grupos, según su edad, desde los más pequeños hasta ejemplares adultos de enorme tamaño. La verdad es que resulta curioso contemplarles, tan quietos como si estuviesen muertos, algunos con las bocas abiertas mostrando sus temibles dientes.
Después navegamos unos 20 minutos en lancha rápida por los canales que se abren entre los manglares. Venía una brisa bien fresquita y el agua nos salpicaba. Era agradable, tenía cierto espíritu aventurero, jeje.
Atravesamos la llamada Laguna del Tesoro, hasta llegar a Guamá, un complejo turístico que lleva el nombre de un guerrero taíno que se enfrentó a los conquistadores españoles. Este complejo está compuesto por cabañas sustentadas sobre pilotes y conectadas por pasarelas, repartidas entre varias pequeñas islas de la laguna. Allí también se encuentra la reproducción de una aldea Taína, con varios bohíos (cabañas indias) y 25 esculturas que representan a indios realizando tareas tradicionales.
El paisaje, aunque apagado por el cielo gris, era muy bonito, con verdes mucho más brillantes de lo que se aprecia en las fotos; durante el paseo en lancha pudimos ver diversas aves en su habitat natural: cormoranes, garzas, pelícanos, buitres... y un curioso termitero. Naturalmente, estos avistamientos especiales, unidos al regalo de una espectacular flor típica del lugar y un puro para los caballeros llevaba implícita la inevitable propina.
Comimos en el restaurante de Boca de Guamá, un menú más justo de lo habitual, pero el pescado estaba realmente bueno. Se podía probar la carne de cocodrilo al precio de 7 cuc la ración. Nosotros no lo probamos, dicen que sabe parecido al pollo. También había pequeñas tiendas de artesanía y souvenirs a precios bastante interesantes, si bien es cierto que los pequeños recuerdos de madera, camisetas, abanicos... tienen un precio bastante similar en todas partes.
Después de la comida, empezó a llover con fuerza y ya no lo dejó en toda la tarde. Por fortuna, nos pilló ya de viaje hacia Santa Clara y no nos molestó en las visitas de Guamá. Aunque no resulta una visita imprescindible en un primer viaje a Cuba, sí me pareció una parada interesante para amenizar el largo viaje entre La Habana y Trinidad, además está muy cerca Playa Girón.
Después de la comida, empezó a llover con fuerza y ya no lo dejó en toda la tarde. Por fortuna, nos pilló ya de viaje hacia Santa Clara y no nos molestó en las visitas de Guamá. Aunque no resulta una visita imprescindible en un primer viaje a Cuba, sí me pareció una parada interesante para amenizar el largo viaje entre La Habana y Trinidad, además está muy cerca Playa Girón.