OCTAVO DÍA.- 9 DE ABRIL- RUENTE- CARMONA- CUEVA DEL SOPLAO- MIRADOR DEL BALCÓN D ✏️ Diarios de Viajes de España

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Salimos en el taxi a las 7.30 de la mañana en dirección a Ruente para visitar la “Fuentona”, un manantial que sale de debajo de las rocas y que vierte sus aguas en el río Saja. El lugar es muy agradable.

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Después nos dirigimos al pueblo de Carmona, no sin antes hacer una foto desde arriba. La villa es típica, pequeña y nada turística pero aun así nos pareció muy bonita. Dimos un corto paseo por sus calles y los pocos habitantes que vimos se acercaron al taxista para preguntarle de dónde éramos. Allí hice una amiga, una preciosa y cariñosa perrita que de buena gana se habría venido conmigo y que le tomó aprecio a mi pañuelo (tanto que se lo tuve que sacar literalmente de la boca). También aprovechamos para comprar pan de leña en una de las casas y para ver un rebaño de vacas tudancas.

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Cantabria cuenta con dos razas autóctonas, la pasiega –con solo unos cientos de ejemplares- y la tudanca, cuya cabaña no para de crecer. Pero la raza predominante es la frisona, procedente de Holanda. No hay que olvidar que la feria ganadera más importante en España, la Feria Nacional de Ganados de Torrelavega, se celebra en esta región. Lo más destacado en las vacas tudancas es sin duda su cornamenta, larga y generalmente retorcida.

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Continuamos hasta la Cueva del Soplao porque tenemos visita a las 10 de la mañana (compramos la entrada por Internet- unos 12 euros + gastos) y la recogí en un cajero de Caja de Cantabria en el centro de Barcelona. Ésta es, sin duda, la entrada más cara de toda la comunidad (sin tener en cuenta Cabárceno).

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En el siglo XIX hubo una gran demanda de zinc y plomo que atrajo a Cantabria a muchos inversores, tanto extranjeros como españoles. En 1855 se fundó en París la Compañía de Minas y Fundiciones de la Provincia de Santander y dos años más tarde la reina Isabel II les otorgó la explotación de una mina de zinc. Lo que se hacía era explotar las calaminas (carbonatos mixtos de zinc) para aprovechar después los sulfuros de plomo y zinc y enviarlo al norte de Europa. En 1885 la Compañía fue absorbida por la Real Compañía Asturiana de Minas, de capital belga. Fue en el desarrollo de las labores mineras que se encontró la Cueva del Soplao. Entre los años 1908 y 1910, mientras construían un túnel, los mineros dieron con ella pero en un primer momento no se le dio la menor importancia. No obstante pronto les encontraron uso y las acondicionaron para transportar personas o mineral. Lo más curioso de todo es que, aunque se usó e incluso se modificó, los mineros respetaron bastante la cueva. Hoy en día, ya abierta a visitas turísticas (normales o más de aventura) se considera que es una cavidad única a nivel mundial. Mide en total 20 kilómetros de longitud pero sólo 4 están abiertos al público. La gracia es que, además de las típicas estalactitas o estalagmitas, columnas o coladas- unión de muchas columnas- se encuentran unas formaciones llamadas excéntricas, una rareza en geología. Tienen formas como de plantitas y desafían a la gravedad, enroscándose o yéndose hacia los lados.
A la cueva entras con un trenecito y luego haces un recorrido con guía durante un kilómetro, pasando por varias salas, a cual más bonita. Nos comentó que cuanto más blancas sean las formaciones más pureza tienen. Se tiene que ir al Soplao para ver lo blancas que son las excéntricas. En la visita también ves la escombrera de la mina.
La visita dura unos 45 minutos pero se hace muy corta. Está terminantemente prohibido hacer fotos. Después vuelves al punto de partida en el tren.
Volvimos al taxi y nos encaminamos al Mirador del Balcón de la Cardosa, desde donde se obtienen unas vistas espectaculares. Se encuentra algunos kilómetros antes de llegar al Puerto de Palombera (1260 metros).

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Poco después llegamos a otro de los pueblos más bonitos de Cantabria, Bárcena Mayor. Bárcena Mayor es una localidad de apenas 84 habitantes situada a 67 kilómetros de Santander, a casi 500 metros de altura. Se trata del único núcleo poblado situado en el territorio protegido por el Parque Natural Saja-Besaya. El pueblo, declarado Conjunto histórico-artístico en 1979, parece anclado en el pasado. Se dice de él que posiblemente sea el municipio más antiguo de Cantabria. Su nombre deriva de la palabra prerromana “bargina” que significa “campo inundado”. De hecho una “bárcena” es un lugar llano próximo a un río que lo inunda todo con cierta frecuencia. Junto a Bárcena mayor está el río Argoza.

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Por aquí pasaba una calzada romana que unía estos valles con la meseta castellana y cuenta la leyenda que Carlos V tuvo que hospedarse aquí cuando llegó a España para ser coronado.
Hoy en día encontramos un caserío donde no entran coches, con viviendas tradicionales de los siglos XVI y XVII. Esas construcciones tienen dos plantas con soportal en la planta baja, donde aparece una puerta de entrada cuadrada, el pajar y una escalera que sube hasta la vivienda y que puede ser de madera o de piedra. Cuando son casas nobles vemos arcos de sillería y enormes escudos. Tiene sólo dos calles principales, atravesadas por varias perpendiculares. La iglesia está dedicada a Santa María. Es del siglo XVII y tiene un interesante retablo barroco del siglo XVIII.
El pueblo me pareció muy bonito aunque más enfocado al turismo (tiendas, restaurantes, etc) que Carmona, mucho más virgen en ese sentido. En uno de los bares que vimos había un cartel donde anunciaban croquetas caseras. Aprovechamos para comprar un par de raciones de 10 a 6,80€ la ración. Nos las dieron calientes y con sabores como queso picón, cecina, bacalao y jamón. Riquísimas. Las comimos junto al río antes de que se enfriaran.
Después de comernos las croquetas fuimos hacia el aparcamiento para coger el taxi. Hice un nuevo amigo (un perro que pasaba por allí y que sin más ni más empezó a lamerme las manos).
Nuestra siguiente parada es Fontibre, paraje famoso porque allí se ha ubicado tradicionalmente el nacimiento del río Ebro. Los científicos han determinado que no es cierto y que el río más famoso de España tiene su origen en las aguas del río Híjar, que nace a 1880 metros de altura. Gran parte del caudal se filtra en el subsuelo y acaba saliendo en este punto.

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El lugar se ha acondicionado muy bien, con mesas de picnic (que nosotros aprovechamos para comer lo que nos faltaba) y algún caminito para hacer recorridos siguiendo las aguas del río. Eso hicimos antes de pararnos en el punto donde surgen las aguas y donde se ha colocado una Virgen del Pilar.
Al cabo de un buen rato retomamos nuestro camino para visitar el Castillo de Argüeso. Se trata de un bonito castillo medieval que perteneció a la Casa de la Vega y luego a los Mendoza (ya sabemos, el Marqués de Santillana). Cuando atravesamos la puerta de entrada nos encontramos con un patio, donde se ubicaba una iglesia anterior a la construcción del castillo así como una necrópolis de los siglos IX y X (se han encontrado restos, incluso humanos).
En cuanto al castillo propiamente dicho, consta de dos torres unidas por un cuerpo añadido en el siglo XV. La torre de la izquierda fue la primera (data del siglo XIII) y la de la derecha se construyó en el siglo siguiente, un poco de lado para no quitarle visibilidad a su compañera. En cuanto al edificio por donde se entra (y donde está al recepción) es moderno (del siglo XX) aunque se integra bien en el conjunto. La entrada cuesta dos euros y puedes recorrer el edificio por todos lados. Llama poderosamente la atención ver como unos pocos hombres del pueblo fueron capaces de restaurar una obra semejante que amenazaba ruina como nos comentaron al entrar. Lo peor es que se ha dedicado a centro de exposiciones y meten dentro verdaderas porquerías que algunos llaman “arte”. Es destacable la vista desde las torres.

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Muy cerca se ha reconstruido un poblado cántabro de la edad del hierro que permite ver cómo vivían los habitantes de esa zona entre los siglos VIII y I a.C. Lamentablemente el día de nuestra visita estaba cerrado y no pudimos verlo.
Bajo una lluvia que empezaba a caer nos dirigimos hacia el embalse del Ebro. Este embalse empieza un poco más allá de Fontibre y ocupa una extensión de 22 kilómetros, en los términos municipales de Campoo de Yuso y Las Rozas de Valdearroyo. Nosotros nos dirigimos al punto donde puede observarse la Iglesia de Villanueva de las Rozas, sumergida en las aguas de tal modo que sólo se ve la torre. Se ha instalado una pasarela de adera para llevar hasta ella pero aquel día estaba todo tan inundado que era imposible pasar. Lleva hundida desde la construcción del pantano, en 1952. Según he leído unas 1620 personas tuvieron que dejar sus casas y cuatro pueblos desaparecieron completamente bajo el agua.
Después de una rápida visita nos dirigimos a Reinosa. Este año esta ciudad ha salido mucho en la TV porque se dice que es la ciudad cántabra con las temperaturas medias más bajas y se ha pasado el invierno llena de nieve.
El primer edificio que visitamos (fue donde nos dejó el taxista) fue la Iglesia de san Sebastián, en el centro de la ciudad y considerada uno de los mejores ejemplos del barroco en Cantabria. Luego pasamos hacia la Plaza del Ayuntamiento donde, además de la casa consistorial, se alzan diversos edificios de los siglos XVI y XVII. Siguiendo por la calle Mayor hicimos un alto en la pastelería Casa Viejo para comprar las famosas pantortillas, el dulce típico de Reinosa. No es más que una masa redonda de hojaldre con azúcar pero está buena. Nos costaron 1,20€ cada una.

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Después de dar un paseo por el centro pasamos el puente sobre el río Ebro y recorrimos la avenida Carlos III, lleno de casonas como la de la Niña de oro o simplemente la Casona. Se trata del más importante ejemplo de arquitectura civil de Reinosa con una imponente fachada de sillería. Se construyó a finales del siglo ZXVIII en el antiguo Camino real que atravesaba la villa. El sobrenombre de casa de la niña de oro proviene de una leyenda que dice que los propietarios (no se ponen de acuerdo porque en unos sitios he visto que el padre y en otros que la madre) prometieron a la Virgen el peso de su hija en oro si se curaba de una enfermedad. Actualmente la casa pertenece al Ayuntamiento y es centro de exposiciones.
Continuamos hasta el Parque de Cupido. He visto por Internet que hace unos 3 años ese aprque dio muchos problemas a los vecinos porque estaba infectado por una plaga de estorninos, pajarillos que habían invadido el lugar y lo tenían todo lleno de sus excrementos. Los fuertes olores que provocaban, el ruido y la suciedad provocaron muchas quejas y nadie iba al parque. A finales del 2014 el ayuntamiento contrató a una empresa de cetrería para atajar el problema, después de intentar ahuyentarles con grabaciones de sonidos de depresadores o disparar gas a cañonazos. Al parecer, y según las últimas noticias, estaba yendo muy bien el uso de halcones y águilas de Harris para asustarles. Hoy por hoy no sé cómo está el asunto. Yo no me fijé en si había o no estorninos pero mucha gente en el parque tampoco vi.
Allí al lado esta la estación de RENFE, a la que entramos para comprovar los horarios. Luego bajamos para ver la Iglesia de san Francisco (sólo por fuera porque ahora es una residencia de ancianos).
Había llegado la hora de cenar así que buscamos un sitio donde hacerlo. Dimos algunas vueltas y al fina nos decidimos por hacerlo en Casa Vejo, el mismo sitio donde habíamos comprado las pantortillas. Además de pastelería también tienen una cafetería-bar donde tomar algo. La idea fue excelente. Por 6€ por persona comimos un arroz negro (buenísimo, servido en una paellerita individual), pan, bebida y postre casero (quesada o tarta de queso deliciosas). Además disponen de carta, bastante variadas, en la que puedes escoger algunas tapas, platos o bocadillos. Allí sirven el cocido más montañés más bueno que hemos probado en todo el viaje.
El tren pasó a las 22.30 horas (muy tarde pero no teníamos más remedio que coger ése). Además la máquina para comprar billetes no iba y la mujer de la estación dijo que ella ya no vendía, que lo compráramos cuando pasara el revisor. Llegamos a Santander a las 00:01.

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