Toda la semana haciendo un sol y un calor estupendos y llega el día que mejor tiempo necesita y se pone a llover. El día anterior consulté la predicción meteorológica y Murphy volvió a hacer de las suyas porque pronosticaba lluvia en lo que calculé que sería nuestra llegada al Preikestolen: y no falló, el muy mamón.
El desayuno fue mejor de lo que nos esperábamos. Creíamos que habría mucha gente, pero como en el diario de a bordo especificaba que en el restaurante Miramar también pondrían buffet, pues para allá que nos fuimos y fue un acierto porque desayunamos bien tranquilos y sin agobios (mirad bien los diarios de a bordo, porque no fue la única vez que el restaurante tenía buffet de desayuno). Eso sí, las rebanadas de pan de molde y los plátanos volaban, algo que no nos preocupaba porque ya hicimos acopio de provisiones el día anterior (los sandwiches que cogimos aguantaron muy bien).
Tras el desayuno, comenzamos la excursión que fue la tercera que cogimos con la naviera: 122 euros por pareja sin almuerzo incluido. Este hecho me parece un error. En las otras excursiones, había sitios donde comer que estaban incluidos en el precio. Cerca del púlpito no hay, pero a Pullmantur no creo que le cueste mucho dar un picnic con un bocadillo, una bebida y un yogur o una fruta. Más que nada porque es evidente que la gente se va a resarcir cogiendo en el desayuno lo que quiera llevarse para almorzar. Total ya está pagado.
El primer trayecto en autocar hasta el ferry es muy breve. El ferry muy puntual, con unos baños estupendos donde vaciarse si no te gusta hacerlo en medio del monte, y unas vistas estupendas del fiordo. Me gustaría haber hecho el trayecto fuera, pero hacía mucho viento y era algo fresco.
El trayecto hasta Tau se pasa en un suspiro, así que cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos de nuevo en el autocar. Como nos tocó una guía malagueña muy simpática, nos fue explicando detalles muy instructivos tanto de la excursión como de la vida en noruega que nos hizo muy ameno el trayecto hasta el inicio de la ascensión (a mi me llamó la atención particularmente la construcción de lo que dijo que iba a ser el túnel submarino más largo de Europa). Nos comentó que el margen para hacer la excursión era amplio: se podía subir en dos horas, estar veinte minutos arriba y bajar en otras dos horas sin tener agobio ninguno. También nos dijo que una persona en forma, podía hacer la subida en menos de una hora y que los noruegos se retaban para hacerla en el menor tiempo posible. Mi novia y yo estamos en bastante buena forma (solemos salir a correr tres veces por semana) y nos picamos: qué coño, nos dijimos, hay que hacerla en menos de una hora, con un par. Así que a la llegada, mientras todo nuestro autocar comenzaba a subir, nosotros estuvimos haciendo unos estiramientos y un poco de calentamiento durante unos cinco minutos (sí, somos un poco friquis, lo sé XD).
Una vez listos, empezamos la subida (que no tiene pérdida, hay que seguir unas T de color rojo pintadas en las piedras ). Y vimos que habíamos cometido un error: al dejar que todo el mundo empezara antes que nosotros, al alcanzarlos, en según que tramos, había unos tapones de gente de narices, lo que nos retrasó bastante en la primera mitad del ascenso. Había atasco por gente que a los veinte minutos ya estaba echando el bofe y por gente que se paraba a hacer fotos. Nosotros, como nos recomendó la guía, decidimos dejar las fotos para la bajada. A medida que avanzábamos, íbamos dejando más gente atrás y se aclaraba más el camino, por lo que pudimos apretar el paso y llegamos a la cima en menos de una hora y cuarto. Estamos seguros que si no hubiera sido por los tapones, lo hubiéramos hecho en menos de una hora.
Consideraciones de la subida: habréis leído mil opiniones, pero yo os recomiendo algo mejor. Echad un vistazo en youtube que hay vídeos con el ascenso. Cuando los visionéis, veréis que es básicamente subir escaleras: con peldaños más altos, con piedras alguna vez inestables, con árboles en el camino, pero básicamente es lo mismo que subir y subir más escaleras. De hecho, a mitad de camino, vimos a unos operarios que estaban adecuando el sendero de subida y lo que hacían era peldaños con las piedras del entorno. Yo tengo un podómetro de la marca FitBit, que también te mide la altura subida entre otras cosas, y me marcó que la subida al Púlpito era equivalente a subir al Empire State Building a patita. Si no estás en plena forma, pero no tienes problemas físicos, pues me figuro que haciendo descansos y tomándotelo con calma, no hay problema en subirlo en hora y media o dos horas, que fue lo que tardó la mayoría de la gente (incluida una pareja de valencianos con dos niñas de unos 6 y 3 años).
Una vez en la cumbre, nos quedamos un poco plof, porque la llegada al Púlpito, después de haber visto tanto vídeo y tanta foto, es algo descafeinada. En otras excursiones, donde ves tu objetivo a lo lejos, cuando llegas te sientes extasiado. Pero en el Preikestolen, hasta que no estás en él, no te enteras. De hecho había gente que, estando ya en el sitio, aún preguntaba donde narices se encontraba el dichoso Púlpito o si quedaba mucho. Pero con los minutos y las fotos al borde del abismo, pudimos apreciar la dimensión de ese lugar que hace que tenga tanta fama. La pena fue, como ya avancé, que un poco antes de la cima, comenzó a llover desluciendo un poco nuestra estancia. Al menos no había niebla y se podía divisar en plenitud de condiciones todo el panorama del fiordo, a los ferrys que pasaban por debajo (los “rajaos”


Momento vestuario: camiseta de manga corta transpirable, forro polar como segunda capa y chubasquero/cortavientos como tercera. Pantalones de montaña Quechua Arpenaz 100 y Zapatillas Quechua Arpenaz 100. Una recomendación muy útil: lleva una camiseta de repuesto en tu mochila para cambiarte una vez en la cumbre. Estés en buena o mala forma, subas rápido o lento, fijo que vas a sudar mucho y conviene llevar una prenda seca para no coger frío en la bajada.
La bajada nos la tomamos con calma, haciendo fotos y pisando con cuidado (llevábamos un bastón de trekking cada uno, de los barateros, que nos fue muy útil). De hecho tardamos dos horas en llegar abajo. Así como a la subida nosotros pasamos a mucha gente, en la bajada, nos pasaron también muchos a pesar de ir con tiempo de sobra. Como las prisas son malas consejeras, las rocas estaban resbaladizas y muchos no llevaban un calzado adecuado, pues pasó lo que tenía que pasar: cebollazos a tutiplén. Nosotros tuvimos algún susto en forma de resbalón y vimos a más de cinco personas caerse o torcerse algún tobillo (y antes de coger el nuestro, gente de los otros autobuses también nos comentó que habían visto a más de una, dos y tres personas caerse y hacerse herida con sangre). Afortunadamente, que nosotros sepamos, ninguna fue de gravedad. Pero aquí entra el por si acaso que comenté al principio: ¿Se puede ir al Púlpito por vuestra cuenta? Perfectamente, de hecho una pareja de nuestro grupo de amigos lo hizo así sin ningún problema. ¿Es recomendable para ahorrarse bastante dinero? Ahora, querido lector, es tu turno de responder. Entre diarios, vídeos y opiniones, hay datos suficientes para escoger una opción u otra.
Un inciso al relato: bajando pudimos ver un paquete de pañuelos de papel marca Deliplus en el suelo y una servilleta azul del Empress tirada en una rama (los autores serían compatriotas nuestros casi al 100%). A nosotros se nos cayó el alma al suelo, más que nada porque el monte estaba limpísimo y nos vimos esos objetos en la subida. No cuesta nada llevar una bolsa para basura en la mochila.
Una vez abajo, repusimos fuerzas comiendo una manzana mi novia y un helado yo mientras esperamos al autobús que nos llevaría de vuelta al barco. La guía nos volvió a amenizar el trayecto con más curiosidades y esta vez, al hacer un poco de mejor tiempo, el trayecto en el ferry pude hacerlo fuera tomando más fotos. Una vez en Stavanger, como nos sobraba tiempo, la guía le pidió al chófer que nos diera una vuelta por las calles principales de la ciudad algo que yo agradecí (había otra gente que estaba deseando volver al barco lo antes posible, por el cansancio supongo). Cuando acabó el minipaseo, la guía se ofreció a llevarnos a pie a unas calles con casas pintadas de colores porque le pillaba de camino a su casa, y sólo unos pocos fuimos con ella. Si podéis aparcar el cansancio, os recomiendo que las veáis, son preciosas. La pena es que como ir al Preikestolen te consume la mayor parte del día, pues no se tiene tiempo para ver Stavanger como toca (el museo del petróleo, por lo que contó la guía, bien merecía una visita).
Una vez en el barco, nos fuimos directos al Spa del Mar. Tras el trasiego de todos los días de excursión, nos quisimos dar un homenaje y ambos nos dimos un masaje en las piernas para recuperarlas de la semanita que llevaban. La masajista que nos atendió (única empleada española con la que tratamos en el barco), Begoña, tenía unas manos de oro y nos dejó como nuevos. Si podéis daros ese capricho, no lo dudéis. Eso sí, intentad reservar hora antes, porque nosotros fuimos a salto de mata y tuvimos suerte al encontrar dos huecos libres.
Después del masaje tocaba prepararse para la cena de gala. En los foros siempre se suele preguntar si la gente va muy arreglada (o no), y en nuestro caso la respuesta es sí. Me figuro que todo dependerá de la media de edad del crucero en el que vayas: en nuestro caso, los veteranos iban muy bien arreglados (aunque un vestido bonito, una americana y unos chinos no ocupan casi sitio en la maleta y no desentonan nada). Como quedaba tiempo para nuestro turno, nos acercamos a ver el la presentación de la tripulación del barco y el espectáculo del día, Quartier Latin, de nuevo con los humoristas y acróbatas y la verdad es que merece mucho la pena, nos lo pasamos muy bien. Como queríamos evitar la aglomeración de entrada, hicimos tiempo viendo las fotos expuestas y acabamos elogiando la pericia del capitán que salía con una cara clonada en todas y cada una (nosotros no nos hicimos foto con él porque, para variar, había una cola del copón). Cuando fuimos al restaurante, gracias al hacedor, ya no había nadie en la puerta y nos sentaron en nuestra mesa. La gente allí sentada, se quedó sorprendida de vernos (cosa normal) e incluso pensaron que las sillas esas estaban desocupadas al no habernos visto nunca. Al camarero le pillamos un poco descolocado, pero rápido se adaptó a la situación y nos atendió con mucha amabilidad y profesionalidad. Los platos del menú que escogimos nos parecieron excelentes y riquísimos, y después de la cena de gala, estábamos de acuerdo en que en el Empress se come bien (yo en el buffet me hice un fan irredento de los caldos y sopas de los que di buena cuenta).
Una vez acabada la cena fuimos, como era ya habitual, al salón Rendez-Vous, donde Belter el camarero, nos hizo dar buena cuenta de todos los cócteles de la carta. De todos los que probamos, nosotros nos quedamos con el que se llama Feliz Crucero (delicioso) y la verdad es que su nombre viene como anillo al dedo. La noche fue divertidísima: primero con la actuación de la banda Blanco y Negro (estupendos como siempre) y después con un bingo que tuve la suerte de ganar (OU YEAH!). También había programado un buffet de frutas a media noche, pero, ¡cómo no!, había muchísima cola así que nos fuimos a rematar la velada en la discoteca. Fue una pena mirar hacia fuera y ver que era noche casi cerrada, lo que significaba que el barco se aproximaba al destino final.