GALWAY

Galway, capital del territorio gaélico, justo a la mitad de la costa oeste irlandesa.
Tiene unos 75.000 habitantes, la tercera ciudad más poblada del país tras Dublin y Cork. Su despegue ha sido reciente, en las últimas décadas, con la instalación allí de empresas del sector de nuevas tecnologías y de dos universidades internacionales. Se trata, sin duda, de uno de los destinos favoritos de los jóvenes españoles. ¿Motivo? 2/3 partes de su población no llega a los 30 años, es una ciudad dinámica, universitaria y muy divertida. Si a esto unimos su tendencia a organizar festivales en cada momento (The Galway Sessions, The Oyster Festival, The Galway Early Music Festival, The Galway International Arts Festival ...) y su animadísima vida nocturna (los pubs siempre llenos a reventar, ¡incluso los domingos por la noche!) conseguimos el cocktail perfecto para que sea, como he dicho, uno de los destinos favoritos de la juventud no sólo española, sino europea. Aunque, por supuesto, por detrás del increíble Dublin.



La parte histórica de la ciudad puede visitarse en poco más de 3 horas, con un casco antiguo que abarca poco más de 2/3 kms., el espacio comprendido entre el área del Spanish Arch y la Eyre Square. El paseo se canaliza por una larga calle que va cambiando de nombre: Quay Street, High Street, Shop Street y Williamgate Street. Pero bueno, Galway, más que visitarla, hay que vivirla durante, al menos, un día.
De origen mediaval, fue controlada por las llamadas "14 Tribus", clanes de comerciantes como los Lynch o los Blake. Durante siglos mantuvieron estrechas relaciones con España, país con el que tenían dos cosas en común: éramos países profundamente católicos y odiábamos profundamente a los ingleses. Intercambiábamos nuestros vinos por sus caladeros de pesca. Una relación que desapareció bruscamente cuando entró en escena el tan poco querido por ellos Oliver Cromwell. LLegó a la ciudad hacia 1651 y, aparte de arrasarla, hizo romper todo vínculo con la "malvada y católica España". Pero bueno, fruto de esas prolongadas relaciones algo ha quedado:
- El famoso Spanish Arch, lugar de encuentro de la juventud.
- Esas irlandesas de Galway de sospechoso pelo negro.
- El término "linchamiento". Lynch, alcalde de la ciudad hacia 1493, colgó a su hijo de la ventana de su palacio por haber matado a un comerciante español. ¡El negocio es lo primero!.

Aparte del ya citado Spanish Arch, en el ameno paseo también nos encontramos con la Iglesia de San Nicolás - el edificio mediaval más importante de la ciudad, no confundirlo con la Catedral de San Nicolás que se encuentra más alejada, a orillas del río Corrib - y con los palacetes de los Lynch y los Blake, hoy reconvertidos en la sede de un banco y en una cafetería. Es lo que hay, el sector servicios extendiendo sus largos tentáculos hasta los más profundos rincones de la historia.
La visita se remataría en la más actual Eyre Square, con elegantes construcciones del siglo XIX y una amplia explanada, eje de la actividad comercial y social de la ciudad.


Vuelvo a repetir lo dicho. Si uno quiere conocer la auténtica esencia irlandesa, sus tradiciones, sus costumbres ancestrales, su idioma (bueno, esto es un decir, imposible de aprender), tiene que venir al oeste. Galway es una buena muestra de ello.
Otro elemento común en todo el oeste irlandés es su interés por preservar la música tradicional de su país. Aquí nos encontramos con una buena cantidad de pubs donde los 7 días de la semana hay actuaciones en directo con este tipo de música. Entre ellos destacan The Crane Bar, Monroe's Tavern, The Quays (enorme), Tigh Neachtain, The King's Head (también enorme), Taaffe's Bar, Tigh Chòilì o An Taidhbhare.
De obligado cumplimiento el buscarse un hueco en uno de esos pubs - siempre a rebosar - y echarse una pinta de Guinness mientras se escucha música en vivo a base de banjos, guitarras, violines, flautas, gaitas, acordeones, arpas, tambores de marco ...