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Llegamos a Palermo desde Nápoles a través de un vuelo de la compañía Volotea, segunda marca de Alitalia. Si Nápoles nos pareció una ciudad sucia, la capital de Sicilia, Palermo, es una ciudad sucia y caótica. Los edificios emblemáticos están faltos de conservación. Muchos están cubiertos por lonas. Otros con andamios que llevan mucho tiempo esperando que lleguen los fondos monetarios. Las aceras, en pleno centro histórico, están descuidadas, con basura. Los pasos cebra los respetan cuando te ven decidido a cruzar. Aparcan en los mismos sin ningún miramiento. Conducir por la ciudad es un ejercicio arriesgado. Van pegados los coches unos con otros para que no se les cuele otro, que puede venir por la izquierda o por la derecha. O cruzarse una bicicleta o una moto. No veréis a personas ciegas por la ciudad. Ni coches de inválidos. Indescriptible. La gente cruza las calles por donde le da la gana. Los “perro flautas” abundan por toda la ciudad. Mujeres rumanas pidiendo por la calle, en las puertas de las iglesias, etc. Pero los sicilianos siguen siendo una gente alegre, amable, servicial. ¡Estamos en el sur!
Los transportes públicos funcionan bien. El billete del bus cuesta € 1,40 pero sirve para todos los trayectos durante 90’. También existe un bus pequeño gratuito por todo el centro histórico.
No deberíais dejar de probar los “arancines” que es un pastel salado redondo (de ahí su nombre de naranjita) relleno de arroz y carne o de arroz con queso mozarella y bacon. Arancine de carne o arancine bruto. Cuestan entre un euro y euro y medio, depende de dónde lo compres. Tampoco los canoli, que es un dulce de masa frita rellena de crema, parecida al chantillí…
No os sorprendáis ver a los hombres, tanto jóvenes como mayores, saludarse y despedirse con besos en la mejilla. Es lo normal. A mí me dio un par de besos en el aeropuerto nada más verme Giusto, al que acababa de conocer, y a mi mujer le dio la mano para saludarla. Lo mismo ocurrió cuando me presentó a un amigo. ¡Cosas del sur!
Tampoco os extrañe ver en los mercados a los hombres atender sus puestos de venta de verduras, frutas, carne o pescado. Ni una sola mujer. Pienso que deben ser reminiscencias de árabes o bizantinos.
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