Después de algunos años (prefiero no recordar cuántos), tocaba volver de visita a Barcelona. Así que decidimos aprovechar que el 1º de mayo caía en jueves y el 2 de mayo es el día de la Comunidad de Madrid para disfrutar del puente en la ciudad condal, si bien asumiendo las multitudes que íbamos a encontrar por allí en esas fechas. Para gestionar el tiempo lo mejor posible, preparé un itinerario de tres días consultando el foro y mucha otra información en varias webs, que me ayudaron a decidir cómo y dónde ir. Reservé por internet la mayor parte de las entradas con el fin de evitar las colas en las taquillas, lo que en nuestro caso resultó esencial para poder realizar las visitas que hicimos sin volvernos locos.
Fuimos en ese maravilloso invento llamado AVE, que permite trasladarse del centro de Madrid al centro de Barcelona en menos de tres horas, evitando vuelos y aeropuertos. Saqué con bastante antelación los billetes y, pese a las fechas punta, logré una oferta con tarifa “promo” en la que la clase preferente salía más barata que la turista. De todas formas, en estos trayectos me importa el precio y no la clase.
En la estación de Sants, cogimos un taxi hasta el Hotel Wilson Boutique, situado en la Avenida Diagonal 568, que hace esquina a la calle Muntaner (por 9 euros incluidos suplementos de día festivo y salida de estación en día no nos compensaba meternos en el metro con la maleta). Es un hotel de tres estrellas, moderno, con personal muy amable y realmente confortable, con habitaciones bastante bien insonorizadas pese a contar con un balcón con bonitas vistas a la misma Diagonal, desde la que incluso se divisaba la Torre Agbar. Se agradece poder descansar por la noche después de la paliza que te pegas caminando por el día. Esto no fue así en una de nuestras anteriores visitas y queríamos evitarlo.
Fuimos en ese maravilloso invento llamado AVE, que permite trasladarse del centro de Madrid al centro de Barcelona en menos de tres horas, evitando vuelos y aeropuertos. Saqué con bastante antelación los billetes y, pese a las fechas punta, logré una oferta con tarifa “promo” en la que la clase preferente salía más barata que la turista. De todas formas, en estos trayectos me importa el precio y no la clase.
En la estación de Sants, cogimos un taxi hasta el Hotel Wilson Boutique, situado en la Avenida Diagonal 568, que hace esquina a la calle Muntaner (por 9 euros incluidos suplementos de día festivo y salida de estación en día no nos compensaba meternos en el metro con la maleta). Es un hotel de tres estrellas, moderno, con personal muy amable y realmente confortable, con habitaciones bastante bien insonorizadas pese a contar con un balcón con bonitas vistas a la misma Diagonal, desde la que incluso se divisaba la Torre Agbar. Se agradece poder descansar por la noche después de la paliza que te pegas caminando por el día. Esto no fue así en una de nuestras anteriores visitas y queríamos evitarlo.
Vistas de la Avinguda Diagonal y la torre Agbar desde la terraza del hotel


El hotel tiene una buena ubicación, con autobuses y metro muy cerca; caminando se tarda unos 20 minutos hasta la Plaza de Cataluña y una media hora a las Ramblas. Me hubiera gustado un alojamiento más próximo a la zona turística porque las cuestas al final de la jornada pesan bastante, pero no estaba dispuesta a pagar las tarifas exageradas que se pedían en esas fechas más cerca del casco viejo.
Como no era nuestra primera visita a Barcelona, había lugares que ya conocíamos y no teníamos especial interés en volver a visitar dado el poco tiempo con que contábamos, como Pedralbes, el Tibidabo, el Nou Camp y el Pueblo Español en Montjuic. También descartamos la opción del autobús turístico que puede venir bien para un recorrido de un día o desplazarse de unos sitios a otros (en nuestra primera visita utilizamos una versión antigua, con autobús normal, no de dos pisos, menos vistoso pero sumamente práctico), pero esta vez no se ajustaba al itinerario que queríamos seguir, por lo que no compensaba el precio (24 euros por persona, un día). Tampoco íbamos a amortizar la Barcelona Card, que ofrece transporte gratuito y descuentos en visitas y monumentos, preferimos coger una tarjeta de transporte TC10, que por 10 euros ofrece 10 viajes en bus o metro, incluyendo trasbordo entre autobuses durante un tiempo limitado y que pueden utilizar una, dos o varias personas. En fin, esto es muy particular, lo mejor es que según las preferencias y el tiempo de estancia, cada cual haga números y vea lo que más le conviene. También decir que en algunos recorridos el taxi puede ser una opción interesante, que ahorra bastante tiempo. Hicimos cuatro o cinco recorridos y ninguno superó los 10 euros. En festivo la tarifa es un poco más cara pero lo compensa que apenas hay atascos si se eligen bien los itinerarios.
En cuanto terminamos el check-in y dejamos la maleta, salimos dispuestos a comenzar la visita de Barcelona. Para no perder tiempo, en la Avenida Diagonal, cogimos un taxi hasta la estación del teleférico que sube a Montjuic y sacamos billetes sólo de ida (7,50 euros ida; 10 euros, ida y vuelta) hasta el Castillo. Ni que decir tiene que las vistas son impresionantes.
Como no era nuestra primera visita a Barcelona, había lugares que ya conocíamos y no teníamos especial interés en volver a visitar dado el poco tiempo con que contábamos, como Pedralbes, el Tibidabo, el Nou Camp y el Pueblo Español en Montjuic. También descartamos la opción del autobús turístico que puede venir bien para un recorrido de un día o desplazarse de unos sitios a otros (en nuestra primera visita utilizamos una versión antigua, con autobús normal, no de dos pisos, menos vistoso pero sumamente práctico), pero esta vez no se ajustaba al itinerario que queríamos seguir, por lo que no compensaba el precio (24 euros por persona, un día). Tampoco íbamos a amortizar la Barcelona Card, que ofrece transporte gratuito y descuentos en visitas y monumentos, preferimos coger una tarjeta de transporte TC10, que por 10 euros ofrece 10 viajes en bus o metro, incluyendo trasbordo entre autobuses durante un tiempo limitado y que pueden utilizar una, dos o varias personas. En fin, esto es muy particular, lo mejor es que según las preferencias y el tiempo de estancia, cada cual haga números y vea lo que más le conviene. También decir que en algunos recorridos el taxi puede ser una opción interesante, que ahorra bastante tiempo. Hicimos cuatro o cinco recorridos y ninguno superó los 10 euros. En festivo la tarifa es un poco más cara pero lo compensa que apenas hay atascos si se eligen bien los itinerarios.
En cuanto terminamos el check-in y dejamos la maleta, salimos dispuestos a comenzar la visita de Barcelona. Para no perder tiempo, en la Avenida Diagonal, cogimos un taxi hasta la estación del teleférico que sube a Montjuic y sacamos billetes sólo de ida (7,50 euros ida; 10 euros, ida y vuelta) hasta el Castillo. Ni que decir tiene que las vistas son impresionantes.
Vistas desde el teleférico.


La visita del Castell, antes gratuita, pasó a ser de pago en marzo de 2014 (¡vaya mala suerte!) y cuesta 5 euros. Era una antigua torre de vigilancia que fue reconstruida en 1751 y restaurada por Felipe V con fines militares, para controlar la ciudad, que fue bombardeada desde aquí. En la época franquista fue utilizada como cárcel para presos políticos: aquí fue ejecutado en 1940 Lluis Companys, presidente de la Generalitat. El espacio fue cedido al Ayuntamiento de Barcelona en 2009 como equipamiento municipal y hasta que se disponga su utilidad definitiva se realizan diversas actividades. Aparte del patio de armas, el foso y los cañones y piezas de artillería, su mayor interés para el turista son las extraordinarias vistas que se obtienen de Barcelona desde la terraza superior y que da la oportunidad de situarse en la ciudad a vista de pájaro y jugar a reconocer muchos de sus edificios emblemáticos.
Vistas del Castell y desde el Castell:






Desde el exterior también se disfruta de estupendas vistas, así que quien ande justo de presupuesto se puede ahorrar la entrada.

Habíamos decidido seguir caminando hasta la zona del Anillo Olímpico, para lo cual seguimos un sendero que deja el castillo a la derecha y lo bordea pegado a la muralla, ofreciendo unas vistas impresionantes del puerto de Barcelona al completo, incluida la enorme zona de carga. Llegamos hasta el mirador del Migdia (donde hay un conocido bar) y seguimos bordeando el Jardín Botánico para llegar a la zona del Anillo. Hay una distancia considerable, pero es todo cuesta abajo y recorriendo el parque, así que con buena temperatura resulta relajante y bastante agradable, y permite descubrir bonitas vistas entre la abundante vegetación. Si se va muy justo de tiempo es mejor optar por el autobús o la bajada en el teleférico.


En Montjuic se encuentran una gran parte de las instalaciones deportivas que se utilizaron en los Juegos Olímpicos de 1992, en lo que se conoce como Anella Olímpica. Las edificaciones más destacadas son el Palau Sant Jordi, diseñado por el arquitecto japonés Arata Isozaki, que lo concibió como una tortuga con caparazón acristalado; y el Estadio Olímpico Lluis Companys, construido en 1929 con motivo de la Esposición Universal, que fue completamente remodelado para los Juegos, respetando la entrada principal con dos figuras ecuestres en bronce. En un lateral, junto al Palau Sant Jordi, se encuentra la Torre de Comunicaciones diseñada por Santiago Calatrava, con una altura de 120 metros. Estas instalaciones están unidas por una serie de plazas con fuentes y columnas, formando miradores sobre la ciudad, que nos permitió contemplar un hermoso atardecer. No pudimos acceder al estadio porque cerraban a las ocho de la tarde, aunque el parque exterior permanece abierto más tiempo.

Continuamos hacia el Palau Nacional, el impresionante edificio que alberga el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MUNAC) y que, de fondo a la Fuente Mágica, constituye una de las fotos más conocidas de Barcelona. Hay escaleras mecánicas de subida y de bajada para llegar a este punto, con lo cual la visita es muy cómoda tanto descendiendo desde Montjuic como ascendiendo desde la Plaza de España. El Museo se considera como la sede por excelencia del arte catalán, destaca por sus salas dedicadas al arte románico y gótico, en especial su colección única de pintural mural románica. Ya estaba cerrado y solo lo vimos por fuera, pero el exterior merece la pena por sí mismo
.
La tarde empezaba a caer y la puesta de sol regalaba estampas muy bonitas de la ciudad:



Delante del edificio del MUNAC comienza la serie de escalinatas que bajan hasta la Plaza de España, siguiendo la Avenida de las Cascadas, con la Fuente Magica como máxima atracción. Las vistas son preciosas desde cualquier posición, aunque la multitud de gente que aparece por todas partes distrae un tanto y dificulta la visibilidad y la toma de fotos. Estaba anocheciendo y la gente se agolpaba en cualquier hueco para contemplar el espectáculo de luz y sonido de la Fuente (fuentes en realidad porque hay varias). Es preciso consultar los días y horas en que hay espectáculo porque varían según la época del año. Realmente es interesante procurar que coincida con la visita a Barcelona, ya que es muy bonito y, además, gratuito. En mi opinión, también resulta recomendable no verlo desde un sitio fijo sino ir moviéndose para contemplar las diferentes perspectivas de las luces y movimientos del agua. Además, tampoco se repite lo mismo en cada pase, sino que varía la música y el baile del agua.




Las fuentes funcionaban hasta pasadas las once de la noche, así que continuamos caminando hasta la Plaza de España disfrutando del agua, el sonido y la luz, entre una auténtica multitud. Habíamos reservado mesa en una conocida web de reservas con descuento en un restaurante situado en la cúpula de la antigua plaza de toros de Las Arenas, convertida hoy en centro comercial, aunque ha conservado su fachada original. La cúpula alberga un gran número de restaurantes que se abren a una terraza exterior que rodea el edificio y que sirve como excelente mirador circular sobre la Plaza de España y sus alrededores: también se divisa el Tibidabo, el parque Miró y muchos otros edificios. Para subir, hay un ascensor panorámico que cuesta un euro, pero no es necesario pagar nada porque se puede subir gratis por las escaleras mecánicas del interior centro comercial. Aunque las tiendas estén cerradas, las puertas del centro comercial permanecen abiertas en festivos para dar servicio a los clientes de los bares y restaurantes. Las vistas nocturnas son muy atractivas y contemplamos el espectáculo de las fuentes y el entorno desde otra perspectiva. Cenamos en el restaurante Abrassame, pan con tumaca (diferente del que ponen en Madrid), ensalada césar, fideua negra con sepia, rissotto, crema catalana y una botella de vino blanco de Navarra. Con el descuento del 50 %, teniendo en cuenta el sitio, el precio quedó muy bien (unos 40 euros); sin descuento hubiese sido caro.
Antigua plaza de toros de Las Arenas convertida en Centro Comercial y vistas:





Después de cenar, fuimos paseando por la Avinguda de las Corts Catalanas hasta la parte alta de las Ramblas (Rambla de Cataluña) para ver el ambiente. Sin embargo, pasada la medianoche, las terrazas estaban cerrando y apenas quedaban unas decenas de personas deambulando por unas calles extrañamente tranquilas y silenciosas. Un contraste radical teniendo en cuenta las multitudes y el bullicio de un par de horas antes.