Día 7, 15 de agosto: Adelaida-Kangaroo Island
Nos hemos levantado a las 5:30, ya que teníamos el ferry en Cape Jervis a las 9:00 y tardaríamos una hora y media en llegar. Aun así, salimos con más tiempo porque nunca se sabe. Y menos mal, porque de Adelaida salimos bien, pero cuando llegamos a la autovía que nos llevaría al sur vimos que estaba en obras. Le pedimos al navegador que nos llevara por una ruta alternativa pero siempre nos metía en la autovía en obras (nuestra relación con él no hace más que empeorar). Finalmente, con ayuda de un trabajador de la obra conseguimos llegar a la carretera que no es autovía pero que también va a Cape Jervis. Una vez que el agobio del momento se pasó disfrutamos mucho de esta carretera, que está llena de granjas y tiene un paisaje impresionante. De hecho, si se tiene tiempo, recomiendo cogerla en lugar de la autovía y disfrutar del paisaje.
A las 8:30 hacemos el check in en el ferry de Sealink que va a Kangaroo Island, para salir a las 9 y tras un viaje bastante cómodo llegamos a Penneshaw a las 9:45. Lo primero que hacemos es pasarnos por el centro de visitantes y allí nos dicen que el hotel al que vamos no tiene ni restaurante ni nada, y como sabíamos que en esa parte de la isla no hay poblaciones donde poder comprar, vamos al super a por comida. He de decir que nos informaron bastante mal, primero porque no nos dijo nada que no supiéramos y además, nuestro hotel tenía un estupendísimo restaurante en el que cenamos de lujo.
Desde aquí, nuestra primera visita a la isla es a Seal Bay. Nos sorprende mucho ver la cantidad de canguros muertos que hay en la carretera, con los días en Australia nos iremos acostumbrando, pero de entrada nos causa mucha impresión. Cuando llegamos a Seal Bay quedan pocos minutos para que salga una excursión guiada, que es la que te baja hasta la playa para estar súper cerca de los leones marinos australianos que viven aquí. No te puedes acercar a menos de 10 metros para no molestarlos, pero esta distancia es suficiente para verlos entrar y salir del agua, nadar, descansar en la arena y en la zona de arbustos que hay antes de llegar a la playa.
A las 8:30 hacemos el check in en el ferry de Sealink que va a Kangaroo Island, para salir a las 9 y tras un viaje bastante cómodo llegamos a Penneshaw a las 9:45. Lo primero que hacemos es pasarnos por el centro de visitantes y allí nos dicen que el hotel al que vamos no tiene ni restaurante ni nada, y como sabíamos que en esa parte de la isla no hay poblaciones donde poder comprar, vamos al super a por comida. He de decir que nos informaron bastante mal, primero porque no nos dijo nada que no supiéramos y además, nuestro hotel tenía un estupendísimo restaurante en el que cenamos de lujo.
Desde aquí, nuestra primera visita a la isla es a Seal Bay. Nos sorprende mucho ver la cantidad de canguros muertos que hay en la carretera, con los días en Australia nos iremos acostumbrando, pero de entrada nos causa mucha impresión. Cuando llegamos a Seal Bay quedan pocos minutos para que salga una excursión guiada, que es la que te baja hasta la playa para estar súper cerca de los leones marinos australianos que viven aquí. No te puedes acercar a menos de 10 metros para no molestarlos, pero esta distancia es suficiente para verlos entrar y salir del agua, nadar, descansar en la arena y en la zona de arbustos que hay antes de llegar a la playa.
Después de la visita guiada hicimos el paseo por las pasarelas de acceso libre, desde las que se ve esta vista de la playa:
De nuevo al coche para ir hasta Little Sahara, un conjunto de dunas formado cerca de la costa. No se ve desde la carretera y no hay señalización (bueno sí, un cartelito escrito a mano ), por lo que hay que ir muy pendiente para no pasárselo.
Ya que habíamos comprado comida, allí mismo, cerquita de las dunas comimos, en un completo silencio. Después fuimos hasta Point Ellen desde donde se ve Vivonne Bay. Hacía un aire enorme aunque las vistas de la bahía eran espectaculares, así que estuvimos muy poquito tiempo. Además, queríamos llegar de día a Koala Walk (a las seis de la tarde ya es de noche).
No teníamos muy claro lo que era, sabíamos que allí se veían koalas, pero poco más. Realmente es una finca privada en la que a principios del siglo XX introdujeron los koalas (en Kangaroo Island no son autóctonos) y que hoy opera como un área de conservación de animales salvajes. Tras pagar la entrada puedes pasear durante el tiempo que quieras por la finca. En los árboles hay montones de koalas, y, como cuando nosotros llegamos empezaba a caer la tarde, empezamos a ver algunos canguros y wallabies.
No teníamos muy claro lo que era, sabíamos que allí se veían koalas, pero poco más. Realmente es una finca privada en la que a principios del siglo XX introdujeron los koalas (en Kangaroo Island no son autóctonos) y que hoy opera como un área de conservación de animales salvajes. Tras pagar la entrada puedes pasear durante el tiempo que quieras por la finca. En los árboles hay montones de koalas, y, como cuando nosotros llegamos empezaba a caer la tarde, empezamos a ver algunos canguros y wallabies.
Una vez allí vimos que había un “safari nocturno” consistente en que durante 90 minutos paseabas por la finca acompañado de un guía para ver a los animales por la noche. Nos sonó un poco a turistada, pero dijimos, bueno, ya que estamos aquí… Así que nos fuimos al hotel para dejar el equipaje y volver más tarde.
Cuando llegamos vemos que es una granja en la que hay unas cabañas en las que parece ser que es donde nos vamos a alojar, pero no vemos a nadie. Nos dedicamos a dar vueltas por la finca, hasta que al final veo a un señor trabajando con las vacas. Le digo que venimos a hospedarnos y nos dice que imposible, que para ese día no tiene ninguna reserva. Le enseño mi papelito de reserva empeñada en que sí, que nos tiene que alojar y me dice, muy amablemente, que me he equivocado y que ese no es nuestro hotel, que eso es una casa de huéspedes y que nosotros vamos a un hotel más lujoso (menos mal porque a mi eso no me acababa de convencer) que se llama casi igual, que no me preocupe, que más gente se confunde… Ya se nos va haciendo bastante tarde, porque a las 18 comenzaba el safari, pero por fin llegamos a nuestro hotel, donde dejamos las maletas y reservamos la cena en el restaurante para después del safari. La chica de la recepción del hotel nos dijo que habíamos hecho muy bien en reservar el safari, que merecía mucho la pena. Corriendo, como casi siempre, volvimos a Koala Walk.
Comenzamos la visita, acompañados por una chica que lleva dos focos especiales para no molestar a los animales, viendo canguros, que, contrariamente a lo que casi todo el mundo piensa, no son tan numerosos y por tanto tan fáciles de ver en Australia. Lo que sí se ven a cientos son wallabies. Esta primera parte se hace fuera del bosque de eucaliptos. Una vez dentro del bosque, ya se ha hecho de noche del todo, ella empieza a localizar los koalas en los árboles y los enfoca con las luces, de forma que se ven perfectos, comiendo, durmiendo, pasando de una rama a otra. Nos explica cosas sobre la vida de los koalas, como que viven solos y no comparten árbol salvo que pertenezcan a la misma familia y en casos muy extraños. Pero si ver así a los koalas resulta curioso, lo mejor es que de repente empiezas a oír muchos ruidos a tu alrededor y cuando la guía enfoca descubres que estás rodeado de familias de wallabies, con los bebés dentro de la bolsa de sus madres, desde la que asoman la cabeza para comer hierba, o possum con sus crías a la espalda.
Cuando llegamos vemos que es una granja en la que hay unas cabañas en las que parece ser que es donde nos vamos a alojar, pero no vemos a nadie. Nos dedicamos a dar vueltas por la finca, hasta que al final veo a un señor trabajando con las vacas. Le digo que venimos a hospedarnos y nos dice que imposible, que para ese día no tiene ninguna reserva. Le enseño mi papelito de reserva empeñada en que sí, que nos tiene que alojar y me dice, muy amablemente, que me he equivocado y que ese no es nuestro hotel, que eso es una casa de huéspedes y que nosotros vamos a un hotel más lujoso (menos mal porque a mi eso no me acababa de convencer) que se llama casi igual, que no me preocupe, que más gente se confunde… Ya se nos va haciendo bastante tarde, porque a las 18 comenzaba el safari, pero por fin llegamos a nuestro hotel, donde dejamos las maletas y reservamos la cena en el restaurante para después del safari. La chica de la recepción del hotel nos dijo que habíamos hecho muy bien en reservar el safari, que merecía mucho la pena. Corriendo, como casi siempre, volvimos a Koala Walk.
Comenzamos la visita, acompañados por una chica que lleva dos focos especiales para no molestar a los animales, viendo canguros, que, contrariamente a lo que casi todo el mundo piensa, no son tan numerosos y por tanto tan fáciles de ver en Australia. Lo que sí se ven a cientos son wallabies. Esta primera parte se hace fuera del bosque de eucaliptos. Una vez dentro del bosque, ya se ha hecho de noche del todo, ella empieza a localizar los koalas en los árboles y los enfoca con las luces, de forma que se ven perfectos, comiendo, durmiendo, pasando de una rama a otra. Nos explica cosas sobre la vida de los koalas, como que viven solos y no comparten árbol salvo que pertenezcan a la misma familia y en casos muy extraños. Pero si ver así a los koalas resulta curioso, lo mejor es que de repente empiezas a oír muchos ruidos a tu alrededor y cuando la guía enfoca descubres que estás rodeado de familias de wallabies, con los bebés dentro de la bolsa de sus madres, desde la que asoman la cabeza para comer hierba, o possum con sus crías a la espalda.
La verdad es que salimos encantados con la visita, aunque al final pasamos un poco de frío. Cena estupenda en el hotel (pollo con cuscús y lingüinis, vamos, muy típico australiano, acompañados de una cerveza buenísima) y a descansar tras un día muy intenso.
Día 8, 16 de agosto: Kangaroo Island
Comenzamos nuestra segunda semana de viaje en el que pensábamos que iba a ser nuestro último día en Kangaroo Island. No madrugamos demasiado (hoy nos levantamos solo a las 7) para ir a visitar el Flinders Chase National Park, el parque más grande de la isla.
El día amanece nublado, pero cuando estábamos terminando de desayunar ha empezado una enorme tormenta con truenos y relámpagos y el diluvio universal, además de un viento importante. De hecho, cuando hemos llegado al centro de visitantes del parque a pagar la entrada hemos tenido que esperar a que dejara de llover un poco para no mojarnos hasta los huesos. Nuestra idea era hacer un recorrido por un camino que sale de este centro de visitantes en el que, si se tiene suerte, se pueden ver ornitorrincos, pero llovía tanto que era imposible.
Así que entramos en el centro de visitantes y la persona que estaba allí nos empieza a contar una historia de miedo, porque nos dice que aún no le ha llegado la información, pero que cree que con ese tiempo es muy posible que no salgan los barcos (nosotros teníamos billetes para las cinco de la tarde) e incluso que se inunden las carreteras y no se pueda circular. Asustados le preguntamos que qué podíamos hacer en un día así y nos dijo que intentáramos visitar las zonas más destacadas del parque mientras pudiéramos. Pues eso hicimos, fuimos hasta Admiral Arch, con un cielo negro que daba miedo y cayendo una tromba de agua. Aparcamos y estuvimos esperando un rato por si paraba. Parar no paró, pero dejó de caer tan fuerte, así que salimos y a medida que fuimos llegando a la costa mejoraba.
Aquí vimos la colonia de focas neozelandesas, durante la bajada a la costa y en la costa, hasta llegar hasta el Admiral Arch que es una oquedad excavada en la roca por la erosión del mar. Tanto mejoró el tiempo que empezamos a pensar que el del centro de visitantes era un agonías y que no iba a pasar absolutamente nada.
El día amanece nublado, pero cuando estábamos terminando de desayunar ha empezado una enorme tormenta con truenos y relámpagos y el diluvio universal, además de un viento importante. De hecho, cuando hemos llegado al centro de visitantes del parque a pagar la entrada hemos tenido que esperar a que dejara de llover un poco para no mojarnos hasta los huesos. Nuestra idea era hacer un recorrido por un camino que sale de este centro de visitantes en el que, si se tiene suerte, se pueden ver ornitorrincos, pero llovía tanto que era imposible.
Así que entramos en el centro de visitantes y la persona que estaba allí nos empieza a contar una historia de miedo, porque nos dice que aún no le ha llegado la información, pero que cree que con ese tiempo es muy posible que no salgan los barcos (nosotros teníamos billetes para las cinco de la tarde) e incluso que se inunden las carreteras y no se pueda circular. Asustados le preguntamos que qué podíamos hacer en un día así y nos dijo que intentáramos visitar las zonas más destacadas del parque mientras pudiéramos. Pues eso hicimos, fuimos hasta Admiral Arch, con un cielo negro que daba miedo y cayendo una tromba de agua. Aparcamos y estuvimos esperando un rato por si paraba. Parar no paró, pero dejó de caer tan fuerte, así que salimos y a medida que fuimos llegando a la costa mejoraba.
Aquí vimos la colonia de focas neozelandesas, durante la bajada a la costa y en la costa, hasta llegar hasta el Admiral Arch que es una oquedad excavada en la roca por la erosión del mar. Tanto mejoró el tiempo que empezamos a pensar que el del centro de visitantes era un agonías y que no iba a pasar absolutamente nada.
Seguimos hasta el próximo destino, Remarkable Rocks, una serie de rocas erosionadas que dan lugar a unas formaciones de lo más curiosas. Pero más curioso aún es que están sobre una plataforma de piedra y parece que alguien las hubiera puesto allí.
Por entonces el día ya había mejorado tanto (aunque seguía haciendo un viento espantoso) que nos fuimos al coche decididos a seguir con nuestro plan de visitas inicial, que era continuar por la carretera de la costa norte para visitar las playas y llegar a Penneshaw a coger el ferry.
Pero antes de seguir paramos de nuevo en el centro de visitantes a hacer unas compritas y allí nos enteramos de que teníamos un serio problema y es que, a pesar de ese cielo azul de las fotos, habían cancelado todos los ferries del día de hoy y posiblemente los de mañana, lo que nos ponía en la situación de salir de la isla un par de días después de lo previsto, con lo que eso nos suponía que era trastocar el resto del viaje para el que teníamos vuelos, coches y hoteles reservados .
En un principio nos quedamos bastante noqueados y luego empezamos a hacer llamadas desde una cabina del centro de visitantes a María, que nos había ayudado a hacer algunas reservas. No obstante a ella tampoco le daban soluciones, por lo que decidimos irnos de allí a Penneshaw (estábamos en la punta opuesta de la isla) y presentarnos en la oficina de Sealink para ver qué íbamos a hacer.
Cuando llegamos allí había un lío montado impresionante con un montón de gente tirada en la isla que quería salir. Finalmente nos ofrecían un billete de avión el día siguiente a Adelaida, pero el problema es que teníamos un coche alquilado de Thrifty, compañía que no tenía corresponsal en la isla. Así que tras muchos nervios, muchas llamadas y muchas peleas, con el inconveniente añadido de no hacerlo en tu idioma, conseguimos que Sealink metiera nuestro coche en el primer ferry que saliera (resultó que el primero no salió hasta el lunes y hoy era viernes) y que alguien de la compañía de alquiler del coche fuera a buscarlo a Cape Jervis y nosotros nos íbamos a Adelaida en un avión el sábado a las dos de la tarde. Todo esto costó dinero, mucho, que por suerte ha pagado el seguro, y la pérdida del billete de avión del sábado desde Adelaida a Alice Springs y de allí a Ayers Rock, así como de un día completo de viaje. Esto resolvimos acortando nuestra estancia en el centro un día, el correspondiente a Glen Helen. Pero al hacer los cambios de billetes (llamando a Qantas en Madrid desde Kangaroo Island, bendito Skype) ya no había desde Alice Springs a Ayers Rock, con lo que tuvimos que conducir más de lo previsto.
Agotados de la tensión nerviosa de todo el día hemos llegado al hotel, que está genial por cierto, hemos terminado de hacer las gestiones pendientes y finalmente nos hemos relajado para ir a cenar al pub, y digo el pub porque sólo hay uno y claro, tenía un ambiente estupendo, ya que estaba lleno de los turistas que nos habíamos quedado a dormir en la isla por culpa del viento (esa era la causa final de la imposibilidad de navegar) y una comida riquísima, acompañada de unas pintas de Carlton Black excelente.
Podríamos haber ido a ver pingüinos pero estábamos tan cansados que nos resultaba imposible. Además, el tiempo no lo aconsejaba.
Día 9, 17 de agosto: Kangaroo Island-Adelaida
Después de la paliza de ayer hoy no madrugamos mucho y nos dedicamos a echar gasolina a ese coche que tenemos que dejar aquí tirado hasta que salgan los barcos, pasear un poco por el pueblo (hoy el tiempo sigue fatal, hace un viento terrible y llueve) y comprar algunas cosas.
Después salimos hacia el aeropuerto, hemos llegado a las 15:30 a Adelaida y nos hemos dedicado a tareas de intendencia: comprar comida para los próximos días en el centro, hacer algunas compras, hacer la colada, etc. y a dar un paseíto por el centro de Adelaida.
Hemos ido a cenar a un tailandés. Nuestro hotel está en la zona de “salir de marcha” así que está superanimado y lleno de chavales bebiendo como cosacos, pero nosotros nos vamos a la camita, que hay que seguir madrugando mañana.
Pero antes de seguir paramos de nuevo en el centro de visitantes a hacer unas compritas y allí nos enteramos de que teníamos un serio problema y es que, a pesar de ese cielo azul de las fotos, habían cancelado todos los ferries del día de hoy y posiblemente los de mañana, lo que nos ponía en la situación de salir de la isla un par de días después de lo previsto, con lo que eso nos suponía que era trastocar el resto del viaje para el que teníamos vuelos, coches y hoteles reservados .
En un principio nos quedamos bastante noqueados y luego empezamos a hacer llamadas desde una cabina del centro de visitantes a María, que nos había ayudado a hacer algunas reservas. No obstante a ella tampoco le daban soluciones, por lo que decidimos irnos de allí a Penneshaw (estábamos en la punta opuesta de la isla) y presentarnos en la oficina de Sealink para ver qué íbamos a hacer.
Cuando llegamos allí había un lío montado impresionante con un montón de gente tirada en la isla que quería salir. Finalmente nos ofrecían un billete de avión el día siguiente a Adelaida, pero el problema es que teníamos un coche alquilado de Thrifty, compañía que no tenía corresponsal en la isla. Así que tras muchos nervios, muchas llamadas y muchas peleas, con el inconveniente añadido de no hacerlo en tu idioma, conseguimos que Sealink metiera nuestro coche en el primer ferry que saliera (resultó que el primero no salió hasta el lunes y hoy era viernes) y que alguien de la compañía de alquiler del coche fuera a buscarlo a Cape Jervis y nosotros nos íbamos a Adelaida en un avión el sábado a las dos de la tarde. Todo esto costó dinero, mucho, que por suerte ha pagado el seguro, y la pérdida del billete de avión del sábado desde Adelaida a Alice Springs y de allí a Ayers Rock, así como de un día completo de viaje. Esto resolvimos acortando nuestra estancia en el centro un día, el correspondiente a Glen Helen. Pero al hacer los cambios de billetes (llamando a Qantas en Madrid desde Kangaroo Island, bendito Skype) ya no había desde Alice Springs a Ayers Rock, con lo que tuvimos que conducir más de lo previsto.
Agotados de la tensión nerviosa de todo el día hemos llegado al hotel, que está genial por cierto, hemos terminado de hacer las gestiones pendientes y finalmente nos hemos relajado para ir a cenar al pub, y digo el pub porque sólo hay uno y claro, tenía un ambiente estupendo, ya que estaba lleno de los turistas que nos habíamos quedado a dormir en la isla por culpa del viento (esa era la causa final de la imposibilidad de navegar) y una comida riquísima, acompañada de unas pintas de Carlton Black excelente.
Podríamos haber ido a ver pingüinos pero estábamos tan cansados que nos resultaba imposible. Además, el tiempo no lo aconsejaba.
Día 9, 17 de agosto: Kangaroo Island-Adelaida
Después de la paliza de ayer hoy no madrugamos mucho y nos dedicamos a echar gasolina a ese coche que tenemos que dejar aquí tirado hasta que salgan los barcos, pasear un poco por el pueblo (hoy el tiempo sigue fatal, hace un viento terrible y llueve) y comprar algunas cosas.
Después salimos hacia el aeropuerto, hemos llegado a las 15:30 a Adelaida y nos hemos dedicado a tareas de intendencia: comprar comida para los próximos días en el centro, hacer algunas compras, hacer la colada, etc. y a dar un paseíto por el centro de Adelaida.
Hemos ido a cenar a un tailandés. Nuestro hotel está en la zona de “salir de marcha” así que está superanimado y lleno de chavales bebiendo como cosacos, pero nosotros nos vamos a la camita, que hay que seguir madrugando mañana.