KUNA YALA
Nuestra estancia en ciudad de Panamá tuvo un paréntesis para pasar unos días de relax absoluto en el archipiélago de San Blas, en el Caribe, recomendación de nuestra otra hija que le parecía lo más bonito que había visto nunca. El archipiélago está formado por 360 islas o islotes diminutos, todos ellos de arena fina, adornados con palmeras o cocoteros, con aguas turquesas o de un azul profundo y arrecifes que fueron calificados por la Unesco como uno de los mejor conservados en la costa del Atlántico Noroeste. El nombre indígena de San Blas es Kuna Yala, territorio de los indios Kuna, aunque ellos detestan la denominación de “indios” porque dicen que sólo responde a un error de los conquistadores españoles. Los Kuna son uno de los pueblos precolombinos que ocupaban territorios situados entre las actuales Panamá y Colombia. Nuestra hija había estado en Isla Aguja que es el islote más cercano a la costa Panameña y por eso más masificado porque, como se puede ir allí en una simple barca, los fines de semana se llena de gente. En cualquier caso tampoco es tan grave porque desde allí se puede ir a otras islas en donde no hay nadie, lo que ocurre es que tampoco tienen infraestructuras. Por esa razón, buscando algo más de confort, nosotros fuimos a la isla de Yandup, bastante alejada de esa zona y a la que hay que ir en avioneta desde uno de los aeropuertos de ciudad de Panamá.
El vuelo interior salía a las 6h., y ya en la sala de espera se anuncia el color local al empezar a ver a las mujeres Kuna con sus llamativos trajes. Se parecen todas muchísimo: son bajitas, menudas, pelo negro y lacio, piel color miel, ojos oscuros, algunas llevan un amuleto de oro en la nariz, por la parte de dentro, y otras un tatuaje que divide la nariz en dos con una línea negra que sube desde el vértice hasta en entrecejo. Pero lo más vistoso son sus trajes de múltiples colores, una falda estampada hasta la rodilla, más bien recta y una blusa fina también estampada en la que cosen, tanto en la espalda como bajo el pecho, un paño con dibujos geométricos, animales o flores, hechos a base de superponer varias telas de distintos colores, recortando la tela superior para darle la forma de dibujo deseado, y dejando que se vea la tela inferior, formando lo que se llaman “molas”. Es una técnica particular de la etnia Kuna y lo más típico de Panamá. Las encuentras por todos los sitios, también en Colombia (porque allí también hay Kunas) y los precios varían muchísimo, depende mucho del trabajo que lleven, el número de telas superpuestas, que sean antiguas, estado de conservación, etc. Además completan su atuendo con cientos de abalorios enhebrados formando dibujos geométricos y enroscados tanto en los brazos, desde la muñeca hasta el codo, como en las piernas, desde el tobillo hasta debajo de la rodilla, y, para rematar el conjunto, un paño en la cabeza de color rojo con dibujos amarillos que algunas llevan atado a modo de pañoleta y otras suelto sobre los hombros.
Para ir a isla de Yandup la avioneta te deja en el aeropuerto de Playón Chico. Es el aeropuerto más pintoresco del mundo. Cuatro muros mal encalados cubiertos con hojas secas de palmera, equipajes que se pesan en una balanza colgados de un gancho, se apunta el peso de cada pasajero, unas sillas de playa sirven de sala de espera y la polivalente pista de aterrizaje la utilizan los niños durante el día como cancha de fútbol porque el aeropuerto sólo tiene actividad a primera hora de la mañana.
Desde el aeropuerto, te llevan en una barca hasta la isla, situada a unos quince minutos del aeropuerto. Más que una isla Yandup es un islote de algo más de 100m de largo por la mitad de ancho. Tiene un césped fuerte y compacto como el de los campos de golf que está salpicado de cocoteros, ocho cabañas, más una cabaña de servicios múltiples en donde se hacen las comidas porque allí naturalmente se está en régimen de pensión completa. La mitad de las cabañas (cuatro) están en tierra firme, frente un mar con olas y sin playa, y las otras cuatro, al otro lado de la isla, son palafitos en un mar mucho más tranquilo, más caribeño y al lado de la playita blanca, de aguas cristalinas, arenas coralinas, colores esmeralda y la más absoluta tranquilidad. El clima es tan dulce que nunca hay sensación de calor, pero tampoco de frío porque la brisa suave parece que acaricia y la temperatura del agua es ideal, no demasiado caliente al entrar pero estupenda para quedarse dentro todo el tiempo que se quiera. Pueden verse corales y peces con las gafas de buceo y descansar tranquilamente en una paz absoluta y sin ningún ruido -salvo los que la naturaleza hace- en tumbonas bajo un techo vegetal. Una sensación de relax total.
Las cabañas son bonitas pero creo que están poco acondicionadas para el precio que tiene el alojamiento (750$ tres noches con pensión completa, comida rica pero no abundante). Hay luz eléctrica gracias a los paneles solares que la isla tiene, pero no agua caliente, la limpieza era más bien descuidada y los textiles estaban ya un poco viejos. En el corredor que rodea la cabaña -con hamacas y mecedoras- se tiene la impresión de estar en un barco en medio del mar pero sin moverse, por lo que para mi gusto, perfecto.
En el precio están incluidas las excursiones. Amanece muy pronto, así que de 7h de la mañana a 8h. se sirve el desayuno. A las 9h30 suena una caracola anunciando la salida de la barca para llevarnos a otra isla para pasar un par de horas, hasta un poco antes de la hora de la comida que se sirve a las 13h. Nosotros fuimos el primer día pero después, los dos días siguientes, nos quedamos en nuestra isla para poder leer tranquilamente en las tumbonas porque en las otras no las había, claro, ya que eran islas desiertas, cada una de ellas propiedad de una o varias personas de la comunidad que vigilan para que nadie les robe los cocos que los colombianos vienen a comprar en grandes barcos y por los que pagan a 0’45$ cada uno.
Por las tardes la caracola volvía a llamar para otra excursión. Hicimos las tres: a los manglares en donde Tomy -el guía- nos explicó la relación de los Kunas con la naturaleza, cómo la respetan y la cuidan porque es la fuente de la vida, de ella extraen sus alimentos, sus medicamentos, los materiales para sus viviendas, y a ella regresan cuando se acaba la vida. Si se altera el ciclo se alterarían las condiciones de vida y ocurrirían las catástrofes, por eso ellos son preservacionistas, no quieren un turismo masivo, por ejemplo, que cambie este equilibrio que ellos mantienen.
Sus explicaciones en este mismo sentido continuaron el día que nos llevó a visitar su isla, Ukupseny, que se divisaba desde Yandup, separada únicamente del aeropuerto por un puente. A pesar del hacinamiento por falta de espacio no quieren expandirse hacia el continente. Cada vecino dispone de dos viviendas (más bien chozas), una para cocinar y la otra para dormir en hamacas toda la familia junta. Todo es sencillo y pobre. Así y todo disponen de un local vecinal para sus asambleas -porque son ellos los que gestionan la comunidad-, iglesias, una escuela (al lado del aeropuerto), una calle principal con un “restaurante” y alguna “tienda”. Por las calles las mujeres, vestidas todas con sus trajes kunas, exponían sus “molas” para venderlas (los precios eran más caros que en ciudad de Panamá). Sin embargo, los deseos de Tomy de preservar su cultura, su lengua y sus costumbres, están ya tremendamente amenazados. En este paseo por la isla, durante una fiesta que conmemoraba la revuelta de los Kunas de 1925 contra el ejército por intentar acabar con sus particularidades culturales, observamos que las niñas no se visten así, y las jóvenes ya van con tejanos y camisetas como en cualquier otro sitio. Además tienen un enemigo potentísimo: algunos niños jugaban con un móvil y en algún sitio se veían antenas de televisión. Y esas ventanas al mundo, a otro mundo que no es el suyo pero que acaba asimilándolo todo porque es tremendamente poderoso, disolverán poco a poco lo que lleva manteniéndose durante siglos. Pobre Tomy!
Al llegar a la isla nos llamó la atención las banderas que enarbolaban en postes y casas con motivo de la celebración: banderas españolas con una esvástica! Tomy nos explicó que se trataba de la bandera Kuna y que data precisamente de la revolución Kuna de 1925. La verdad es que resulta curioso, pero, naturalmente, nada que ver con la ideología nazi, más bien con otras civilizaciones que utilizaban la esvástica como símbolo.
La tercera excursión era la visita de su cementerio, situado en el continente. Primero atravesamos una especie de huerto con árboles de flores y frutas exóticas. Fue la primera vez que toqué la flor del algodón (tiene semillas en el interior del copo blanco). Después continuamos ascendiendo hacia una colina en la que empezaron a aparecer sus curiosas tumbas protegidas con una techumbre de hojas secas sujeta con postes de madera simulando una choza. Bajo la techumbre uno o varios montículos de tierra rojiza y sobre cada uno una tela, cubriendo la tumba propiamente dicha. Cuando alguien muere debe regresar a la naturaleza, madre sagrada de donde vienen, envueltos en la hamaca en donde durmieron durante toda su vida. En esa hamaca son trasladados, primero en barca y luego a hombros, hasta el cementerio donde serán enterrados en un habitáculo excavado en la tierra. En los extremos del hueco hay dos estacas de donde se cuelga la hamaca hacia el interior de la tierra, sin tocar ni el suelo ni las paredes. Sobre la hamaca ponen unas tablas para colocar enseres personales como platos o cazos que le permitan alimentarse durante su viaje a la otra vida y todo ello cubierto de tierra formando un montículo sobre el que se coloca la tela sujeta con piedras. El cementerio -extensísimo- impresiona por su sencillez exenta de religiosidad. Sólo la madre naturaleza.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana regresábamos a ciudad de Panamá para acabar el viaje. Sin duda lo que más nos quedará grabado será está pequeña estancia en Kuna Yala, los colores del Altiplano guatemalteco, la gracia de Cartagena de Indias, el encanto de Antigua y la majestuosidad de Tikal. Pero todo el viaje estuvo lleno de impresiones diferentes unas de otras. Países distintos pero con el nexo común de culturas precolombinas tamizadas por las influencias europeas. Como siempre viajar es conocer, comprender y cambiar de óptica, una fuente de experiencias inagotable.