El tercer día se presagiaba muy duro y largo. La idea que teníamos en mente era realizar la ruta del Kjerag en aproximadamente 5:30h, después ir hasta Stavanger a ver las espadas de bronce de Harsfjord y finalmente atravesar el fiordo Lyse en ferry para llegar hasta nuestro siguiente camping, localizado bajo la ruta del Preikestolen. Lo más divertido de todo es que apenas nos quedaba gasolina y no teníamos claro si llegaríamos a la más próxima (a unos 30km de Lysebotn), así que no seáis tan imprudentes como nosotros .
Itinerario del día. Lysebont-Kjerag-Stavanger-Preikestolen.
Empezamos la mañana más o menos pronto, y llegamos al Kjerag sobre las 9:30. Al llegar paramos en el parking, que nos costó 200nok. La ruta empieza desde el mismo parking y está señalizada por marcas rojas, así que es fácil de seguir (que no de hacer... ).
La ruta del Kjerag empieza con una subida dura. Es una ruta que se hace sobre roca pura por lo que necesitaréis unas buenas botas que tengan bastante agarre. Hay cadenas para ayudarse a subir, aunque a mí se me quedaban cortas. En seguida estaba pensando que qué narices hacía allí, porque yo no soy una chica precisamente con aguante. Sobre esto quiero deciros que, obviamente, esta es mi opinión y que sé que hay gente que dice que es una ruta fácil de hacer (supongo que dependerá de cada persona). Es sencilla de seguir, pero para mí fue un auténtico infierno.
Las cadenas del Kjerag
Una vez alcanzas la primera "cima" el paisaje es... ¡impresionante! De nuevo la enormidad de las montañas te deja boquiabierto. Mi novio y yo estábamos alucinando de lo bonito que era y de ver cómo estábamos por encima de las nubes. Paramos unos minutos a descansar y a apreciar la naturaleza, mientras veíamos cómo subían otros viajeros que llegaban agotados. De hecho, un señor polaco llegó a bromear con regalarnos parte de su equipaje para quitarse peso de encima..
Seguimos la ruta. Esta sería como la "segunda parte". Empieza con una bajada a un valle. Vimos muchas cabras y ovejas sueltas. La bajada más o menos es aceptable y tienes la ayuda de las cadenas. La parte del valle es como un paseo, pero cuando acaba el valle te das de lleno con otra subida de piedra. Para mí, una parte horrible. Apenas habían cadenas y me pareció muy complicado subir.
Por si fuera poco, cómo no, cuando llegas arriba tienes otra bajadita. Hay una parte que yo bajé de culo (literalmente) porque me daba mucho respeto. Si os soy sincera soy muy cagada para estas cosas, así que me pensaba muy mucho dónde poner el pie antes de hacerlo. Es una bajada más corta que la anterior en la que tienes que atravesar un río no muy ancho saltando de piedra en piedra. Y una vez atravesado, vuelta a subir. Si no recuerdo mal, aquí verás el primer cartel anunciando que te faltan 2,6km para llegar a la roca del Kjerag. A partir de aquí, todo cuesta arriba.
Esta "tercera etapa" es bastante aburrida y dura. No paras de subir y en algunas parte hay tanta pendiente que prácticamente vas impulsándote hacia arriba gracias a las cadenas que de vez en cuando aparecen. Lo peor de todo es que nos empezó a llover y ya no paró. Llegados a este punto yo estaba ya muy cansada y empezaba a agobiarme un poco todo aquello, así que paramos de nuevo a descansar y a ponernos los cubrepantalones.
La subida no parecía tener fin, pero por suerte, sí lo tuvo. Llegamos a una explanada de piedra grisácea y barro. Más o menos podemos decir que esta fue la "cuarta y última parte" de la ruta. No es una zona complicada, lo único que ya llegas cansado de todo el tute anterior. Es todo plano, así que aprovechamos para recuperar el aliento. A lo largo de la ruta vimos algunos carteles más anunciándonos que estábamos a 600m y después a solo 100m del Kjerag.
Cuando vimos el cartel de los 100m mi novio y yo saltamos de felicidad. Según él, "ya no podía haber nada peor" pero sí, ¡sí lo hubo! Cuando prácticamente estábamos llegando a la piedra descubrimos que nos teníamos que meter como por dentro de una cavidad de un río, en parte congelado, e ir saltando como podíamos de piedra en piedra. Al final del todo ya podíamos ver la piedra suspendida del Kjerag, ¡así que, último empujón!
Por fin llegamos a la piedra. La verdad es que era una auténtica pasada. Nos acercamos a ver por dónde se subía por si nos atrevíamos a hacerlo, pero la verdad es que nos rajamos nada más verlo. No es que fuese muy difícil, era cuestión de dar un pequeño saltito, pero entre que llovía a cántaros, la niebla, el aire y el abismo oscuro y sin fin que había debajo de la piedra pues... Como que no. Mi novio ni siquiera se quería asomar al abismo, pero yo me agaché y me fui arrastrando para ver el fondo. Nada. Solo se veía oscuridad y niebla.
Paramos a comer allí mismo, aunque ya os digo que llovía muchísimo. Mientras tanto mirábamos a la cantidad de gente que se aproximaba a ver cómo se subía a la piedra. Os confieso que el 80% de la gente se rajaba al verlo .
La vuelta al parking fue caótica. Yo estaba agotada y me estaba agobiando muchísimo la ruta porque todo estaba lleno de barro y resbalaba. Se habían formado muchísimos riachuelos de agua sobre las rocas, y además los ríos y zonas con agua que atravesamos a la idea estaban que reventaban. Mucha gente se pegó un tortón delante mía, así que iba bastante asustada de caerme yo también. Tenía tanto miedo de caerme que íbamos muy lentos, y la perspectiva de tener que bajar todo lo que había subido con el suelo mojado no me motivaba absolutamente nada.
Finalmente llegamos al parking, después del espectáculo que le di a mi novio para bajar. Menos mal que él estaba allí, porque si no aun me veo encima de la montaña. Estábamos calados por la lluvia. No es que nuestro equipaje fuese malo, pero habíamos estado prácticamente 7h debajo de lluvia intensa y obviamente acabamos por mojarnos. Y sí, tardamos unas 7-7:30h en hacer la ruta, así que imaginaos mi lentitud.
Después de quitarnos la ropa mojada y cambiarnos como pudimos en el coche, nos pusimos rumbo a Stavanger. Íbamos muy mal de tiempo y además teníamos el problema de la gasolina, que por suerte, logramos resolver y seguir sin ningún susto. Teníamos que ir un trozo por una carretera muy similar a la del día anterior, aunque luego mejoró.
Después de varias paradas llegamos a las espadas de Harsfjord, muy cerquita de Stavanger. Hay un pequeño parking gratuito al lado, donde aparcamos para acercarnos a verlas. Son una auténtica pasada. Las espadas, por lo que estuvimos leyendo, rememoraban una batalla vikinga que acabó por unificar a todos los pueblos bajo el mandato de un rey vikingo. La espada más grande representa a este rey, y las otras dos a sus adversarios derrotados.
No pudimos estar mucho rato ya que teníamos que coger nuestro primer ferry en el puerto de Stavanger. La pena fue que no tuvimos tiempo para ver la ciudad, ya que al haber perdido tanto tiempo en el Kjerag nos era imposible. Cogimos nuestro primer ferry un poco nerviosos porque no sabíamos si teníamos que comprar el ticket antes o qué teníamos que hacer. Finalmente un señor nos explicó que solo teníamos que ponernos en la cola y después pagar dentro. En seguida vino el ferry. Era un barco bastante grande que nos dejaría en Tau. Nos costó 223nok.
En los ferrys suele haber cafetería y una zona para descansar dentro. La verdad es que todos los que cogimos estaban muy bien equipados y daba gusto ir en uno de ellos.
Una vez desembarcamos en Tau nos fuimos directos al camping. El camping que habíamos previsto era el Preikestolen Camping AS. No sabemos cuánto cuesta porque la verdad es que esa noche hicimos un sin pa... Llegamos tan tarde y el camping era tan grande que nos hicimos un poco los locos. La verdad es que en todos los campings te puedes escaquear de pagar, pero no queríamos ser tan malas personas...
Eran casi las 23:30 cuando cenamos y montamos la tienda entre el barro y la lluvia, así que como imaginaréis estábamos reventadísimos. Yo aproveché para ducharme después de cenar, ya que no había nadie en los baños. Eran baños convencionales, con unas duchas individuales con puerta en las que en la parte de dentro tenías un pequeño banquito para cambiarte. La verdad es que no estaban muy limpias, aunque claro, yo tuve que ser la última de todo el universo en ducharse. También había una zona de cocina que estaba muy apañada.
Nos fuimos a dormir súper cansados, con la intención de hacer el Preikestolen al día siguiente .