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Meses antes del viaje habiamos planeado pasar este domingo en Monterey y Carmel y asomarnos un poco al Big Sur. Pero nos quedaban muchas cosas por ver en San Francisco y estos dos pueblos estan a unos 200 kilometros de S. Francisco. Además teníamos intencion de hacer algo distinto hoy: asistir a un partido de beisbol. Asi que anulamos el plan.
Este era el recorrido previsto para la mañana:
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COIT TOWER
La primera visita del día era la Coit Tower, una torre de 64 metros de altura construída en hormigón en 1933 en lo alto de la Telegraph Hill en estilo art decó en medio de un frondoso parque. Es uno de los puntos más altos de la ciudad y desde hace años ejerce de observatorio turístico oficial de San Francisco.
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Despues de desayunar cogimos el coche y en menos de 10 minutos estábamos arriba de la colina. El aparcamiento de la torre es mínimo y en teoría restringido sólo a habitantes del área pero a esas horas aún habia huecos y no había otro sitio donde dejarlo así que nos la jugamos (como el resto de los turistas que allí estábamos).
La torre abría a las 10 de la mañana. Como todavía faltaba un rato trabamos conversación con dos jubilados americanos que estaban de visita en San Francisco. Uno de ellos era un ex profesor universitario de economía y el otro un productor de la PBS en Las Vegas, la televisión pública de los USA. Ambos habían estado en España varias veces y estuvimos un rato muy agradable intercambiando opiniones sobre nuestros respectivos paises, nuestras profesiones y sobre la vida en general. Nuestro hijo se metió en la conversación y les contó que jugaba al béisbol en el cole y nuestra idea de ir a ver un partido de béisbol a lo que reaccionaron con el asombro y la efusividad de los que sólo los americanos pueden hacer gala cuando un extranjero les halaga.
Vistas de la bahia desde el aparcamiento de la torre:
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Cuando la torre abrió las puertas, sacamos las entradas (6$ adultos, 2$ niños) y nos acompañaron en todo el recorrido. El hall de la torre tiene todas sus paredes pintadas con murales con escenas de la vida americana y especialmente de sus trabajadores. Nuestros guías nos explicaron que estas pinturas fueron encargadas en uno de los primeros programas de empleo federales auspiciados por el New Deal de Roosevelt en la Gran Depresión de los años 30. De ahí que tuvieran un look ligeramente soviético no exento de críticas veladas a la sociedad capitalista.
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Una vez arriba en la torre, nos sumergimos en un maravilloso panorama de 360º de todo San Francisco. La pena es que no es abierto y hay que disfrutarlo a través de estrechas ventanas.
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Panorama sur desde la Coit Tower:
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Panorama norte desde la Coit Tower:
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Nuestros amigos nos hicieron fotos, nosotros les hicimos a ellos y nos despedimos con agradecimiento de ellos porque nos dijeron que tenían prisa. Al rato bajamos nosotros y cual sería nuestra sorpresa cuando les volvimos a ver con un paquete en la mano para Alejandro. ¡Le habían comprado un libro de un equipo de béisbol de San Francisco en la tienda de regalos de la torre! La verdad es que así son los americanos: amables, amistosos y generosos. Nos deshicimos en agradecimientos y volvimos a despedirnos de ellos esta vez para siempre. Parecía que se estaba cumpliendo la profecía de la galleta de la fortuna del día anterior, pero aún quedaba mucho día…
LOMBARD STREET V 2.0
Como estábamos cerca, decidimos volver a pasar por Lombard Street, esta vez en coche y de día. Llegamos a lo alto de Hyde St y desde allí descendimos la calle más sinuosa del mundo en una lenta y nutrida caravana de turistas motorizados.
Una vez abajo en Leavenworth street aparcamos en triple fila, hicimos unas fotos diurnas de la calle y de las hordas turisticas que estaban visitandola y de nuevo montamos en el coche.
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PIRAMIDE TRANSAMÉRICA
A continuación enfilamos hacia Columbus Ave en dirección a la Torre-pirámide Transamérica, el rascacielos más alto de San Francisco y muy interesante arquitectónicamente. El edificio, construído en 1972, es una estrecha pirámide blanca de cuatro lados con dos "alas" al este y al oeste. Antes se podía visitar y había una plataforma de observación pero tras los atentados del 11-S se cerró asi que nos conformamos con verla desde fuera.
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NOB HILL
Luego nos acercamos con el coche hasta el barrio de Nob Hill, famoso porque aquí se contruyeron a finales del siglo XIX decenas de mansiones de potentados locales, convirtiendo el barrio en uno de los más acomodados de la ciudad. Aparcamos cerca de un pequeño parque llamado Huntington Park.
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Las pendientes en esta zona de la ciudad son de vértigo así como las vistas.
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Junto al parque esta el Fairmont Hotel, el hotel más lujoso de la ciudad y famoso por ser el ficticio Saint Gregory en la famosa serie de televisión de los 80 “Hotel” y más recientemente ha salido reflejado en películas como La Roca.
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Al otro lado del parque está la Grace Catedral, la catedral católica de la ciudad, construida en el siglo XIX en estilo neogótico imitando claramente Notre Dame de Paris.
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El templo es famoso por sus puertas de bronce, que son una réplica de las puertas del paraíso del baptisterio de Florencia de Ghiberti.
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Tambien son conocidas sus vidrieras instaladas ya a mediados del siglo XX y sus suelos de mármol con un diseño de laberintos similar al de la Catedral de Chartres. La iglesia tenía una curiosa decoración con cientos de estrechas tiras de colores colgadas del techo que dotaban al templo de una atmósfera especial. Durante nuestra visita estaban en misa y una simpática jubilada me hizo saber amable pero firmemente que mi visita era bienvenida pero no así mi cámara asi que no tengo fotos pero os pongo una de la wikipedia.
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PARTIDO DE BEISBOL
Como he dicho, nuestro hijo juega al béisbol en el colegio y le encanta. Nos había pedido ver algún partido de béisbol en el viaje y como buenos padres habíamos estudiado el asunto.
El besibol profesional americano tiene una organización muy rara. Hay 30 equipos divididos en 2 ligas: la Nacional y la Americana. Cada liga a su vez tiene 3 divisiones. Cada equipo se enfrenta con los demas de su liga varias veces por temporada y cada vez que un equipo se desplaza a otra ciudad juegan una serie de 3 partidos seguidos. Al final cada equipo disputa la friolera de 162 partidos en la temporada que va de abril a septiembre. Y esa es la temporada regular. Luego en cada liga se juegan los playoffs para determinar el ganador de cada liga. Y los ganadores de cada liga se enfrentan en la World Series (nombre modesto donde los haya).
Durante las vacaciones solo pasabamos por tres ciudades con equipos en la grandes ligas: Los Angeles (con dos equipos: los Angels y los Dodgers), San Francisco (los Giants) y Oakland (los Ahtletics). El equipo de Las Vegas es de las ligas menores, una especie de segunda division. Cuando nosotros estuvimos en LA, sólo los Dodgers jugaban en casa pero los precios eran prohibitivos. En los dias de visita a San Francisco, los Giants estaban fuera asi que solo nos quedaban los Athletics.
Este equipo juega en Oakland, una ciudad mediana a 20 kilometros de San Francisco y su estadio es pequeño y poco conocido asi que no nos llamaba mucho la atención. Sin embargo el domingo jugaban contra los Houston Astros a la 1:05 de la tarde, los precios por internet parecían asequibles y una promesa paterna es vinculante así que cogimos el coche, cruzamos de nuevo la bahía y llegamos al flamante estadio de Oakland con casi una hora de antelación.
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El estadio llamado O.Co Coliseum es multiusos y allí tambien juegan los Raiders de Futbol Americano. Junto a él hay un gran polideportivo, el Oracle Arena, donde juegan los Golden State Warriors de la NBA. Ambas instalaciones comparten un gigantesco parking al que accedimos después de pagar unos interesantes 20$ (empezabamos bien la bromita).
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Lo primero que nos llamó la atención (aparte del tamaño kilométrico del parking) es que aunque faltaba una hora para el partido, el aparcamiento estaba lleno de gente. Los hinchas de los Athletics estaban pasando el domingo en el parking como si estuvieran en el pantano de San Juan. Habían sacado las sillas, las mesas, las sombrillas y las neveras y estaban bebiendo cerveza y haciendose unas barbacoas superlativas allí mismo en el parking a lado de sus coches. Por supuesto ocupaban los carriles de acceso a las plazas asi que no nos quedó más remedio que aparcar lejos de la “zona de picnic”. Luego nos enteramos que esto es muy habitual en todos los espectáculos deportivos americanos, especialmente en fin de semana, pero sin estar avisados nos llevamos una gran sorpresa.
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Una vez aparcados nos dirigimos a la entrada con la idea de coger en taquilla las entradas más baratas que hubiera a la venta. Como no había carteles, me acerco a una simpática señora entrada en años y en kilos vestida con los chillones colores amarillo y verde de los Oakland y le pregunto por las taquillas. Nos mira de arriba abajo y nos pregunta si buscábamos entradas para el partido. Efectivamente, le digo yo. Tres. Nueva mirada de arriba abajo y sigue preguntando ¿de donde sois?. Ahí ya me sale automáticamente lo de "From Spain...", bla, bla, bla… "¿os gusta el béisbol?" Bla, bla, bla… "nunca hemos visto un partido"…. Bla, bla, "nuestro hijo juega en el colegio"…bla, bla. Ahí la señora se dirige a Alejandro "¿de que juegas?" Y mi hijo le suelta locuazmente “de catcher” (catcher es el puesto más difícil) y la señora se viene arriba, se empieza a reir, llama a otra amiga (cincuentona gordita verdiamarilla tambien) le cuenta lo que hay y nos dice “si quereis os vendo unas entradas”.
Resulta que la señora y sus amigas estaban abonadas y les sobraban 4 tickets que habían reservado para unos amigos que finalmente les habían dejado colgadas asi que nos las ofreció: “son muy buenas, fila 2”. "Coño, si son buenas, si" pienso yo. "¿Cuánto?" Y ahí empieza a divagar. Bah, baratas, lo que querais, etc... Como buen hispano no acabo yo de fiarme (que malo es esto de vivir en un pais de pícaros y estafadores, siempre te crees que los demás son iguales…) y le pido concreción. Me dice que 30$ cada una así que nos miramos con cara de “hoy es nuestro día de suerte” y aceptamos amablemente. Cuando vamos a sacar la pasta, Heidi (que así se llama la simpática señora, que se acaba de presentar) nos dice que ya le pagaremos luego, que va a estar sentada al lado nuestro y que ya nos veremos en el campo. Flipamos. Despues de insistir educadamente nosotros dos veces y de negarse insistentemente ella otras tantas, nos despedimos diciendo unas quince zenkius y nos vamos a la entrada francamente entusiasmados.
Entramos sin problemas y curioseamos la tienda de merchandising del campo. Huelga decir que nos hicimos los 3 fans del equipo inmediatamente y empezamos a odiar a los Houston Astros a muerte desde ese mismo instante y allí le compramos al nene una camiseta de los Athletics y entramos al campo.
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El O.Co. Coliseum tiene capacidad para 35000 espectadores en su configuración de béisbol, la menor de toda la liga de béisbol pero aún asi nos pareció espectacular. Las gradas estaban distribuidas en dos de los 4 lados del diamante que es el campo de béisbol. Nuestras entradas estaban en la grada oeste y de verdad que eran estupendas, en la segunda fila, un poco laterales, pero justo por detrás de uno de los dos banquillos de cada equipo.
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El campo tenía algo más de media entrada y el ambiente era estupendo: un sol esplendido, música a todo trapo por los altavoces, muchas familias vestidas de verde y amarillo, las habituales mascotas de los equipos animando el cotarro, los jugadores calentando a apenas 5 metros de nosotros y un trasiego continuo de todo tipo de vendedores por entre las gradas: refrescos, perritos, palomitas, dulces, maiz tostado, gorras, algodón de azúcar, gominolas, etc Todo menos cerveza. Y es que es tan sencillo pedir sin levantarte del asiento y los partidos son tan largos que antes los espectadores se cogían unas cogorzas descomunales asi que se prohibió la venta ambulante de cerveza en el campo y si la quieres tienes que levantarte e ir a buscarlas a los bares del interior lo que sirve tanto como de actividad anti trombosis como de test de alcoholemia casero.
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En cuanto acabó el calentamiento ocurrió algo que nos dejo boquiabiertos. Los jugadores se acercaron a la barandilla y empezaron VOLUNTARIAMENTE a firmar autógrafos, camisetas y pelotas a todo aquel que se acercara, especialmente niños. La gente les llamaba por su nombre de pila y ellos les respondian, hacían bromas, etc. No pude por menos que traer a mi mente las imágenes de Ronaldo, Messi y compañía a la salida de sus entrenamientos huyendo de los fans o poniendo cara de ajo para hacerse una foto con los fans. America es otro mundo. Y así estuvieron sus buenos 10 minutos con una paciencia que nos resultó infinita. Y eso que luego nos enteramos que los Athletics de minundis nada, que son uno de los 3 equipos con mejor palmarés de la historia y en septiembre iban líderes de su liga.
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En ese momento llegaron Heidi y sus dos amigas e iniciamos la habitual charla ligera para conocernos mejor. Como en la zona todos eran abonados se conocían entre ellos y Heidi nos presentó histriónicamente a todos los espectadores de las dos filas más próximas: “They are from Spaaaain. The kid plays beeeeisbol. He is a caaaaaaatcher!!!!”. Todos se mostraron superamables con nosotros y reforzaron la idea que nos llevabamos del viaje de que los americanos son gente sencilla, simpatica, cercana y extremamente amable.
Antes de comenzar el partido llegó el momento del himno nacional. Tran anunciar al cantante, todo el estadio, niños y ancianos, blancos, hispanos y negros, californianos o tejanos, los de las localidades caras o del gallinero, los elegantemente vestidos o los ridículamente ataviados con los colores de su equipo, TODOS, se pusieron en pie de cara a la bandera, se descubrieron la cabeza, se colocaron la mano en el pecho y en un silencio sepulcral escucharon como en misa la interpretación del himno. Todo un estadio con 30.000 almas en absoluto silencio mostrando respeto por su bandera y su himno y sintiendose unidos a pesar de sus diferencias. Con la piel de gallina y los ojos brillantes de emoción asistimos a uno de los momentos más emotivos de nuestra vida con una mezcla de estupor y envidia desde el punto de vista de los habitantes de un pais que se preocupa más de resaltar lo que nos diferencia y lo que nos hace distintos al vecino que de fomentar lo que nos une y lo que hace de nosotros un pais. En ese momento entendí por qué Estados Unidos es una gran nación y por qué la nuestra está abocada al fracaso.
Y empezó el partido del que hay poco que contar. El béisbol es muy complicado y aunque hemos aprendido mucho este año en los partidos de nuestro hijo, todavía nos perdemos mucho. Afortunadamente teníamos a Heidi para explicarnos las reglas y a nuestro hijo para traducirlas. Como toda la terminología de béisbol es americana, las explicaciones de Alejandro le hacían muchisima gracia a Heidi ya que oía palabras sueltas en inglés en medio de una parrafada incomprensible en castellano.
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El partido tenía muchas pausas para la publicidad de la retransmisión por TV que eran amenizadas con musica y actuaciones de las mascotas del equipo. En las jugadas más importantes, el videomarcador pedía al público gritos y aplausos y todo el estadio estallaba en ánimos. Tengo que decir que la actitud del público era muy festiva y respetuosa, nada que ver con el fanatismo futbolero de nuestra tierra. A medio partido hicimos uso del servicio de aprovisionamiento movil del campo y nos comimos 3 fantasticos perritos haciendo honor a la ancestral tradición americana que une el clásico hot dog con el noble deporte del béisbol.
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El partido duró casi 3 horas y a pesar de lo que pueda parecer no nos aburrimos nada y disfrutamos del juego y del ambiente como unos hinchas más. Desgraciadamente los Oakland perdieron y como buenos fans nos llevamos una desilusión junto con nuestros nuevos amigos.
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En un momento del juego uno de los catchers suplentes llamado Bryan Anderson estaba calentando a nuestro lado y Heidi se levantó y le gritó “Bryaaan!” como si fuera su madre y le pidió una de las pelotas que estaba usando para Alejandro “He has come from Spain to see you! (¡Ha venido de España para veros!) Y el tal Bryan miró a mi hijo, le guiñó un ojo y le tiró la pelota. Por supuesto mi hijo no se lo creía. Una pelota oficial de la liga, sobada por un jugador de la liga…Increíble. Solo deciros que durante algunas semanas ha dormido con la pelota!
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Durante el partido hice un par de educados intentos de pagar a Heidi pero no se dejó. Al final del partido insistí un poco más pero ella siguió en sus trece. Nos dijo que nos invitaba, que había disfrutado mucho viendo la alegría de mi hijo y que cuando fuera a Madrid ya le invitaríamos a algo (espero que no le guste el futbol porque las entradas del Madrid son ligeramente más caras!!!). En fin, qué decir. Nos deshicimos en agradecimientos y genuflexiones, nos hicimos unas fotos para la posteridad, intercambiamos correos, nos despedimos de todos ellos con besos y abrazos y juramos solemnemente no volver a dudar de la veracidad de los pronósticos de las galletitas chinas.
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Salir del estadio resultó bastante más difícil que entrar y es que el atasco de salida era proporcional al tamaño del aparcamiento pero al final volvimos a San Francisco cruzando de nuevo el espectacular puente de Oakland tras pagar el peaje de entrada.
El recorrido de la tarde era:
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ALAMO SQUARE
Nuestro destino era Alamo Square, un pequeña plaza ajardinada que es el epicentro del barrio de Haight Ashbury. Este barrio es famoso porque aquí se originó el movimiento hippy y aún hoy en día mantiene un amiente bohemio y liberal. De hecho algunas calles estaban cortadas por una fiesta para la legalizacion de la marihuana.
Aparcamos sin problemas en una calle adyacente a la plaza, Fulton street, desde donde había una vista preciosa del ayuntamiento.
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El barrio también es famoso por la acumulación de preciosas casas victorianas de madera pintadas de colores.
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Las más conocidas son la afamadas Painted Ladies (“damas pintadas”) una fila de casas en el extremo este del parque que ofrecen una postal espectacular con los rascacielos del downton al fondo. Desafortunadamente una de ellas estaba tapada por andamios. Estas casas eran el teórico hogar de los protagonistas de la teleserie Padres Forzosos, famosa en los 80.
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El parque está en lo alto de la colina y desde su centro se ve la ciudad casi en todas direcciones. Estaba lleno de jovenes tumbados en la hierba haciendo botellón americano (o sea, bebiendo Coca Cola y oyendo música) en un ambiente muy dominical.
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CASTRO
A continuacion nos dirigimos hacia Castro, el famoso barrio gay de San Francisco. Llegar fue fácil pero aparcar fue muy dificil. El barrio bullía de actividad con sus calles, bares, terrazas y tiendas en plena efervescencia de domingo por la tarde. Tras dar unas cuantas vueltas logramos aparcar a apenas 500 metros de la intersección de Market con Castro, centro neurálgico del barrio y aprovechamos el paseo para admirar las casas de madera del barrio, restauradas con mimo y decoradas con el buen gusto aunque un poco hortera de que hacen gala los gays adinerados.
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El ambiente y la decoracion del barrio era eminentemente gay y muy festivo: parejas y grupos de homosexuales divirtiendose en la calle, banderas arcoiris decorando las fachadas de las casas, tiendas de productos exóticos, sex shops, restaurantes vegetarianos, gimnasios, culto a la imagen y al diseño por doquier, etc. Comparado con el resto de Estados Unidos el barrio nos pareció un oasis de libertad y tolerancia. La gente bebía en la calle, había parejas de homosexuales de la mano o besandose por la calle, transexuales paseando con total naturalidad por la calle, los transeuntes llevaban vestuarios llamativos y estridentes sin vergüenza, etc
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Paseamos un poco por la calle Castro hasta salir un poco del ambiente y volvimos sobre nuestros pasos. La atraccion más famosa del barrio es el teatro Castro, un edificio de aspecto colonial que estaba proyectando peliculas de Robin Williams en homenaje a su reciente fallecimiento.
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Por toda la calle Castro hay un paseo de la fama Gay con placas de bronce dedicadas a personajes de la cultura, la ciencia o el poder que además han sido gays. Nos llamó la atención que había una placa dedicada a Federico García Lorca.
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TWIN PEAKS
Volvimos al coche y nos encaminamos hacia Twin peaks, dos colinas gemelas de 282 metros de altura que son las más altas de San Francisco y que sirven de mirador de la ciudad. Las colinas están sin urbanizar aunque tienen un pequeño parking. Como era el atardecer, la hora más concurrida, tuvimos que aparcar en el arcén de la sinuosa carretera que sube hasta la cima.
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Desde lo alto se disfruta de una vista espectacular de toda la ciudad y la bahía, incluyendo el barrio de Castro a nuestros pies, la calle Market que lleva hasta los rascacielos del Downton a lo lejos, el Golden Gate y los demás puentes de la bahía y por supuesto Alcatraz.
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El problema es que soplaba un viento atroz y helador que casi nos levantaba del sitio y no pudimos quedarnos mucho tiempo. Ya lo dijo Mark Twain: “no hay nada más frío que un verano en San Francisco”. En toda nuestra estancia apenas pudimos quitarnos la chaqueta pero en Twin Peaks directamente necesitabamos un abrigo!
De todas formas mi hijo y yo aún tuvimos ganas de subir a la colina gemela, yo para ver el paisaje y él para hacer el cabra. La cima, casi sin gente, ofrecía un panorama ciircular sin obstrucción alguna a la vista. Desde allí disfrutamos apenas unos minutos de un precioso atardecer hasta que el viento nos obligó a bajar al coche para recuperar la sensibilidad en los dedos y retornar a una temperatura corporal adecuada para la vida.
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DESPEDIDA DE FISHERMAN'S WHARF
Ya de noche, volvimos a bajar al valle y cruzamos la ciudad de sur a norte hasta llegar de nuevo a Fishermans Wharf. Aparcamos cerca de la plaza Ghirardelli, una antigua fábrica de chocolates reconvertida ahora en centro comercial. Los edificios, de ladrillo rojo e iluminados por miles de pequeñas bombillas albergaban tiendas y restaurantes alrededor de un trazado de calles peatonales de madera con fuentes y árboles. Un lugar muy agradable y restaurado con mucho gusto.
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Luego nos acercamos paseando de nuevo hasta Fishermans Wharf, disfrutando de nuestra última noche americana. Hicimos una cuidada prospección de restaurantes del muelle y elegimos para despedirnos el Pompei’s Grotto, un restaurante italiano que ofrecía ademas especialidades locales. Y es que no nos podíamos ir de San Francisco sin probar la famosa Clam Chowder – sopa de almejas en hogaza y el no menos popular cangrejo de San Francisco. La sopa estaba buenísima aunque la hogaza era todo lo dura que os podeis imaginar para soportar la sopa hirviendo sin deshacerse.
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El cangrejo no era nada espectacular, cocido en una salsita a la marinera con ajo, pero al menos tenía mucha carne que atacar. Lo bueno es que con el cangrejo te ponían un enorme babero-servilleta con el que hacerte una foto épica.
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En fin, disfrutamos de la comida slow food y de un buen vino en un ambiente mediterráneo que agradecimos después de tanta hamburguesa y volvimos en coche al hotel a hacer las maletas.
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