Hoy nos marchábamos de Xi’an para tomar nuestro primer vuelo interno que nos llevaría a Guilin, tierra verde de montañas kársticas y arrozales.
Desayunamos en el hotel, mi tripa hoy estaba mejor pero no quería forzar por si las moscas, así que el desayuno fue normalito.
Para ir al aeropuerto, como estaba bastante retirado de la ciudad, quisimos asegurar y no ir en transporte público por lo que pedimos un taxi en el hotel la noche de antes. Como no llegaba por el tráfico, el mismo hotel nos puso un coche particular por el mismo precio que nos costaría el taxi, 150 yuanes. El precio lo sabíamos porque lo preguntamos en recepción la noche de antes. Llegamos al aeropuerto con el tiempo de sobra y tomamos el avión sin problemas.
Llegamos a Guilin, la humedad y el calor eran notables. Allí nos estaba esperando Sophia, la mujer de Gary. Ellos eran las personas a las que contratamos el hotel y las excursiones en esta parte del viaje y no nos arrepentimos. Es una familia súper agradable y muy flexibles para hacer las actividades, siempre pensando en el turista.
Hoy, debido a la hora que llegaba el avión, sólo nos daría tiempo de hacer el crucero por el río Li. Llegamos al embarcadero de Yangdi y allí cogimos un bote de cuatro personas para realizar el trayecto que duró una hora y media. El crucero finalmente lo hicimos con una pareja de alemanes, Sophia no podía acompañarnos y nos esperaba al final del trayecto. Ella habló con el patrón del bote para que nos señalase todas las formas de las montañas más famosas. La idea de hacer el crucero es para ver las vistas y también para ver las montañas que algunas de ellas formaban figuras (la mayoría las tienes que intuir). Así vimos el pez en la montaña, la colina del beso (porque tiene la forma de dos personas besándose) y alguna otra más.
Al final, el patrón del barco se portó muy bien. Nos hacía señas cuando teníamos que ver algo o sacar foto. Intentamos darle una propina pero no nos la cogió. El crucero terminó justo donde se encuentra la foto que hay en los billetes de 20 yuanes, un lugar bastante bonito. El embarcadero de Xingping.
Allí nos esperaba Sophia con el chófer que nos llevaron al hotel, El Yangshuo Huanggong Garden Hotel. Estaba en una aldea de Yima rodeada por montañas y anchos campos verdes. Indudablemente un lugar que te invitaba a la relajación, sobre todo después de toda la tralla que llevábamos durante el viaje. En cuanto al hotel, la calidad no era muy buena se parecía más a un hostal rural pero el trato era excepcional, daba la sensación que estabas de invitado en casa de Gary y Sophia. Las habitaciones tenían algún bicho que otro y fuera había mucho mosquito, pero eso es normal por el entorno.
Allí conocimos al resto de la familia, Gary el marido y a sus hijos Shasha, Lala, Lili y Bao Bao el más pequeñajo y muy gracioso.
Una vez dejamos las maletas en la habitación, nos fuimos a cenar. En el pueblo hay tres restaurantes, elegimos al azar y no nos defraudó.
A la vuelta de cenar, nos encontramos que el hotel estaba invadido de españoles, fíjate que curioso!!! Había tres parejas más de españoles y una pareja compuesta por un francés y una brasileña que vivían en Shanghai y estaban de vacaciones. Los españoles sería ya su última noche, por lo que no volveríamos a coincidir. Esa noche estuvimos un buen rato en el porche del hotel hablando e intercambiando impresiones de lo visto hasta ahora. Que buena sensación es encontrar a gente de tu tierra cuando estás a tantos kilómetros de distancia. Todos los españoles coincidían en que teníamos que visitar la Montaña Xiannggong y que no nos arrepentiríamos. No lo llevábamos en nuestro programa pero enseguida se lo comentamos a Gary y a la mañana siguiente ya tenía todo organizado para poder ir a verlo.
Dos de las parejas de españoles lo hicieron en moto y nos lo recomendaron, pero no somos moteros por lo que lo declinamos y preferimos ir en coche, así nos daría tiempo a continuar con el resto de actividades del día.
Finalmente después de un par de horas de charla, el cansancio ya pudo con nosotros y nos fuimos a la cama.