DIA 30 / 07 /2016 Conociendo Friburgo
Friburgo era una cuenta pendiente para nosotros desde hacía 11 años. Teníamos intención de ir por aquel entonces, pero el nacimiento de nuestra hija mayor lo retrasó “un poquito”. Mejor así, porque de esta forma, ella también pudo venir, y de propina su hermana. El caso es que conocíamos Baviera de un viaje que hicimos hace como quince años, y habíamos quedado rendidos a ese gran país que es Alemania, cosa que confirmamos en este segundo asalto.
El día había llegado, pero antes la obligación y después la devoción: tocaba aprovisionamiento. Gracias a las nuevas tecnologías (que ya no lo son tanto), encontrar un supermercado en el pueblo costó como 15 segundos. También nos sorprendió Vörstetten en este sentido, ya que aunque nos temíamos que solo iban a haber tiendecitas de ultramarinos y algún autoservicio como mucho nos encontramos con que había un LIDL a un paso del apartamento tan grande como el mayor que puedes encontrar en Gijón. Además días después encontraríamos otro de una cadena diferente. ¿Por qué insisto en esto? Bueno, el pueblo ronda los 3000 habitantes, y en base a eso hicimos una comparación con pueblos asturianos de igual número de habitantes. Las referencias fueron Cabrales o Colunga (pueblos asturianos que quizá algunos los conozcáis) y con esa referencia nos fuimos para comprobar que no era una referencia válida, al menos en este caso. Para la próxima lo tendremos en cuenta. Por cierto, deciros que la cadena LIDL tiene una gran implantación y ofrece básicamente lo mismo que en España, si bien el tema cervezas nos pareció extraordinariamente pobre.
Con los deberes hechos nos pusimos en marcha con dirección a Friburgo. Íbamos un poco preocupados porque el día anterior habíamos visto atascos monumentales en dirección a la ciudad, pero no hubo el menor problema. Las caravanas obedecían a que coincidía el fin de mes con viernes, e imagino que la gente huía de allí dispuesto a disfrutar de sus vacaciones. No somos tan distintos en realidad…

Por cierto, cuando llegamos, estaban saliendo los novios de una boda en el ayuntamiento, así que encontramos parte de la plaza decorada para la fiesta, con músicos y mesas llenas de aperitivos para los invitados. Nos pareció bastante extraño utilizar así un espacio público, quizá allí sea costumbre.
Después de documentarnos, callejeamos con destino a la zona de la Catedral, que es uno de los puntos fuertes del recorrido, como suele ocurrir en todos los sitios donde hay una. De hecho algunos de los edificios más bonitos que vimos en Friburgo están a su alrededor, como el que siglos atrás albergó los almacenes de un tal Lienhart Müller. Hay que tener en cuenta que en la Münsterplatz o Plaza de la Catedral, todos los días se celebra un mercadillo matinal y que el sábado es mucho mayor que el resto de la semana. Digo esto porque si vas con la intención de sacar fotos, es mejor que lo dejes para por la tarde. En cualquier caso, puedes aprovechar y darte una vueltecilla entre puestos de comida, mayoritariamente dedicados a la fruta, la verdura, la miel y las infusiones, además de artesanía, y los puestos donde comerte la clásica salchicha y demás.
Realmente no se parece mucho este mercadillo a los que vemos en España: no hay ropa, no hay chatarra camuflada como “antigüedades” y todo es más tranquilo, sin los vendedores anunciando a gritos su mercancía como se hace aquí. No voy a entrar si es mejor o peor que los nuestros: habrá a quien le parezca soso, y habrá quien lo prefiera de esta forma. Simplemente intento explicar las pequeñas diferencias que fuimos notando.



Resumiendo, Friburgo no decepcionó par nada. Sin ser una ciudad grande, da para todo un día callejeando y descubriendo rincones. No es cara (no más que cualquiera ciudad española con idénticas características) y hay un ambiente muy sano.
Mañana nos toca visitar una ambiente más rural....