Nos levantamos temprano y nos pusimos en marcha hacia Graceland, adonde llegamos en unos 15 minutos.
No había mucha gente todavía. Aparcamos sin ningún problema y nos acercamos a la taquilla. Había tres tipos de tour: el Vip que costaba 70 $, el Platinum 37 $ y el más básico 33 $. Cogimos el Platinum, que daba acceso a la casa, los aviones, los coches y un par de exposiciones. Era el tour nº 5 del día y empezaba a las diez y media.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos pusimos en la cola y, a medida que nos íbamos acercando, nos fueron dando unos auriculares. Nos montamos en un mini-bus y nos llevaron al otro lado de la carretera, donde nos dejaron a la entrada de la casa con las advertencias de que estaba prohibido sacar fotos con flash, así como grabar en vídeo.
La visita de la casa es un tour guiado. No se puede hacer cada uno por su cuenta. Nos fueron enseñando las distintas dependencias: el salón, la cocina, las habitaciones, el sótano, su lugar de esparcimiento, con la mesa de billar y su tapete roto, y fuera de la casa, la galería de tiro, el prado con el caballo, las tumbas… Junto a la casa hay también una exposición con discos de oro, trajes y más trajes del Rey, incluso el vestido de novia de Priscilla. La hija, desde luego, lo tiene bien montado todo.
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Al terminar con la casa, nos volvieron a montar en el mini-bus y nos llevaron de vuelta al museo. Vimos su colección de coches y motos, donde destaca el famoso Cádillac rosa, así como dos exposiciones más, su vida, los carteles de sus conciertos, sus éxitos, para terminar subiendo a los aviones, con su mobiliario cubierto de plástico.
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Nos dejamos una exposición por ver, pero teníamos cierta saturación ya, y además, teníamos intención de ir a comer al Arcade, el restaurante más antiguo de Memphis y que ha servido de plató para muchas escenas en películas como Great balls of fire, 21 gramos, El cliente, La tapadera, En la cuerda floja y alguno más, y cerraba a las tres. Tras el bullicio de Graceland, la zona del Arcade no estaba muy animada que dijéramos. Apenas había nadie por la calle y el mismo restaurante estaba casi vacío.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El restaurante es el típico de las películas, con su pequeña sección de merchandising, en la que compramos unas camisetas como las que llevaban las camareras. Muy bonitas.
Salimos a recorrer un poco la calle, Main Street, y pudimos darnos cuenta de que toda la zona, si bien había sido de las más importantes de la ciudad hacía la mitad del siglo XX, en la actualidad estaba más bien un poco dejada, aunque se estaban rehabilitando edificios e instalándose nuevos negocios para volver a revivir el centro de la ciudad.
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En la esquina opuesta al Arcade se encuentra el Ernestine & Hazel’s un bar – restaurante, que anteriormente también había sido tienda y se dice que incluso un burdel. También se dice que está encantada…
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Después de recorrer la Main St. y un par de calles adyacentes, volvimos al coche para dirigirnos al Motel Lorraine, sin darnos cuenta de que se encontraba a tan sólo un par de minutos andando. Pasamos por la taquilla donde nos enteramos de que Marc Gasol había estado visitando el motel dos semanas antes.
Vimos la exposición sobre los derechos civiles, con las fotos e historias de los distintos desmanes cometidos contra la población negra y distintos activistas en favor de los derechos civiles habidos en el pasado, teniendo gran relevancia Rosa Parks, la primera mujer negra que se negó a dejar su asiento a un blanco, iniciando con ello toda una serie de protestas.
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Subimos al balcón donde Martin Luther King fue asesinado y vimos la habitación delante de la cual cayó herido de muerte.
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Tras bajar del balcón, me acerqué a una mujer que lleva protestando más de 25 años en el mismo lugar, frente al motel, cada día, por el uso que se hace por parte del museo, de la figura de Martin Luther King. Comentaba que hoy en día ya tenían un presidente negro, y que todo el negocio del museo no era más que una loa a la violencia, por la forma en que estaba expuesto. Que el museo se había gastado un pastón en conseguir coches de la época de King, mientras que el coche que el mismo King utilizó durante sus últimos días en Memphis se enchatarra en un descampado. Decía que el propio King se revolvería en su tumba si supiera que los edificios de alrededor se estaban restaurando y vendiendo por una millonada.
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Volvimos al hotel a dejar algunas cosas y bajamos a la calle Beale, que estaba a unos 10 minutos a pie. En un callejón adyacente había un grupo de blues tocando en un escenario callejero y allí nos quedamos un rato. Eran buenos. Ya había oscurecido, pero no había mucha gente todavía. Dimos un par de vueltas por la calle y fuimos a cenar al Blues City Café. No tuvimos que hacer mucha cola ya que enseguida se libró una mesa. Pedimos costillas y una cerveza. A mí, no me gustan mucho todas esas salsas tipo barbacoa y demás, pero lo pasé por una vez. Y las costillas no me hicieron mucha gracia y me sentaron peor. Tan mal que las vomité de madrugada y me dejaron el estómago tocado por un par de días.
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Tras salir del restaurante, el ambiente parecía que se había animado un poco. Había más gente. Bajamos hasta el FedEx Arena y ahí estaba todo el mundo, y es que esa noche Justin Timberlake tocaba en casa!!
Pocos de los locales tenían música en directo a esas horas, lo harían más tarde, así que acabamos otra vez en el BBKing’s. Al decirles que no íbamos a cenar, nos indicaron que tomáramos sitio en la barra, no en las mesas. Había un grupo tocando, buenos, pero unas canciones más tarde terminaron. Volvimos al hotel a preparar el día siguiente.
No había mucha gente todavía. Aparcamos sin ningún problema y nos acercamos a la taquilla. Había tres tipos de tour: el Vip que costaba 70 $, el Platinum 37 $ y el más básico 33 $. Cogimos el Platinum, que daba acceso a la casa, los aviones, los coches y un par de exposiciones. Era el tour nº 5 del día y empezaba a las diez y media.
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Nos pusimos en la cola y, a medida que nos íbamos acercando, nos fueron dando unos auriculares. Nos montamos en un mini-bus y nos llevaron al otro lado de la carretera, donde nos dejaron a la entrada de la casa con las advertencias de que estaba prohibido sacar fotos con flash, así como grabar en vídeo.
La visita de la casa es un tour guiado. No se puede hacer cada uno por su cuenta. Nos fueron enseñando las distintas dependencias: el salón, la cocina, las habitaciones, el sótano, su lugar de esparcimiento, con la mesa de billar y su tapete roto, y fuera de la casa, la galería de tiro, el prado con el caballo, las tumbas… Junto a la casa hay también una exposición con discos de oro, trajes y más trajes del Rey, incluso el vestido de novia de Priscilla. La hija, desde luego, lo tiene bien montado todo.
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Al terminar con la casa, nos volvieron a montar en el mini-bus y nos llevaron de vuelta al museo. Vimos su colección de coches y motos, donde destaca el famoso Cádillac rosa, así como dos exposiciones más, su vida, los carteles de sus conciertos, sus éxitos, para terminar subiendo a los aviones, con su mobiliario cubierto de plástico.
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Nos dejamos una exposición por ver, pero teníamos cierta saturación ya, y además, teníamos intención de ir a comer al Arcade, el restaurante más antiguo de Memphis y que ha servido de plató para muchas escenas en películas como Great balls of fire, 21 gramos, El cliente, La tapadera, En la cuerda floja y alguno más, y cerraba a las tres. Tras el bullicio de Graceland, la zona del Arcade no estaba muy animada que dijéramos. Apenas había nadie por la calle y el mismo restaurante estaba casi vacío.
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El restaurante es el típico de las películas, con su pequeña sección de merchandising, en la que compramos unas camisetas como las que llevaban las camareras. Muy bonitas.
Salimos a recorrer un poco la calle, Main Street, y pudimos darnos cuenta de que toda la zona, si bien había sido de las más importantes de la ciudad hacía la mitad del siglo XX, en la actualidad estaba más bien un poco dejada, aunque se estaban rehabilitando edificios e instalándose nuevos negocios para volver a revivir el centro de la ciudad.
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En la esquina opuesta al Arcade se encuentra el Ernestine & Hazel’s un bar – restaurante, que anteriormente también había sido tienda y se dice que incluso un burdel. También se dice que está encantada…
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Después de recorrer la Main St. y un par de calles adyacentes, volvimos al coche para dirigirnos al Motel Lorraine, sin darnos cuenta de que se encontraba a tan sólo un par de minutos andando. Pasamos por la taquilla donde nos enteramos de que Marc Gasol había estado visitando el motel dos semanas antes.
Vimos la exposición sobre los derechos civiles, con las fotos e historias de los distintos desmanes cometidos contra la población negra y distintos activistas en favor de los derechos civiles habidos en el pasado, teniendo gran relevancia Rosa Parks, la primera mujer negra que se negó a dejar su asiento a un blanco, iniciando con ello toda una serie de protestas.
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Subimos al balcón donde Martin Luther King fue asesinado y vimos la habitación delante de la cual cayó herido de muerte.
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Tras bajar del balcón, me acerqué a una mujer que lleva protestando más de 25 años en el mismo lugar, frente al motel, cada día, por el uso que se hace por parte del museo, de la figura de Martin Luther King. Comentaba que hoy en día ya tenían un presidente negro, y que todo el negocio del museo no era más que una loa a la violencia, por la forma en que estaba expuesto. Que el museo se había gastado un pastón en conseguir coches de la época de King, mientras que el coche que el mismo King utilizó durante sus últimos días en Memphis se enchatarra en un descampado. Decía que el propio King se revolvería en su tumba si supiera que los edificios de alrededor se estaban restaurando y vendiendo por una millonada.
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Volvimos al hotel a dejar algunas cosas y bajamos a la calle Beale, que estaba a unos 10 minutos a pie. En un callejón adyacente había un grupo de blues tocando en un escenario callejero y allí nos quedamos un rato. Eran buenos. Ya había oscurecido, pero no había mucha gente todavía. Dimos un par de vueltas por la calle y fuimos a cenar al Blues City Café. No tuvimos que hacer mucha cola ya que enseguida se libró una mesa. Pedimos costillas y una cerveza. A mí, no me gustan mucho todas esas salsas tipo barbacoa y demás, pero lo pasé por una vez. Y las costillas no me hicieron mucha gracia y me sentaron peor. Tan mal que las vomité de madrugada y me dejaron el estómago tocado por un par de días.
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Tras salir del restaurante, el ambiente parecía que se había animado un poco. Había más gente. Bajamos hasta el FedEx Arena y ahí estaba todo el mundo, y es que esa noche Justin Timberlake tocaba en casa!!
Pocos de los locales tenían música en directo a esas horas, lo harían más tarde, así que acabamos otra vez en el BBKing’s. Al decirles que no íbamos a cenar, nos indicaron que tomáramos sitio en la barra, no en las mesas. Había un grupo tocando, buenos, pero unas canciones más tarde terminaron. Volvimos al hotel a preparar el día siguiente.