Ayer por la noche, después de matar alguna que otra araña en la habitación conseguimos pegar ojo y dormir como unos troncos del tirón. Hoy no tendríamos que madrugar tanto ya que Gary tenía que volver de acercar a una de las parejas españolas a la ciudad para que fuesen al aeropuerto.
Bajamos a desayunar al porche y ¡sorpresa!, allí teníamos a Bao Bao (el benjamín de la casa) trayendo las tostadas le gustaba ayudar mucho a su padre

Como ya comenté, hoy cambiaríamos nuestro itinerario para subir a la montaña de Xianggong, iríamos con Nicolas y Patricia, la pareja que vivía en Shanghai muy simpática y agradable, así también compartimos los gastos extra que supuso alquilar un vehículo y chófer (350 yuanes por pareja). El resto del programa lo haríamos después de comer. Esta vez nos acompañaría Gary también otro de los mejores guías del viaje. Mañana lo haríamos con su esposa Sofía, pero ella era un poco más callada.
Durante el camino hasta la montaña, unas dos horas, nos paraba en cada mirador que había por el camino. Algunos miradores reales con su parking para el coche y otros improvisados por Gary. Nos enseñaba sitios a lo que no se accedía fácilmente. Estaba súper emocionado y nos explicaba todo con mucho entusiasmo, montañas, valles, todo lo que nos rodeaba. Nos paró hasta en un campo donde se cultivaba algodón, koncuards (o naranjos enanos) y chile rojo (muy muy picante, os lo puedo prometer…


Pero una de las paradas más chulas antes de llegar, para mi, fue en una aldea donde estaban allí los abueletes sentados al sol. Allí nos pusimos con ellos y nos sacamos algunas fotos, se les notaba muy felices sin el agobio de las grandes ciudades.


Después de un recorrido alucinante entre las montañas, por fin llegamos a nuestro destino, la Montaña Xianggong. Paramos en el parking ya que hay subir a pie pero antes decidimos tomar una cerveza y refrescarnos un poco ya que el calor era sofocante. Después del refrigerio empezamos la subida, no es muy larga pero sí muy empinada. Es de fácil acceso ya que son todo escalones aunque tuvimos que parar varias veces hasta que llegamos a la cima. El esfuerzo mereció muchísimo la pena, cuando llegamos a la cima y vimos las vistas se nos pasaron todo el dolor de piernas que llevábamos. Lo que se divisaba era alucinante, aquí os dejo una foto para que lo veáis. He dudado entre colgarlo y no por si vais llevaros la misma sorpresa que me llevé yo, pero he preferido colgar una foto para animaros a ir y verlo vosotros mismos con vuestros ojos. Las vistas son impresionantes, de postal, el río Li entre las montañas.

Una vez embriagados por la belleza del lugar y de haber sacado fotos y más fotos decidimos que era hora de volver e ir a comer algo. Gary nos paró en un restaurante local de un pueblo cercano y nos invitó a comer. Tomamos unos noodels con carne.
Como no queríamos que se nos hiciera tarde, volvimos al hotel para coger las bicicletas e ir al embarcadero de Chaoyang. Ana, como es un poco bajita, la bici era muy grande para ella y no le llegaban los pies, por lo que Gary se ofreció a llevarla en su moto todo el camino. Nicolas y Patricia decidieron hacer el resto del día con nosotros por lo que allí íbamos todos en bici a lo “Verano Azúl”.



El paseo fue muy divertido, el ir entre las montañas por esas carreteras y pasar por las aldeas vecinas fue increíble. Llegamos al embarcadero y tomamos una balsa de bamboo. Tengo que decir que como actividad es un poco sosa, pero nos vino bien para relajar un poco las piernas del trajín de todo el día.

Duró un poco más de una hora hasta que llegamos al embarcadero del Puente Gongnong, las vistas eran también espectaculares y allí tomamos las bicicletas de nuevo de vuelta a casa. El viaje de vuelta un pelín más emocionante si cabe, ya que se puso a lloviznar.
Llegamos al hotel y tomamos una ducha para prepararnos para ir a cenar. Nicolas, que trabajaba en una empresa de champán, sacó una botella para tomarla en el porche del hotel antes de ir a cenar. Era la primera vez que Gary y Sofía probaban el champán, les teníais que ver la cara de gusto que ponían al probarlo, les encantó. Tanto que yo creo que luego contactarían con Nicolas para que les enviase alguna caja para el hotel.
Pedimos un taxi y nos fuimos los cuatro a cenar a Yangshuo, a través de Gary quedamos con el taxista para la vuelta. Probamos el pescado a la cerveza, comida típica de Yangshuo, en uno de los restaurantes de la calle principal. Eliges el pez que quieres y lo matan y cocinan allí mismo, más fresco imposible. Después dimos una vuelta por West Street, la calle más ambientada de Yangshuo por la noche, llena de bares y discotecas.

Después, avisamos al taxista y nos fuimos de vuelta al hotel para descansar. Tendríamos que recoger maletas ya que al día siguiente partiríamos hacia Hangzhou no sin antes visitar otro de los puntos fuertes, los arrozales de Longsheng.