Hasta las 11:15 no sale el vuelo a Chengdu, lo que nos permite tomarnos la mañana con calma. El vuelo de Air China se desarrolla sin ningún problema y puntualmente a las 14:10 aterrizamos en Chengdu.
La ciudad nos recibe lloviendo y el trayecto en taxi hasta el hotel nos permite hacernos una idea superficial de la capital de Sichuan, un ciudad china más de las muchas que hemos visto con sus contrastes de viejas y nuevas construcciones y con unos autobuses públicos de un encanto especial.
Nuestro hotel es el Holiday Inn Chengdu Oriental Plaza, un magnífico hotel perfectamente situado para lo que son nuestros intereses en Chengdu: la visita al Buda de Leshan y al Centro de Conservación de Osos Panda Gigantes.
El Flip Flop Hostel, situado en el 98 de la calle Dongsheng (Dongsheng Jie), ofrece, entre otras, una visita de medio día al Centro de Conservación de Osos Panda Gigantes, que se adapta perfectamente a lo que necesitamos, pues solo disponemos de un día y medio en Chengdu y nuestra intención es dedicar el día entero a Leshan y la mañana siguiente, antes de partir a Yunnan, aprovecharla para los osos panda.
No nos cuesta demasiado orientarnos y llegamos sin problemas a Dongsheng, pero identificar el número ya es otro cantar, afortunadamente una amable señora nos ve en nuestro despiste y deduce qué es lo que estamos buscando y nos indica dónde es. Una vez en el Flip Flop contratamos por 120 Y la vista a los pandas. Las opciones que tienen para Leshan no nos convencen y preferimos hacerlo por nuestra cuenta.
Volvemos al hotel y el recepcionista nos indica dónde está la estación de autobuses y también nos informa que si queremos ir al día siguiente será mejor que saquemos los billetes hoy, pues si no podemos encontrarnos con colas que nos retrasen demasiado. En un papel nos apunta lo que debemos decir a la taquillera y hacía allá que nos dirigimos.
No sin algún despiste, encontramos la estación de autobuses y tras unos minutos de cola le entregamos el papel a la taquillera que nos entrega los billetes para Leshan (48 Y), no tienen hora específica y sirven para todo el día. Tras familiarizarnos un poco con la estación, paseamos tranquilamente buscando algún lugar donde cenar antes de retirarnos a descansar.
En la avenida donde está situado el hotel, pero a una cierta distancia, hay una especie de centro comercial al aire libre cuya planta superior esta llena de restaurantes. Entramos en el que nos parece más animado y a pesar de que la carta está íntegramente en chino nos ayudamos con las fotografías y pedimos un plato de maíz rebozado en una especie de tempura y uno de pollo con verduras. El maíz no presenta ningún problema, pero las verduras del pollo consisten en todo tipo de guindillas de mil y un colores diferentes, a cuál más picante, todo sazonado con la famosa pimienta de Sichuan. Ya sabíamos que la comida de Sichuan tiene fama de ser la más picante de China, pero nunca imaginamos que lo fuera hasta ese punto. La cena se convierte en una experiencia inenarrable.