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Desde Brasov hasta la ciudad de Sinaia habrá como unos 50 km.
Sinaia es una bella localidad alpina y una de las de mayor afluencia de turismo porque tiene bastante que ofrecer.
Cuenta con la belleza propia de las ciudades alpinas al estar a los pies de los montes Bucegi. Tiene acceso a estación de esquí y a actividades de naturaleza y senderismo en el Parque Natural de los Montes Bucegi. Tiene que estar genial hacer la ruta hasta la cima de Bucegi Plateau, dónde el viento y la lluvia han moldeado unas rocas dándoles formas vistosas, como la Esfinge y Bebele.
Es una ciudad en dónde las viviendas bonitas se suceden. Muchas de ellas convertidas en hoteles. Algunos de los cuales ofrecen la opción de balneario y tratamientos con aguas ricas en sales minerales. Hasta tiene un Casino, con un interior que dicen que es merecedor de echarle un vistazo.
Se puede visitar:
La bonita estación de trenes.
El Monasterio de Sinaia, de cuyo nombre deriva el de la ciudad ya que la misma fue creciendo alrededor del monasterio. (Dicen que la palabra Sinaia viene de la palabra Sinaí).
El Castillo de Pelisor. Es pequeño en comparación con su vecino, el Castillo de Peles, pero tiene 70 habitaciones en estilo art-noveau. Fue construido entre 1899 y 1902 por el arquitecto Karel Liman y fue a partir de 1903 la residencia de verano de los príncipes Ferdinand y María.
La atracción principal, y la que nosotros visitamos, es el Castillo de Peles.
Más bien un palacio. Porque se construyó en una época en la ya las fortalezas y castillos no tenían mucho sentido, mirando su función defensiva y también porque este castillo estaba destinado a ser una residencia de verano para la realeza.
Lo mandó construir el rey Carol I, primer rey de la Rumanía independiente. La construcción duró desde 1873 a 1914 y en la misma participaron tres arquitectos, entre los que se encontraba Karel Liman, el arquitecto que lideró las reformas en el castillo de Bran.
El rey escogió esta pequeña ciudad de Sinaia por la belleza natural de su entorno y porque le pareció un sitio tranquilo para pasar los veranos, si bien la estancia de los monarcas en el palacio se alargaba más allá de la época veraniega, de mayo a noviembre. No es de extrañar pues que varios acontecimientos importantes de la época y visitas de personajes ilustres tuvieran lugar en este palacio, dado que vivían allí la mitad del año.
Tuvo que pensar que el primer monarca de Rumanía se merecía tener un palacio con el que deslumbrar al resto de las monarquías europeas y a la alta sociedad de la época. Y lo consiguió, a un alto precio, pero alcanzo su objetivo. Claro está que la fastuosidad, la elegancia, el lujo y las comodidades tienen precios altos. Y para eso era el que mandaba.
El Castillo de Peles es considerado como uno de los más bonitos de Europa, una obra maestra de la arquitectura neo renacentista germana, aunque tiene influencias de otros estilos. Es el segundo más visitado de Rumanía, después del Castillo de Bran.
Fue el primer edificio de Europa en tener electricidad y su propio ascensor. Para ello tenía su propia central eléctrica en un arroyo cercano.
El castillo fue la residencia de la familia real hasta que fue confiscado por los comunistas. Se convirtió en museo pero no abrió como tal hasta 1990. Como el Castillo de Bran, fue devuelto a los herederos en 2006 y sigue visitándose al amparo de un pacto entre los herederos y el estado.
Todo esto para ponernos en antecedentes de lo que nos íbamos a encontrar. A lo que nuestra guía añadió que este era su castillo preferido, es como una maravillosa “tarta de chocolate y crema”
Después de pasar algunas de las opulentas y vistosas mansiones con las que cuenta Sinaia, la tarta de chocolate y crema estaba a nuestro alcance visual. Mi imaginación no había dado tanto de sí como para imaginar aquello.
La enorme tarta de crema se eleva en tres niveles con remates de chocolate en las esquinas, en entramados, en balconadas, en los tejados. Remates labrados con fineza y elegancia. Una alta torre de 66 metros, rematada en chocolate, realza aún más todo el conjunto. Como para romper la monotonía de las paredes de crema, se abren ventanas en arco, se ponen columnas, galerías, escudos labrados.
El patio de acceso al castillo sigue siendo una preciosa fantasía de chocolate, en abundancia. Las paredes de crema se ven cubiertas de pinturas murales.
Para ver el relleno de la tarta nadie nos había preparado. Más de 160 habitaciones y 30 cuartos de baño. Pero tan solo se ven unas cuantas, me imagino que las más vistosas. El lujo y la ostentación están presentes en todas las estancias, pero combinados sus diferentes elementos decorativos con buen gusto y elegancia. He leído alguna opinión de que el interior del castillo les pareció hortera y recargado, y no estoy de acuerdo, a mí me pareció de los mejores castillos que he visitado.
Hay que ponerse unos patucos de plástico para recorrer las diferentes salas. Se accede por una gran escalera de alfombra roja al vestíbulo o salón de entrada. Es el más grande y espectacular. Todo un alarde de madera de nogal finamente tallada y dispuesta en paneles por las paredes, barandas, balconadas, muebles, relieves, esculturas. En el techo una pantalla de cristal que es móvil, puede dejar el techo abierto para contemplar el cielo azul o las estrellas.
En la Sala de Armas hay una colección de más de 4000 piezas, europeas y orientales, de los siglos XIV al XVII, aparte de varias armaduras. La armadura completa de hombre y caballo es admirable y única en Rumanía. La madera sigue estando presente en el artesonado del techo y en los zócalos de la habitación, al igual que en otras habitaciones.
En la biblioteca una colección de libros extraordinaria, algunos únicos, con cubierta de cuero, con dorados. Y una puerta secreta que el monarca utilizaba.
Y se van sucediendo las distintas estancias, cada una con su propio estilo. Sala Florentina, con clara influencia italiana. Salón de música, cuyos muebles fueron un regalo del maharajá de Kapurtala. Maura hall con diseño hispano morisco y una fuente de mármol de Carrara.
A través del recorrido son muchos los elementos admirables que captan tu atención además de los artesonados y decoraciones en madera. Las preciosas vidrieras en ventanas y algunas puertas, las valiosas y numerosas pinturas, esculturas en mármol, vajillas de porcelana de Meissen y Sevres en el comedor, piezas de plata de gran valor en la sala de estar, un clavicordio de 1621 en la sala de conciertos, lámparas de araña de cristal de Bohemia y Murano… Y un sinfín de detalles suntuosos, la lista continuaría…
Hasta hay un teatro con aforo de 60 personas y un escenario pequeño con frescos en el techo de Gustav Klimt.
Los exteriores que rodean el castillo también se encuentran acondicionados de acuerdo con la categoría del mismo. Hay varias terrazas, a diferentes niveles, con estatuas de piedra, (la reina Elisabeta), fuentes, jardines, macetones…
La gente se empeña en hacerse las fotos encima de las estatuas de piedra y los guardias en que no…
Las visitas al castillo son guiadas y hay en varios idiomas. Pero hay que reunir un grupo de 20 personas y quizá haya que esperar si la quieres en español. Nosotros no tuvimos ese problema ya que íbamos bastantes, incluso les ofrecimos unirse a nosotros a tres chicos que venían de otras ciudades del Este, detalle que agradecieron bastante.
La entrada se paga de acuerdo a la visita escogida, de más o menos duración y número de estancias y hay que pagar tasa por sacar fotos. Y esto lo vigilan bastante en este castillo.
peles.ro/program-si-taxe/
Comimos en este pueblo y nos dirigimos hacia Bucarest dónde pasaremos las dos últimas noches de nuestra estancia en Rumanía.
BUCAREST
Era la capital de la región histórica de Valaquia y ahora lo es de Rumanía. También es la ciudad más grande y poblada, con diferencia, de Rumanía.
Es una de estas capitales de Europa que suele pasar desapercibida, no se encuentra entre las preferidas a la hora de hacer una “escapadita” de turismo.
Vamos a ver lo que nos depara y ofrece.
Lo primero que hacemos en la ciudad es hacer una panorámica dentro del autobús en la que recorremos varias calles y vamos viendo los edificios al paso. Por supuesto que es insuficiente, pero las panorámicas permiten tomar una primera toma de contacto con la ciudad de una forma más rápida. Aunque no puedes retener todo lo que vas viendo y tampoco sacar fotos. Las que se intentan hacer desde la ventanilla salen movidas y con la pátina de color del cristal.
De lo primero que recuerdo entrando en la ciudad es un enorme edificio de corte arquitectónico claramente de la época comunista. Me parecía estar viendo el Palacio de la Ciencia y la Cultura de Varsovia del que acabamos hasta el gorro en un viaje a Varsovia ya que nuestro hotel estaba al lado del mismo. Y son de fechas parecidas, este se terminó de construir en 1956, un año después que el de Varsovia. También tiene otro primo en Moscú, la Universidad Estatal.
Este edificio es La Casa de la Prensa Libre o Casa Scanteii, como también se le conoce. Scanteii era el nombre del periódico oficial del Partido Comunista Rumano. Este edificio fue, y sigue siendo, la sede de las redacciones de la prensa.
En el centro de la explanada que hay delante del edificio hay una escultura algo rara, parece representar unas alas. Antes había una estatua de Lenin.
Desde la Piata Presei Libere arranca la avenida Kiseleff que se encuentra bordeada por paseos llenos de arboleda. A nuestra izquierda se alarga un enorme parque. Es el Parque Herastrau que conoceremos mañana cuando visitemos el Museo Satului.
En la siguiente rotonda aparece ya el Arco de Triunfo. Es una pequeña réplica del arco de París. Se puede subir a su cima para tener una buena vista panorámica de la ciudad. Nosotros no paramos y además estaba en restauración.
A Bucarest en sus tiempos buenos le llamaban el Pequeño París o el París del Este, por sus grandes avenidas, por sus edificios. Estos tiempos buenos, el periodo de entreguerras, fueron borrados en parte por los tiempos oscuros de la era comunista, con Ceaucescu sobretodo.
La avenida Kiseleff continúa entre paseos arbolados y edificios de embajadas extranjeras hasta desembocar en la Piata Victoriei. Pero poco antes de llegar a esta plaza ha pasado por delante de edificios importantes como el Museo de Historia Natural, y los bonitos inmuebles del Museo de Geología y el del Museo del Campesino y Trajes Rumanos.
Después de Piata Victoriei comienza Calea Victoriei. Es la calle más antigua y con más encanto de Bucarest. Fue construida en 1692 pero fue nombrada así en 1878, con la victoria en la Guerra de Independencia rumana y dio acogida a los desfiles de las tropas victoriosas. En el periodo de entreguerras se convirtió en una de las calles de moda de la ciudad. Y aún hoy es posible ver cantidad de edificios importantes intercalados con tiendas de lujo y moda, hoteles de cadenas punteras, amén de otros cuantos que se están rehabilitando. Cruza la ciudad desde la Plaza Victoria hasta el centro histórico.
Uno de estos edificios impresionantes es el Palacio Cantacuzino. Con una mezcla de art nouveau y estilo neoclásico alberga actualmente el Museo Geoge Enescu, el Museo de Música rumana.
Por alguna de aquellas calles el autobús hace un giro y llegamos a bordear el parque Cismigiu que no parece ser muy grande pero se nota que tiene que estar bien por la mucha gente que hay paseando por el mismo. Es como un oasis de paz en medio del caos que supone una ciudad.
Y volvemos a Calea Victoriei.
Paramos unos minutos delante del Museo Nacional de Arte de Rumanía. Un gran edificio de color amarillento de estilo neoclásico, (algo soso para mi gusto), que después de haber sufrido varios avatares, un incendio, un bombardeo, obtuvo su apariencia actual en la última reconstrucción de 1944. Fue residencia real y después de abolirse la monarquía ha tenido otros destinos, incluso el de museo, hasta consolidarse en el año 2000 como el Museo Nacional de Arte de Rumanía, con miles de obras pictóricas distribuidas en las principales salas de Arte Europeo, Medieval de Rumanía y Arte Moderno, y bastantes obras son importantes.
Pero el principal motivo de hacer esta pequeña parada es más bien para contemplar la plaza que tiene enfrente, la Plaza de la Revolución.
Un mamotreto de edificio con clara arquitectura comunista domina el fondo de la plaza, es el edificio del antiguo Comité Central del partido Comunista Rumano. Es parte de la historia, no muy lejana, de Rumanía. Al igual que la plaza.
Desde un balcón de este edificio el dictador Ceaucescu ofrecía sus discursos a los ciudadanos de Bucarest. El 21 de diciembre de 1989 dio el que sería su último discurso, aunque probablemente ni lo imaginaba. El día 22 desde la terraza de este mismo edificio huía en helicóptero junto con su esposa. Fueron apresados horas más tarde y en unos días fueron juzgados y ejecutados.
El pueblo rumano, harto de 22 años de opresión, penurias, hambre, frío .. tuvo la última palabra y comenzó un nuevo camino hacia la democracia.
En el centro de la plaza el Memorial a las víctimas de la revolución y el Monumento del Renacimiento, un obelisco blanco que atraviesa una corona con forma extraña, como de cesta.
Nos cuenta nuestra guía un sinfín de detalles de esta revolución. Con clara emoción en su voz ya que son recuerdos de un pasado que vivió en directo, de recién casada y aún siendo universitaria.
Otro edificio notable de esta plaza es el de la Biblioteca Central de la Universidad de Bucarest, con la estatua ecuestre de Carol I delante del mismo.
Seguimos recorriendo parte de la Calea Victoreii hasta llegar a nuestro hotel. El hotel Novotel City Centre situado en el 37 de esta céntrica calle.
Para la cena nos fuimos caminando hasta Hanu’s Berarilor Casa Soare, situado al final de Calea Victoreii, cruzando el río Dámbovita, en Strada Poenaru Bordea, 2. Un viejo edificio rehabilitado que tiene un interior elegante y con bonita decoración. Como es verano funciona su terraza del exterior que se encuentra repleta de comensales al igual que un par de pabellones de cristal que ofrecen algo de protección del fresco nocturno. Restaurante muy recomendable.
Hanu’s Berarilor tiene otro restaurante en Bucarest, Casa Elena Lupescu que recuerda la amante del rey Carol II, por la que abdicó y con la que vivió una azarosa historia de amor. El restaurante está en la casa en la que Elena Lupescu vivió en Bucarest.
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