
Diecisiete horas y doce mil kilómetros después de dejar Barcelona, Shangai nos recibe como no podía ser de otra manera, con un calor asfixiante. Es el obligatorio peaje que la ciudad te hace pagar para abrirte sus puertas. Un calor húmedo, pegajoso e inevitable.
Afortunadamente ese calor todavía no se hace presente en las dependencias del aeropuerto, así que podemos afrontar las primeras obligaciones del viaje con una cierta comodidad.
Mientras esperamos que el equipaje salga por la cinta transportadora, cambiamos una cantidad reducida de dinero -el cambio en el aeropuerto siempre es más desfavorable-, en la garita de cambio de divisas que se encuentra justo al lado de la cinta.
Y, a continuación, el primer gasto. Al lado de la oficina de cambio de divisas, la gente de China Unicom tiene montada una paradita donde podemos comprar una tarjeta SIM china que nos proporciona un número de teléfono local y acceso a una conexión de datos. No es un gasto excesivo (230 ¥) y más tarde se nos demostrará como una compra extremadamente útil.
Arrastrando nuestras maletas y siguiendo las indicaciones, nos dirigimos al Maglev (50 ¥ por persona) que en pocos minutos nos deja en la estación de metro de Longyang Road, donde comprobamos que las tarjetas de metro que adquirimos dos años antes todavía eran válidas y que además conservaban algo de saldo. No obstante, las recargamos en la misma estación y emprendimos viaje hasta East Nanjing Road, la parada más cercana a nuestro hotel, el Grand Central Hotel Shanghai.
Después de tomar posesión de la habitación y descansar un poco, nos dirigimos a la Shanghai Railway Station para recoger los billetes de todos los trayectos que en los próximos días íbamos a hacer en ferrocarril. El trámite fue muy sencillo y sin ningún problema. Los billetes los adquirimos a través de la gente de China Diy Travel, fiándonos de la buena reputación que tienen en el foro y resultó perfecto.
De regreso al hotel cenamos en un Asijen Ramen que, para nuestra desgracia, resulta bastante peor de lo que recordábamos, y nos retiramos pronto, que mañana hay que madrugar y llevamos bastante cansancio acumulado del viaje en avión.
Las últimas e inquietantes imágenes que acompañan nuestro sueño son las del reciente terremoto de Yunnan, que parece ser el único argumento de la televisión.