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Aquel era el último día de nuestro viaje, y teníamos por delante una larga jornada. Recogimos todo y lo dejamos listo para pasar por la tarde a recogerlo, antes de ir al alojamiento que habíamos cogido la última noche, muy cerca del aeropuerto ya que nuestro vuelo salía a las 6 de la mañana.
Nos pusimos en camino hacia el Chateau du Haut-Koenigsbourg, que habíamos visto desde la carretera un par de veces los días anteriores. Tardamos unos 40 minutos en llegar. Aunque está en lo alto de una montaña, a 800 m de altura, y desde abajo puede dar un poco de impresión, el acceso es bueno y a pesar de las curvas se tarda 10 minutos en llegar. Abría a las 9,15 y a esa hora estábamos aparcando en un lateral de la carretera que llega a la puerta, justo detrás de una fila de coches de gente que había llegado un poco antes. El aparcamiento es gratuito.
Hicimos unas fotos de las magnificas vistas, y nos dirigimos a comprar las entradas. Hay una zona bien acondicionada, con taquillas (donde hay que dejar los bultos como bolsos, mochilas…), baños con cambiador para bebés, y en el piso superior la venta de entradas. Compré dos entradas, mas la audioguía en español. Aproximadamente 10 euros las entradas y 4 euros y algo la audioguía. Pues bien, a la hora de acceder al castillo, en el punto de acceso nos dicen que no podemos entrar con la silla. Como yo no hablo francés, y ellos no hablaban demasiado ingles, no acababa en entender lo que me decían. Solo sabíamos que con la silla no podíamos acceder, algo lógico porque hay varias zonas de escaleras y difícil recorrido con una silla de paseo. ç
Nuestra primera opción fue entrar uno y luego el otro, y mientras uno lo visitaba el otro esperaría con nuestra hija en el patio, porque además ella estaba durmiendo. Comencé la visita, y después de 10 minutos y darme cuenta de que aquello me iba a llevar demasiado tiempo, decidí darme la vuelta y volver a hablar con los del acceso a ver si podíamos dejar la silla en algún lugar y entrar con nuestra hija en brazos.
Después de intentar hablar con ellos, pero no entendernos demasiado, fui al punto de venta de tickets a hablar con ellos, y finalmente la solución que me dieron era dejar la silla plegada en el patio donde estaba el punto de acceso, así que nos tocó despertar a la niña, y dejar la silla (todas las pertenencias las dejamos en las taquillas).
El castillo es impresionante. Fue reconstruido a finales de s. XiX y la verdad es que hicieron un gran trabajo.
La visita nos llevó casí 2 horas y porque íbamos bastante rápido. Teníamos muchas cosas que ver. Recogimos nuestra silla (ahora había unas cuantas juntoa la nuestra) y subí a devolver el audioguía y recoger mi DNI ( se lo quedan en prenda). Mientras hacía cola, observé al chico que llevaba delante intentando hablar en francés con la chica, y me dio la impresión de que era español y que tenía el mismo problema que nosotros con la silla, así que le pregunté si era eso, y efectivamente no me equivocaba.
Mientras le explicaba lo que tenía que hacer, me escuchaba atentamente, y cuando termino, me pregunta: ¿Eres de Murcia? Evidentemente mi acento me delata, pero me hizo mucha gracia la pregunta, sobre todo teniendo en cuenta que estábamos a 2000 Km de nuestra casa. El chico era de Orihuela, casi vecino.
Una cosa: si vais, os recomiendo ir a primera hora. Cuando nos fuimos entraba una verdadera avalancha de turistas. Mejor madrugar un poco y verlo sin agobios.
Nos pusimos en marcha, bajando todo lo que habíamos subido, por aquella carretera que estaba muy frecuentada por moteros. Nos dirigimos hacia Ribeaubille, que estaba realmente cerca, creo que tardamos como 15 minutos desde lo alto del castillo.
Nada mas llegar al pueblo, pudimos ver lo mismo que en el resto de pueblos que visitamos aquel día. Al parecer, el domingo el deporte nacional de los franceses de la zona es pasar el día visitando los bonitos pueblos alsacianos. Había mogollón de coches, y el parking disuasorio que encontramos junto a la entrada del pueblo estaba completísimo. Salimos por una calle del parking y tras avanzar unos 300 metros encontramos un hueco y aparcamos.
Justo a la entrada estaba la oficina de turismo, que estaba abierta a pesar de ser domingo, y cogí un plano con el recorrido a pie pasando por los puntos mas destacados. Básicamente se trataba de una calle principal por la que subía y se daba un pequeño rodeo al bajar. Había bastante gente, pero menos de la que encotramos en el resto porque era aún pronto. Serían las 12 y aprovechamos para comprar un par de bocatas que nos comimos en un banco. El pueblo, como todos, era muy bonito pero no fue el que mas nos gustó. Cogimos el coche y fuimos al siguiente, Riquewirh.
Volvimos a aparcar a las afueras, en una pequeño parking gratuito a 5 minutos andando. Nada mas entrar en la calle principal te das cuenta de lo bonito que es. Aquí si que parece que estas en un cuento. Subimos la calle principal, que está en cuesta, paseando tranquilamente, admirando las fachadas y el ambienzato que había. Ahora si que había mas gente, todo turistas, y se nota que en el pueblo viven del turismo porque todo estaba pensado para ello.
El siguiente fue Kaysersberg. De nuevo parking colapsado y dejamos el coche en la carretera de acceso al pueblo, en el aparcamiento de una tienda que estaba cerrada por ser domingo. Caminamos unos 5 minutos y ya estábamos en la calle principal.
Desde el principio nos dio muy buen rollo. Y es que, además de haber mucha gente como en Riquewihr, había un ambiente muy festivo. De repente empezamos a ver gente disfrazada de elfo y personajes que parecián sacados del Señor de los Anillos. Resulta que había un certamen anual de juegos de rol, y muchos aficionados del genero habían acudido al evento. Fuimos paseando hasta el final del pueblo, lo pasamos muy bien viendo todos los personajes que había, los puestos de mercadillo que habían colocado… y el pueblo es precioso, mas grande que el anterior, y nos dío la impresión de ser mas autentico, menos enfocado al turismo ( que también lo está). El caso es que fue la mejor visita de todas y nos fuimos con muy buen sabor de boca.
Solo nos faltaba Eguisheim. Como teníamos que pasar a recoger las maletas por Colmar antes de las 18, e íbamos un poco apurados de tiempo, decidimos pasar a por ellas y de ahí dirigirnos a este pueblo, que estaba a 6 Km de Colmar. Pues eso hicimos, pasamos por ultima vez por la bella Colmar, y nos marchamos hacia nuestro ultimo pueblo del dia con un poco de pena de decir adiós al sitio que había sido nuestra casa los últimos días, y que tanto nos había gustado.
En 10 minutos estábamos en Eguisheim. Fue la única vez que aparcamos en un parking de pago, donde todo el mundo dejaba el coche. Para pagar, un parkimetro justo a la salida donde tienes que anotar la matricula del coche y creo recordar que valía 4€ para todo el día. Nosotros solo íbamos a estar un rato y me parecía un poco caro, pero bueno.
El pueblo es, de nuevo, precioso. Una calle principal que sube, cruzado por calles circulares concéntricas que dan la vuelta al pueblo entero. Dimos la vuelta por la calle mas exterior, siguiendo un poco la corriente. Vimos una cigüeña en lo alto de un campanario (era la segunda que veíamos aquel día). La cigüeña es un emblema en la zona. En todas las tiendas tienen llaveros, figuras, peluches…. Pero en esta época del año parece que la mayoría ha emigrado.
Despues dar la vuelta al pueblo, y bastante cansados tras de la larga jornada, volvimos al coche y nos despedimos de Alsacia. Esa noche dormíamos en Saint-Louis, justo al lado del aeropuerto.
Será porque era domingo, pero las calles estaban desiertas. El hotel estaba a 50 metros de la frontera con Basilea. Asi que crucé la acera, caminé unos metros y .. Voila! Estaba en Suiza!
Volví al lado francés después de este efímero viaje al país Helvetico, y nos subimos a la habitación a prepararlo todo e intentar acostarnos pronto, ya que a las 3 de la mañana nos teníamos que levantar. Nuestra pobre niña, cuando la levantamos y comenzamos a vestirla, nos miraba como no pudiendo comprender nada.
Llagamos al aeropuerto, y tuvimos que dar un par de vueltas para localizar el parking de las agencias coches. A mi, que me oriento muy bien, no me cuadraba mucho, y es que había un parking donde se recogían los coches cuando llegabas al aeropuerto, y otro donde se dejaban cuando ibas a coger un vuelo de salida.
Facturamos rápidamente, y pudimos ver con estupor como nuestro vuelo tenía previsto un retraso de una hora. No es mucho, pero a las 4 de la mañana si que lo parece.
Finamente nuestro vuelo salió a las 7 y a las 11 de la mañana estábamos en casa, cansadísimos pero felices.
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