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Recorremos nuevamente Mariastraat y por la Stoofstraat nos adentramos en callejuelas estrechas repletas de edificios de ladrillos que te hacen imaginar cómo era la antigua Brujas.
Hasta desembocar en Walplein. Una plaza, no cuadrada, de adoquines cuyo nombre significa “plaza de la muralla”. Posiblemente porque las primeras murallas de la ciudad se construyeron en 1127 muy cerca de la plaza.
Una plazuela encantadora, llena de terrazas bajo los árboles y por el centro una escultura modernista llamada “Zeus, Leda, Prometeo y Pegaso visitan Brujas” de Jef Claerhout, en homenaje a los cocheros de tiros de caballo de Brujas.
En esta plaza se encuentra la única cervecería que queda en el centro de Brujas. La Halve Maan (media luna), fundada en 1856. Es una cervecería artesanal que produce las conocidas Brugse Zot, la cerveza oficial de Brujas, y la Straffe Hendrik. Cervecería a la que no entramos.
Por la Wijngaardplein, “plaza del viñedo”, con su fuente con dos cabezas de caballo, nos acercamos hasta el puente que cruza el Reie al final del cual se encuentra la gran portada blanca que da acceso al Begijnhof. Hay un dicho en Brujas que dice que las beguinas construyeron su comunidad en el lugar dónde se cultivaban uvas. Pero no es del todo cierto ya que el vocablo Wijn aunque signifique vino, en el neerlandés medieval significaba algo parecido a pastos pantanosos.
En el puente Begijnhof me espero a que deje de salir gente, que parece no tener fin, para poder sacar una foto solo a la puerta. Casi lo consigo. Entramos en el Begijnhof por esta puerta blanca en la que sobresale una fecha, 1776.
El Beguinario de Brujas, es uno de los 13 beaterios que quedan por Bélgica y tienen la mención de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Aunque el de Brujas es especial. En el viven actualmente monjas benedictinas desde la década de 1930, después de que la última beguina abandonara el complejo en 1927. También es un centro de retiro.
Fue fundado en 1245 por Margarita de Constantinopla, condesa de Flandes. Era una especie de convento en donde vivían mujeres que por diversas circunstancias se habían quedado solas, las guerras, las cruzadas… Aunque no eran monjas tenían que respetar ciertas normas, como era la castidad, la obediencia a la beguina mayor. Podían salir y entrar, pero dentro de un horario. También eran libres de reanudar sus vidas de casadas.
Este convento en Brujas funcionaba como una ciudad dentro de la ciudad de Brujas. Las beguinas vivían en casitas que al principio eran de madera, pero ya en el siglo XVII y XVIII se fueron sustituyendo por casas de piedra encaladas, que son las que se conservan. También tenían un patio dónde trabajaban y solía haber una pequeña iglesia a la que poder ir a rezar.
Con toda la gente que salía por la puerta blanca…. Pues nos encontramos el gran recinto con tan solo unas pocas personas que al poco se retiraron. Un gran espacio central lleno de árboles que están tomando colorido de otoño, bordeado por un camino empedrado y rodeado de casitas recoletas.
Todo es silencio y serenidad. No se oye más que el murmullo de la brisa en los árboles. Pudimos disfrutar del entorno, en un oasis de tranquilidad en medio del barullo de gente que pulula por esta zona, al lado del Minnewater. Los ruidos del exterior apenas si se distinguen aquí dentro. Es la pequeña ciudad del silencio. Y así desde hace 800 años.
La pequeña iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de Spermalier, del siglo XVII, es recogida y bonita. Tienen folletos en español con oraciones y dándote la bienvenida, con el título de “Buscando el Silencio….”
Parece ser que hay un pequeño museo por el que hay que pagar una pequeña cantidad, para recrear como era la vida en una de estas casas. Nosotros no nos fijamos y nos pasó desapercibido. Tan absortos estábamos con todo el conjunto.
Salimos por la otra puerta que da directamente al Minnewater.
El Lago del Amor, como también le llaman, pues la palabra Minne significar amor. Aunque también su significado es “común”, por lo que Minnewater significaría “aguas comunes, aguas de la comunidad”. Pero en una ciudad tan romántica como Brujas lógicamente le va mejor el significado de lago del amor.
Si se llega a Brujas en tren, es lo primero que se encuentra de la ciudad, el parque Minnewater con su lago del amor. El parque no tiene tanta edad, pero el lago lleva allí casi 800 años. Cuando se construyó Brujas era una ciudad de las más ricas e importantes de Europa. Tenía canales con gran tráfico de barcos y hubo que construir un lugar así para que los barcos tuvieran espacio suficiente para estacionar y poder maniobrar.
Y como todo lago romántico que se precie no le falta una leyenda que explique su origen como tal. Una leyenda de amores entre una pareja de distintos estamentos sociales que termina en tragedia. De esta guisa Minna, una bonita joven, moriría de amor y su enamorado Stromberg la enterraría en aquel lugar.
El lago tiene como dos partes. La parte más pequeña, la que está junto al Begijnhof, cuajada de cisnes blancos que se acercan a que la gente les eche algo de comer y que es hasta dónde llegan las barquitas que hacen los recorridos por los canales. Y otra mucho más amplia que llega hasta Poertoren, la Torre Polvorín. Entre ambas una pequeña casa que parece flotar en el agua, mirándola desde ambas partes. Es la casa exclusa. En su parte inferior tiene unos arcos debajo de los cuales hay unas compuertas que hacen nivelar el agua del estanque y la de los canales. En esta casa vivía antes la persona encargada de estas compuertas. En cierto modo el gran lago se usaba para mantener estable el nivel de los canales de la ciudad.
Los cisnes blancos son uno de los atractivos de este lago. Cisnes que también tienen su propia leyenda basada en hechos que realmente ocurrieron.
En 1488 el Conde de Flandes, Maximiliano de Austria, gobernaba Brujas como regente de su hijo Felipe de Borgoña, que entonces era pequeño. Felipe era el heredero del título de Conde de Flandes por herencia de su madre, María de Borgoña, muerta muy joven. Este Felipe es el que nosotros conocemos como Felipe el Hermoso, que casó con Juana, hija de los Reyes Católicos. Pues bien, el Conde de Flandes subió los impuestos y los ciudadanos de Brujas se levantaron contra él, haciéndolo prisionero y a su gobernador Pieter Lanchals, lo juzgaron y ajusticiaron cortándole la cabeza. Cuando la rebelión fue sofocada, el Conde ordenó que en lo sucesivo la ciudad cuidase y alimentase a los cisnes como recuerdo y escarmiento de lo sucedido. El apellido del gobernador, Lanchals, significa “cuello largo”, Y de hecho en su escudo de armas figuraba un cisne.
Nosotros nos adentramos también en la parte más larga del lago, dejando atrás la casa-exclusa y bordeando la orilla del lago hasta el siguiente puente situado junto a la Torre Polvorín. Es un paseo precioso, y las vistas que del lago, rodeado de vegetación, se tienen con el punto guía de la torre de Nuestra Señora asomándose por encima, son de las mejores. Aconsejable llegar hasta este puente. El río costero Reie entra a la ciudad por este puente, se deposita en el lago y luego continúa canalizado hacia el centro de la ciudad.
Cruzamos el puente Poertoren, con su torre polvorín, y luego nos adentramos en el Minnewater Park a través del camino que viene del puente Barge. Este es un moderno puente de color rojizo que comunica la Bargeplein, zona en donde aparcan todos los autobuses turísticos que llegan a Brujas. Así que si llegas en tren o en autobús turístico, lo que primero verás de Brujas es el Minnewater. Menos nosotros que nos llevaron en coche y nos hicimos un pequeño lío antes de encontrar el hotel.
El parque Minnewater es un parque agradable. Lleno de zonas de césped y ajardinadas, con bancos para sentarse y alejarse del bullicio del centro de la ciudad. Se terminó de construir en época no lejana, 1979. En este parque se celebra anualmente el Cactus festival. Luego vuelve a Wijngaardplein.
En esta misma plaza comimos. Pese a lo turístico de la zona, comimos una sabrosa “carbonada” y por un precio moderado.
Ya era hora de que nos fuéramos para el centro. Dejando atrás la iglesia de Nuestra Señora, bordeando el canal Dijver, nos acercamos a uno de los rincones más fotografiados de Brujas, Rozenhoedkaai, El Muelle del Rosario. El que aparece en muchas postales de la ciudad.
Acaba de salir el sol, el primer sol que vemos en Brujas. Todo parece diferente.
El rincón del muelle del Rosario no hay que perdérselo, ni de día, ni de noche. Ofrece una estampa cautivadora. El canal hace un recodo, los edificios medievales parece que se elevan del agua, que se alzan en pináculo a su vera, la vigilancia eterna de la torre Belfort, todo ello en conjunto conforman un rincón de cuento. Ahora tienen el brillo especial que les regala el sol.
Es uno de los rincones más apropiados para captar la esencia de Brujas. Y no solo paisajísticamente. Brujas nació en este rincón, allá por el siglo IX. Los vikingos llegaban con sus embarcaciones ligeras y este rincón era como un refugio para las mismas. No hay que olvidar que el nombre de Brujas viene de la palabra vikinga Brygga, con significado de abrigo o refugio.
Estas tierras estaban en el límite del reino francés. El señor de estas tierras era Balduino I, que casó con la hija del rey francés. El rey galo creó para él el condado de Flandes y le pidió que levantara una fortaleza para detener las incursiones de los vikingos.
Aunque ya no existe dicha fortaleza, algún recuerdo sí que queda. Al fondo del rincón, a la derecha, al lado de unos árboles, unas pequeñas construcciones son los restos de la capilla de aquella fortaleza. La parte posterior de la Basílica de la Santa Sangre. Estas aguas pues fueron el primer puerto de Brujas y el origen de su posterior esplendor.
El edificio que hace esquina, con un gran árbol que aparece en todas las fotografías, (un sauce?), es ahora una cervecería, con su terraza particular que vuelca al canal, y un estante en el que hay expuestas unas 1700 cervezas belgas. Pero también es la que llamaban Casa de España.
Nos dirigimos hacia el puente San Juan Nepomuceno que hace de entrada a la Wollestraat. El puente se llama así porque hay una estatua de este santo, obispo de Praga, en la balaustrada del puente. Es un puente muy transitado porque accede a varias calles y porque el mismo ofrece unas muy bonitas las vistas del canal Dijver y el muelle del Rosario.
Cuando finaliza el puente y a la derecha, la primera casa de Wollestraat en la Casa de España o Casa de Pérez de Malvenda. A la altura del pretil del puente puede verse aún una placa escrita en letras góticas que hace referencia a la familia Pérez de Malvenda.
En la época de bonanza económica de Brujas fueron muchos los comerciantes que se asentaron en la ciudad para mejorar sus relaciones comerciales. Uno de ellos fue Diego Pérez de Malvenda y uno de sus hijos, Juan, fue el que ocupó esta casa. Juan Pérez de Malvenda llegó a ser concejal, el único español, del ayuntamiento de Brujas y perteneció siempre a la Hermandad de la Santa Sangre. Protagonizó incluso un episodio relacionado con esta cofradía. Durante unas revueltas religiosas rescató la reliquia de la Santa Sangre y la tuvo escondida en esta casa hasta que todo volvió a su cauce y pudo devolver la reliquia.
La casa es un enorme e imponente caserón, construida en estilo gótico tardío en el siglo XV, si bien fue restaurada posteriormente en estilo neogótico.
Hoy es posible entrar en la casa ya que la misma alberga un negocio llamado 2BE. Arquitectura antigua y moderna son compatibles. El 2BE que tiene como dos partes. Lo primero es una tienda en la que se venden productos belgas, toda clase de recuerdos, chocolates, galletas… Y la otra parte es una cervecería. En la misma planta dónde se entra hay unos estantes en los que poder ver cientos de modalidades de cervezas, cada una con su vaso correspondiente. En concreto 1721 clases de cerveza de producción belga, según datos de ellos mismos.
Su magnífica terraza cuelga al muelle del Rosario y tiene que ser un puntazo tomarse allí una cerveza al atardecer. Cierra a las 19:30. Nos propusimos volver a tomarnos la cerveza luego más tarde y al final no pudo ser.
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