Nos levantamos muy temprano y fuimos a ponernos las botas con el abundante y buen desayuno del Jan Van Werth. Es un hotelito pequeño, una especie de bead and breakfast, muy familiar, de limpieza impecable. Las habitaciones no son muy grandes, suficientes para pasar pocos días. Pero la amabilidad de su personal supera con creces los pequeños defectos que pueda tener, yo no los encuentro...
A toro pasado, y aún estando más que satisfechos con el hotel, si volviera a la zona no me alojaría en Koblenz. Es una ciudad de la que se puede prescindir, a pesar de tener ciertos atractivos. Pero entrar y salir de ella con el coche es complicado en horas punta, se pierde algo de tiempo. Creo que escogería un pequeño pueblo en medio de la ruta y el tiempo dedicado a Koblenz lo invertiría en ir a Trier, por ejemplo, o a Mainz.
Pues eso, que ese día madrugamos y a las 9 estábamos puntuales en la puerta del castillo de Stolzenfels, tras haber subido un trecho caminando desde el aparcamiento. El camino de subida es precioso, ya que el castillo está ubicado en un bosque frondoso.
A toro pasado, y aún estando más que satisfechos con el hotel, si volviera a la zona no me alojaría en Koblenz. Es una ciudad de la que se puede prescindir, a pesar de tener ciertos atractivos. Pero entrar y salir de ella con el coche es complicado en horas punta, se pierde algo de tiempo. Creo que escogería un pequeño pueblo en medio de la ruta y el tiempo dedicado a Koblenz lo invertiría en ir a Trier, por ejemplo, o a Mainz.
Pues eso, que ese día madrugamos y a las 9 estábamos puntuales en la puerta del castillo de Stolzenfels, tras haber subido un trecho caminando desde el aparcamiento. El camino de subida es precioso, ya que el castillo está ubicado en un bosque frondoso.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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El castillo está en la cara oeste del río, a unos cinco minutos de Koblenz en coche dirección sur. Data de 1250, pero como tantos de la zona fue destruido en 1689 durante la Guerra de los Nueve Años. En 1823, el príncipe heredero Federico Guillermo de Prusia recibió las ruinas como regalo y 15 años más tarde el castillo fue reconstruido, siguiendo los planos del arquitecto berlinés Schinkel.
Entramos tras pagar 4 euros a un señor de lo más antipático con cara de (el único que me encontré en el viaje). Las estancias están decoradas con cuadros, armaduras y mobiliario de la época en que fue residencia estival de los reyes de Prusia. Ni que decir que las vistas del río desde allí arriba son espectaculares.
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Después nos fuimos a Boppard, dimos un paseo, vimos la muralla de la ciudad medieval y la iglesia de San Severo y sacamos unas fotos al pueblo, es bonito.
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A continuación subimos al mirador Gedeonseck para ver el curioso y casi perfecto meandro, llamado Bopparder Hamm, que forma el Rhin en esta zona. Hay otro mirador al que se puede subir en telesilla, pero nosotros no lo localizamos y desde Gedeonseck hay unas vistas simplemente maravillosas...
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Seguimos camino a St. Goar y paramos a ver el castillo, mejor dicho ruínas, del Burg Rheinfels. Entramos. De nuevo las increíbles vistas del valle, el río y los viñedos nos vuelven a sorprender. Al otro lado del río observamos Sankt Goarshausen y los castillos, Katz y Maus (el ratón y el gato). El acantilado Loreley está muy cerca, aguas arriba sobre el margen derecho del río.
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Teníamos muchas ganas de llegar al siguiente pueblo, Bacharach. Había leído que era uno de los más peculiares y hermosos del Rhin medio. Y no nos decepcionó. Tiene una bonita y perfectamente conservada muralla medieval con varias torres de entrada. El castillo de Stahleck, hoy reconvertido en albergue, es el más importante de esta población(tiene tres), pero nosotros no lo visitamos.
Comimos muy bien aquí, y de nuevo a muy buen precio, comida típica alemana, en un pequeñísimo bar familiar del que no recuerdo el nombre. En este pueblo no encontramos a ningún turista y pocos lugareños. No hacía frío ni llovía (la verdad es que sólo lloviznó una hora el primer día) así que después de comer dimos un buen paseo y compramos algunos recuerdos (imanes para la nevera )
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Después cruzamos del diminuto Bingen a Rüdesheim am Rhein en transbordador. Esta ciudad marca la frontera de Renania-Palatinado. Llevaba altas expectativas, pues había oído y leído buenos comentarios sobre ella, sin embargo no me dijo gran cosa. En la Marktplatz estaban preparando ya las casetas para los puestos navideños.
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Tiene una importante producción de vino,sobre todo Riesling. Lo probamos en la Drosselgasse, una calle de vinos en el casco antigüo. Muy bueno.
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Habíamos pensado en regresar a Koblenz por esa misma orilla este, pero la carretera principal estaba en obras y nos obligaba a dar un gran rodeo. Como ya anochecía, tomamos otra vez el transbordador y volvimos por la misma orilla por la que habíamos llegado.
Dimos un breve paseo nocturno por los alrededores del hotel y a dormir. La niña estaba agotada