SANTA CLARA.
Llegamos a Santa Clara casi de noche, inevitablemente no deja de llamar la atención la cantidad de personas que viajan en bicicleta por la carretera en total oscuridad, con una mano sosteniendo el manillar y la otra sujetando el paraguas. Se te ponía un nudo en la garganta cuando los coches les adelantaban a toda pastilla. Al final, es algo tan habitual que llegas a acostumbrarte, igual que a los carros, carretas y animales en la vía.
Nos alojamos a las afueras de Santa Clara, en el hotel Los Caneyes, un complejo de cabañas en medio de un bosque. Estuvimos dos noches. A mi me gustó bastante el sitio, las habitaciones estaban muy bien y el buffet del restaurante el mejor surtido de todo el viaje, con buena calidad. Tenía de todo y muy bueno, recuerdo la sopa de menudillos de pollo con verduras: que rica con el frío que hacía aquella noche.
Nos alojamos a las afueras de Santa Clara, en el hotel Los Caneyes, un complejo de cabañas en medio de un bosque. Estuvimos dos noches. A mi me gustó bastante el sitio, las habitaciones estaban muy bien y el buffet del restaurante el mejor surtido de todo el viaje, con buena calidad. Tenía de todo y muy bueno, recuerdo la sopa de menudillos de pollo con verduras: que rica con el frío que hacía aquella noche.
A primera hora de la mañana fuimos a Santa Clara. Después de estar lloviendo toda la noche, el día amaneció gris y caían algunas gotas, pero pronto empezó a atisbarse la luz del sol entre las nubes. Primero fuimos a la Plaza de la Revolución donde se encuentra el conjunto escultórico Comandante Ernesto Che Guevara, se puede ver el mausoleo donde se conservan sus cenizas y las de varios de sus camaradas revolucionarios y un museo con información sobre su vida, fotos y objetos varios. Nos sorprendió el hecho de que el Memorial se cierra si llueve y no se puede visitar. Nos dijeron que el día anterior no había abierto por la intensa lluvia, la verdad no se entiende mucho ya que es un sitio cerrado, pero no nos supieron o quisieron explicar el motivo. Estuvimos esperando con la mirada puesta en el cielo ya que el aforo está limitado y unos tienen que esperar hasta que salgan otros. El sol apareció y pegaba fuerte, pero algunos nubarrones negros ponían un punto de incertidumbre. No es que tuviésemos un interés desmedido por entrar, pero ya que estábamos allí y teníamos la visita incluida pues mejor aprovechar. Finalmente, pudimos pasar. Está prohibido hacer fotos en el interior. El museo guarda información interesante y algunas fotos muy curiosas, pero, por motivos evidentes, la valoración de esta visita es completamente personal.
Después de hacer las típicas fotos en la Plaza de la Revolución, fuimos a ver al museo-monumento al Tren Blindado, que se erigió en el lugar donde ocurrió el descarrilamiento del tren que el 28 de diciembre de 1958 traía soldados para reforzar las defensas de Santa Clara, lo que permitió al Che conquistar la ciudad, tercera en importancia de Cuba después de La Habana y Santiago. Se encuentra junto a la línea de ferrocarril hacia Remedios, donde contemplamos directamente los vetustos trenes cubanos haciendo complicadas maniobras para adelante y para atrás mientras vehículos y carros esperaban en el paso a nivel, una visión pintoresca.
El museo está formado por varios vagones del tren, en el interior de los cuales se conservan fotos, objetos y armas relacionados con la batalla. También se puede ver la excavadora que se utilizó para arrancar los raíles y hacer descarrilar al tren. Igual que en el caso del mausoleo, la valoración de la visita es también muy personal.
Luego estuvimos recorriendo Santa Clara, en donde la figura del Che está presente por todos lados, no sé si por convicción y afinidad o porque se ha convertido en un reclamo turístico adicional para la ciudad. Supongo que habrá un poco de todo. Aún sin parecerme una visita imprescindible en un primer viaje a Cuba, porque no es un lugar tan bonito como, por ejemplo, Trinidad o Cienfuegos, si que resulta interesante recorrer sus pequeños bulevares, sus plazas, sus calles, las céntricas y, sobre todo, las menos céntricas para hacerse una idea de cómo es la vida diaria en una ciudad cubana. Ves tiendas, barberías, farmacias, talleres de reparación de vehículos… que parecen estar ancladas en el tiempo. Al ser la arquitectura menos interesante que en La Habana, por ejemplo, puedes centrarte más en observar el modo de vida de la gente, las gasolineras, farmacias, carnicerías, compras. Como nos alojamos dos noches por allí, tuvimos ocasión de recorrer la ciudad con bastante detalle.
Curiosa diferencia entre farmacias en la misma Santa Clara:
En el plano meramente turístico, hay que visitar la plaza Leoncio Vidal, donde se concentran los edificios más representativos: el Teatro de la Caridad, el Museo de Artes Decorativas, el Palacio Provincial… Además, en la parte central se encuentra un bonito parque, en el que llama la atención la fuente y la escultura del niño de la bota.
De camino al Cayo Las Brujas pasamos por varios pueblos como Camajuani, Remedios y Calibarián, muy interesante observar su actividad diaria. Me gusta ir atenta a las travesías por los pueblos y las zonas rurales. En Cuba siempre se veía muchas personas en las calles, en las carreteras o en el campo; las tiendas suelen tener una ventana a la calle, desde donde la gente compra, toma café, come o bebe. Se ven muchos puestos de venta de pan, verduras, fruta y comida tipo hamburguesa o pizza; el relojero, el zapatero, la costurera… están instalados en las calles, con sus máquinas para nosotros de otra época.
CAYO LAS BRUJAS.
El trayecto es bastante largo hasta el Cayo de Las Brujas, en Cayo Santa María, unos 74 Km, incluyendo los 30 Km. de pedraplén (creo que se llama así, es una carretera sobre el mar que hay que tomar para ir a los Cayos de la Herradura).
Llegamos a media mañana. Curiosamente, las nubes se habían quedado en tierra firme y en los cayos no había amenaza de lluvia, pero hacía mucho viento y el mar estaba muy revuelto, nada propicio para hacer snorkel, que era lo que más nos interesaba. Hay un complejo turístico y se puede utilizar tumbonas y sombrillas.
El agua estaba caliente y había gente bañándose, nosotros no lo hicimos porque necesitamos bastante calor para que nos apetezca meternos en el agua y el viento resultaba un tanto incómodo. Así que nos dedicamos a pasear por la orilla, con los pies metidos en el agua. En cuanto te separas un poco de la zona de la urbanización, no hay absolutamente nadie y es muy agradable caminar contemplando el bonito paisaje de arenas blancas, cocoteros y aguas turquesas.
También vimos lo que parecía un antiguo punto de amarre abandonado, con restos de sombrillas, quizás abatidas por alguna tormenta tropical. A unos pasos de la playa los manglares y la maraña de vegetación apenas te deja moverte, y tampoco es que apetezca demasiado porque los mosquitos te quitan rápidamente las ganas de curiosear. Sin embargo, este cayo cuenta con un pequeño aeropuerto y me temo que los días de estas playas casi virginales están contados. En fin, todo muy agradable, sólo nos faltó un poco de calma en el mar para darnos un chapuzón y haber utilizado tubo y gafas.
Comimos en el restaurante del centro turístico el menú habitual, pero el plato principal iba acompañado con una guarnición de patata encebollada realmente rica, aquí metí la pata pues no pedí pescado, que tenía una pinta estupenda. Es muy pintoresca la escultura de la mujer mirando al mar con los cabellos al viento.
Por la tarde, el sol lucía entre las nubes y, por fin, aunque con algunas algas en la arena por las tormentas, pudimos contemplar el típico panorama de las playas caribeñas, lo cual no es del todo cierto ya que estos cayos están en el golfo de Méjico y las playas cubanas caribeñas están al sur de la isla.
De regreso, vimos una preciosa puesta de sol según cruzábamos el pedraplén, ya que en tierra firme había muchas nubes, incluso estaba lloviznando cuando llegamos a Remedios. Allí todo estaba completamente empapado, aparentemente había descargado una tormenta con fuerza, menos mal que no nos pilló y al bajarnos en su Plaza Mayor (Plaza Martí) apenas caían unas gotas y pronto dejó de llover.
REMEDIOS.
Remedios fue una de las mejores sorpresas del viaje. Aconsejo a todos los que vayan hacia Cayo Santa María que dediquen unos minutos a visitar esta pequeña ciudad, fundada en 1514, que cuenta con un casco antiguo colonial muy bonito en torno a su plaza mayor (hotel Masconte, el antiguo Casino Español, el café El Louvre de 1866.
Sin embargo, sus mayores atractivos turísticos son las parrandas y la Iglesia de San Juan Bautista. Las parrandas se refieren a unas fiestas con música, canciones, bailes, desfiles y carrozas con grandes artilugios de madera que se iluminan por la noche, en cuya construcción participan los vecinos del pueblo, divididos en dos barrios que compiten entre si por ganar el premio que se concede a la mejor. Este festejo se celebra en vísperas de Navidad, así que cuando llegamos aún estaban erigidas las llamativas construcciones en la plaza.
Lo más interesante fue la visita a la Iglesia de San Juan Bautista, que cuenta con un impresionante altar barroco revestido de oro, unos magníficos techos de madera con una decoración singular y una talla única de la Virgen embarazada. Si todo esto ya merecía la pena, contar como guía con el mismísimo párroco fue la guinda. Y es que tuvimos la oportunidad de conocer a uno de los sacerdotes más sorprendentes que nos podamos imaginar, un personaje realmente extraordinario, a quien le importan las personas más que las apariencias y que, incluso, no duda en hacer tablas de gimnasia en la plaza mayor con sus feligreses. Se trata de un mejicano que se enamoró de Remedios y se quedó allí, estaba en chandal y pantalón corto y así, tal cual, nos enseñó la iglesia, dándonos todo tipo de explicaciones de manera desinteresada sobre el edificio, las relaciones iglesia-estado en Cuba (que no son tan tirantes como señalan algunos) y la situación de los campesinos y la gente del pueblo. Fue realmente una experiencia magnífica la que vivimos en Remedios; si vais, preguntad por su párroco, por si tenéis la suerte de que esté por allí para que os muestre la Iglesia tal como nos la mostró a nosotros. Realmente merece la pena verla y conversar un rato con él.
Desde Remedios a Santa Clara fue un camino largo, pero la carretera que pasa por las zonas rurales y los pequeños pueblos te deparan una buena visión de la esencia de Cuba, la caída de la tarde, cuando el sol ya se ha escondido, las puertas y ventanas de las casas se abren de par en par para dejar correr la brisa, dejando su hogar entero a la vista de cualquier ojo curioso, sin tapar nada quizás porque nada hay que esconder u ocultar. Y, mientras, el cubano sentado en su mecedora, toma la brisa fresca del atardecer al tiempo que mira plácidamente el escaso tráfico que cruza la carretera. Es una imagen que siempre recordaré de Cuba.