Dejamos para el tercer día el recorrido por la Valdorcia, nombrada en el año 2004 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su legado natural y artístico con paisajes ondulados llenos de hierba y cipreses y formada por varios pueblos que bien merecen una visita.
Comenzamos bien temprano en Pienza. Esta localidad fue mandada reconstruir por el Papa Piccolomini en el siglo XV como modelo de ciudad renacentista. Es por eso que encontraremos una muralla, la catedral, varios palazzos y plazas accediendo por cualquiera de sus 2 puertas a la calle principal. La tranquilidad del lugar invita al paseo, a detenerse en todos los comercios donde ofrecen el famoso queso pecorino, típico de la zona. El día era claro y ventoso y paseamos por todos los rincones. Entramos en la catedral, muy amplia y luminosa con su plaza llena de flores de primavera y a tan sólo unos pasos encontramos la entrada a un claustro que en la actualidad pertenece a un hotel-restaurante. Se trata de un antiguo monasterio e iglesia románica en la que hay un restaurante muy recomendable "Il Chiostro di Pienza". Realizamos unas compras en una tienda local en la que el propietario, un señor mayor, me confundió con una brasileña (ya tu sabes, papi) y como aún era temprano preferimos tomar un café en una terracita al sol observando el movimiento de personas que seguían a los guías para no perder detalle de la visita. Nos sorprendió la cantidad de norteamericanos en bicicleta que recorrían el pueblo que es pequeño y puede verse en apenas 45 minutos.
Empleamos gran parte de la mañana en conocer Pienza

Apenas nos bajamos del coche nos recibió una ligera llovizna y corrimos a refugiarnos en el castillo que se encuentra en el punto más alto del pueblo y en cuyo interior se halla la Enoteca La Fortezza. En el patio de armas los turistas bebían vino sentados en unos bancos de madera. En el interior de la enoteca se compran los tickets para entrar al monumento. La fortaleza de Montalcino puede visitarse de arriba a abajo pues está rehabilitada con unas pasarelas que lo permiten. Desde sus torreones se obtienen unas espectaculares vistas del pueblo y de este territorio patrimonio de la Humanidad. Más tarde recorrimos las calles casi vacías de Montalcino - esta zona queda fuera de las rutas más conocidas de la Toscana - buscando un lugar para tomar el aperitivo. Después de una media hora de paseo, en la que nos dio tiempo a ver un par de iglesias pero no el Museo Cívico que cerraba a mediodía, llegamos a la plaza del ayuntamiento con soportales. En una terraza pedimos un Brunello y un ginger ale y estudiamos la oferta gastronómica de Montalcino. Finalmente nos decantamos por un lugar justo en la calle principal que lleva al ayuntamiento. Había una gran mesa con italianos comiendo allí y otra ocupada por unos turistas con un bebé. El servicio fue muy bueno y la comida estaba exquisita y a un precio razonable. Pedimos spaghetti al cinghiale y tagliolini al tartufo y de segundo pollo al brunello y osobucco con verduras. Con el estómago lleno volvimos "caminico" de San Quirico D'Orcia.

Un aparcamiento gratuito y disuasorio nos permitió dejar el coche a las afueras de este diminuto pueblo amurallado que posee varios tesoros en su interior. Después de traspasar su muralla vimos la Colegiata dedicada a San Quirico y Santa Giuditta construida en el siglo XI en mármol y arenisca. San Quirico fue un mártir torturado y asesinado por los romanos por declararse cristiano con tan sólo 5 años. Unas banderas del evento automovilístico de la mañana adornaban los alrededores de la colegiata. Nos tomamos un helado en la placita y entramos al Horti Leonini, un parque muy grande y tranquilo de estilo italiano en 2 niveles con una escalera de travertino.
Continuando el paseo por la calle principal nos topamos con la coqueta iglesia románica de Santa María Assunta del siglo IX, recogida y silenciosa, un descubrimiento. Regresamos sobre nuestros pasos para entrar al patio del Ospedale della Scala (siglo XIII) que acogía a los peregrinos que realizaban la Via Francigena (de Canterbury a Roma) y posee un pozo en su interior. Al caer la tarde nos hubiera gustado ver a localidad de Bagno Vignoni con sus termas pero ya era tarde y estábamos cansados de estas jornadas tan largas por lo que regresamos a Bettolle para hacer las maletas ya que al día siguiente dejaríamos la Toscana para volar desde Pisa a España. Habían sido 3 días maravillosos.