Hoy el día está despejado y con sol radiante. Vamos a la estación para coger el tren que nos lleva a Berna, a 160 Km.
El servicio de los trenes suizos es impecable, puntualidad y rapidez a bordo de convoyes equipados con el máximo confort.
Llegamos a Berna, la capital de la Confederación Helvética desde 1848. La estación está próxima al centro y dentro de ella hay una oficina de turismo donde nos hacemos con un plano y nos informamos de los puntos relevantes a visitar.
Berna resume muy bien las características del país del que es capital: pequeña, verde, pulcra y ordenada, se asienta a orillas del río Aare viejo conocido de todo aficionado a completar crucigramas , y cuenta con un bonito patrimonio.
Hoy es día de mercado así que comenzamos la visita curioseando entre los numerosos puestos, principalmente de comida, que hay instalados a lo largo de la calle Postgasse.
Al final de ésta se encuentra la Bundeshaus (Palacio Federal de Suiza), en cuya plaza hay unos surtidores que salen de suelo intermitentemente y donde un montón de críos juega a refrescarse.
Accedemos al casco histórico por la Kafigturn, y a continuación seguimos calle Kramgasse.
Aunque todo el centro es peatonal, no hay que perder de vista que circulan los tranvías, que son muy silenciosos y pasan a toda velocidad. Por la falta de costumbre a mí a punto estuvo de llevarme uno por delante. La Marktgasse es enteramente porticada y se encuentra jalonada a un lado y otro por banderas del país. Esto es recurrente en la mayoría de pueblos y ciudades, exhiben su bandera en todas partes, dándole un colorido toque de patriotismo. Hay un montón de locales subterráneos reconvertidos en tiendas.
Diseminadas a lo largo de esta calle se encuentran la mayoría de las famosas fuentes de Berna, cada una coronada por un personaje, algunos tan sorprendentes como el que representa a un ogro que devora niños.
Al final de esta calle se encuentra el foso de los osos, donde (sobre)viven dos ejemplares de este animal que es el símbolo de la ciudad. Me dan pena, se ven viejos, solitarios y tristes, como cualquier animal en cautividad.
De nuevo calle arriba por la Gereichtigkeitsgasse nos encontramos con uno de las atracciones más destacables de la ciudad, la torre del reloj, Zeitglockenturm, cuyo reloj astronómico data de 1530 y cuenta con un complejo mecanismo que muestra la posición del sol, la luna y los planetas, pero que no se pone en marcha a todas las horas, por lo menos a nosotras no nos coincidió verlo funcionando
En uno de los laterales se encuentra el Ayuntamiento, con una curiosa fachada de piedra en tono gris-azulado de 1406.
Después de recorrer la calle principal arriba y abajo y visitar la mayoría de tiendas (uff), entramos en la Catedral de San Vicente. Cuenta con un impresionante pórtico y es uno de los edificios religiosos más relevantes del país.
Subimos a la torre gótica. Dominando la curva trazada por el Aare, desde arriba se obtiene una impresionante panorámica de Berna.
Al final nos quedamos sin tiempo para visitar el museo del pintor abstracto Paul Klee. Como comenté Berna es muy pequeño, cuando ya empiezan a cerrar todas las tiendas, damos por finalizado nuestro día allí y tomamos el tren de vuelta a Ginebra.
De camino al hotel paramos en el supermercado Coop para comprar algo de cena. Son precios notablemente más caros de lo que estamos habituados en España, pero no tanto para un país en el que el salario medio sobrepasa los 3000€
El servicio de los trenes suizos es impecable, puntualidad y rapidez a bordo de convoyes equipados con el máximo confort.
Llegamos a Berna, la capital de la Confederación Helvética desde 1848. La estación está próxima al centro y dentro de ella hay una oficina de turismo donde nos hacemos con un plano y nos informamos de los puntos relevantes a visitar.
Berna resume muy bien las características del país del que es capital: pequeña, verde, pulcra y ordenada, se asienta a orillas del río Aare viejo conocido de todo aficionado a completar crucigramas , y cuenta con un bonito patrimonio.
Hoy es día de mercado así que comenzamos la visita curioseando entre los numerosos puestos, principalmente de comida, que hay instalados a lo largo de la calle Postgasse.
Al final de ésta se encuentra la Bundeshaus (Palacio Federal de Suiza), en cuya plaza hay unos surtidores que salen de suelo intermitentemente y donde un montón de críos juega a refrescarse.
Accedemos al casco histórico por la Kafigturn, y a continuación seguimos calle Kramgasse.
Aunque todo el centro es peatonal, no hay que perder de vista que circulan los tranvías, que son muy silenciosos y pasan a toda velocidad. Por la falta de costumbre a mí a punto estuvo de llevarme uno por delante. La Marktgasse es enteramente porticada y se encuentra jalonada a un lado y otro por banderas del país. Esto es recurrente en la mayoría de pueblos y ciudades, exhiben su bandera en todas partes, dándole un colorido toque de patriotismo. Hay un montón de locales subterráneos reconvertidos en tiendas.
Diseminadas a lo largo de esta calle se encuentran la mayoría de las famosas fuentes de Berna, cada una coronada por un personaje, algunos tan sorprendentes como el que representa a un ogro que devora niños.
Al final de esta calle se encuentra el foso de los osos, donde (sobre)viven dos ejemplares de este animal que es el símbolo de la ciudad. Me dan pena, se ven viejos, solitarios y tristes, como cualquier animal en cautividad.
De nuevo calle arriba por la Gereichtigkeitsgasse nos encontramos con uno de las atracciones más destacables de la ciudad, la torre del reloj, Zeitglockenturm, cuyo reloj astronómico data de 1530 y cuenta con un complejo mecanismo que muestra la posición del sol, la luna y los planetas, pero que no se pone en marcha a todas las horas, por lo menos a nosotras no nos coincidió verlo funcionando
En uno de los laterales se encuentra el Ayuntamiento, con una curiosa fachada de piedra en tono gris-azulado de 1406.
Después de recorrer la calle principal arriba y abajo y visitar la mayoría de tiendas (uff), entramos en la Catedral de San Vicente. Cuenta con un impresionante pórtico y es uno de los edificios religiosos más relevantes del país.
Subimos a la torre gótica. Dominando la curva trazada por el Aare, desde arriba se obtiene una impresionante panorámica de Berna.
Al final nos quedamos sin tiempo para visitar el museo del pintor abstracto Paul Klee. Como comenté Berna es muy pequeño, cuando ya empiezan a cerrar todas las tiendas, damos por finalizado nuestro día allí y tomamos el tren de vuelta a Ginebra.
De camino al hotel paramos en el supermercado Coop para comprar algo de cena. Son precios notablemente más caros de lo que estamos habituados en España, pero no tanto para un país en el que el salario medio sobrepasa los 3000€