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Era nuestro último día de vacaciones dejamos reservado una de las perlas del viaje: Formentera. Habíamos comprado los billetes del ferry en un kiosko del puerto días antes por 19€ ida y vuelta abiertas con la compañía Aquabus.
Llegamos en autobús al puerto a las 9:40hrs con intención de coger el ferry de las 10:00hrs. Había dos colas y nos pusimos en la más larga suponiendo que la corta era para los pasajeros con prioridad. Al parecer nos equivocamos todos y tuvimos que reubicarnos. El barco se llenaba y nos temíamos que íbamos a tener que esperar al siguiente a las 12:00, sin embargo, habilitaron otro más pequeño para no dejar a ningún pasajero (éramos bastantes) en tierra, todo un detalle.
Este segundo barco era muy pequeño, el que normalmente hace el trayecto Puerto de Ibiza - Playa d’en Bossa, por lo que el viaje fue bastante movido (aviso para los que normalmente tienen que tirar de Biodramina). Yo no suelo tener problemas con los barcos pero las dos veces que he ido a Formentera en mi vida, las dos me he mareado.
Antes de esta “mini odisea”, pudimos sacar unas buenas fotos del casco histórico de Ibiza de día.
El trayecto duró una hora y cuarto frente a los 50 minutos del barco “grande”: Una vez en puerto, me recuperé rápidamente y fuimos a alquilar una scooter de 50cc en Moto Rent Pujols. Comparamos entre las principales del puerto y todas ofrecían el mismo precio, por lo que nos fuimos a la que menos cola tenía.
Un día de alquiler eran 34€ y con el billete de barco lo reducían a 32. Quisimos coger, como siempre, seguro a todo riesgo por 4€ más, por lo que finalmente fueron 36€ con dos cascos. Hubo que dejar 20€ en efectivo como fianza, que después nos devolvieron y lo pagamos con tarjeta.
Sólo había cogido una moto un par de veces en mi vida y hace más de 10 años pero me hacía ilusión ser la conductora y disfruté muchísimo. Le cogí el truco rápidamente y comenzamos nuestra ruta.
El primer destino era Cala Saona. La isla está hecha para ser recorrida en moto o en bici, si se tiene tiempo; no hay grandes pendientes y todo está bien señalizado y con carril habilitado. Cada vez cogía más confianza con la scooter y en poco tiempo nos plantamos en la playa.
Se trata de una cala pequeña, con roca rojiza y un mar azul precioso. Eso sí, quizá era la más concurrida de todas las que visitamos, pero con un ambiente muy familiar. Nos dimos un baño y tomamos un aperitivo mientras contemplamos las bonitas vistas.
Las nubes cubrieron el cielo la mayor parte del día, lo cual fue de agradecer, porque cuando el sol se dejaba ver, apretaba muchísimo, pero sólo con el era cuando realmente se apreciaba el precioso tono del mar.
La moto nos dio problemas para arrancar por primera vez, pero se repitió durante todo el día. Luego vimos que no éramos los únicos, es más, la mayoría tenía problemas con la batería.
Después pusimos rumbo a Platga Migjorn, que ocupa casi toda la parte sur de la isla. Primero paramos, improvisando, en una pequeña y solitaria calita, al lado del Beach Club 10.7. Fue la segunda que más me gustó, pues estábamos prácticamente solos en un pedacito de arena que el mar azul había excavado en las rocas y con una arena que casi era polvo blanco.
A lo lejos veíamos que un poco más hacia abajo había una playa mayor y después de un buen rato nos dirigimos allí, a la zona de de Es Arenals, donde además, como curiosidad, se encuentra Flipper & Chiller, el restaurante del actor Nacho Vidal.
Era una playa concurrida, pero al ser tan extensa había varios metros hasta encontrar otra toalla. Aquella zona era en la que vimos las olas más grandes de toda nuestra estancia.
Comimos allí mismo unos bocadillos que nos habíamos llevado preparados. En cualquier caso, no vimos demasiada oferta gastronómica en toda la isla, de hecho, en las zonas en las que estuvimos pudimos ver uno o dos restaurantes por playa, que entiendo no serían baratos por ese mismo motivo.
En pocos minutos llegamos a la cara norte de la isla, concretamente a la zona de Es Caló. No parecía que fuera nada fácil aparcar por allí en coche, en cambio si había una gran hilera de motos a ambos lados de la carretera.
La temperatura era ideal en ese momento y nos quedamos un buen rato disfrutando de la playa
Sobre las 5 nos dirigimos a nuestro último destino. Habíamos dejado lo mejor para el final: la playa de Ses Illetes. En mi opinión, es si no la mejor, de las mejores en las que he estado nunca y sólo comparable a alguna muy concreta de Riviera Maya. El camino hasta allí por el Estany y Las Salinas es una pasada, perfecto para disfrutarlo desde la moto.
Había mucha gente que se retiraba a esa hora. Vimos que el parking era de pago pero sólo si accedías por el carril central. Nosotros fuimos por el que iban todas las motos, el de la derecha, que luego vimos que también era el de los taxis, y no nos cobraron nada.
Cualquier cosa que pueda decir se quedaría corta para describir esta playa así que dejo que las fotos hablen por sí solas.
Ir en las últimas horas de la tarde fue todo un acierto porque no me quiero ni imaginar como estaría de gente por la mañana.
Después de haber grabado bien en nuestras retinas la belleza que teníamos enfrente, regresamos al puerto para devolver la moto. Id con tiempo para echar gasolina, pues todo el mundo regresaba a la misma hora y la cola era importante. Gastamos medio depósito y volverlo a llenar costó 3€ justos.
En la vuelta, cupimos todos en el barco “grande”, sin embargo, cogimos las olas de un Balearia que iba delante y el viaje no fue mucho mejor que el de la mañana. No obstante, pudimos ver, que no disfrutar, de un bonito atardecer desde el barco.
[size=18]Volvimos a casa en autobús y como estábamos bastante cansados, cenamos directamente ahí. Nuestro vuelo salía a primera hora del día siguiente y aún nos quedaba preparar la maleta. Ibiza y Formentera nos habían dado mucho con lo que soñar.
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