Cuando llegamos al Paradise no está el hombre que nos atendió por la mañana, preguntamos a la gente que está en el comedor pero no saben decirnos, a lo mejor mañana viene es todo lo que comprendo. Carmen me comenta que le parece raro que no esté para cobrarnos, si, puede pero yo que sé. No hay prisa, nos vamos a quedar varios días. Hay dos chicos en el restaurante que por cierto está totalmente abierto, no hay puertas y delante hay un gran altar a Buda, parece un negocio familiar. El Boss suena por los altavoces y hay una pareja cenando. Le digo a uno de los chicos que mañana nos vamos de excursión y tenemos que estar a las 7.30 listas para salir, si hay posibilidad de tomarse antes un café sobre las 7 o así. Me dice que el se levantará para hacernos cafe, lo miro incrédula y por señas le pregunto si va a hacer eso por nosotras, sonríe y me dice que si con cara de "pareces tonta" vale. Mañana lo veré.

Hace mucho calor y eso que hace horas que se fue el sol. Me quedo sentada un rato fuera delante de nuestro bungalow donde hay una mesa y dos sillas fumando un cigarrillo. En el bungalow de al lado hay sobre el murete un traje de neopreno y una camiseta. Sale una señora mayor de rasgos asiáticos que nos saluda.
Carmen se va para adentro a ponerse repelente contra los mosquitos y a organizarse. Al rato, cuando entro veo que ha deshecho su mochila y está todo desperdigado encima de la cama y del sofa, me dice que no encuentra un dinero que tenía. Y busca y busca y busca, a eso no la puedo ayudar así que me doy una ducha y voy colgando mis cuatro trapos en las perchas de la borriqueta. A pesar del ventilador hace mucho calor, no refresca nada así que vuelvo a salir a ver si puedo leer un rato fuera. Pero no hay luz suficiente. Carmen sigue buscando su dinero, le pregunto si era mucho y efectivamente es bastante, me inquieta un poco aunque no creo que se lo hayan robado pero y no se si ella cree que yo tengo algo que ver... así que decido ayudarla pues quiero que lo encuentre. Le pregunto lo típico: en el neceser, en los bolsillos de la mochila, etc. me dice que no, que ya ha mirado. Coge una bolsa donde guarda los zapatos y dice, aquí no he mirado pero es imposible que lo haya metido aquí. Saca los zapatos y allí está dentro de un monederito... Me alegro y respiro aliviada. Ella se pone muy contenta porque además era mas de lo que pensaba. Al otro día quiere celebrarlo invitándome a cenar donde yo quiera.
Cuento esta anécdota porque cuando perdemos algo, lo mejor es que otra persona nos ayude a buscarlo pues solemos descartar lugares que la otra persona no descarta porque no conoce nuestras costumbres y lo que tan bien hemos guardado precisamente por querer guardarlo tan bien lo guardamos a veces en lugares inconcebibles, ya lo creo porque también a mi me ha sucedido y a quien no...
