27/ Enero /2015
Ciao!
Hoy nos resistimos a salir de la cama, aprovechando que ayer lo vimos todo, por lo que decidimos tomarnos nuestro tiempo en desayunar en el buffet del hotel. (Tomáoslo literal, una hora comiendo...)
Tras esto, nos planteamos “rodar” hasta la Piazza Maggiore, pero finalmente decidimos ir andando. Al llegar allí, hay un despliegue de medios policiales, con banderas a media asta incluidas (al parecer un recordatorio del Holocausto). Tras terminar de ver el acto, de nuevo nos planteamos si subir a la Torre o hacer la famosa “Ruta de los secretos de Bolonia”, siendo ésta última por la cual nos decantamos. Se trata de encontrar los 7 secretos que se esconden en la ciudad, tales como la cara de un demonio entre las caras esculpidas en la fachada del palacio (frente a la Iglesia de San Stefano), ver el meridiano de la Basílica de San Petronio que al mediodía marca con un rayo de sol la fecha en la que estamos u observar el miembro viril de la estatua de Neptuno que la iglesia hizo reducir, haciendo el escultor que en una posición específica de la plaza, se pudiese observar (con efecto óptico) el empalme del mismísimo Neptuno.

Basílica de San Petronio

Porticos de Bolonia con uno de los 7 secretos de la ciudad
Este divertido tour, junto con la visita a la Basílica de San Stefano (espectaculares los frescos y las esquelas), ha hecho que la amena mañana pase volando. Tras un amago de comer en la Ostrería de l’Orsa (sí, he dicho bien lo de amago, puesto que nos sentamos y cuando estábamos a punto de pedir nos dimos cuenta por casualidad de que el tren salía en una hora), por lo que nos levantamos y salimos rumbo al hotel a por las mochilas. Lo único bueno de pasar la vergüenza de levantarnos cuando estaban a punto de atendernos fue el baño gratis.
Cuando llegamos a la estación de tren volvemos a mirar los billetes. Mierda, somos imbéciles. El tren sale media hora más tarde de lo que pensábamos , por lo que decidimos comer algo en el Mc Donalds de la estación. (Eso pasa por dejar las cosas en manos de hombres jajajajaj). Tras esto, cogemos el tren que nos llevará a Florencia.
Llegamos a la ciudad y encontramos nuestro hotel en la paralela a la estación de tren, un tres estrellas que por el precio que pagamos es aceptable, teniendo la suerte de que nos ponen en una habitación con un baño propio (reservamos una con compartido). Vale, es prefabricado, de estos de los que no te apoyas en las paredes por miedo a que te caigan encima, pero me vale. Aunque no sé si me da más miedo apoyarme en las paredes del baño o coger el ascensor del hotel, un ascensor de antes de cristo mínimo el cual me asegura que , tras estos dos días que estaré en Florencia , me iré de la ciudad con el culo bien duro de subir escaleras.
Salimos, pues, a recorrer Florencia, entusiasmados con la idea de estar en la ciudad de Da Vinci y los Médici. Vamos bajando de la Basílica de Santa María Novella hasta la Plaza de la República, la Piazza del Duomo o la Piazza de la Signoria (adorando de paso al falso David), para terminar la tarde en el Ponte Vecchio. Tras la típica moneda y foto con el porcino,y los selfies con éste, volvemos de nuevo al hotel comprándonos por el camino el típico sándwich de Florencia con tripas de cerdo (Lampredotto). Tengo que decir que de sabor muy bueno, pero probablemente a mi no me gustó porque iba sugestionada ya antes de comerlo.

Duomo de Florencia


Ponte Vecchio
¿Que qué destaco de cada ciudad para finalizar? De Bolonia su sencillez, realzo esa divertida ruta de los secretos que te hace adentrarte más en la ciudad y sus historias (y leyendas). Sobre Florencia poco hay que decir. Majestuosa. Toda ella en sí es arte. Una ciudad compacta en cuanto a tamaño en comparación con la dimensión de otras, pero de una incalculable belleza.