Una vez quitado el agobio de la venta del piso, el sábado lo dedicamos por fin a relajarnos y a hacer un poco de turismo por la isla. Pero antes tomamos un buen desayuno, incluyendo un par de pasteles de El Aderno, qué buenos estaban y qué recuerdos más buenos me trajeron.
Cogimos el coche y Pelayo me hizo una ruta: desde Santa Cruz tiramos hacia San Andrés, El Bailadero, Las Mercedes, La Laguna, La Esperanza, El Portillo, El Teide, Vilaflor, San Miguel, Granadilla, Chimiche, El Tajao, Radazul.
En Taganaga hay unas vistas impresionantes desde El Bailadero (tuvimos suerte que el día estaba despejado), Pelayo me llevó a algún mirador desde donde se ven los valles y montañas, que acaban en el mar, admirando la vegetación y fauna de la zona. En esta zona hay volcanes extintos, antiguos asentamientos guanches, plantaciones de vid para vino, etc.
Cerca de La Laguna paramos en el mirador de Jardina, desde donde se ven las fértiles tierras de la zona y sus poblaciones.
Tras estas paradas iniciamos el ascenso al Parque Nacional del Teide, encontrándonos por el camino una simpática concentración de seiscientos. Este bien natural fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2007. Imagino que ya sabéis que el Teide es el pico más alto de España con 3.718 metros pero igual desconocéis que es el Parque Nacional más visitado de España y Europa, y el segundo del mundo, con tres millones de personas al año. Además es el tercer volcán más alto del mundo medido desde su base en el lecho oceánico, tras dos que hay en Hawai. El volcán sigue activo, habiendo sido la última erupción en 1798, pero sigue emitiendo fumarolas.
Hay mucha fauna y flora autóctona, pero al parecer la más emblemática es la Violeta del Teide (Viola cheiranthifolia), única en el mundo, que aparece a partir de los 2.500 metros y que es bastante difícil de ver.
Vimos el Observatorio de Izaña (se instaló aquí porque junto con Hawai, Chile y La Palma, Tenerife cuenta con el mejor cielo del mundo para observar las estrellas), La Tarta, el llano Ucanca, los Roques de García, Los azulejos (alteraciones hidrotermales), El Parador Nacional, El zapato de la Reina, etc. Tuvimos la suerte, como apenas había nubes, de ver La Gomera y El Hierro cuando ya bajamos por el otro lado del volcán.
No cogimos el teleférico esta vez, pues ya habíamos subido en otras ocasiones, pero os lo recomiendo si tenéis tiempo. Hay que saber que no os deja arriba de todo, sino que hay que caminar hasta la cumbre durante unos 40 minutos (sacando previamente un permiso gratuito, recomendable hacerlo con toda la antelación posible).
Comimos en el restaurante El Rocás, en El Tajao, que es un local que se encuentra al lado de una bonita playa de guijarros. Fue el restaurante que más me gustó de todos los que estuvimos esta vez. Al entrar hay un arcón con el pescado del día y entonces una amable mujer te pregunta qué quieres. Le vas señalando y ella lo mete en una bandeja para luego irlo llevando a la mesa ya cocinado en el orden que se le pida.
Nosotros cogimos Lapas, Morena, minipulpos y una Vieja. Para mí todo era novedad, pues en Galicia no se comen estos productos. A continuación nos adjudicaron una mesa y nos trajeron los típicos mojos verde y rojo, muy buenos. Para beber pedimos un vino blanco muy rico, BRUMAS DAYOSA, de la DO Valle de Güimar, elaborado con variedad Listán blanco.
De primero pedimos una ración de queso frito que sirven con tres salsas: miel de palma, mermelada de arándanos y mermelada de higos (excelentes). Luego ya empezaron a traer lo que habíamos escogido en la puerta: Lapas con mojo verde (la verdad es que las grandes son duras pero las pequeñas son muy sabrosas), Pulpitos fritos riquísimos, Morena (que hay que freírla mucho y muy bien, con un sabor totalmente nuevo para mí), y una Vieja a la plancha acompañada por las buenísimas papas arrugadas y mojos. Estaba todo excelente.
De postre pedimos un par de Cremas de yogur con tocinillo del cielo (no son hechos por el restaurante, sino que pertenecen a la famosa casa Doña Laura, muy típicos en la isla), pues Pelayo tenía muchísimo antojo de este postre. Pagamos 59 euros por todo. El servicio fue muy rápido y agradable. Además del comedor interior tienen una terraza cubierta, pero hay que ir pronto para coger sitio. Me gustó mucho este sitio, repetiría siempre.
Después de comer nos acercamos a Radazul, en donde Pelayo había quedado con sus amigos Marco y Ángela, que estaban con sus dos niñas, Paula y Ana. Pasamos con ellos una tarde muy agradable.
Volvimos a Santa Cruz y nos preparamos para el cumpleaños de unos amigos moteros de Pelayo, Carlos y Lola, pues él hacía 50 años. Lo celebraban en un bar de su barrio, La Cuesta. Esa noche volvió a llover a rabiar. Estuvimos hasta tarde tomando copas con ellos y sus amigos.
Cogimos el coche y Pelayo me hizo una ruta: desde Santa Cruz tiramos hacia San Andrés, El Bailadero, Las Mercedes, La Laguna, La Esperanza, El Portillo, El Teide, Vilaflor, San Miguel, Granadilla, Chimiche, El Tajao, Radazul.
En Taganaga hay unas vistas impresionantes desde El Bailadero (tuvimos suerte que el día estaba despejado), Pelayo me llevó a algún mirador desde donde se ven los valles y montañas, que acaban en el mar, admirando la vegetación y fauna de la zona. En esta zona hay volcanes extintos, antiguos asentamientos guanches, plantaciones de vid para vino, etc.
Cerca de La Laguna paramos en el mirador de Jardina, desde donde se ven las fértiles tierras de la zona y sus poblaciones.
Tras estas paradas iniciamos el ascenso al Parque Nacional del Teide, encontrándonos por el camino una simpática concentración de seiscientos. Este bien natural fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2007. Imagino que ya sabéis que el Teide es el pico más alto de España con 3.718 metros pero igual desconocéis que es el Parque Nacional más visitado de España y Europa, y el segundo del mundo, con tres millones de personas al año. Además es el tercer volcán más alto del mundo medido desde su base en el lecho oceánico, tras dos que hay en Hawai. El volcán sigue activo, habiendo sido la última erupción en 1798, pero sigue emitiendo fumarolas.
Hay mucha fauna y flora autóctona, pero al parecer la más emblemática es la Violeta del Teide (Viola cheiranthifolia), única en el mundo, que aparece a partir de los 2.500 metros y que es bastante difícil de ver.
Vimos el Observatorio de Izaña (se instaló aquí porque junto con Hawai, Chile y La Palma, Tenerife cuenta con el mejor cielo del mundo para observar las estrellas), La Tarta, el llano Ucanca, los Roques de García, Los azulejos (alteraciones hidrotermales), El Parador Nacional, El zapato de la Reina, etc. Tuvimos la suerte, como apenas había nubes, de ver La Gomera y El Hierro cuando ya bajamos por el otro lado del volcán.
No cogimos el teleférico esta vez, pues ya habíamos subido en otras ocasiones, pero os lo recomiendo si tenéis tiempo. Hay que saber que no os deja arriba de todo, sino que hay que caminar hasta la cumbre durante unos 40 minutos (sacando previamente un permiso gratuito, recomendable hacerlo con toda la antelación posible).
Comimos en el restaurante El Rocás, en El Tajao, que es un local que se encuentra al lado de una bonita playa de guijarros. Fue el restaurante que más me gustó de todos los que estuvimos esta vez. Al entrar hay un arcón con el pescado del día y entonces una amable mujer te pregunta qué quieres. Le vas señalando y ella lo mete en una bandeja para luego irlo llevando a la mesa ya cocinado en el orden que se le pida.
Nosotros cogimos Lapas, Morena, minipulpos y una Vieja. Para mí todo era novedad, pues en Galicia no se comen estos productos. A continuación nos adjudicaron una mesa y nos trajeron los típicos mojos verde y rojo, muy buenos. Para beber pedimos un vino blanco muy rico, BRUMAS DAYOSA, de la DO Valle de Güimar, elaborado con variedad Listán blanco.
De primero pedimos una ración de queso frito que sirven con tres salsas: miel de palma, mermelada de arándanos y mermelada de higos (excelentes). Luego ya empezaron a traer lo que habíamos escogido en la puerta: Lapas con mojo verde (la verdad es que las grandes son duras pero las pequeñas son muy sabrosas), Pulpitos fritos riquísimos, Morena (que hay que freírla mucho y muy bien, con un sabor totalmente nuevo para mí), y una Vieja a la plancha acompañada por las buenísimas papas arrugadas y mojos. Estaba todo excelente.
De postre pedimos un par de Cremas de yogur con tocinillo del cielo (no son hechos por el restaurante, sino que pertenecen a la famosa casa Doña Laura, muy típicos en la isla), pues Pelayo tenía muchísimo antojo de este postre. Pagamos 59 euros por todo. El servicio fue muy rápido y agradable. Además del comedor interior tienen una terraza cubierta, pero hay que ir pronto para coger sitio. Me gustó mucho este sitio, repetiría siempre.
Después de comer nos acercamos a Radazul, en donde Pelayo había quedado con sus amigos Marco y Ángela, que estaban con sus dos niñas, Paula y Ana. Pasamos con ellos una tarde muy agradable.
Volvimos a Santa Cruz y nos preparamos para el cumpleaños de unos amigos moteros de Pelayo, Carlos y Lola, pues él hacía 50 años. Lo celebraban en un bar de su barrio, La Cuesta. Esa noche volvió a llover a rabiar. Estuvimos hasta tarde tomando copas con ellos y sus amigos.