A todo el mundo le gusta viajar a una ciudad y quedarse con lo más importante, en el caso de Budapest se trata de: El castillo de Buda, el Puente de las Cadenas, la iglesia de San Matías y el Bastión de los Pescadores, el Parlamento, la Plaza de los Héroes, la Avenida Andrassy y disfrutar de algunos de sus baños, aunque algunos añadirían: la iglesia de San Esteban, la Ópera o la gran Sinagoga, para mí estos fueron mis imprescindibles, y como gusto personal añadiría el monumento de los zapatos que se encuentran expectantes junto al Danubio.
Así que ese fue el objetivo de nuestro segundo día, tratar de poner en marcha el reloj de la cuenta atrás para marcharnos de la ciudad habiendo disfrutado al máximo de ella.
Siguiendo la dinámica del día anterior empezamos caminando temprano, cosa que no recomiendo, ya que a pesar de que disfrutas de la ciudad si paseas por su superficie si dispones de poco tiempo intentar recorrer distancias para llegar a todos los sitios se vuelve complicado. Budapest dispone de la segunda red de metro más antigua del mundo y todo está bien comunicado, se puede comprar un abono para varios días o tomar otras opciones. Nosotros optamos por los billetes sencillos por el hecho de que sólo nos permitíamos coger el transporte cuando estábamos demasiado cansados. El billete sencillo vale 350 FT (más o menos 1.16 euros). Y coger el metro forma parte de la experiencia turística ya que hay estaciones muy antiguas que constituyen patrimonio de la humanidad e impresiona bajar a las parada, ya que parece que el metro esté escavado a bastante profundidad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Igualmente en esas primeras horas nos desplazamos andando entre las calles de Pest hasta llegar al Puente de las Cadenas, el más antiguo de Budapest. Antes de su construcción el río se tenía que atravesar en transbordador y durante el invierno cabía la posibilidad de pasar a pie hasta que llegaba el temido deshielo y otra vez la incomunicación de las dos orillas. Este puente se ha convertido en un verdadero símbolo de Budapest. Dinamitado totalmente en la Segunda Guerra Mundial por las tropas alemanas durante su retirada ante la victoria de los soviéticos, hubo que esperar a que fuera reconstruido en 1949. Impresionan los leones que custodian las dos entradas. Como curiosidad, nos vimos obligados a cruzar por un lado concreto porque en el otro estaban grabando una película japonesa.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Una vez se llega al otro lado ya se puede distinguir el funicular para subir hasta la zona del castillo, aunque está la opción de subir perfectamente por la ladera de la montaña a pie y no se tardan más que quince minutos. Hay un caminito y escaleras asfaltadas que transcurre entre los árboles cuesta arriba. Igualmente, por esas tontería de haberse montado en el funicular y con la idea de que a lo mejor la cuesta era demasiado pronunciada (al día siguiente comprobamos que no ) nos subimos en el cremallera construido en 1870 (unos 3 euros por un minuto de trayecto). Una vez arriba se disfruta del palacio de Buda, el palacio Sandor, la plaza Dísz...aunque mejor verlo en imágenes que describirlo. Todos los edificios se pueden visitar des de afuera, está es la zona que suele estar más llena de turistas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Una vez se deja atrás los edificios monumentales a pocos metros de allí se encuentra la iglesia de San Matías junto con el Bastión de los Pescadores un mirador precioso, que recibe su nombre por el grupo de pescadores que se encargaban de defender esta parte de la muralla de la ciudad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Se puede aprovechar para pasear un poco más por Buda, por sus calles ordenadas y limpias y algún mercadillo lleno de souvenirs, llegando hasta la antigua puerta de la ciudad y volver a bajar hacía abajo para llegar a los pies del Danubio nuevamente.
La suerte es que todo está concentrado en poco espacio y se puede recorrer de forma rápida, nosotros empleamos un par de horitas antes de decantarnos por coger el metro y hacer otra de las cosas imprescindibles de Budapest: visitar sus baños (aunque eso lo dejaremos para una tercera etapa).
Así que ese fue el objetivo de nuestro segundo día, tratar de poner en marcha el reloj de la cuenta atrás para marcharnos de la ciudad habiendo disfrutado al máximo de ella.
Siguiendo la dinámica del día anterior empezamos caminando temprano, cosa que no recomiendo, ya que a pesar de que disfrutas de la ciudad si paseas por su superficie si dispones de poco tiempo intentar recorrer distancias para llegar a todos los sitios se vuelve complicado. Budapest dispone de la segunda red de metro más antigua del mundo y todo está bien comunicado, se puede comprar un abono para varios días o tomar otras opciones. Nosotros optamos por los billetes sencillos por el hecho de que sólo nos permitíamos coger el transporte cuando estábamos demasiado cansados. El billete sencillo vale 350 FT (más o menos 1.16 euros). Y coger el metro forma parte de la experiencia turística ya que hay estaciones muy antiguas que constituyen patrimonio de la humanidad e impresiona bajar a las parada, ya que parece que el metro esté escavado a bastante profundidad.
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Igualmente en esas primeras horas nos desplazamos andando entre las calles de Pest hasta llegar al Puente de las Cadenas, el más antiguo de Budapest. Antes de su construcción el río se tenía que atravesar en transbordador y durante el invierno cabía la posibilidad de pasar a pie hasta que llegaba el temido deshielo y otra vez la incomunicación de las dos orillas. Este puente se ha convertido en un verdadero símbolo de Budapest. Dinamitado totalmente en la Segunda Guerra Mundial por las tropas alemanas durante su retirada ante la victoria de los soviéticos, hubo que esperar a que fuera reconstruido en 1949. Impresionan los leones que custodian las dos entradas. Como curiosidad, nos vimos obligados a cruzar por un lado concreto porque en el otro estaban grabando una película japonesa.
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Una vez se llega al otro lado ya se puede distinguir el funicular para subir hasta la zona del castillo, aunque está la opción de subir perfectamente por la ladera de la montaña a pie y no se tardan más que quince minutos. Hay un caminito y escaleras asfaltadas que transcurre entre los árboles cuesta arriba. Igualmente, por esas tontería de haberse montado en el funicular y con la idea de que a lo mejor la cuesta era demasiado pronunciada (al día siguiente comprobamos que no ) nos subimos en el cremallera construido en 1870 (unos 3 euros por un minuto de trayecto). Una vez arriba se disfruta del palacio de Buda, el palacio Sandor, la plaza Dísz...aunque mejor verlo en imágenes que describirlo. Todos los edificios se pueden visitar des de afuera, está es la zona que suele estar más llena de turistas.
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Una vez se deja atrás los edificios monumentales a pocos metros de allí se encuentra la iglesia de San Matías junto con el Bastión de los Pescadores un mirador precioso, que recibe su nombre por el grupo de pescadores que se encargaban de defender esta parte de la muralla de la ciudad.
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Se puede aprovechar para pasear un poco más por Buda, por sus calles ordenadas y limpias y algún mercadillo lleno de souvenirs, llegando hasta la antigua puerta de la ciudad y volver a bajar hacía abajo para llegar a los pies del Danubio nuevamente.
La suerte es que todo está concentrado en poco espacio y se puede recorrer de forma rápida, nosotros empleamos un par de horitas antes de decantarnos por coger el metro y hacer otra de las cosas imprescindibles de Budapest: visitar sus baños (aunque eso lo dejaremos para una tercera etapa).